Prensa, vídeos, canciones, imágenes, novedades...al día.
20 de Marzo 2017
Colección "Serrat Personal" de El Periódico de Catalunya (2007)
1975 - Para piel de manzana...(11)
"Para piel de manzana.."
“Estoy satisfecho de llegar a los 50 con la sensación de tener 20”
Entrevista
en el Semanario
«La Vanguardia Magazine»
26 de Diciembre de 1993
Texto de Lluís Bonet Mojica
Lleva tiempo cantándolo: "Hoy puede ser un gran día / Plantéatelo así /
aprovecharlo o que pase de largo / depende en parte de ti". El lunes, 27, no
será un día más en la vida de Joan Manuel Serrat: cumple 50 años. Esta vez no
depende exclusivamente de él, que afirma: "No afronto los 50 años, los reconozco
con alegría".
Editada en 1966. como uno de los cuatro temas de su segundo disco (lo que
entonces se llamaba un "EP"). "Ara que tinc vint anys" devino rápidamente una
canción emblemática, que en 1983 se transformaría, irónicamente, en otra
titulada "Fa vint anys que tinc vint anys". El cantautor afirmaba que "encara
tinc força i no tinc l'ànima morta i em sento bullir la sang". Diez años y
varios discos más tarde, Serrat ha conseguido la utopía de llegar a los 50 y no
siente, en absoluto, la necesidad de tocar madera, ni de encarar esa nueva
singladura temporal como si se tratase de un aviso para navegantes que entran en
las procelosas, inciertas, temibles aguas de la madurez.
El "Noi del Poble Sec", al que en Argentina llaman simplemente el "Nano", porque
es su catalán más particular, nació el 27 de diciembre de 1943, provocando una
cierta decepción –no se lo pregunten ahora, porque doña Ángeles jurará y
perjurará que es mentira– en su madre, ilusionada porque su segundo hijo fuera
una niña. "Todo lo que había comprado para su futura niña era, lógicamente, de
color rosa. Y las cosas no estaban como para volver a comprarlo". Creció, como
él mismo ha cantado, en una calle con nombre de poeta. Y en un país cuyas
recientes heridas infligidas por la Guerra Civil aún tardarían mucho, demasiado,
en cicatrizar. Los suyos –¿hace falta decirlo?– eran del bando perdedor. El
padre, obrero catalán, había pertenecido a la CNT; la madre, costurera, era
originaria de Belchite, donde en los meses de agosto y septiembre de 1937 se
libró una de las más cruentas batallas de la contienda. El pequeño Joan Manuel
supo pronto que los repentinos silencios y las furtivas lágrimas de su madre
respondían a una razón muy concreta. "No es nada, hijo, no es nada –me decía–.
Es que un día como hoy, hace tantos años, mataron a tu abuelo. Otro día era mi
tío, otro... En total. treinta y dos parientes suyos murieron en tierras de
Aragón". El pequeño Joan Manuel en ''Can Culapi'',
de la Ronda Sant Antoni
Este fue
el contexto social en que surgió Joan Manuel Serrat, quien pronto devoraría
etapas: la reválida de bachillerato, la Universidad Laboral de Tarragona, la
Escuela de Peritos Agrónomos de Barcelona y... la canción. En 1964 canta en el
programa Radio-Scope de Salvador Escamilla, al año siguiente se convierte en el
número trece de Els Setze Jutges, debuta en público el mes de mayo y graba su
primer disco, con "Una guitarra", "Ella em deixa", "La mort de l'avi" y "El
mocador".
Pero desarrollar una carrera profesional como cantautor aún aparece como algo
improbable y carente de futuro. Pero en abril de 1967 se presenta en el Palau de
la Música, protagonizando la segunda parte de un concierto de la Nova Cançó.
Graba "Cançó de matinada", "Paraules d'amor", "La tieta"... ¡El delirio!
