La foto salió movida
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Un cronopio va a
abrir la puerta de calle, y al meter la mano en el
bolsillo para sacar la llave lo que saca es una caja de fósforos,
entonces este cronopio se aflige mucho y empieza a pensar
que si en vez de la llave encuentra los fósforos, sería
horrible que el mundo se hubiera desplazado de golpe, y a
lo mejor si los fósforos están donde la llave, puede
suceder que encuentre la billetera llena de fósforos, y
la azucarera llena de dinero, y el piano lleno de azúcar,
y la guía del télefono llena de música, y el ropero
lleno de abonados, y la cama llena de trajes, y los
floreros llenos de sábanas, y los tranvías llenos de
rosas, y los campos llenos de tranvías. Así es que este
cronopio se aflige horriblemente y corre a mirarse al
espejo, pero como el espejo está algo ladeado lo que ve
es el paragüero del zaguán, y sus presunciones se
confirman y estalla en sollozos, cae de rodillas y junta
sus manecitas no sabe para qué. Los famas vecinos acuden
a consolarlo, y también las esperanzas, pero pasan horas
antes de que el cronopio salga de su desesperación y
acepte una taza de té, que mira y examina mucho antes de
beber, no vaya a pasar que en vez de una taza de té sea
un hormiguero o un libro de Samuel Smiles.
Cortázar, Julio; Historias
de cronopios y de famas, Buenos Aires, Sudamericana, 1994
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