Prensa, vídeos, canciones, imágenes, novedades...al día.
22 de Enero 2017
Coleccionable de El País "1978" (11)
Joan Manuel Serrat en prólogos.
FÚTBOL SIN TRAMPA.
César Luis Menotti y Ángel Cappa
Muchnik Editores, Barcelona 1986
A
MODO DE PREGÓN
«A
primera vista todo anunciaba una maravillosa mañana de domingo primaveral en que
la vida se despereza en los árboles, las muchachas aligeran sus ropas y el sol
se asoma al mundo con intención de despedir el invierno.
Parecía uno de esos días en que sale a cuenta echarse a la calle y, a paso de
hombre, enfilar la empinada cuesta que conduce al viejo solar, a la entrañable
explanada a la que con los años, la afición y la buena voluntad municipal, le
brotaron porterías y algo así como unos vestuarios, a veces con agua caliente y
todo.
Llevaba conmigo a mi hija María, con la dudosa intención de someterla a una
sesión de proselitismo futbolero, de acercarla al amor al balompié y así tener
una cosa más que compartir con ella.
Nos aparcamos junto al marcador a gozar de la fiesta con cacahuetes y gaseosas,
mientras en la cancha un par de docenas de niños impecablemente equipados
llevaban un buen rato corriendo, levantando polvareda y tratando de meter el
balón en la portería contraria. Como debe ser, me dije.
Impresionaban las perfectas vestimentas de ambos equipos, la minuciosidad de
detalles que rodeaban el pleito.
En el banquillo, sentados junto a los suplentes, algo semejante a un director
técnico vociferaba reiteradamente a sus niños–jugadores instrucciones tácticas.
A su lado, el masajista y un par de paisanos completaban un cuadro nervioso y
gesticulante. Pero lo que más llamó mi atención fue la cantidad de balones que
lucían a sus pies. Balones nuevos y maravillosos, a lunares negros.
Un auténtico lujo que contrastaba en mi memoria con aquellos tiempos en que era
un acontecimiento disponer de una pelota de cuero que más de una vez había que
perseguir cuesta abajo cuando un despeje contundente la enviaba más allá de las
acacias.
En tales circunstancias es difícil no caer en la tentación de recuperar los
recuerdos y tratar de trasladarlos a la María de uno.
Por aquel entonces, María, amor mío, a los porteros nos gustaba usar rodilleras
y era muy raro que los pantaloncillos de los once, si es que éramos once,
coincidiesen.
Por aquel entonces, María, vida mía, todo defensa central que se respetase
bajaba a rematar el corner y era una gloria verlo regresar al trote y con el
pecho fuera, como lo hacía Fernando Olivella, una vez fallida la aventura.
Cierto es que nos cascábamos todo lo que uno podía y el otro se dejaba. Que
alguna vez le echábamos cuento al asunto y que si colaba, sacábamos unas manos
fuera del área. Pero los recuerdos me dicen que los niños salíamos al campo a
jugar, a divertirnos jugando al fútbol, a las chapas o a "me quieres", a
disfrutar de aquella maravilla irrepetible sin esperar, para nada, al futuro.
Pero aquella mañana, en el solar entrañable, de qué manera se estremecía mi
memoria cada vez que el niño –defensa– de cierre gritaba "fuera... fuera..." y
el resto del equipo, como posesos aleccionados y obedientes, echaban a correr
hacia adelante tratando de sorprender a algún lerdo en offside.
Se me sacudía el alma viendo a aquellos niños pegarse con todo, quejarse por
nada...
Aquello no eran dos docenas de niños jugando al fútbol. Era una jauría de perros
viejos con aspecto aniñado. Expertos en echar balones fuera. Doctores en perder
tiempo. Maestrillos en el revolcón. Teatreros, especialistas en todo tipo de
mañas. Trujamanes duchos en calentar al personal. Quejicas, malas lenguas,
abusones, maltratando el trencillo, ese pobre tipo de pito y negro de cuya
vista, conocimientos e intenciones se duda en todo momento y desde cualquier
posición. Ese irredento pecador por acción u omisión, según convenga.
"Esos niños están muy enfadados", comentó mi María. Y, despectivamente, se puso
a hacer montañas de tierra del tamaño de su mano.
En eso los han convertido. En niños muy enfadados. Enfadados y aburridos.