Este humilde cronista –un iluso que a su vez pensaba en el periodismo como
porvenir– le entrevistó entonces por vez primera en su piso familiar de Poeta
Cabanyes, en el Poble Sec. Serrat ya era una figura, tanto, que cobraba ¡tres
mil pesetas por recital! Y de allí hasta hoy, cuando cumple 50 años de vida,
durante los cuales ha amontonado canciones, éxitos, giras, experiencias,
emociones, amistades, ilusiones, sufrimientos, decepciones... Mucho han cambiado
los tiempos, el país y el horizonte. Curiosamente, quien menos parece haber
cambiado es Joan Manuel Serrat, que sin duda hará del 94 –el año de sus 50 años–
un periodo particularmente activo: nuevo disco en castellano, posiblemente un
documental sobre su grabación, un programa televisivo que utilizará el bolero
para reflexionar –entre otras cosas– sobre la debilidad de la carne, conciertos,
giras...
No parece haber melancolía por el tiempo que se ha ido, sino ilusión por el que
aún queda por venir. Su manera de afrontar los 50 aparece ejemplarmente creativa
e incluso eufórica. Algo muy gratificante, cuando parecen correr malos,
malísimos tiempos para la lírica.
— Denota usted un estilo muy dinámico
de afrontar sus 50 años.
— Llega un día en que te encuentras una raya que pone 50. ¿Bueno, y qué? Hombre,
estoy contento de haber llegado a esa raya en las condiciones que he llegado.
Satisfecho de estar aquí, vivo y entregado a un oficio en el que no resulta nada
fácil llevar 28 años, que son los que yo llevo de carrera. Y seguir disfrutando
del afecto de la gente.
— Sí, aquí resulta bastante difícil.
Ya sabe: entronizar ídolos para después derribarlos. Los franceses, que han
hecho del chovinismo una lección admirable y un lucrativo negocio, cuidan más a
sus figuras artísticas. A los 10 años, pedaleando -con estilo
y concentración- en Cambrils
— Bueno, en todos los países es difícil mantenerse. No sólo los artistas, sino
todos los profesionales en general. Pero yo ya supe de pequeño que no era
francés, y lo tengo asumido. Tampoco soy norteamericano, claro. El público de
Estados Unidos cuidará mucho a su gente, pero a mí jamás se me ha ocurrido
ponerme a cantar en inglés. Yo no me puedo quejar, puesto que pertenezco a un
país en el que parece existir la necesidad social de asesinar a quienes les van
bien las cosas, probablemente para luego volverlos a resucitar. Porque después
del asesinato del profesional, vienen unas campañas de resurrección que asustan.
Probablemente yo también forme parte de estas cosas. Pero tengo la suerte de que
voy por ciertas partes del mundo donde esto no me ocurre, y en mi casa tampoco
me pasa mucho. Debo agradecer haber llegado hasta aquí con salud, con ilusión.
Creo tener suficientes motivos para estar satisfecho. Lo normal es que todo me
hubiera ido mucho peor.
— ¿Qué recuerdos guarda de sus
cumpleaños infantiles? ¿No le molestaba –y restaba regalos– que su aniversario
se celebrara pocos días antes de la festividad de los Reyes?
— Mi
recuerdo de entonces es muy entrañable. En casa nunca se perdió esta
celebración, que era la mía. Pasase lo que pasase, el pastel lo tenía en casa el
día de mi cumpleaños. Podía traerlo mi padre, mi madre, el "tiet" Antonio o la
Manolita, pero alguien de la familia traía el pastel aquel día.
— Pero eran tres jornadas de fiesta
seguidas: Navidad, Sant Esteve y, el día 27, su cumpleaños.... Tres días de
comilonas. ¿Demasiado, no?
