Don Quijote y los odres de vino
Interpretación y reelaboración del capítulo por cada alumno
La
princesa Micomicona y su séquito estaban muy cansados y decidieron quedarse a
dormir en la misma venta donde se había producido el manteamiento de Sancho.
Don Quijote quiso ir
a dormir pronto, pero Sancho, no y se queda a cenar con el resto de personajes.
Acaban la cena que el
ventero les había preparado y en la sobremesa hablan de libros de cabalerría.
-
Pues yo sólo tengo dos o tres, pero son muy entretenidos – dice el
ventero.
-
Deberían quemarlos todos, son una bobada – dice el cura.
-
¡¿Pero, qué dices?! ¿No sabes la historia del príncipe Felixmarte
que mató a un dragón de ocho cabezas con su lanza? ¿Y no sabes tampoco la del
caballero que estranguló a un dragón con sus mismas manos?
-
Es imposible, los dragones no existen – replicó el cura.
De pronto se oye un
aaaah a lo lejos. Es Sancho que viene pidiendo ayuda:
-
¡Ayudadme! ¡Mi señor Don Quijote ha matado a un gigante! ¡Subid y
contemplad la sangre que hay derramada en la habitación y la cabeza cortada del
mismo gigante!.
El ventero ya se
estaba imaginando los odres de vino acuchillados y toda la habitación llena de
su gran reserva tirado por los suelos.
Subieron toodos a la
habitación de la venta y vieron a Don Quijote en cueros, tan sólo vestido con
un camisón corto con las dos piernas al aire y empuñando una espada con los
ojos cerrados chillando:
-
¡Lucha, si puedes, caballero! – decía con los ojos cerrados.
El ventero se lió a
puñetazos con Don Quijote para despertarlo.
Entonces, Maese Nicolás
le tiró un cubo de agua, Don Quijote despertó, limpiaron todo y el ventero les
hiizo pagar los odres y todos se marcharon a descansar
Después
de pasar la noche al raso, la princesa y sus secuaces pararon a descansar en una
venta, en la cual habían manteado a Sancho la última vez
Don Quijote pidió
irse a acostar y la ventera le preparó su aposento.
Mientras, los demás
cenaban:
-
A mí, a veces me dan ganas de echarme al monte y pelear contra dragones
– comentaba el posadero.
-
Eso son todo una sarta de mentiras – protestaba el cura.
-
¡Qué dices!, buen hombre, ¿no te acuerdas cuando Felixmarte mató a
cinco gigantes y Cirongiglio estranguló a un dragón con sus manos? – seguía
diciendo el posadero.
-
¡Venid, corred, mi señor necesita ayuda! – interrumpió Sancho.
-
¡Corred, que está peleando!. Y si no os lo creéis, mirad la sangre en
el suelo y la cabeza del tamaño de un odre de vino – seguía gritando.
-
¿No serán los odres que Don Quijote tiene en la cabecera, verdad? –
repetía el ventero una y otra vez.
Todos iban corriendo
hacia el aposento del tal caballero andante y cuando cruzaron la puerta lo
vieron en camisa, con las piernas al aire y, lo más impresionante, hablando con
Pandafilando.
Como Don Quijote no
paraba de pelear el ventero se tiró a su cabeza y empezó a pegarle como si
fuera un dragón; los demás intentaron separarlo, pero, como no pudieron, maese
Nicolás le tiró un gran jarrón de agua mientras Sancho buscaba la cabeza de
Pandafilando para conseguir la ínsula prometida.
Una
noche al aire libre Don Quijote y Sancho decidieron descansar en una posada,
pero Sancho se negó porque la última vez le hicieron una broma pesada, que
parece que no le gusta mucho.
Don
Quijote, ya dentro de la posada, decide irse a dormir por el cansancio de las múltiples
aventuras que había tenido que superar acompañado de Sancho, que igualmente
estaba cansado. Los que ya estaban en la posada decidieron comer, aprovechándose
de que Sancho y Don Quijote no se encontraban con ellos.
El
ventero decide hablar de libros de caballería andantes apoyándolos y
expresando sus ideas de forma positiva, al contrario que el cura que los
criticaba diciendo bien claro que eran bobadas y nada más que eso. El ventero
contaba que a veces le hubiera gustado salir a la calle luchar contra todo tipo
de maldades que se hacen en el mundo. El cura, malhumorado, le contestó que no
existe ningún tipo de sus personajes imaginarios.
De
repente Sancho apareció corriendo en la habitación pidiendo ayuda a todos,
porque Don Quijote se estaba peleando con un gigante de un nombre que ahora no
me acuerdo. Es cuando entran éstos y ven a Don Quijote en camisón, con las
piernas al aire y más pelos que suciedad. Estaba rompiendo los odres de vino
del ventero a espadazos, y lo más increíble es que tenía los ojos cerrados,
con lo cual se encontraba dormido. Mientras, Sancho buscaba por el suelo la
cabeza del supuesto gigante pensando que, si no la encontraba, no tendría la
oportunidad de ser gobernador en la isla Barataria.
