Eclesiastés
(=Ec) es el titulo que en la septuaginta recibe el libro llamado Qohelet
en el texto hebreo de la
Biblia. Ambos vocablos, el griego y el hebreo, significan prácticamente
lo mismo; predicador, orador, persona encargada de convocar a la
asamblea y dirigirle la palabra. Sin nombrar expresamente a Salomón,
Eclesiastés se refiere a el cuando alude al hijo de David, rey de
Jerusalén y cuando enumera (en primera persona) sus obras y riquezas.
Tales alusiones contribuyen sin duda a dar carta de autoridad a este
escrito y a que fuera atribuido al rey sabio por excelencia. Se trata de
una especie de discusión del autor consigo mismo, en
la que frecuentemente considera realidades opuestas entre si: la
vida y la muerte, la sabiduría y la necedad, la riqueza y la pobreza.
En esta contraposición de
conceptos, los aspectos negativos aparecen
subrayados y teñidos de un tono de hondo pesimismo. Sin embargo en ningún
momento llega Eclesiastés al extremo de menospreciar o negar los
aspectos positivos que forman parte de la experiencia del ser humano:
trabajo, placer, familia, hacienda o sabiduría. Pero todo tiene un
valor relativo; ninguno de ellos (ni cada uno de por si, ni todos
juntos) llega a satisfacer los anhelos mas profundos del corazón. Con
absoluta sinceridad se plantea el predicador la cuestión que mas le
preocupa: ¿ que provecho obtiene el hombre de todo el trabajo con que
se afana debajo del sol?; o sea ¿qué debe conocer y hacer el ser
humano para vivir de manera plenamente satisfactoria?. Ni el placer, ni
la sabiduría o la realización de grandes empresas conducen al logro de
ese objetivo. Al termino de todos sus esfuerzos le espera idéntica
decepción, la que el resume en las pocas palabras de su celebre
aforismo: vanidad de vanidades, todo es vanidad. A fin de cuentas, la
actividad de Dios en el mundo es un misterio impenetrable para la
sabiduría humana. Pese a su implacable actitud critica, el autor de
este libro concluye con la afirmación de que el todo del hombre se
halla en la relación de este con Dios. |
Eclesiastés
1
Palabra del predicador, hijo de David, rey de Jerusalén. Vanidad de vanidades
–Dijo el predicador-; vanidad de
vanidades, todo es vanidad. ¿Qué
provecho obtiene el hombre de todo el trabajo con que se afana debajo del sol?
Generación va generación viene, pero la tierra siempre permanece. Sale el sol
y se pone el sol, y se apresura a volver al lugar de donde se levanta. El viento
sopla hacia el sur, luego gira hacia el norte;
y girando sin cesar, de nuevo vuelve el viento a sus giros. Todos los ríos
van al mar, pero el mar no se llena. Al lugar de donde los ríos vinieron, allí
vuelven para correr de nuevo. Todas las cosas son fatigosas, mas de lo que el
hombre puede expresar. Nunca se sacia el ojo de ver ni el oído de oír. ¿Qué
es lo que fue? Lo mismo que será. ¿
Que es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará, pues nada hay nuevo
debajo del sol. ¿Acaso hay algo de que se pueda decir: He aquí esto es nuevo?
Ya aconteció en los siglos que nos han precedido.
No queda memoria de lo que precedió, ni tampoco de lo que ha de suceder
quedara memoria en los que vengan después. Yo, el predicador, fui rey sobre
Israel en Jerusalén. Me entregue de corazón a inquirir y a buscar con sabiduría
sobre todo lo que se hace debajo del cielo; este penoso trabajo dio Dios a los
hijos de los hombres para que se ocupen en el. Mire todas las obras que se hacen
debajo del sol, y vi que todo ello es vanidad
y aflicción de espíritu. Lo torcido no se puede enderezar, y con lo incompleto
no puede contarse. Hable yo en mi
corazón, diciendo: He aquí, yo me
he engrandecido, y he crecido en sabiduría mas que todos mis predecesores en
Jerusalén, y mi corazón ha percibido mucha sabiduría y ciencia. De corazón
me dedique a conocer la sabiduría, y también a entender las locuras y los
desvaríos. Y supe que aun esto era aflicción de espíritu, pues en la mucha
sabiduría hay mucho sufrimiento; y quien añade ciencia, añade dolor.