— En aquella época nos recuperábamos con mayor facilidad. Ahora sería más
difícil de soportar. Pero uno iba entonces muy falto, era la posguerra, así que
aquellos días acumulaba calorías. La verdad, sin embargo, es que en mi casa
nunca ha habido gran fiesta con motivo del cumpleaños. El recuerdo, el cariño
familiar y el regalo lo he tenido siempre, eso sí. Eran tiempos en que la gente
no se iba de vacaciones aprovechando las fiestas navideñas. Así que para los
pequeños, lo más esperado era el día de Reyes. Ahora han cambiado las cosas,
debido, como siempre, a especulaciones económicas, al consumismo. Muchos se
toman la Navidad como vacaciones de invierno, y a los niños se les dan antes los
juguetes. Por eso conviene más la imagen de Papá Noel que la de los Reyes Magos,
pues éstos llegarían demasiado tarde con sus regalos... Han conseguido modificar
la tradición de una sociedad que antes estaba volcada en la festividad de los
Reyes.
— ¿No negará que el día 27 habrá
fiesta en su casa?
— No habrá demasiado alboroto, no crea. En cualquier caso, espero que lo que
haya sea alegre. Porque es verdad que mi carga "xarnega" ha motivado que se
festejara más mi cumpleaños que mi onomástica, cuando en Catalunya siempre ha
sido al revés. Claro que, en contrapartida, jamás conseguí que en mi casa se
celebrase más la Nochebuena que la Navidad. Es verdad, en mi caso siempre pesó
más el cumpleaños que el santo.
Serrat ya era famoso e incluso cobraba
¡tres mil pesetas por recital!— Venga, dígalo: ¿cómo va a celebrarlo?
— El día 27 es lunes, así que haré lo que normalmente haría en un día laborable.
Puedo estar grabando canciones, preparando cosas, trabajando en mi despacho.
— ¿No será que le da un poco de reparo
afrontar los 50?
— ¡Que va! Yo no afronto los 50 años, simplemente, los reconozco. Los admito. No
me molesta tenerlos, al contrario: me siento satisfecho de llegar a los 50 años
con la sensación de tener 20. Sé que no es verdad y que, de alguna manera, mi
conocimiento trata de reconducir esa sensación. Pero no quiero perder esa
ilusión, esa vitalidad que me hace contemplar la vida como una cosa que camina
hacia delante y no como algo de lo que deba defenderme. ¡No tengo necesidad de
defenderme! Para sobrevivir, el hombre no debe defenderse, sino aprovechar una
ola que viene y a la que tú te subes para ir más deprisa. Yo tengo esa
sensación. No quiero ser el que no soy, pero tampoco quiero renegar de cómo yo
me siento. Feliz dentro de un orden, ilusionado, con muchas cosas por hacer y
buena gente a la que dedicarme.
— ¿Y no le sorprende lo mucho que ha
vivido y seguramente aprendido a lo largo de esos 50 años?
— Por
encima de cualquier otra cosa, lo que más me duele haber perdido durante este
tiempo vivido son las referencias. Haber perdido hombres y mujeres que iban
delante mío en el tiempo y que tanto relieve tuvieron en mi aprendizaje de la
vida. Duele mucho ir perdiendo personas, referencias.
— ¿Y se pierde alguna vez el miedo
escénico –como dice su amigo Valdano–, aunque se lleven tantos años como usted
en el siempre comprometido oficio de subirse al escenario y enfrentarse al
público?
— El miedo escénico nunca se pierde. Debido, precisamente, a que jamás se
pierde, uno aprende ciertas cosas, no demasiadas, porque el hombre es bastante
estúpido por lo general. Cuando llevas 28 años dedicado a un oficio como éste,
procuras aplicar todos tus descubrimientos a ese mismo oficio, y soslayar el
miedo.
— Sí, bueno, usted dirá lo que quiera,
pero yo asistí el año pasado al concierto que dio en Buenos Aires, en la plaza
del Congreso, ante más de 200.000 personas. Recuerde que hubo problemas de
sonido en medio de la actuación, usted paró de cantar, le pidió uno de los
palillos a su batería, se lo colocó en la punta de nariz y se marcó usted –nunca
mejor dicho– un número circense de dos pares de narices, mientras la multitud le
aplaudía a rabiar. A mí, que –por cortesía del artista– permanecía oculto en una
esquina del escenario, se me pusieron los pelos de punta. Si esto no le produjo
miedo escénico...
