|
Una tradición que dura acaso por inercia o por miedo hace que pocos
poetas comenten su propia obra, aterrados acaso después de lo que
pasó con San Juan de la Cruz, o lo hacen sin entrar en la raigambre,
como si eso fuera coto de caza de los críticos. (La Autobiografía
de Yeats lo da a entender, o unas confenercias que le escuché a Octavio
Paz en México, magníficas como lección de poética pero dejando que
los poemas fueran más un ejemplo que una indagación). Bien mirado,
están en lo cierto. Mi única crítica posible es la elección que voy
haciendo; estos pameos son mis amores, mis bebidas, mis tabacos; sé
que los critico como se critica lo que se ama, es decir muy mal, pero
en cambio los acaricio y los voy juntando aquí para esas horas en
que algo llama desde el pasado, busca volver, resbala en el tiempo,
devuelve o reclama. Agenda telefónica de las altas horas, ronda de
gatos bajo una luna de papel.
|