Prensa, vídeos, canciones, imágenes, novedades...al día.
30 de Enero 2017
Joan Manuel Serrat en portadas de revistas y otros. (1970)
Excelente entrevista a JMSerrat por Carlos D. Mesa Gisbert. (1992).
SERRAT Y TODOS LOS DEMÁS.
Joaquín Carbonell
Publicado en Acordes 25/02/2007
Me preguntó una vez un periodista cuáles eran mis cantantes favoritos. Cite
tres. Y entre los tres no estaba Serrat. “¿Y Serrat?”, me dijo alarmado.
“¿Serrat? Serrat es aparte. Es otra cosa. Es el maestro”, le aclaré.
Serrat ha sido efectivamente el maestro de todos nosotros. De todos los que
cuando tomamos una guitarra para sacarle un LA, un RE y un MI con los que
entonar “La primera comunión”, que ponían todos los días en los discos dedicados
de nuestras emisoras locales, decidimos que esa guitarra tenía que servir para
cambiar el miserable mundo que veíamos desde nuestras aulas. Gracias a él uno
entendió que una canción podía servir para cantarle a las muchachas un
sentimiento desconocido, servía también (“Le llamaban Manuel / nació en España”)
para recitar una tristeza infinita, en aquellos tiempos en que la tristeza
estaba prohibida en las canciones, “qué felices seremos los dos, viviendo en mi
casita de papel” o “mirando al mar soñé”.
Cuando yo aprendí ese LA-MI-RE quise aprender “Ara que tinc vint anys”. Así, en
catalán. Y luego “Poema de amor”. Y luego, “Llorando en la capilla”, de Elvis,
en versión de Francisco Heredero. Gracias a Serrat yo supe que quería ser
cantautor, porque si no hubiese conocido sus canciones habría acabado como
vocalista, que es lo que yo era con 14 años en la Orquesta Bahía de Alloza, mi
pueblo...
Serrat nos dijo a todos: mira, se puede trabajar con la ternura sin ser cursi,
se puede contar a una chica que la lumbre del hogar es el sitio ideal de una
casa para vivir el amor, que en Belchite “de todos tus hermanos que murieron en
la guerra” acunaban a tu madre en un paisaje violento y helador. ¡Eso eran
canciones! Y tomamos la guitarra y comenzamos día y noche a sacar los acordes, a
copiar palabra por palabra la esencia inimitable de sus metáforas únicas, de sus
deslumbrantes imágenes. Copiamos. Calcamos. Plagiamos. Imitamos. Todos
absolutamente. Y sólo muy de vez en cuando nos salía un versito decente que nos
decía “esto podría ser de Serrat”. Qué ilusos.
Conocí a Juan Manuel mucho tiempo después, al principio de los 80, cuando llegó
a Zaragoza para dar un concierto en la plaza de toros. Cenamos con los músicos y
tras la cena en la entonces Posada del Mastín, el dueño Fernando, le trajo una
sorpresa hasta la mesa. Invitó a Pilar Herrando y sus jovencísimas hijas a
cantarle unas jotas. Yo le tengo pavor a las jotas en los restaurantes, y
supongo que Juan Manuel se echó a temblar cuando descubrió el cuadro. Jotero.
Pero Pilar (¿dónde andará ahora?) no es una jotera estrictamente. Es una
intérprete de nuestro folclore, de esa jota austera que se entona en las masadas
del Saso, en las oliveras de Lécera, en los trigales de Ejea, en las neveras de
Boltaña. A mi me hace llorar Pilar cuando entona suave, amoninico, decimos en
Aragón, una magallonera de enamorados. Eso le cantó sin gritar a Juan Manuel y
sus invitados esa noche en la Posada. Jotas moras, coplas dulces del folclore
seco y recio de su Aragón. No me atreví a mirar a la cara a Juan Manuel porque
vi que tenía la vista perdida, añorando quizás esos sonidos que alguien de
pequeño le había cantado en la cuna, cançó de bressol...
Nos hemos visto de vez en cuando, le he entrevistado varias veces, siempre con
complicidad, sin pretender nunca obtener palabras llamativas para un titular
sino sus palabras tan elocuentes, su pensamiento tan claro y mortal, en unos
tiempos en que sólo llama la atención el desplante, la descalificación, la burla
o el desatino. Serrat posee la sabiduría del que lo ha visto todo y te lo cuenta
con remanso.