Son los cachorros de esos energúmenos que afónicos, congestionados, los azuzan
desde la banda empujándolos al combate, a anticiparse a la ley del Talión como
si la supervivencia de la especie y el honor de la familia estuviesen en juego.
Son el pedacito de las entrañas de esas delicadas señoras en traje de chaqueta
que ponen en duda a gritos la honorabilidad y las costumbres sexuales del de
negro, del vecino o de quien se tercie.
Son los alumnos de esos zancarrones, de esos maestros en ciencias o artes de las
que entienden poco, que desde el fondo impecable de sus adidas rebuznan a los
niños–jugadores que bajen todos.
Pero esos chicos, zancarrón... Sus hijos, señoras y caballeros, están
proyectados para jugar. Para jugar por jugar. Para divertirse jugando.
No les anticipen el muermo. No los conviertan en aburridos prematuros, que de
eso, con el tiempo, ya se ocupa la empresa.
De esos se encargan los malos dirigentes, con sus cortes de mangantes y con los
técnicos acomodaticios y serviles que en el mundo han sido, son y, mucho me
temo, serán. Pero hasta que llegue su hora, hagan el favor de tratar mejor a
esos chicos.»
Desde
Buenos Aires
No hay otro cantautor español
contemporáneo, salvo Joaquín Sabina, que haya palpado tan a fondo la realidad de
las Américas.
YUMBER VERA ROJAS (27/10/2014)
Es
imposible invocar a Serrat sin que traiga consigo su mochila latinoamericana. Y
es que no hay otro cantautor español contemporáneo, salvo Joaquín Sabina, aunque
su amorío con esta orilla del Atlántico se produjo en su adultez, que haya
palpado tan a fondo la realidad de las Américas como él. Por eso cuando en Juan
y José, incluido en su álbum Utopía (1992), entona “cómo puedes conformarte Juan
con un solo cielo si hay toda una América del otro lado del mar”, lo hace con la
solvencia del cronista que conoce de primera mano, y a través de la tradición
oral, las historias que fueron moldeando a este continente confuso y mestizo que
late en la territorialidad de su obra. Así que el trovador catalán es un
lugareño más que se manifiesta con el mismo fervor del ciudadano de a pie acerca
de la política regional, al tiempo que tutea al público en sus shows, igual que
lo hace con sus amigos, para compartir anécdotas o para explicar por qué canta
en catalán: “Y yo les cuento todo esto porque quiero”, se justificó en Buenos
Aires en 1996.
No obstante, ahora que este año se cumplen cuatro décadas de su desembarco en
esta parte de occidente, la aproximación de Serrat con América Latina, a la que
considera “hermano de alma”, fue básicamente auspiciada por la madre
contingencia. En el libro Joan Manuel Serrat a los 60 años (2006), de Margarita
Rivière, el artista reconoce que, a raíz de las represalias que padeció tras su
participación en el Festival de Eurovisión, llevó adelante una gira
latinoamericana para escapar de la presión que había en torno a su figura. “Me
fui y no sabía nada de América. Aún no sabemos nada de lo que pasa allí. Todo lo
que nos llegan son desastres, masacres, terremotos, narcotraficantes”. Por lo
que durante cinco meses el artífice no sólo descubrió un contexto que no le era
del todo ajeno, donde, además de sus canciones en castellano, recibían con
beneplácito su repertorio en su idioma natal, sino que comenzó a implicarse
activamente con lo que estaba aconteciendo para “intentar” enterarse y “aprender
cosas”.
Serrat desconcertó al público latinoamericano por su canción comprometida y su
seriedad discursiva
Si bien el exponente barcelonés debutó en América Latina casi en simultáneo con
el zarpazo del auge de la balada romántica, la audiencia local comprendió
instantáneamente que estaba frente a un artista fuera de serie. De la misma
forma que podía provocar el delirio entre las chicas, debido a su facha
buenamoza e iracunda, así como por la potencia melódica de su voz, Serrat
desconcertó al público latinoamericano por su canción comprometida y su seriedad
discursiva. “Serrat no es como los otros: tiene algo en la cabeza”, escribió una
periodista argentina durante su incursión en la nación rioplatense. No obstante,
previo a su paso por Buenos Aires, donde Tu nombre me sabe a yerba se convirtió
en su primer hit, puso a prueba el temperamento de clásico de Penélope al ganar
el IV Festival de la Canción de Río de Janeiro. Más tarde lo esperaron Chile y
el encuentro con Pablo Neruda, la histeria mexicana, el triunfo puertorriqueño,
Caracas y su primera gripe tropical, Colombia y Perú, antes de su regreso a
España en febrero de 1970.