2
Dije yo en mi corazón: Vamos
ahora, te probare con el placer: Gozaras de lo bueno. Pero he aquí, esto también
era vanidad. Al a risa dije: Enloqueces; y al placer: ¿De que sirve esto?.
Decidí en mi corazón agasajar mi carne con vino y, sin renunciar mi corazón a
la sabiduría, entregarme a la necedad, hasta ver cual es el bien en el que los
hijos de los hombres se ocupan debajo del
cielo todos los días de su vida. Acometí grandes obras, me edifique casas,
planta viñas para mi; me hice huertos y jardines, y plante en ellos toda clase
de árboles frutales. Me hice estanques de aguas, para regar de ellos el bosque
donde crecían los árboles. Compre siervos y siervas, y tuve siervos nacidos en
casa. Tuve muchas mas vacas y ovejas que cuantos fueron antes de mi en Jerusalén.
Amontone también plata y oro, y
preciados tesoros dignos de reyes y de provincias. Me hice de cantores y
cantoras, y toda clase de instrumentos musicales, y goce de los placeres de los
hijos de los hombres. Fui engrandecido y prospere mas que todos fueron antes de
mi en Jerusalén. Además de esto, conserve conmigo mi sabiduría. No negué a
mis ojos ninguna cosa que desearan, ni prive a mi corazón de placer alguno,
porque mi corazón se gozaba de todo lo que hacia. Esta fue la recompensa de
todas mis fatigas. Mire luego todas las obras de mis manos y el trabajo que me
tome para hacerlas; y he aquí, todo es vanidad y aflicción de espíritu, y sin
provecho debajo del sol. Después
volví a considerar la sabiduría, los desvaríos y la necedad; pues ¿qué podrá
hacer el hombre que venga después de este rey? Nada, sino lo que ya ha sido
hecho. He visto que la sabiduría aventaja a la necedad, como la luz a las
tinieblas. El sabio tiene sus ojos abiertos, mas el necio anda en tinieblas.
Pero también comprendí que lo mismo ha de acontecerle al uno como al otro.
Entonces dije en mi corazón: Como sucederá al necio, me sucederá a mi. ¿para
que, pues, me he esforzado hasta ahora por hacerme mas sabio?. Y dije en mi
corazón que también esto era vanidad. Porque ni del sabio ni el necio habrá
memoria para siempre; pues en los días venideros todo será olvidado, y lo
mismo morirá el sabio que el necio. Por tanto, aborrecí la vida, pues la obra
que se hace debajo del sol me era fastidiosa, por cuanto todo es vanidad y
aflicción de espíritu. Asimismo aborrecí todo el trabajo
que había hecho debajo del sol, y que habré de dejar a otro que vendrá
después de mi. Y ¿quién sabe si será sabio o necio el que se adueñe de todo
el trabajo en que me afane y en el que ocupe mi sabiduría debajo del sol? Esto
también es vanidad. Volvió entonces a desilusionarse mi corazón de todo el
trabajo en que me afane, y en el que había ocupado debajo del sol mi sabiduría.
¡Que el hombre trabaje con sabiduría, con ciencia y rectitud, y que haya de
dar sus bienes a otro que nunca trabajo en ello! También es esto vanidad y un
gran mal. Porque ¿ que obtiene el hombre de todo su trabajo y de la fatiga de
su corazón con que se afana debajo del sol? Porque todos sus días no son sino
dolores, y sus trabajos molestias, pues ni aun de noche su corazón reposa. Esto
también es vanidad. No hay cosa
para el hombre que comer y beber, y gozar del fruto de su trabajo. He visto que
esto también procede de la mano de Dios. Porque, ¿ quien comerá y quien se
gozara sino uno mismo? Porque el hombre que le agrada, Dios le da sabiduría,
ciencia y gozo; pero al pecador le da el trabajo de recoger y amontonar, para
dejárselo al que agrada a Dios. También esto es vanidad y aflicción de espíritu.