El
ventero, de lo más enfadado, cogió a Don Quijote y le empezó a pegar puñetazos
en la cara sin control. Menos mal que el cura y el barbero le agarraron los
brazos del ventero, porque, si no lo hacían, Don Quijote fallecería en ese
mismo instante. El cura le echó a Don Quijote una jarra de agua para que se
despertara, y Don Quijote, ya despierto, seguía estando igual de loco que
cuando estaba dormido.
El
cura y el ventero intentaron calmar al ventero explicándole que le pagarían
todo lo que había sido destruido. El ventero se relajó y dejó de gritar,
aunque viendo todo el vino que habían derrochado en el suelo, aún le quedaba
un poco de furia en su interior... Don Quijote se echó a la cama y se durmió
profundamente...
Tras
pasar la noche al raso, todos decidieron descansar menos Sancho y los otros
personajes.
En la posada Don
Quijote se fue a acostar mientras que los demás se sentaron y hablaron de lo
loco que estaba Don Quijote y de los libros de caballería.
Comienzan a cenar y
en la sobremesa el ventero dice:
-
¡Yo querría echarme al monte!. Además tengo muchos libros de
caballeros andantes en esta posada. Disfruto mucho cuando mis clientes los leen
en voz alta.
-
¡Eso son bobadas! – dijo el cura
-
¡Esos libros tendrían que quemarse! – volvió a decir el cura.
Entonces el ventero
dijo:
-
¡Eso es verdad, tanto como que Felixmarte mató a cinco gigantes! ¡O
Cirongiglio que mató a un dragón con sus propias manos ahogándolo!.
-
¡Qué dragones ni qué pamplinas!. Los dragones no existen – dijo el
cura.
En esos momentos
Sancho vino pidiendo ayuda para su amo para acabar de derrotar a un gigante
degollado.
El ventero ya
pensando lo peor previó que eran sus odres de vino.
Todos subieron al
aposento y vieron a Don Quijote degollando a todos los odres de vino. Estaba en
camisón y con sus piernas peludas al aire. Todos lo ven hablando con
Pandafilando, un gigante (pensaba que los odres eran Pandafilando)
El ventero le dio una
somanta de palos, pero los separaron el cura y el barbero.
Pero en esos momentos
Ámese Nicolás le tiró a Don Quijote un jarrón de agua para que Don Quijote
despertara del sueño que tenía.
Mientras tanto,
Sancho buscaba la cabeza del gigante que su había matado. Iba a gatas y
pensando que la encontraría y ya se veía gobernador de alguna isla.
A continuación el
ventero dijo:
-
¡Me tendréis que pagar todos los odres de vino!
El cura y el barbero
dijeron:
-
Le pagaremos todos los odres de vino cuesten lo que cuesten, es decir,
sin regatear...
Aún
con todo, se dirigieron a la venta. Don Quijote se dirigió rápidamente a la
cama . el cura, el barbero y Maritornes se quedaron de sobremesa comentando la
locura de Don Quijote y los libros de caballería.
-
Yo tengo algunos – comentaba el ventero – y no veas cómo disfrutan
los clientes cuando los leen. A veces me dan ganas de salir por ahí en busca de
malvados.
-
Yo prefiero las tramas – comentó Maritornes – en las que el
caballero sienta a su dama bajo un naranjo y le confiesa todo su amor.
-
¡ Lo mejor que se podría hacer con esos libros es quemarlos ¡ - dijo
el cura.
-
¡Están llenos de disparates! – prosiguió el cura.
En
esto estaban cuando llegó Sancho gritando como un condenado.
-
¡Ayuden a mi señor que está luchando con un gigante!. Si entran verán
la cabeza en una esquina, que es tan grande como un cuero de vino y la sangre
está derramada por el suelo.
Esperando
lo peor los tres acompañados por Sancho se dirigieron a la habitación de Don
Quijote. Lo encontraron atravesando cueros de vino, con camisa, lo que permitía
ver unas flacas y sucias piernas. Pero lo que hacía notar que estaba dormido
eran sus ojos, pues los tenía cerrados.
En
poco tiempo en esa habitación un lío impresionante. Don Quijote gritaba a un
supuesto gigante, el ventero echaba maldiciones y juraba que le pagarían los daños
causados y Sancho, a gatas, buscaba la cabeza del gigante.
-
Mi princesa Micomicona, ya he matado a ese gigante – dijo Don Quijote a
las faldas del cura.
-
¡ Allá voy, ínsula Barataria! – gritó Sancho.
Algo
más atrde entre el cura y el barbero consiguieron acostar a Don Quijote y
calmar al ventero diciéndole que pagarían sin regatear lo que costasen los
cueros de vino.
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Deciden
descansar Don Quijote y Sancho, aunque Sancho no quiere porque le mantearon una
vez. Pero Don Quijote lo convence.
Don Quijote se
acuesta pronto porque está cansado, pero los señores de la posada estaban
cenando y luego hablan de Don Quijote y de que estaba loco.
Más tarde Sancho va
a la mesa muy alborotado.
-
¿Qué pasa? – dijo el cura.
-
Don Quijote ha matado a un gran dragón – dijo sancho – parecido a un
odre de vino.
El ventero se preguntó:
-
¿No será que está rompiendo los odres de vino que hay a la cabecera de
la cama y la sangre será el vino? – dijo el ventero.
-
De repente todos fueron al cuarto de Don Quijote a ver lo que pasaba y
vieron todo el cuarto lleno de “sangre – vino.”