— Haría falta ser bastante burro para llevar tanto tiempo en el escenario y no
haber aprendido algún mecanismo de funcionamiento. Para saber lo que debes hacer
si te pasa algo así cuando estás allá arriba, sea ante dos mil personas o ante
doscientas mil. Y lo aprendes, precisamente para no dejarte llevar por el miedo
escénico. Son mecanismos de autodefensa, que el artista debe inventarse,
improvisar en fracciones de segundo. La primera obligación de quien tiene un
trabajo de comunicación es aprender constantemente, de lo contrario llega un día
en que ya no comunica nada. Es como si un delantero no supiera tirar un penalti.
Puedes fallar muchos penaltis en toda tu carrera futbolística, pero los que hay
que marcar, se marcan y basta.
— A pesar del símil futbolístico, me
sigue pareciendo usted muy modesto. Una imagen idílica en Camprodón,
jugando con sus perros
— Aunque no siempre lo consigas, debes inventarte todo tipo de cosas para
superar el miedo escénico. No puedes subir al escenario, mirar abajo y pensar:
"¡Caramba! ¡Es que hay doscientas mil personas, doscientas mil personas...!" Si
te torturas con esto acabas por pensar que hay realmente doscientas mil
personas. Y lo peor es que terminas siendo víctima del miedo que siente quien
sale por primera vez a un escenario. Uno debe abstraerse e incluso no ver a los
espectadores. Porque ésta es otra cosa que te enseña el oficio. Hubo una época
en que aprendí a no ver al público, ya que si lo veía, me afectaba. Debes luchar
contra aquello que te afecta, tratar de superarlo.
— La verdad es que usted parece
disfrutar cuando canta en directo, como si el contacto con el público le ayudara
a recargar las baterías.
— Es que el contacto con el público crea un afecto y una complicidad muy
estimulantes. En primer lugar, por el esfuerzo que hace un espectador cuando
acude a verte. Pague o no pague la entrada, que eso puede tener una segunda
lectura. Ya no es pagar, sino que te regala su tiempo, su afecto y viene para
verte, escucharte y compartir emociones. Luego, por contradictorio que parezca,
hay otra responsabilidad. No puedes desbordar tus propios sentimientos, porque
si los desbordas, rompes con los sentimientos de quien te está mirando. Hasta
ahora no he encontrado la solución a este enigma.
— Retomemos si le parece, el tema
inicial. Puesto que cumple su aniversario cuando ya expira el 93, ¿cómo será el
94, el año de sus 50 años?
— La
verdad es que no tengo nada pensado, ningún proyecto especial, ni me siento con
la obligación de plantear nada. Tampoco creo que pudiera sentirme a gusto
utilizando con miras comerciales esto de los 50 años. Lo único que en este
momento me tiene encabronado es intentar conseguir un buen disco. A ello dedico
el tiempo y mi mayor esfuerzo. La verdad es que el trabajo con este futuro disco
ya me está reportando alguna que otra satisfacción. Es un trabajo que aún se
encuentra, no diría que en estado embrionario, sino ligeramente avanzado pero
más retrasado de lo que a mí me gustaría. Sin embargo, estoy contento de las
canciones que van saliendo. Tengo canciones, ideas, satisfacciones. Pero me
encuentro en pleno proceso de creación, con todo lo que esto comporta. Es un
proceso puñetero y al mismo tiempo muy gratificante. Rompes cosas, tiras unas
canciones, rehaces otras y cuando crees haber hallado lo que buscabas, esa
satisfacción el autor no la cambia por nada del mundo.
— ¿Se ha impuesto alguna fecha
concreta para editar este nuevo disco?
— No tengo previsto que salga en una fecha concreta. Aparecerá el próximo año.