3
Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora:
Tiempo de nacer y tiempo de morir, tiempo de plantar
y tiempo de arrancar lo plantado, tiempo de matar y tiempo de curar,
tiempo de destruir y tiempo de edificar, tiempo
de llorar y tiempo de reír, tiempo de hacer duelo y tiempo de bailar,
tiempo de esparcir piedras y tiempo de juntarlas, tiempo de abrazar y
tiempo de abstenerse de abrazar, tiempo de buscar y tiempo de perder, tiempo de
guardar y tiempo de tirar, tiempo de rasgar y tiempo de coser, tiempo de callar
y tiempo de hablar, tiempo de amar y tiempo de aborrecer, tiempo de guerra y
tiempo de paz. ¿Qué provecho obtiene el que trabaja de aquello en que se
afana? He visto el trabajo que Dios ha dado a los hijos de los hombres
para que se ocupen en el. Todo lo hizo hermoso en su tiempo, y ha puesto
eternidad en el corazón del hombre, sin que este alcance a comprender la obra
hecha por Dios desde el principio hasta el fin. Se que no hay para el hombre
cosa mejor que alegrarse y hacer bien en su vida, y también que es don de Dios
que todo hombre coma y beba, y goce de los beneficios de toda su labor. Se que
todo lo que Dios hace es perpetuo: Nada hay que añadir ni nada que quitar. Dios
lo hace para que delante de el teman los hombres. Lo que antes fue, ya es,
y lo que ha de ser, fue ya; y Dios restaurara lo pasado. Vi mas cosas
debajo del sol: en lugar del juicio, la maldad;
y en lugar de la justicia, la iniquidad. Y dije en mi corazón: Al justo
y al malvado juzgara Dios; porque allí hay un tiempo para todo lo que se quiere
y para todo lo que se hace. Dije
también en mi corazón: Esto es así, por
causa de los hijos de los hombres, para que Dios los apruebe, y vean que ellos
mismos son semejantes a las bestias. Pues lo mismo les sucede a los hijos de los
hombres que a las bestias: como mueren las unas, así mueren los otros, y todo
tiene un mismo aliento de vida. No es mas el hombre que la bestia, porque todo
es vanidad. Todo va a un mismo lugar; todo fue hecho del polvo, y todo al polvo
volverá. ¿Quién sabe si el espíritu de los hijos de los hombres sube a lo
alto, y el espíritu del animal baja a lo hondo de la tierra?. Así, pues, he
visto que no hay cosa mejor para el hombre que alegrarse en su trabajo, porque
esa es su recompensa; porque, ¿Quién lo llevara para que vea lo que ha de
venir después de el?.
4
Me volví y vi todas las violencias que se hacen debajo del sol: las lagrimas de
los oprimidos, sin tener quien los consolara; no había consuelo para ellos,
pues la fuerza estaba en manos de sus opresores. Alabe entonces a los finados,
los que ya habían muerto, mas que a los vivos, los que todavía viven. Pero
tuve por mas feliz que unos y otros al que aun no es, al que aun no ha visto las
malas obras que se hacen debajo del sol. He visto asimismo que toda obra bien
hecha despierta la envidia del hombre contra su prójimo. También esto es
vanidad y aflicción de espíritu. El necio se cruza de brazos
y se consume en si mismo. Mas vale un puño lleno de descanso, que ambos
puños llenos de trabajo y aflicción de espíritu. Me volví otra vez, y vi
vanidad debajo del sol. Un hombre esta solo, sin sucesor, sin hijo ni hermano.