-
¿Se puede saber lo que has hecho, Don Quijote? – preguntó el ventero.
-
He matado al dragón más fiero – contestó Don Quijote.
El ventero se abalanzó
sobre Don Quijote, pero el cura y el barbero los separaron.
Poco después Don
Quijote vio la sotana del cura, le pareció el vestido de una dama y el cura se
quedó sorprendido.
Poco después el cura
y el barbero durmieron a Don Quijote.
Don
Quijote y sus amigos buscaban refugio.
Decidieron pasar la
noche en una posada, aunque esto no le gustaba a Sancho.
Don Quijote se acostó
pronto porque quería dormir. Los demás después de comer estuvieron comentando
cómo eran los libros de caballería.
El ventero dijo:
-
A mí los libros de caballería me encantan, me dan ganas de ir al campo
y matar algún dragón. Yo tengo dos o tres libros de caballería y me gusta que
los huéspedes me lean alguno.
-
Eso son sólo bobadas, habría que quemarlos – dijo el cura.
-
De bobadas nada. ¿O también son bobadas que Felixmarte de un movimiento
de espada cortó la cabeza a cinco gigantes, y que Gironciglio estranguló a un
dragón con sus propias manos? – dijo el ventero.
-
En ninguna parte del mundo se ha visto un dragón – afirmó el cura.
Entonces llegó
Sancho fatigado diciendo:
-
Don Quijote ha cortado la cabeza de Pandafilando que es igual que los
odres de vino y está rodeada de sangre.
-
Seguro que la cabeza son mis odres y la sangre, el vino – dijo el
ventero.
Se levantaron de la
mesa y fueron al aposento.
Don Quijote daba
espadazos al aire, estaba en camisa.
Don Quijote le dijo a
los odres:
-
¡Malandrines, aquí acaban vuestras fechorías!
El ventero le dio
unos cachiporrazos a Don Quijote. Si no llega a ser por el barbero, Don Quijote
se queda sin cabeza.
Ámese Nicolás le
tiró a Don Quijote una jarra de agua fría para que se despertase.
Sancho buscaba la
cabeza de Pandafilando para que le dieran el trono en la Ínsula Barataria.
El barbero y el cura
pagaron los odres al ventero.
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Tras
un largo día el barbero, el cura, don Quijote y Sancho descansan en una posada.
Mientras
don Quijote duerme, los demás hablan en la sobremesa de los libros de
caballeros andantes de don Quijote.
El
cura opina que son una bobada, y dice así:
-¡Yo
creo que estos libros hay que quemarlos, volvieron loco a don Quijote, y lo que
pone en ellos no es verdad!
Poco
más tarde, entra el ventero diciendo:
-
Entonces,
¿no es verdad que Felixcuarte mató a un par de gigantes? ¿O que Cirangiglio
estranguló a un dragón con sus propias manos?
Y
responde el cura:
-
¿Pero
no sabes que no han existido dragones ni gigantes?
Después
de la pelea, viene Sancho Panza pidiendo ayuda porque su amo está peleando
contra gigantes y dice:
-
¡Esta
vez no me lo invento, porque hay hasta sangre!
El
ventero lastimado dice:
-
Ya
entiendo todo, ¡ está rajando a mis odres y la sangre, es mi vino!
Cuando
llegan al aposento de don Quijote lo ven en camisón, con su espada matando al
gigante llamado Pantafilando.
Don
Quijote está en camisón, con las piernas al aire ...
Sus
piernas son flacas y muy peludas, tanto como un moño.
-
¡Se
os han acabado vuestras fechorías, gigantes porque vais a morir!
Todos
los presentes en la sala se estaban partiendo de risa, bueno, el ventero no, ya
que se le había desparramado el vino y Sancho tampoco porque estaba a gatas
buscando la cabeza del gigante.
-
¡Si
no la encuentro ya me puedo despedir de mi ínsula!
Poco
más tarde cuando don Quijote se durmió, le dicen al ventero, el cura y el
barbero:
-
Le
pagaremos lo de sus odres de vino sin regatear!
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Un
día por la tarde, ya tarde, la princesa Micomicona y sus secuaces decidieron
descansar en una posada. En esta misma posada Sancho Panza ya había estado hacía
poco y como le mantearon (cosa que no le agradó) no le apetecía mucho volver
allí. Sin escuchar las quejas y lamentos de Sancho decidieron descansar.
Como
ya he dicho, era tarde y, mientras, Don Quijote decidió echarse a dormir; los
demás cenaron y cuando ya iban por la sobremesa el posadero comentó que tenía
tres libros de caballería y que disfrutaba mucho acda vez que le leían un
trozo. El cura respondió que todo eso eran trolas. El posadero, indignado, le
dijo que Felixmarte había rebanado cinco cabezas de gigantes de una sola tajada
y que Cirongiglio había ahogado a un dragón con sus manos, a lo que el curo
respondió que no existían.
En
esas estaban cuando apareció Sancho y les dijo que Don Quijote había matado a
Pandafilando, pero el cura respondió que estaba lejísimos. Sancho insistión
en que subieran, que le había cortado la cabeza y que era del tamaño de los
cueros de vino y que había sangre por el suelo.