En alguna de esas conversaciones tuvimos oportunidad de hablar de música y supe
directamente (aunque se adivina en sus canciones) que ha bebido de fuentes tan
caudalosas como la copla española, empapándose de esa manera de componer que los
maestros León y Quiroga transformaron en arte popular. En arte. Historias bien
hiladas, relatos con carne, personajes vivos. Y está el frente galo: Aznavour,
Brel y Brassens. Esos son sus pilares musicales, poetas de la canción francesa,
de la chanson, maestros en el arte de rimar sentimientos. “La tieta” de Serrat
tiene ese aire melancólico de las canciones de Charles Aznavour, de aquella
“Venecia sin ti” o “La mamma”. “Paraulas de amor”, nos recuerda los paisajes que
el maestro Brel dibuja desde la sabiduría de lo femenino, ahí en “Ne me quitte
pas” o “Chanson sans paroles”. Georges Brassens está en todas las descripciones,
en las historias callejeras, con héroes anónimos que se enfrentan a cualquier
poder. “Le llamaban Manuel” ha bebido en el caldo sombrío de “Pauvre Martin”,
por ejemplo. Alimento, se llama esa figura. Comer y beber de todos los que nos
precedieron, de nuestros contemporáneos, para extraer un zumo nuevo que tiene
padre y madre en este universo sonoro donde todos hemos mamado. “Se canta lo que
se pierde”, dijo su admirado Machado, y no se equivoca. Siempre estamos cantando
la misma canción. No hay otra. Una melodía de sentimientos profundos, de
tristezas infinitas o de inmensa locura cuando el amor nos emborracha con
malvasía...
Yo no puedo comprender cómo este hombre puede cargar en sus espaldas con todo
ese peso de afectos, de admiraciones, de honores, de imitaciones, de historias
que ya son nuestras... Por fortuna, sin apenas críticas. Decía alguien más sabio
que yo que un hombre no está diseñado para acumular en su cuerpo demasiada fama.
Que nuestro chasis puede soportar el choque de una tribu, de un pueblo, donde el
roce con los vecinos se hace admisible. Pero de ninguna forma estamos preparados
para meter en nuestro cerebro la influencia de millones de personas, de datos,
de cifras, de miradas, de gestos, que se dirigen hacia nosotros. Juan Manuel
Serrat es la excepción. Ha podido soportar esa carga con una serenidad
apabullante, aunque a lo mejor, esa descarga de su corazón ha sido un pequeño
aviso. Un corazón repleto de energía, de tantos cariños recibidos, pero también
sufriendo enormes descargas. Por todo eso, ahora quizás lo entiendo yo también,
Juan Manuel, hijo del obrero Josep y de la costurera Ángeles, es otra cosa.
Incatalogable. El que nos enseñó este modesto oficio de rimar palabras. Para
enamorar a las muchachas. Ese es el secreto.
38 AÑOS DESPUÉS CUANDO SERRAT SE "LA,LA,LA" JUGÓ
Por Lluís Bonet Mojica
La Vanguardia 1/02/06
Extraído del libro edición especial de la Vanguardia en sus 125 años de historia
"De la historia al presente en 125 miradas"
Joan Manuel
Serrat contaba entonces 24 años y ya tenía un primer elepé encabezado por la muy
pronto mítica Ara que tinc vint anys. Su designación por TVE para representar a
España en Eurovisión atestiguaba la popularidad de un cantautor que encabezaba
listas de éxitos cantando en lo que se denominaba "lengua vernácula". Hijo de
padre catalán y madre aragonesa de habla castellana, Serrat, para cólera de
algunos ideólogos de la nova cançó, ya había grabado en castellano El titiritero
y Poema de amor. El titiritero fue la primera canción que su autor propuso para
participar en Eurovisión. TVE prefirió un tema más comercial, La,la,la, grabado
el 2 de marzo de 1968. El día 25 renunciaba a cantar en el festival si no era en
catalán. Cabe trasladarse a la época para entender las presiones -nacionalistas
y franquistas- padecidas por Serrat. Fue su primer pulso con el franquismo. Se
le expulsó del Sindicato del Espectáculo y permaneció vetado en ©TVE y RNE. El
segundo enfrentamiento fue en septiembre de 1975 cuando unas declaraciones
contra Franco le obligaron a exiliarse a México.
La Vanguardia, en su arriesgado editorial sobre "El caso Serrat", adoptaba una
abierta postura en defensa de la lengua catalana. Pero eran tiempos difíciles
asi que sólo le reprochaba a Serrat no haber tomado la decisión desde el
principio. Nada que ver con el editorial de un diario de la prensa del
Movimiento titulado "Serrat dice no a España", donde se decía: "Frente a la
amplitud de concepto que la Patria entraña, la postura de Serrat es una isla tan
minúscula que no merece figurar ni en el mapa". Craso error: la isla serratiana
iba a estar en los mapas -sigue estándolo durante décadas. Otros miopes, que le
reprochaban "tibieza nacionalista", también serían colocados en su sitio por la
historia. Serrat es un símbolo en América Latina. En 1992 cantó ante medio
millón de personas, en la Avenida de Mayo de Buenos Aires, una canción en
catalán. Lo hace en todas sus giras por el Estado Español y América Latina.
Nadie ha difundido la lengua catalana mejor que él.
Imágenes + vídeo concierto homenaje a Tony Ronald.
SERRAT, CADA DIA, Luz de Gas 19-3-13, homenaje a Tony Ronald.
Gracias a Josep Mª Carafí (Ifarac)
© Pere Mas Pascual (1997-2017)