Nunca cesa de trabajar, sus ojos no se sacian de riquezas, ni se pregunta: ¿
para quien trabajo yo y privo a mi vida de todo bienestar?. También esto es
vanidad y duro trabajo. Mejor son
dos que uno, pues reciben mejor paga por su trabajo. Porque si caen, el uno
levantara a su compañero; pero ¡
ay del que esta solo! Cuando caiga
no habrá otro que lo levante. También , si dos duermen juntos se
calientan mutuamente, pero
¿cómo se calentara uno solo? A uno que
prevalece contra otro, dos lo resisten, pues cordón de tres dobleces no se
rompe pronto. Mejor es el muchacho pobre y sabio que el rey viejo y necio que no
admite consejo, aunque haya salido de la cárcel quien llego a reinar, o aunque
en su reino naciera pobre. Y vi a todos los que viven debajo del sol caminando
con el muchacho sucesor, que ocupara el lugar del otro rey. La muchedumbre que
lo seguía no tenia fin; y sin embargo, los que vengan después tampoco estarán
contentos de el. Y esto es también
vanidad y aflicción de espíritu.
5
Cuando vayas la casa de Dios, guarda tu pie. Acércate mas para oír que para
ofrecer el sacrificio de los necios, quienes no saben que hacen mal.
No te des prisa a abrir tu boca, ni tu corazón se apresure a proferir
palabra delante de Dios, porque Dios esta en el cielo,
y tu sobre la tierra. Sean, por tanto, pocas tus palabras. Porque de las
muchas ocupaciones vienes los sueños, y de la multitud de palabras la voz del
necio. Cuando a Dios hagas promesas, no tardes en cumplirlas, porque
el no se complace en los insensatos. Cumple lo que prometes. Mejor es no
prometer que prometer y no cumplir. No dejes que tu boca te haga pecar, ni
delante del ángel digas que fue por ignorancia. ¿por qué hacer que Dios se
enoje a causa de tus palabras y destruya la obra de tus manos? Pues,
donde abundan los sueños abundan también las vanidades y las muchas
palabras. Pero tu teme a Dios. Si ves en la provincia que se oprime a los pobres
y se pervierte el derecho y la justicia, no
te maravilles: porque sobre uno alto vigila otro mas alto, y uno mas alto
esta sobre ambos. El provecho de la tierra es para todos y el rey mismo esta al
servicio del campo. El que ama el dinero no se saciara de dinero; el que ama la
riqueza no sacara fruto. También esto es vanidad. Cuando aumentan los bienes,
aumentan también quienes los consumen. ¿qué beneficio, pues,
tendrá su dueño, aparte de verlos con sus propios ojos?. Dulce es el
sueño del trabajador, coma mucho o coma poco; pero al rico no le deja dormir
la abundancia. Hay un mal doloroso que he visto debajo del sol: las
riquezas guardadas por sus dueños para su propio mal, las cuales se pierden por
mas empleadas, y al hijo que ellos engendraron nada le queda en la mano. Desnudo
salió del vientre de su madre y así volverá; se ira tal como vino, sin ningún
provecho de su trabajo que llevarse en la
mano. También eso es un gran mal: que tal como vino se haya de volver ¿y de
que le aprovecho trabajar en vano? Además de esto, todos los días de su vida
comerá en tinieblas, con mucho afán, dolor y miseria. He aquí, pues, el bien
que he visto: que lo bueno es comer y beber, y gozar de los frutos de todo
trabajo con que uno se fatiga debajo del sol todos los días de la vida que Dios
le ha dado, porque esa es su recompensa. Asimismo, a todo hombre a quien Dios da
bienes y riquezas, le da también facultad para que coma de ellas, tome su parte
y goce de su trabajo. Esto es don de Dios. Porque así no se acuerda mucho de
los días de su vida, pues Dios le llena de alegría el corazón.
