La  metáfora de la luz.

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Hoy es San Juan, la fiesta del fuego que precede al día más largo del ciclo anual o solsticio de verano (actualmente la fiesta no coincide en el calendario). El fuego como símbolo de la luz. El fuego como la luz que destruye todo lo que no es valioso y permite que haya espacio para crear cosas nuevas, una nueva vida.

La luz puede ser una bendición pero a veces también una maldición. La contaminación lumínica en Europa ocasiona como impacto negativo colateral que en la mayor parte de nuestro continente ya no sea posible ver la hermosa Vía Láctea. Durante millones de años el hombre pudo contemplar ese maravilloso espectaculo estelar, que originó surgieran a raíz de esa observación múltiples leyendas y mitos. Sin embargo hoy hemos perdido, quizá para siempre, el don de vislumbrar y algunos incluso de emocionarnos con la visión de su grandeza. La Vía Láctea, la galaxia que habitamos, ha desaparecido ya de nuestra mirada, pues el exceso de luz en la Tierra nos aleja de las bellezas del firmamento. 

Cuando era niño disfrutaba viéndola cada noche en el pueblo donde me crié. Pero poco a poco, conforme la luz artificial invadía el ámbito urbano, la lechosa Vía Láctea, compuesta de cientos de millones de estrellas como la nuestra, fue perdiendo brillo e intensidad. Hasta que al final desapareció. Y para observar tan sólo un vislumbre de lo que fue hay que ir hoy a lugares muy alejados de la civilización, donde no exista todavía el negativo impacto lumínico, algo casi imposible en la actualidad (el halo lumínico de una gran ciudad es perceptible a más de 200 km de distancia). Por ello la generación joven actual ya no la conoce. Además la polución luminosa altera negativamente la vida de las aves migratorias, los animales marinos, las aves nocturnas, etc, provocando su desorientación y otros desórdenes. 

Se ha comprobado en todos los paises que el incremento de la luz urbana no hace que los delitos disminuyan, todo lo contrario. La luz decora e inunda nuestra modernas ciudades. Por todas partes resplandece la luz artificial, pero eso no aumenta la calidad de la vida interior del ser humano. La luz en realidad es engañosa. Nos venden con luz las baratijas y banalidades del mundo, impidiendonos ver lo que es verdadero y profundo.  Parece como si cuanta más luz hubiera más superficial fuera todo. La luz es como una envoltura colorida que disimula el vacío de lo que vende la sociedad consumista.

E igualmente ocurre con todos esos grupos modernos de espiritualidad barata que venden sus mensajes de adoración al sol, a la luz o al amor de palabra. Cuanto más incide un grupo en su obsesión con la luz más insustancial es su verdadera profundidad espiritual. Normalmente son grupos que se autodenominan también crísticos, mezclando un batiburrillo de eslóganes sobre veneración al sol, la luz crística o cristalina (como si una cosa tuviera que ver con la otra), ángeles, comandantes galácticos, maestros ascendidos ... y todo adornado en el marco obsesivo de la luz.

Si estas personas fueran capaces de estudiar mínimamente los Evangelios, donde supuestamente está el principal mensaje del Jesús del que tanto hablan, verían que en ellos no hay mención alguna al sol y la luz es utilizada únicamente como metáfora, una metáfora que no comprenden. Jesús dice a veces soy el pan, soy el agua, soy la luz, soy el camino ... pero se trata obviamente de alegorías que indican otra cosa. Ni Jesús estaba hecho de luz, ni de agua, ni de pan, ni de polvo del camino. Pero esto es algo demasiado complejo tal vez para que lo comprendan los que compran la baratija de la espiritualidad de la luz. 

Y así, al igual que la luz artificial, nos ha alejado de la luz auténtica del profundo y bello firmamento, también los mensajes seudo espirituales que venden luz hacen que no sea posible ver en que consiste la verdadera luz del espíritu. En la noche oscura era posible admirar la profundidad del universo, el espacio infinito lleno de estrellas ante nuestros ojos. Pero si nos ciega la luz del sol no podremos ver eso y tampoco si nos contamina la luz artificial. Para ver el infinito nos debemos apartar de la contaminación. Y ese mismo principio hemos de aplicarlo a nosotros mismos. Estamos demasido llenos de ideas y conceptos, tanto materiales como religiosos, que pululan en nuestra mente. Estamos repletos de ideas, fantasías, emociones, discursos, palabrería ... que contaminan e impiden que percibamos el infinito de nuestro interior. 

¿De donde viene toda esta adoración a la luz? Pues del miedo. Intentamos alejar el miedo con la luz. Desde niños sabemos el miedo que nos produce la oscuridad. Hay gente que incluso tiene que dormir con luz. El ser humano está lleno de miedos, miedos generados por nuestros pensamientos, por nuestras fantasías, por nuestro ego ... Y la luz parece que alejara esos miedos. Pero en realidad los miedos siguen ahí, porque la luz no los puede apartar, están en nuestro interior.