El
ventero, suponiendo que Don Quijote había destrozado los cueros de vino que tenía
encima de la cama, subió con todos.
Encontraron
a Don Quijote en camisón destrozando los odres de vino y gritándoles que no
huyeran. Estaba todavía dormido. El ventero saltó encima de él y le empezó a
pegar puñetazos en la cabeza y de no ser por el cura y el barbero le habría
molido. Don Quijote seguía dormido y le echaron agua fría para que despertara.
Al
ver la sotana del cura, Don Quijote la confundió con las faldas de la princesa
Micomicona y se arrodilló ante él y le dijo que el gigante ya había muerto.
Mientras
pasaba esto, sancho estaba buscando la cabeza del gigante para recibir la ínsula
Barataria.
El
cura y el barbero prometieron al ventero que le pagarían exacto lo que valieran
los vinos. Durmieron rápido a Don Quijote y volvieron a acabar la sobremesa...
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La
princesa y sus secuaces deciden descansar en la venta donde habían manteado a
Sancho, por lo que éste no quería ir allí.
Don Quijote se acostó
pronto y , mientras tanto, abajo hablaban de libros de caballería y de la
locura de Don Quijote.
-
Si por mí fuera iría al monte a matar dragones y gigantes – dijo el
ventero.
-
Eso son bobadas, deberíamos destruir esos libros – respondió el cura.
-
¿Y qué pasa con Felixmarte, el que rebanó la cabeza a cinco gigantes
de una estocada; y con Cirongiglio, el que mató a un dragón sin utilizar
armas.
-
Por muy lejos que et fueras nunca encontrarías un dragón – dijo el
cura.
De repente viene
sancho y dice:
-
Don Quijote está atacando a Pandafilando y ha llenado la habitación de
sangre y le ha cortado la cabeza que es como un odre de vino.
En ese momento el
ventero pensó en los odres de vino y fueron todos a la habitación de Don
Quijote y se lo encontraron en camisón atacando a los odres de vino y con los
ojos cerrados.
Mientras tanto Sancho
buscaba la cabeza del gigante para conseguir su ínsula Barataria.
Entonces Don Quijote
se arrodilló y dijo:
-
Princesa, he vencido al gigante.
Entonces el ventero
le empezó a pagar, pero el cura y el barbero los separaron.
Maese Nicolás le tiró
agua a Don Quijote para que se despertara...
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Don
Quijote y compañía decidieron parar a descansar aunque a Sancho no le apetecía,
por la faena del otro día.
Don
Quijote pidió una habitación a la ventera, pero a cambio tenía que pagar.
Don Quijote se durmió pronto.
Mientras
don Quijote dormía, los demás al mismo tiempo que cenaban, el cura, el
ventero, Maese Nicolás y el resto hablan sobre libros de aventuras
que
don Quijote había leído.
Entonces,
el ventero dice:
-
yo solo tengo 2
ó 3 libros de aventuras, pero, algún día de estos voy a ir en
busca de aventuras.
Pero
el cura no está de acuerdo y dice:
-
Eso
son bobadas,¿ acaso existen los dragones?
Maritornes
da su opinión:
-
A
mí lo que mas me gusta es cuando el príncipe le dice palabras de amor a la
princesa de debajo de un árbol.
El
cura vuelve a hablar:
-
Lo
mejor sería quemarlos antes de que os coma el cerebro, como a Don Quijote.
El
ventero vuelve a hablar:
-
Pero,
¿acaso no habéis oído hablar del hombre que cortó la cabeza de cinco
dragones con su espada y de Felixmarte que estranguló a uno con sus propias
manos?.
Pero,
de repente, Sancho entró en el comedor y dijo:
-
Ayudadme.
Mi señor ha cortado la cabeza de Pandafilando como un nabo.
-
Es
imposible, el gigante Pandafilando está en la otra parte del mundo – dijo el
cura.
-
Pues
venid y mirad cómo la cabeza del gigante se encuentra en el suelo y ved también
el charco de sangre que se extiende por el suelo – dijo Sancho.
El
ventero se imaginó que Don Quijote le había roto algunos de sus odres de vino
que había al lado de su cama.
Corrieron
hasta la habitación de Don Quijote y lo vieron en camisón, con las piernas
desnudas y llenas de pelos y con la espalda en alto agitándola con los ojos
cerrados.
Y
Don Quijote decía:
-
Pelea,
malandrín.
El
ventero, al ver que sus odres estaban destrozados empezó a darle puñetazos en
la cabeza. Si no hubiera sido por el cura y el barbero que los separaron, Don
Quijote se hubiera abierto la cabeza por los puñetazos del ventero.
Pero
Don Quijote no abría los ojos y Maese Nicolás le tiró agua fría.
Mientras,
sancho buscaba a gatas en el suelo la cabeza del gigante.
Después
de todo aquel jaleo, los demás intentaron calmar al ventero que decía una y
otra vez:
-
Me
tenéis que pagar todos los odres rotos.
Al
final, Don Quijote se quedó dormido profundamente...
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Don
Quijote se acostó y los demás fueron a cenar.
Luego en la mesa
todos hablaban.
El ventero dijo:
-
A mí me gustaría ir al monte y hacer como hacen los caballeros
andantes.