6
Hay un mal que he visto debajo del cielo, y que es muy común entre los hombres:
el del hombre a quien Dios da riquezas, bienes y honra, y nada le falta de todo
lo que su alma desea; pero no le da Dios facultad de disfrutar de ello, sino que
lo disfrutan los extranjeros. Esto es vanidad y mal doloroso. Aunque el hombre
engendre cien hijos, viva muchos años y días de su edad sean numerosos, si su
alma no se sacio del bien, y además careció de sepultura, digo que mas vale un
abortivo. Pues este en vano viene, y a las tinieblas va, y las tinieblas ocultan
su nombre. No ha visto el sol, ni lo ha conocido. ¡Mas reposo tiene este que
aquel! Y aun si aquel viviera mil años dos veces, sin gustar del bien, ¿acaso
no van todos al mismo lugar? Todo el trabajo del hombre es para su boca y con
todo, su deseo no se sacia. ¿Qué mas tiene el sabio que el necio? ¿Qué mas
tiene el pobre que supo caminar entre los vivos? Mas vale lo que ven los ojos
que un deseo que pasa. También esto es vanidad y aflicción de espíritu.
Respecto de lo que es, ya hace mucho que tiene nombre. Se sabe lo que es un
hombre: que no puede contender con quien es mas poderoso que el. Ciertamente las
muchas palabras multiplican la vanidad, y eso de nada le sirve al hombre. Porque
¿quién sabe lo que conviene al hombre en su vida, todos los días de su vano
vivir, los cuales el pasa como una sombra? ¿ Y quien le enseñara al hombre lo
que acontecerá después de el debajo del sol?.
7
Mejor es la buena fama que el buen perfume, y mejor el día de la muerte que el
día de nacimiento. Mejor es ir a la casa del luto que a la casa del banquete,
porque aquello es el fin de todos los hombres, y el que vive lo tendrá
presente en su corazón. Mejor es el pesar que la risa, porque con la
tristeza del rostro se enmienda el corazón. El corazón de los sabios esta en
la casa del luto, mas el corazón de los insensatos, en la casa donde reina la
alegría. Mejor es oír la reprensión del sabio que la canción de los necios,
porque la risa del necio es como el
crepitar de los espinos debajo de la olla. Y también esto es vanidad.
Ciertamente la opresión hacer enloquecer al sabio, y las dadivas corrompen el
corazón. Mejor es el sufrido de
espíritu que el altivo de espíritu. No te apresures en tu espíritu a
enojarte, porque el enojo reposa en el seno de los necios. Nunca digas: ¿cuál
es la causa de que los tiempos pasados fueron mejores que estos?, porque nunca
hay sabiduría en esta pregunta. Buena es la ciencia con herencia, y provechosa
para los que ven el sol; porque escudo es la ciencia y escudo es el dinero; pero
mas ventajosa es la sabiduría, porque da vida a sus poseedores. Mira la obra de
Dios. ¿quién podrá enderezar lo que el torció? En el día del bien goza del
bien, y en el día de la adversidad, reflexiona. Dios hizo tanto el uno como el
otro, a fin de que el hombre no sepa que trae el futuro. Todo esto he visto en
los días de mi vanidad. Justo hay que perece pese a su justicia, y hay malvado
que pese a su maldad alarga sus días. No seas
demasiado justo, ni sabio en exceso; ¿por qué habrás de destruirte? No
quieras hacer mucho mal, ni seas insensato; ¿por qué habrás de morir antes de
tu tiempo? Bueno es que tomes esto, sin apartar de aquello tu mano; porque el
que teme a Dios saldrá bien de todo. La sabiduría fortalece al sabio mas que
diez poderosos que haya en una ciudad. Ciertamente no hay en la tierra hombre
tan justo, que haga el bien y nunca peque. Tampoco apliques tu corazón a todas
las cosas que se dicen, para que no oigas a tu siervo cuando habla mal de ti;
porque tu corazón sabe que tu también hablaste mal de otros muchas veces.
