Sueñe sin miedo, amigo
Poco le quedaría al corazón si le quitáramos su pobre noche manual en la que juega a tener casa, comida, agua caliente, y cine los domingos. Hay que dejarle la huertita donde cultiva sus legumbres; ya le quitamos los ángeles, esas pinturas doradas, y la mayoría de los libros que le gustaron, y la satisfacción de las creencias. Le cortamos el pelo del llanto, las uñas del banquete, las pestañas del sueño, lo hicimos duro, bien criollo, y no lo comerá ni el gato ni vendrán a buscarlo entre oraciones las señoritas de la Acción Católica. Así es nomás: sus duelos no se despiden por tarjeta, lo hicimos a imagen de su día y él lo sabe. Todo está bien, pero dejarle un poco a la hora exacta en que Hiroshima |
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