-
A mí me parecen una bobada, además de que secaron el cerebro de Don
Quijote – dijo el cura.
Luego vino Sancho y
dijo:
-
¡Ayuda!, Don Quijote se ha peleado con unos gigantes. (En realidad eran
odres de vino)
-
¡Ay, ay!, como sean los cueros de vino que estaban a los pies de la
cama... – exclamó el ventero asustado.
Luego fueron al
aposento y vieron a Don Quijote en camisa y con las piernas al fresco todo
peludas y hablando dormido.
Luego el ventero pega
a Don Quijote y el cura y el barbero los separan. Luego acuestan a Don Quijote y
pagan al ventero sus odres...
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Después
de pasar la noche al raso decidieron ir a dormir a la venta en la que mantearon
a Sancho, razón por la que éste no quería volver.
Don
Quijote, debido a su cansancio, pidió acostarse. El ventero le preparó el
mismo aposento que la otra noche, a condición de que le pagase.
Los
demás, después de comer, hablaban en la sobremesa de la locura de Don Quijote
y de libros de caballería.
-
Yo tengo tres libros de caballería – decía el ventero, - me dan ganas
de echarme cualquier día de éstos al monte y comenzar a buscar dragones y
gigantes.
-
Eso sólo son bobadas, lo que dicen esos libros no es verdad, habría que
quemarlos – replicó el cura.
Estas
palabras del cura no le gustaron mucho al ventero:
-
¿Sí?. ¿Y qué me dices de Felixmarte que cortó el cuello de cinco
gigantes, o de Cirongiglio que estranguló a un terrible dragón con sus propias
manos?.
-
Pero, si no existe ningún dragón en el mundo...
Esto
decía el cura a la vez que venía Sancho pidiendo ayuda:
-
Venid a ayudar a mi amo que está luchando contra el gigante
Pandafilando, yo mismo he visto cómo le cortaba la cabeza y caía en un lado en
un lado de la habitación, como un odre de vino.
-
¡Que me maten si no está acuchillando mis odres! – dijo el ventero al
oir esto.
Todos
fueron al aposento y vieron a Don Quijote en camisa, con sus flacas y peludas
piernas hablando con los odres.
El
ventero empezó a pegar a Don Quijote por romper sus odres. Consiguieron
separarlos y Maese Nicolás arrojó una jarra de agua en la cabeza de Don
Quijote.
Sancho
buscaba la cabeza del gigante por toda la habitación, pensando que, si no la
encontraba, se quedaría sin ínsula.
Al
final, consiguieron volver a meter a Don Quijote en la cama, quien se quedó
dormido al instante, y prometieron al ventero pagarle los odres de vino sin
regatear.
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Una
bella princesa y sus súbditos cogieron una una manta y mantearon a Sancho, pero
esto no le gustó. Mientras tanto, Don Quijote subió a los aposentos de la
posada donde estaban alojados a descansar. Sancho, cansado de tanto subir y
bajar se fue con él.
Los
otros se fueron a cenar y a hablar de libros de caballería. El barbero quería
ser el valiente “Valentino de Roma”. El panadero quería ser “Lobetino de
Londres”. El sastre pensaba que vencería al dragón más temido y se casaría
con la princesa Mariata y tendría diez hijos.
-
¡¿Pero, cómo podéis creer esas chorradas!?. Los libros de caballería
son libros llenos de fantasía.
-
¿Cómo pueden existir dragones? – dijo el cura.
En
ese instante salió de la habitación Sancho muy alarmado, chillando:
-
¡Corred, corred!. Mi señor le ha cortado la cabeza al gigante y hay
sangre por toda la habitación.
-
¡Eso es imposible! – dijo el barbero.
-
¡Que sí, que sí! Que la cabeza parece un bidón de vino y la sangre
parece vino. Venid a verlo – dijo Sancho muy seguro.
Todos
subieron corriendo a la habitación de Don Quijote. Al subir se encontraron con
Don Quijote en camisa luchando contra unos odres de vino. Rápidamente lo
despertaron y lo volvieron a acostar en la cama, prometiéndole al posadero que
le pagarían todos los odres rotos.
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Tras
pasar la noche a la intemperie, el grupo decidió ir a una posada en la que ya
habían estado y en la que anteriormente habían manteado a Sancho.
Nada más llegar, Don
Quijote pidió acostarse; la posadera lo alojó en la misma habitación donde
había estado, a condición de que le pagase.
El resto, después de
cenar, en la sobremesa, charlaron sobre los libros de caballería y sobre lo
loco que estaba Don Quijote.
El ventero intervino:
-
Pues yo tengo dos o tres libros de esos y disfruto mucho cuando alguno de
los que vienen a esta posada lee alguno de ellos frente al fuego.
-
Esos libros son una sarta de boabadas – dijo el cura.
-
¿Es mentira que Felixmarte rebanó la cabeza de cinco gigantes, y que
Cirongiglio estranguló con sus manos a un dragón? – pregunto el ventero.
-
Sí, es mentira – respondió el cura.
De repente llegó
Sancho didiendo:
-
¡Ayuda, ayuda!, mi amo acaba de matar al gigante Pandafilando, he visto
la cabeza de ese monstruo, tiene el tamaño de un odre de vino.
-
¡Ay!, que me maten si ese loco no está arremetiendo contra los cueros
de vino que hay en su habitación.