Siempre quise trabajar de esta manera, aunque, por desgracia, siempre tenía una
gira firmada, algún compromiso previo. Tampoco quiero decir que aquello fuera
malo. El compromiso de una fecha de lanzamiento te obliga a intensificar el
trabajo de elaboración, sin que necesariamente vaya en detrimento de la obra
final.
— Entonces...
— En este caso concreto, he optado por trabajar con independencia de lo que
puedan ser las presentaciones, las giras. No sé si voy contra las leyes del
mercado, pero a estas alturas ya me siento totalmente exonerado de la obligación
de tener que presentar un disco nuevo para iniciar una gira de actuaciones. He
querido liberarme de esta servidumbre, por otra parte un tanto absurda –después
resulta que el público se desgañita pidiéndote tus canciones de siempre–, por el
derecho que me dan 28 años de oficio y de estar hasta las narices de verme
sometido a una ley de mercado que no existía hasta que no se inventó. Planearé
las giras que haya que planear, pero sin obviar mis necesidades personales. De
tocar lo que me gusta y hacer la música que quiero. Esto lo haré con
independencia del tiempo, el amor, la dedicación y la creatividad que a mi
entender demanda un nuevo disco. Pero me niego a estar sujeto a condicionantes
de tipo económico, industrial, de márketing.
— Ningún creador quiere depender de un
calendario concreto, pero a los poetas también hay que atarles en corto, ¿no
cree? El 20 de Agosto de 1976, Serrat regresaba a Barcelona tras once meses de
exilio
— Todo lo que he dicho no excluye que, en un momento determinado, yo mismo me
imponga un plazo concreto para finalizar el disco, de lo contrario sería el
cuento de nunca acabar. Uno nunca está del todo satisfecho con lo que está
haciendo, y llega un momento concreto en el que hay que cortar, hacer una
revisión del material que se tiene y tirar adelante con él.
— Permítame insistir: ¿de veras cumple
usted 50 años con la sensación de tener 20?
— Le contaré una historia curiosa y particular. Mi tía tiene 88 años, ella lo
sabe perfectamente, pero le dice a mi madre que cree tener 20. ¿Y sabe que me
dijo mi madre? "Mira hijo, si no fuera porque a mí me ocurre lo mismo, yo diría
que tu tía está loca". Pienso que esto nos pasa a todos, indistintamente de la
edad que uno tenga. No pesan los años, pesan los daños. Lo que cuenta es la
capacidad de tirar adelante, con independencia de que el paso del tiempo te va
marcando. Por fortuna es así, de lo contrario, el envase de la persona no podría
responder a lo que su espíritu le pide.
— Por otra parte, los años permiten
acumular experiencias, claves, contraseñas...
— Yo me daría por satisfecho si pudiera colocarme en el mismo nivel de mis
padres. Poseer la generosidad y entrega que ellos tuvieron conmigo en una época
particularmente difícil, ingrata. Si soy capaz de estar a su altura, me daré por
satisfecho.
— Su preocupación por los ancianos
viene de muy lejos y hasta le ha inspirado canciones como aquélla titulada
"Llegar a viejo", donde afirmaba que las cosas cambiarían si "entendiésemos que
todos llevamos un viejo encima".
— Siempre he considerado que en esta sociedad actual llegar a viejo resulta
penoso. Una vez estrujados, se les aparta, se les condena incluso al pacto del
hambre y se les olvida. Lo que no me parece lo más aleccionador para nuestros
hijos, ni tampoco lo más tranquilizante para nosotros mismos. No me cansaré de
repetir que a los ancianos hay que darles el lugar que les corresponde, ni más
ni menos. El lugar que se han ganado, el sitio que es suyo. Si los viejos fueran
rentables, tenga usted por seguro que se les mimaría al máximo.
— Sin que usted lo supiera, y a modo
de felicitación en su 50 aniversario, hemos solicitados testimonios de algunos
artistas y personalidades latinoamericanas. La pregunta, por tanto, es obligada:
¿Qué ha significado Latinoamérica para usted?
