Desde
un punto de vista estrictamente literario la primera epístola de Juan (=1jn) podría clasificarse como un sermón o un discurso teológico. La
razón es la ausencia en ella de toda mención de autor, destinatario,
encabezamiento, saludos y despedida. Sin embargo desde los primeros
tiempos del cristianismo se ha reconocido que este documento es, si no
una misiva personal propiamente dicha, si una especie de carta pastoral
dirigida al conjunto de los miembros de algunas iglesias residentes en
lugares próximos unos de otros. Ya sea que se entienda como sermón o
como carta, lo cierto es que 1 Juan esta muy cerca del evangelio de Juan,
tanto por razones de redacción como por la ternura con que también
ella llega a lector, por ese acento cálido tan claramente perceptible
en expresiones como hijitos o hijitos míos y en los frecuentes apuntes
os escribo y os escribo a vosotros. El
vocabulario y las locuciones de esta epístola evocan en
el lector el lenguaje del cuarto evangelio. También se aproximan
la carta y el evangelio en el uso de determinados conceptos e imágenes
presentados a menudo en forma de antitesis: luz-tinieblas,
verdad-mentira, vida-muerte, hijos de Dios-hijos del diablo. Igualmente
es característico de la epístola y del evangelio el uso de la palabra
verbo para referirse al hijo de Dios hecho hombre. La reiteración de
ciertos elementos temáticos en la epístola revela uno de los motivos básicos
del escrito: la inquietud del autor ante la presencia de algunas
personas extrañas que en diferentes lugares estaban perturbando la fe y
la comunión de los creyentes. Probablemente se trataba de algunas enseñanzas
que bajo el nombre genérico de gnosticismos comenzaban por entonces a
infiltrarse en círculos cristianos de Asia menor. Contra los
anticristos esos falsos profetas que niegan la divinidad de Jesús
y su misión redentora Juan exhorta a los cristianos a permanecer en la
relación de amor y vida que es la comunión con Dios, hecha posible por
Jesucristo y concretada en la realidad inmediata del amor fraternal. |
1ª
Epístola universal de San Juan Apóstol
1
Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con
nuestros ojos, lo que hemos contemplado y palparon nuestras manos tocante al
verbo de vida. -Pues la vida fue manifestada y la hemos visto, y testificamos y
os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el padre y se nos manifestó -,
lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis
comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el padre y con
su hijo Jesucristo. Estas cosas os escribimos para que vuestro gozo sea
completo.
2 Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis. Pero si alguno ha pecado, abogado tenemos con el padre, a Jesucristo, el justo. El es la propiciación por nuestros pecados, y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo. En esto sabemos que nosotros lo conocemos, si guardamos sus mandamientos. El que dice: "Yo lo conozco", pero no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso y la verdad no esta en el. Pero el que guarda su palabra, en ese verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en el. El que dice que permanece en el, debe andar con el anduvo. Hermanos, no os escribo un mandamiento nuevo, sino el mandamiento antiguo que habéis tenido desde el principio. Este mandamiento antiguo es la palabra que habéis oído desde el principio. Y sin embargo, os escribo un mandamiento nuevo, que es verdadero en el y en vosotros ,por que las tinieblas van pasando y la luz verdadera ya alumbra. El que dice que esta en la luz y odia a su hermano, esta todavía en tinieblas. El que ama a su hermano, permanece en la luz y en el no hay tropiezo. Pero el que odia a su hermano esta en tinieblas y anda en tinieblas, y no sabe a donde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos. Os escribo a vosotros, hijitos, porque vuestros pecados os han sido perdonados por su nombre. Os escribo a vosotros, padres, porque conocéis al que es desde el principio. Os escribo a vosotros, jóvenes, porque habéis vencido al maligno. Os escribo a vosotros ,hijitos, porque habéis conocido al padre. Os escribo a vosotros, padres, porque habéis conocido al que es desde el principio. Os escribo a vosotros, jóvenes, porque sois fuertes y la palabra de Dios permanece en vosotros, y habéis vencido al maligno. No améis al mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del padre no esta en el, porque nada de lo que hay en el mundo -los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida- proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre. Hijitos, ya es el ultimo tiempo. Según vosotros oísteis que el Anticristo viene, así ahora han surgido muchos anticristos; por esto conocemos que es el ultimo tiempo. Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros, porque si hubieran sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestara que no todos son de nosotros. Vosotros tenéis la unción del Santo y conocéis todas las cosas. Os he escrito, no porque seáis ignorantes de la verdad, sino porque la conocéis, y porque ninguna mentira procede de la verdad.¿Quien es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? . Este es el anticristo, pues niega al padre y al hijo, tampoco tiene al padre. El que confiesa al hijo tiene también al padre. Lo que habéis oído desde el principio, permanezca en vosotros. Si lo que habéis oído desde el principio permanece en vosotros, también vosotros permanecéis en el hijo y en el padre. Y esta es la promesa que el nos hizo: la vida eterna. Os escribo esto sobre los que os engañan. Pero la unción que vosotros recibisteis de el permanece en vosotros y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, según ella os ha enseñado, permaneced en el. Ahora, hijitos, permaneced en el, para que cuando se manifieste, tengamos confianza, para que en su venida no nos alejemos de el avergonzados. Si sabéis que el es justo, sabed también que todo el que hace justicia es nacido de el.