Subieron corriendo
las escaleras y vieron a Don Quijote en camisón, luchando contra los cueros.
El ventero se lanzó
y empezó a pegar a Don Quijote.
Sancho buscaba la
cabeza del monstruo, el cura y el barbero separaron a Don Quijote y al ventero y
prometieron a éste que le pagarían lo que costasen esos cueros.
Don Quijote,
confundido, le dijo al cura, mientras sancho buscaba la cabeza:
-
Tranquila, princesa Micomicona, ya he matado a esa fiera, ahora está a
salvo.
Ámese Nicolás le
echó a Don Quijote un jarro de agua fría para que despertase...
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Tras
pasar la noche al aire libre, la princesa Micomicona y sus seguidores habían
decidido quedarse en una venta. Sancho no quería pero le obligaron.
Don
Quijote pidió un aposento. La ventera le preparó la cama, pero con la condición
de que le pagara.
Don
Quijote se echó a la cama y los demás comieron y hablaron sobre libros de
caballerías.
El
ventero decía que le gustaba que sus huéspedes le leyeran libros de caballería.
-
Ahora me lanzaría yo al monte – decía el ventero emocionándose.
El
curo dijo con desprecio: - Esos libros están llenos de disparates, ¡hay que
quemarlos!.
De
repente, salió Sancho del aposento diciendo: - Don Quijote, mi señor, le ha
cortado la cabeza a Pandafilando. La cabeza de Pandafilando es tan grande como
un cuero de vino.
El
ventero, al oírlo dijo: - ya sé lo que está pasando; está dando cuchilladas
a los toneles de vino que hay a la cabeza de su cama, piensa que es
Pandafilando.
Entró
corriendo el ventero y se tiró encima de Don Quijote. El barbero y el cura los
separaron.
Don
Quijote confundió la sotana del cura con la espalda de la princesa y le decía:
- ya he matado a Pandafilando.
El
barbero y el cura durmieron a Don Quijote y le dijeron al ventero que le pagarían
los destrozos.
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Todos
deciden volver a la posada, pero esta vez tendrán que pagar por dormir en ella.
Deciden
descansar, pero sancho no quiere; Don Quijote se va a la cama y se duerme en un
segundo.
Los
demás deciden comer y charlar en la sobremesa; hablan de libros de caballería
y el ventero dice que él tiene unos tres y que quiere echarse al monte como los
caballeros andantes.
El
cura contesta que los libros de caballeros andantes son una serie de bobadas,
pero el ventero le responde que hace tiempo Felixmarte mató unos cuantos
gigantes y les cortó la cabeza.
El
cura dice que no existen ni los dragones ni los gigantes.
Al
segundo, viene Sancho corriendo y pide ayuda.
-
¡Mi señor ha matado a un gigante y le ha cortado la cabeza; se ve la sangre la
sangre por el suelo!
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La
princesa Micomicona y sus seguidores deciden dormir en la venta donde habían
manteado a Sancho; por lo tanto Sancho no quería parar.
Don Quijote quiso
irse a dormir temprano. Los demás se fueron a cenar y en la sobremesa hablaron
de libros de caballería.
El cura dijo que esos
libros sólo decían tontadas.
El ventero dijo que
él tenía dos ó tres libros y que le gustaban; también dijo que tendría
ganas de echarse al monte y matar un dragón.
Después preguntó si
acaso no era cierto que un caballero mató a un dragón estrangulándolo con sus
propias manos y que otro mató a cinco gigantes.
Y de repente apareció
Sancho diciendo que Don Quijote había matado a un gigante cortándole la cabeza
como a un nabo y que la cabeza del gigante era como un odre de vino.
Cuando fueron a ver a
Don Quijote que estaba en camisa y se le podían ver sus piernas, estaba soñando
y luchando contra los odres de vino; entonces el ventero se enfureció por la pérdida
del vino y se puso a pegar a Don Quijote.
El cura y el barbero
fueron a separarlos pero aún así Don Quijote no se despertó y cuando despertó
le costó mucho acostarlo.
El cura y el barbero
prometieron pagarle el vino al ventero sin regatear...
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Tras
pasar una noche al raso, Don Quijote y sus secuaces fueron a descansar. Al
llegar, Don Quijote pidió un aposento para poder dormir, pues estaba muy
cansado.
Mientras éste dormía,
los demás se fueron a cenar, y se pusieron a hablar en la sobremesa de la
locura de D. Quijote y también de libros de caballerías que lo volvieron loco.
El posadero dijo que
tenía algunos libros de caballería. Éste, el posadero dijo sobre los libros y
sus historias:
-
A veces, dan ganas de pegarle un guantazo a dragones y gigantes...
Otro de los
personajes dijo:
-
A mí lo que más me gusta de esas historias es cuando el caballero se
sienta al lado de su dama y le susurra cosas bonitas bajo un sauce llorón.
-
Esa es una sarta de mentiras y sandeces, esos libros tendrían que ser
quemados – dijo el cura.
-
No es cierto, los caballeros y los dragones existen – respondió el
ventero.
Mientras éstos
estaban discutiendo, Sancho Panza vino muy preocupado y alterado diciendo:
-
Ayudad a mi señor Don Quijote, que está luchando contra el gigante
Pandafilando. Le ha cortado la cabeza y hay un gran charco de sangre en el
suelo.