Todas estas cosas probé con sabiduría, diciendo:
¡Seré sabio!; pero la sabiduría se aparto de mi. Ya esta lejos lo que
fue; y lo muy profundo, ¿quién lo hallara? Me volví entonces, y aplique mi
corazón a saber, examinar y buscar la sabiduría y la razón, para conocer la
maldad de la insensatez y el
desvarió del error. Y he hallado mas amarga que la muerte a la mujer cuyo corazón
es trampas y redes, y sus manos ligaduras.
El que agrada a Dios escapara de ella, pero el pecador queda en ella
preso. He aquí, dice el predicador, que pensando las cosas una por una para dar
con la razón de ellas, he hallado lo que aun busca mi alma, sin haberlo
encontrado: un hombre entre mil he hallado, pero ni una sola mujer entre todas.
He aquí, solamente esto he hallado: que Dios hizo al hombre recto, pero el se
busco muchas perversiones.
8
¿Quién como el sabio? ¿Quién como el que sabe interpretar las cosas? La
sabiduría del hombre ilumina su rostro y cambia la tosquedad de su semblante.
Te aconsejo que guardes el mandamiento del rey, por el juramento que
pronunciaste delante de Dios. No te apresures a irte de su presencia, ni en cosa
mala persistas; porque el hará todo lo que quiera, pues la palabra del rey es
soberana y nadie le dirá: ¿qué
haces?. El que guarda el mandamiento no conocerá el mal; el corazón del sabio
discierne cuando y como cumplirlo. Porque para todo lo que quieras hay un tiempo
y un como, aunque el gran mal que pesa sobre el hombre es no saber lo que ha de
ocurrir; y el cuando haya de ocurrir, ¿quién se lo va a anunciar? No hay
hombre que tenga potestad sobre el aliento de vida para poder conservarlo, ni
potestad sobre el día de la muerte. Y no valen armas en tal guerra, ni la
maldad librara al malvado. Todo esto he visto, y he puesto mi corazón en todo
lo que se hace debajo del sol, cuando el hombre se enseñorea del hombre para
hacerle mal. Asimismo he visto a los inicuos sepultados con honores; en cambio,
los que frecuentaban el lugar santo fueron luego olvidados en la ciudad donde
había actuado con rectitud. Esto también es vanidad. Si no se ejecuta
enseguida la sentencia para
castigar una mala obra, el corazón de los hijos de los hombres se dispone a
hacer lo malo. Ahora bien, aunque el pecador haga cien veces lo malo, y sus días
se prolonguen, con todo yo también se que les ira bien a los que a Dios temen,
los que temen ante su presencia, y
que no le ira bien al malvado, ni le serán prolongados sus días, que son como
sombra; por cuanto no teme delante de la presencia de Dios. Hay vanidad que se
hace sobre la tierra, pues hay justos a quienes sucede como si hicieran obras de
malvados, y hay malvados a quienes acontece como si hicieran obras de justos.
Digo que esto también es vanidad. Por tanto, alabe yo la alegría, pues no
tiene el hombre mas bien debajo del sol que comer, beber y alegrarse; y que esto
le puede de su trabajo los días de su vida que Dios le concede debajo del sol.
Yo, pues, dedique mi corazón a conocer sabiduría y a ver la faena que se hace
sobre la tierra (porque hay quien
ni de noche ni de día retiene el sueño en sus ojos); y he visto todas las
obras de Dios, y que el hombre no pude conocer toda la obra que se hace debajo
del sol. Por mucho que trabaje el hombre buscándola, no la hallara; y aunque
diga el sabio que la conoce, no por eso podrá alcanzarla.
