El canto de los cronopios
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Cuando
los cronopios cantan sus canciones preferidas, se entusiasman de tal
manera que con frecuencia se dejan atropellar por camiones y ciclistas,
se caen por la ventana, y pierden lo que llevaban en los bolsillos
y hasta la cuenta de los días.
Cuando un cronopio canta, las
esperanzas y los famas acuden a escucharlo aunque no
comprenden mucho su arrebato y en general se muestran
algo escandalizados. En medio del corro el cronopio
levanta sus bracitos como si sostuviera el sol, como si
el cielo fuera una bandeja y el sol la cabeza del
Bautista, de modo que la canción del cronopio es Salomé
desnuda danzando para los famas y las esperanzas que están
ahí boquiabiertos y preguntándose si el señor cura, si
las conveniencias. Pero como en el fondo son buenos (los
famas son buenos y las esperanzas bobas) acaban
aplaudiendo al cronopio que se recobra sobresaltado, mira
en torno y se pone también a aplaudir, pobrecito.
Cortázar, Julio; Historias
de cronopios y de famas, Buenos Aires, Sudamericana, 1994
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