3
Mirad cual amor nos ha dado el padre, para que seamos llamados hijos de Dios;
por esto el mundo no nos conoce, porque no lo conoció a el. Amados, ahora somos
hijos de Dios y aun no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que
cuando el se manifieste, seremos semejantes a el,
porque lo veremos tal como el
es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en
el, se purifica a si mismo, así con el es puro.
4 Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios, porque muchos falsos profetas han salido por el mundo. En esto conoced el espíritu de Dios: todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya esta en el mundo. Hijitos, vosotros sois de Dios y lo habéis vencido, porque mayor es el que esta en vosotros que el que esta en el mundo. Ellos son del mundo; por eso hablan de las cosas del mundo y el mundo los oye. Nosotros somos de Dios. El que conoce a Dios, nos oye; el que no es de Dios, no nos oye. En esto conocemos el espíritu de verdad y el espíritu de error. Amados., amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama es nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros: en que Dios envío a su hijo unigénito al mundo para que vivamos por el. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que el nos amo a nosotros y envío a su hijo en propiciación por nuestros pecados. Amados, si Dios así nos ha amado, también debemos amarnos unos a otros. Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor se perfeccionado en nosotros. En esto conocemos que permanecemos en nosotros. En esto conocemos, en que nos ha dado de su espíritu. Y nosotros hemos visto y testificamos que el padre ha enviado al hijo, el salvador del mundo. Todo aquel que confiese que Jesús es el hijo de Dios, Dios permanece en el y el en Dios. Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor. Y el que permanece en amor permanece en Dios y Dios en el. En esto se ha perfeccionado en amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio, pues como el es, así somos nosotros en este mundo. En el amor no hay temor, sino el perfecto amor echa fuera el temor, porque el temor lleva en si castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor. Nosotros lo amamos a el porque el nos amo primero. Si alguno dice: “Yo amo a Dios”, pero odia a su hermano, es mentiroso, pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿Cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?. Y nosotros tenemos este mandamiento de el: “el que ama a Dios, ame también a su hermano” .
5 Todo aquel que cree en Jesús es el Cristo es nacido de Dios; y todo aquel que ama al que engendro ama también al que ha sido engendrado por el. En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios y guardamos sus mandamientos, pues este es el amor a Dios: que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos, porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el hijo de Dios?. Este es Jesucristo, que vino mediante agua y sangre; no mediante agua solamente, sino mediante agua y sangre. Y el espíritu es el que da testimonio, porque el espíritu es la verdad. Tres son los que dan testimonio en el cielo: el padre, el verbo y el espíritu santo; y estos tres son uno. Y tres son los que dan testimonio en la tierra: el espíritu, el agua y la sangre; y estos tres concuerdan. Si recibimos el testimonio de los hombres, mayor es el testimonio de Dios, porque este es el testimonio con que Dios ha testificado acerca de su hijo. El que cree en el hijo de Dios tiene el testimonio en si mismo; el que no cree a Dios, lo ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su hijo. Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna y esta vida esta en su hijo. El que tiene al hijo tiene la vida; el que no tiene al hijo de Dios no tiene la vida. Estas cosas os he escrito a vosotros que creáis en el nombre del hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna y para que creáis en el nombre del hijo de Dios. Esta es la confianza que tenemos en el, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, el nos oye. Y si sabemos que el nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho. Si alguno ve a su hermano cometer pecado que sea de muerte, pedirá y Dios le dará vida; esto es para los que cometen pecado que no sea de muerte. Hay pecado de muerte, por el cual yo no digo que se pida. Toda injusticia es pecado, pero hay pecado no de muerte. Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios no practica el pecado, pues Aquel que fue engendrado por Dios lo guarda y el maligno no lo toca. Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero esta bajo el maligno. Pero sabemos que el hijo de Dios ha venido y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios y la vida eterna. Hijitos, guardaos de los ídolos. Amen.