Meses más tarde, el Nano, como lo apodaron en Argentina, ya estaba de vuelta en
América Latina. Pero si su primer viaje fue de reconocimiento, en esta
oportunidad la consigna era la mimetización. Por lo que cantó con el tanguero
Aníbal Troilo, tributó al folclorista Atahuapla Yupanqui, asistió al estreno en
Buenos Aires del cantautor uruguayo Alfredo Zitarrosa y se tropezó con la obra
de Mario Benedetti, quien se tornó en uno de sus poetas latinoamericanos de
cabecera, junto a Eduardo Galeano y Ernesto Cardenal, al punto de que su disco
El sur también existe (1985) está basado en sus poemas. Desde entonces sus giras
por la región se hicieron frecuentes y más longevas, lo que le permitió aferrar
sus lazos con la escena local a tal instancia que, a partir de su cercanía
conceptual con figuras del calibre de Víctor Jara, Víctor Heredia, Silvio
Rodríguez y Chico Buarque, fue considerado el componente español del movimiento
de la nueva canción latinoamericana, cuya impronta reivindicativa era muy
cercana a la de la nova cançó catalana.
Serrat mantiene firme su pasión y convicción por esa región del mundo que nunca
dejó de frecuentar y que sigue redescubriendo en discos
A pesar de que América lo había recibido con los brazos abiertos, en 1975 se
convirtió en su hogar cuando en México se enteró de la condena a muerte de once
miembros de FRAP y ETA. Así que, en medio de una rueda de prensa, manifestó su
repudio al franquismo y sus medidas represivas, lo que lo obligó a vivir en el
exilio durante ocho meses donde la incertidumbre fue la constante, en los que su
musa se extravió, y que dieron pie a su repertorio más combativo. Y es que tomó
prestados poemas y canciones de ídolos suyos como Violeta Parra. Lo que, sumado
a su sensibilidad política y social, le impidió actuar en los países
sudamericanos en los que se habían subido al poder las dictaduras militares. De
manera que Serrat se transformó en un símbolo de libertad para el Cono Sur, al
punto de que, pese a su veto en Chile (regresó a los escenarios de la nación
austral 17 años después), en 1988 tomó un avión para apoyar la Campaña por el No
en el plebiscito de ese año. Aunque no lo dejaron salir de la nave, compartió un
mensaje retórico que concluyó: “La alegría ya viene”.
Aunque pasaron muchos años desde que cambió la lucha en América Latina y España,
Serrat mantiene firme su pasión y convicción por esa región del mundo que nunca
dejó de frecuentar y que sigue redescubriendo en discos como Cansiones, de 2000,
en el que repasa algunos de los hitos de la música popular latinoamericana y
prueba con el guaraní. Al igual que En el Luna Park, de 2012, que registró el
tramo argentino de la gira de La orquesta del Titanic, proyecto en el que hizo
tándem con Joaquín Sabina (de esta travesía se desprendió en 2014 el documental
El símbolo y El cuate). No fue fortuito entonces que en México adelantara, en
enero pasado, que se encuentra preparando la gira por sus cinco décadas de
trayectoria artística. “Pienso que la fiesta es de todos”, afirmó el juglar
catalán, cuya influencia en el imaginario musical regional, al menos en la
actualidad, pasa más por la funcionalidad de la canción para con la realidad de
su época. “Si yo puedo celebrar 50 años de escenario es porque la gente me ha
permitido llegar hasta aquí. La fiesta es suya”.
Joan Manuel Serrat en frases o canciones por Sílvia G. Redrado.
Sobre
la vejez:
"Entiendo que las cosas son así, pero no lo acepto mansamente, no
me entrego al deterioro mansamente. Trato de caminar mientras pueda, cantar
mientras pueda, salir mientras pueda. Y no le voy a dejar al deterioro más
opción que tomarme realmente en serio. Por ahora me van enterrando de a piezas.
Espero seguir así, con estos pequeños entierros que yo celebro con algarabía."
Joan Manuel Serrat en pósters. (1)
Joan Manuel Serrat en portadas de la prensa escrita.
(1968) (1)
© Pere Mas Pascual (1997-2017)