Al oír aquello el
ventero se sobresaltó y dijo alarmado:
-
¡Ojalá que vuestro señor D. Quijote no haya acuchillado los odres de
vino y la sangre fuera el vino derramado!.
Inmediatamente todos
se dirigieron a los aposentos de D. Quijote.
Al entrar lo vieron
en camisón, con las piernas desnudas, más peludas que sucias, y hablando con
los odres de vino que según Don Quijote eran Pandofilando.
Cuando el ventero vio
el vino por el suelo, se encaramó a Don Quijote y le metió una somantapalos
impresionante (y lo más sorprendente era que Don Quijote estaba en su mundo de
color y fantasía lleno de gigantes, dragones, princesas, magos, brujas...)
Si el cura y el
barbero no llegan separar al ventero de Don Quijote, seguro que no sale vivo de
la posada. Y como no despertaba, Maese Nicolás le echó una jarra de agua para
que por fin abriera los ojos.
Mientras pasaba esto,
el cura y el barbero lograron calmar al ventero de su furia, y éste dijo que
Don Quijote le pagaría el vino, pero estos dos amigos le pagaron el vino al
ventero y después acostaron a Don Quijote, que, en unos pocos instantes, se
quedó profundamente dormido y los demás se pusieron a charlar de nuevo...
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Cuando
deciden descansar en una posada, sancho se niega profundamente, pero para su
desgracia no lo consiguió.
Al entrar Don Quijote
decide acostarse, ya que estaba muy cansado. Cuando los demás ya han comido y
están sentados a la mesa empiezan a hablar de los libros de caballería.
El ventero dijo:
-
¡Me encantaría echarme al monte a matar dragones, pues tengo dos ó
tres libros de caballería y me gustan bastante!.
-
¡Eso sólo son bobadas! – dijo el cura.
-
¿Acaso no es verdad que Felixmarte mató de un espadazo a cinco
gigantes, y que Cirongiglio mató a un dragón con sus propias manos? –
preguntó el ventero.
-
En este mundo no hay dragones, no existen! – dijo el cura.
Pero en ese preciso
instante apareció Sancho que gritaba:
-
¡Venid a ayudar a mi amo Don Quijote, que está peleando contra un
gigante; le ha cortado la cabeza y el suelo está encharcado de sangre.
-
¡Mis odres, mis odres, son mis odres! – gritó el ventero, que al
abrir la puerta de los aposentos de Don Quijote y ver lo que Sancho decía de la
sangre, se lanzó encima de Don Quijote y le empezó a pegar puñetazos en la
cabeza.
-
¡Por Dios, está peor Sancho despierto que Don Quijote dormido, pues
arrodillado en el suelo está buscando la cabeza del gigante! – gritaba el
cura.
-
Al final acostaron a Don Quijote y le prometieron al ventero que le pagarían
sin regatear lo que valiesen los odres rotos....
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Don
Quijote iba cansado junto a Sancho.
Fueron a una posada,
por la noche. Se acostaron.
El cura, el barbero y
el ventero hablaban sobre libros de caballería.
El ventero decía que
le gustaban, sobre todo cuando alguien se los leía en voz alta.
-
A mí me parecen una sarta de mentiras – decía el cura.
-
¿Acaso no es verdad que el caballero Cirongiglio ahogó a cinco
dragones? – decía el ventero.
-
¿Acaso se ha visto algún dragón en el mundo? – decía el cura.
En ese momento salió
Sancho pidiendo ayuda porque su amo se estaba peleando con el gigante
Pandafilando al que había cortado la cabeza y que éste era de grande como un
odre de vino.
El ventero pensó que
lo que estaba acuchillando eran sus odres de vino. Subieron y vieron que Don
Quijote estaba soñando despierto y que luchaba en realidad con los odres: el
vino era la sangre.
El ventero saltó
encima de Don Quijote; lo iba a matar, pero el cura y el barbero lo detuvieron y
le decían que le pagarían los odres de vino que Don Quijote había estropeado.
Maese Nicolás le echó
una jarra de agua fría y se despertó y se confundió pensando que la capa que
llevaba el cura era la princesa Nicomicona y le dijo:
-
¡Oh querida, ya he vencido al gigante!
Sancho iba a gatas
buscando la cabeza del gigante, pensando en la ínsula Barataria.
El cura y el barbero
se reían e intentaron acostar a Don Quijote...
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Don
Quijote y Sancho deciden pasar a descansar, tras una larga caminata, en una
venta. Sancho no quería entrar, ya que la vez anterior lo lanzaron como si
fuera un artilugio sin importancia hasta caer en una manta. Pero Don Quijote no
hizo caso.
Ya dentro, Don
Quijote se echó a la cama a cambio de una buena recompensa a la ventera.
Mientras, los demás (el cura, el barbero, el ventero...) hablaban sobre libros
de caballería que Don Quijote leía.
El ventero comentaba
que tenía dos ó tres y que le gustaban mucho. Le gustaría echarse al monte
para derrotar a uno de los gigantes que en los libros salían. El cura dijo que
eran bobadas ya que todo lo que decían era mentira, y que por eso habría que
quemarlos.