9
Ciertamente me he dado de corazón a todas estas cosas, para poder declarar que
los justos y los sabios, y sus obras, están en la mano de Dios. Y que los
hombres ni siquiera saben que es amor o
que es odio, aunque todo esta delante de ellos. Todo acontece de la misma manera
a todos; lo mismo les ocurre al
justo y al malvado, al bueno, al puro y al impuro, al que sacrifica y al que no
sacrifica; lo mismo al bueno que al pecador, tanto al que jura como al que teme
jurar. Este mal hay entre todo lo que se hace debajo del sol: que un mismo
suceso acontece a todos, y que el corazón
de los hijos de los hombres esta lleno de mal y de insensatez durante
toda su vida. Y que después de esto se van con los muertos. Aun hay esperanza
para todo aquel que esta entre los vivos, pues mejor es perro vivo que león
muerto. Porque los que viven saben que han de morir, pero los muertos nada
saben, ni tienen mas recompensa. Su memoria cae en el olvido. También perecen
su amor, su odio y su envidia; y ya nunca mas tendrán parte en todo lo que se
hace debajo del sol. Anda, come tu pan con gozo y bebe tu vino con alegre corazón,
porque tus obras ya son agradables a Dios. Que en todo tiempo sean blancos tus
vestidos y nunca falte perfume sobre tu cabeza. Goza de la vida con la mujer que
amas, todos los días de la vida vana que te son dados debajo del sol, todos los
días de tu vanidad. Esta es tu recompensa en la vida, y en el trabajo con que
te afanas debajo del sol. Todo lo que te venga a mano para hacer, hazlo según
tus fuerzas, porque en el seol, donde vas, no hay obra, ni trabajo ni ciencia ni
sabiduría. Me volví, y vi debajo del sol que ni es de los veloces la carrera,
ni de los fuertes la guerra, ni aun de los sabios el pan, ni de los prudentes
las riquezas, ni de los elocuentes el favor; pues todos les llega el tiempo y la
ocasión. Ahora bien, el hombre tampoco conoce el tiempo: como los peces
apresados en la mala red, o como las aves que se enredan en el lazo, así se ven
atrapados los hijos de los hombres por el tiempo malo, cuando
cae de repente sobre ellos. También vi debajo del sol esto que me parece
de gran sabiduría: Había una pequeña ciudad, con pocos habitantes, y vino un
gran rey que le puso sitio y levanto contra ella grandes baluartes; pero en ella
se hallaba un hombre pobre y sabio, el cual libro a la ciudad con su sabiduría.
¡y nadie se acordaba de aquel hombre pobre! Entonces dije yo: mejor es la
sabiduría que la fuerza, aunque la ciencia del pobre sea menospreciada y no
sean escuchadas sus palabras. Las palabras serenas del sabio son mejores que el
clamor del señor entre los necios. Mejor es la sabiduría que las armas de
guerra; pero un solo error destruye mucho bien.
10
Las moscas muertas hacen heder y corrompen el perfume del perfumista; así es
una pequeña locura al que es estimado como sabio y honorable. El corazón del
sabio esta a su mano derecha, mas el corazón del necio a su mano izquierda. Aun
mientras va de camino, al necio le falta cordura, y va diciendo a todos que es
necio. Aunque el animo del príncipe se exalte contra ti, no pierdas la calma,
porque la mansedumbre hace cesar grandes ofensas. Hay un mal que he visto debajo
del sol, a manera de error emanado del príncipe: que la necedad esta
colocada en grandes alturas, y los ricos están sentados en el lugar bajo. He
visto siervos a caballo, y príncipes que andaban como siervos sobre la tierra.
El que haga un hoyo caerá en el; y al que aportille el vallado, lo morderá la
serpiente. Quien corta piedras, si hiere con ellas; el que parte leña, en ello
peligra. Si se embota el hierro y su filo no es amolado, hay que aumentar el
esfuerzo; lo provechoso es emplear la sabiduría. Si la serpiente muerde antes
de ser encantada, de nada sirve el encantador. Las palabras del sabio están
llenas de gracia, mas los labios del necio causan
su propia ruina. El comienzo de las palabras de su boca es necedad; el
final de su charla, nocivo desvarió. El necio multiplica sus palabras. Si nadie
sabe lo que ha de acontecer, ¿quién le hará saber lo que después de el será?