Sin embargo ¿tiene algún valor la luz dentro de un genuino contexto espiritual? ¿Que es la luz? ¿Alguien lo sabe? ¿Te lo has planteado alguna vez? ¿Has pensado por ti mismo alguna vez? Alguien diría que es la ausencia de oscuridad. ¿Y que es el sonido? Siguiendo ese razonamiento sería la ausencia de silencio. ¿Hay que divinizar el sonido, hay que divinizar la luz? Ambos son medios (ondas) que trasmiten información. Pero no tienen nada que ver con el espíritu. Para acceder al espíritu (la conciencia) hay que entrar por la puerta del silencio. Los pensamientos son el sonido. La conciencia es el silencio y es ella la que sostiene al sonido. 

¿Y la luz? ¿Acaso el espíritu no es luz? En el sentido real no es luz, ya que el espíritu o conciencia es vacío, ni luz ni sonido. ¿Entonces porqué se asocia tanto al espíritu con la luz en muchas escuelas espiritualistas? La causa es la obsesión por venerar el sol o la luz que hay en nuestros genes debido al miedo. Muchas religiones paganas adoraban al sol, algo que copió el cristianismo ya en sus primeros siglos. No obstante cuando un verdadero maestro espiritual menciona la luz lo hace en el sentido metafórico de ver o descubir lo que el ego nos impide observar. Al igual que en la oscuridad no vemos algo que está ante nosotros, también el ego impide que percibamos la verdadera naturaleza de las cosas. Por ello esa asociación de la iluminación espiritual con la luz, una asociación meramente metafórica, una concesión del uso del lenguaje, un símil con el sentido de la vista, ya que en realidad la conciencia o espíritu es vacío.

Como el ego nos impide percibir la realidad (de los objetos, de las experiencias y de los seres) es por lo que se dice que la conciencia alerta (libre) ilumina cada cosa en que se posa. Pero se trata únicamente de una metáfora conceptual. El camino del despertar es el camino de traer conciencia al mundo. Y algunos dicen traer luz al mundo. Sin embargo esto último es lo que provoca que muchos caigan en el error de adorar a la luz o hacerla similar a lo divino, lo cual ocasiona a su vez una nueva polución conceptual. 

Decir que la conciencia es un espacio luminoso no significa que halla un sol o una luz que brille allí. Se trata de hacer un paralelismo con nuestros sentidos, una necesidad del lenguaje. Pero no hay palabras que puedan definir verdaderamente al espíritu o la conciencia. En el taoismo se expone muy bien que si intentas definir el Tao eso que defines ya no es el Tao. 

La luz que asemejamos la conciencia no es la luz de las ideas o los conceptos, no es la luz del pensamiento ni de las ideologías, ni de los credos y mucho menos de las fantasías. Esa luz es la percepción de la realidad que no vemos, es la conciencia que surge de la quietud en alerta. Esa luz no procede del sol sino de nuestro profundo e infinito interior. Esa luz que es vació permite ver el firmamento real, las estrellas reales que no vemos, las cosas reales que componen el mundo. Esa luz es la conciencia alerta o despierta. No es una luz de colores, no tiene ondas ni emanaciones, no tiene nada, es sólo conciencia, vacío. Y ese vacío es el espacio donde habita la divinidad, el real ser que todos somos. 

Todas las demás luces pertenecen al mundo de las formas, de las experiencias, y el espíritu es una dimensión sin forma. Ese espacio sin forma es la vida que es, el Ser, intemporal y eterno. 

No se puede buscar al espíritu como si fuera un objeto o una experiencia o una luz, ya que de esa manera jamás podremos encontrarlo. Todas esas cosas pertenecen al mundo de  la forma. La conciencia o espíritu emana del espacio interior que hay dentro de nosotros. 

El ruido mental es igual que las luces de las cosas exteriores, ambos impiden que haya espacio interior y por tanto que haya conciencia libre. A mayor espacio interior más espíritu, que significa más conciencia y a eso se refiere el concepto espiritual de iluminar. En verdad se trata de crear vacio interior para que haya conciencia y vislumbremos la verdadera realidad. 

En el cielo no hay luz ni oscuridad, ni sonido ni silencio. Es la paz y el vacío divino atemporal desde donde se percibe el paso fugaz de todas las cosas que componen el mundo de la forma (las ondas de todo lo que sube y baja). 

Dice Jesús que el cielo está dentro de nosotros y no en ninguna estrella luminosa (la cursiva es mía, claro)

 

Author: Kababelan

24 de junio de 2009

 

 
 

 

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Author: Kababelan

 

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