-
¿Es verdad que Felixmarte le cortó la cabeza a cinco gigantes muy hábiles?
– preguntó el ventero.
-
¿Y que Cirongiglio mató a
un dragón de un espadazo?
Pero el cura dijo que
los dragones no existían y que esos libros eran una tontería. Sancho
interrumpió la conversación diciendo que Don Quijote había derrotado a
Pandafilando, un gran gigante. También decía que la cabeza de Pandafilando
estaba por el suelo y toda la sangre derramada por la habitación.
El ventero se empezó
a temer que esa cabeza de aquel gigante pudiera ser uno de sus odres de vino y
la sangre, el vino. Éste se enfada tanto que sube seguido de los demás a la
habitación de Don Quijote.
Se lo encontraron con
una especie de camisón por donde se le veían sus piernas flacas, peludas. Además
hablaba con los odres de vino como si fueran partes de un gigante al que acababa
de derrotar.
El ventero, enfadado,
se dirigió a darle una buena paliza a Don Quijote por haberle rooto sus odres
de vino. Pero el cura y el barbero los separaron.
Don Quijote, como
estaba dormido y no se enteraba de nada, le dijo al cura:
-
¡Oh mi amada dama, ya he matado al gigante Pandafilando!.
Al oír esto Maese
Nicolás le tiró un jarro de agua fría por encima para que despertase.
Mientras, Sancho buscaba la cabeza que creía del gigante, para poder ser
gobernador algún día de la ínsula Barataria...
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Después
de que pasara el día, decidieron descansar, pero Sancho no quería. Don Quijote
se acostó y todos, cuando terminaron de comer, empezaron a hablar de los libros
de caballería.
El ventero dice que
tiene libros de estos. El cura decía que estos libros eran bobadas, que los
dragones no existían.
Sancho vino corriendo
pidiendo ayuda rápidamente.
Van al aposento de
Don Quijote y lo ven en camisón, con las piernas llenas de pelos y luchando con
los odres de vino.
El ventero quería
pegar a Don Quijote.
Todos los demás los
separan. A Don Quijote le echan un jarro de agua porque estaba dormido.
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Llegaron
al fin Don Quijote y los demás a una posada, y, pese a las protestas de Sancho
que no quería entrar allí, pues era donde antes lo habían manteado,
decidieron entrar a pasar la noche.
Don Quijote le pidió
al ventero una habitación para dormir, y el ventero le dijo que se la daría,
pero sólo si luego le pagaba los gastos.
Don Quijote accedió
a todo, se tumbó en la cama y se durmió...
Mientras, los demás
(incluido el posadero) se sentaron a comer y a hablar de los libros de caballería
que habían enloquecido tanto a Don Quijote.
El ventero confesó
que tenía dos o tres y que le gustaban los espadazos y las batallas que salían
en dichas novelas.
La moza que trabajaba
en la venta, menuda, chata, tuerta y con joroba, llamada Maritornes, fiel
seguidora y creyente de las historias de amor, declaró que su parte preferida
era cuando el caballero le susurraba a la dama tiernas palabras debajo de un
naranjo.
-
¡Bah, pamplinas! – se enfadó el cura. - ¡Esos libros le robaron el
juicio a mi buen amigo Alonso, por lo tanto, no puede ser nada bueno!. ¡Quemarlos
es lo único que tendríamos que hacer con esos libros, quemarlos!.
En
estas estaban cuando Sancho bajó corriendo de la habitación de su señor,
gritando y gesticulando:
-
¡Mi señor está luchando contra el gigante Pandafilando!. ¡Y le ha
cortado la cabeza de un tajo!. ¡Hay sangre por todas partes!.
El ventero se llevó
una mano a la cara:
-
¡¡Dios mío!!. A que le ha dado que los gigantes son los odres de la
cabecera de su cama...
Subieron todos en
tromba hacia la habitación de Don Quijote y lo vieron en camisa con las piernas
al aire, blandiendo su espada contra los odres de vino, los cuales ya chorreaban
líquido por el suelo. Tenía Don Quijote los ojos cerrados, así que supusieron
que estaba sonámbulo.
Sancho se puso a
buscar por el suelo la cabeza del gigante Pandafilando.
Mientras, el ventero,
muy enfadado por lo que había hecho Don Quijote, se abalanzó sobre él y le
dio puñetazos y patadas y si no mató fue porque el cura y el barbero lo
agarraron y lo separaron de Don Quijote, que seguía sin despertarse hasta que
le echaron una jarra de agua fría en la cara.
El pobre Don Quijote,
confundiéndola las faldas de la
princesa Micomicona con la sotana del cura, se arrodilló ante él y proclamó
con voz solemne:
-
Hermosísima princesa Micomicona, podéis quedar en paz, pues he vencido.
Sancho se puso
contentísimo y afirmó:
-
¡ Hala, venga esa ínsula, que mi señor ya le ha cortado la cabeza a
Pandafilando, que lo he visto!
Todos los presentes,
viendo y comparando la locuradel caballero y de su escudero, se echaron a reír,
y las carcajadas se oyeron en toda la venta.
El único que no se
hallaba contento era el ventero, pues se había quedado sin sus mejores reservas
de vino y no paraba de maldecir e insultar a Don Quijote...