Tanto fatiga a los necios el trabajo, que ni aun saben por donde ir a la ciudad.¡
Ay de ti, tierra, cuando tu rey es un muchacho, y tus príncipes banquetean
desde la mañana! ¡Bienaventurada tu, tierra, cuando
tu rey es hijo de nobles y tus príncipes comen a su hora para reponer
sus fuerzas y no para beber! Por la pereza se cae la techumbre, y por cruzarse
de brazos ay goteras en la casa. Por placer se hace el banquete, el vino alegra
a los vivos y el dinero responde por todo. Ni aun en tu pensamiento hables mal
del rey, ni en lo secreto de tu cámara hables mal del rico; por que las aves
del cielo llevaran la voz, los seres alados se lo harán saber.
11
Echa tu pan sobre las aguas; después de muchos días lo hallaras.
Reparte a siete, y aun a ocho, porque no sabes que mal ha de venir sobre la
tierra. Si las nubes están llenas de agua, sobre la tierra la derramaran; y si
el árbol cae hacia el sur, o hacia el norte, en el lugar donde el árbol caiga,
allí quedara. El que al viento
observa, no sembrara, y el que a las nubes mira no segara. Así como tu no sabes
cual es el camino del viento ni como crecen los huesos en el vientre de la mujer
encinta, así también ignoras la obra de Dios, el cual hace todas las cosas.
Por la mañana siembra tu semilla, y a la tarde no dejes reposar tus manos; pues
no sabes que es lo mejor, si esto o aquello, o si lo uno y lo otro es igualmente
bueno. Suave ciertamente es la luz y agradable a los ojos ver el sol; pero
aunque un hombre viva muchos años y en todos ellos tenga gozo, recuerde que los
días de las tinieblas serán muchos, y que todo cuanto viene es vanidad. Alégrate,
joven, en tu juventud, y tome placer tu corazón en los días de tu
adolescencia. Anda según los caminos de tu corazón y la vista de tus ojos,
pero recuerda que sobre todas estas cosas te juzgara Dios. Quita, pues, de tu
corazón el enojo y aparta de tu carne el mal, porque la adolescencia y
la juventud son vanidad.
12
Acuérdate de tu creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días
malos, y lleguen los años de los cuales digas: No tengo en ellos
contentamiento; antes que se oscurezcan el sol y la luz, la luna y las
estrellas, y vuelvan las nubes tras la lluvia; cuando tiemblen los guardias de
la casa y se encorven los hombres
fuertes; cuando cesen de trabajar las molineras, porque habrán disminuido, y se
queden a oscuras las que miran por las ventanas; cuando las puertas de afuera se
cierren, y se vayan apagando el ruido del molino; cuando se escuche la voz del
ave, pero las canciones dejen de oírse; cuando se tema también a las alturas,
y se llene de peligros el camino, y florezca el almendro, y la langosta sea una
carga, y se pierda el apetito; porque el hombre va a su morada por las calles
quienes hacen duelo; antes que la cadena de planta se quiebre, se rompa el
cuenco de oro, el cántaro se quiebre junto a la fuente y la polea se rompa
sobre el pozo; antes que el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu
vuelva a Dios que lo dio. ¡Vanidad de vanidades – dijo el predicador-, todo
es vanidad!. Cuanto mas sabio fue el predicador, tanto mas enseño sabiduría al
pueblo. Escucho, escudriño y compuso muchos proverbios. Procuro el predicador
hallar palabras agradables y escribir rectamente palabras de verdad. Las
de los sabios son como aguijones, y como clavos hincados las de los
maestros de las congregaciones, pronunciadas por un pastor. Ahora, hijo, a mas
de esto acepta ser amonestado. No tiene objeto escribir muchos libros; el mucho
estudio es fatiga para el cuerpo. El fin de todo discurso que has oído es: Teme
a Dios y guarda sus mandamientos, porque esto es
el todo del hombre. Pues Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con
toda cosa oculta, sea buena o sea mala.