— Siempre
digo que, para mí, Latinoamérica es una relación de amor muy fuerte. Una
completa historia de amor. El amor se produce cuando coincides en un lugar y en
un tiempo con una gente determinada, a la que también le suceden determinadas
cosas. Entonces se crean unas historias, unos recuerdos que, por supuesto, no
tengo ningún interés en borrar o modificar.
— ¿Ha sido una experiencia enormemente
gratificante para usted, que incluso fue expulsado por dictaduras hoy
afortunadamente superadas?
— Todo ha sido muy válido para mí, tanto los amores como los desamores que he
podido encontrar allí: esperanzas rotas, sueños incumplidos, libertades a veces
dolorosamente truncadas, frustraciones propias y ajenas. Ha existido amor,
ilusión, entrega, es decir, lo mejor del ser humano brotando de manera
simultánea. Me reafirmo: para mí América es una historia de amor afortunadamente
correspondida. Y esto es lo mejor que te puede suceder. Una fotografía de Joan
Manuel Serrat en un
concierto: todo sensibilidad y concentración
— ¿Cómo ve, entrando en la
cincuentena, su futuro como artista?
— De una manera sencilla y objetiva. Mi futuro como artista dependerá,
exclusivamente, de lo que yo sea capaz de dar como artista.
— Pero tiene detrás una obra
considerable, una trayectoria dilatada...
— Sí, pero está detrás.
— Sin embargo, es una obra integrada
por canciones que ya son emblemáticas, que han marcado a la gente, que el
publico le sigue pidiendo.
— Me parece muy bien. Yo nunca renegaré de mi obra. Entre otras cosas porque
esas canciones y esa trayectoria permiten, por ejemplo, que ahora estemos aquí
conversando usted y yo. Pero mi futuro está en relación directa con mi presente,
no con mi pasado, al menos si lo contemplo desde una perspectiva personal. Con
independencia de que hoy se pueda reconocer el trabajo que hice en el pasado, mi
futuro depende del presente. Naturalmente, sin renunciar al pasado. Un artista
debe ser así.
— ¿Cómo ve usted el contexto
histórico? La cosa no parece estar actualmente para demasiadas alegrías, el
futuro... negro.
— Yo
estoy donde está todo el mundo. Veo un presente y un futuro en los que me siento
bastante fuera de juego, en lugares desconocidos, donde uno no dispone más que
de su actitud personal para afrontar todas las cosas.
— Poco optimista le noto
— Yo en los optimistas, creo muy poco. Como tampoco creo en los que ejercen de
graciosos. Hay gente graciosa, ciertamente, pero no soporto a los graciosos
ejercientes, ni a los optimistas por naturaleza.
— Entonces, cómo se definiría?
— Yo me definiría como un hombre al que la realidad acostumbra a llevarle hacia
el pesimismo. Sin embargo, tal como hoy funciona todo, también es verdad que no
me queda otro remedio que aprehender toda mi energía y colocarla en el lado
optimista, para así poder hacer alguna cosa. Pero hay un aspecto que considero
fundamental. Si nosotros, la gente, individual y colectivamente, no somos
capaces de generar nuevas opciones, entonces, las cosas no sólo no cambiarán,
sino que van a empeorar. Concretando, yo me definiría como un pesimista que cada
día intenta ponerse el traje nuevo de optimista.
— Me ha convencido. ¡Ah!, por cierto,
¡feliz cumpleaños!
Material recopilado y compartido de la antigua página de Paco Martín.
Joan Manuel Serrat en pósters.
" 20 de Març...." |
" Balada de Otoño..." |
Joan Manuel Serrat ha
sido, es y será, para varias generaciones de hispanohablantes de uno y otro lado
del Atlántico, una parte fundamental de la banda
sonora de
nuestras vidas.
Joan Manuel Serrat
ha estat, és i serà, per a diverses generacions de castellanoparlants d'un i
altre costat de l'Atlàntic, una part fonamental de la
banda sonora
de les nostres vides.
© Pere Mas Pascual (1997-2017)