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12 de Enero 2017
Coleccionable de El País "Mediterráneo" (1)
Joan Manuel Serrat en prólogos.
Daniel Samper
Planeta Colombiana Editorial S.A., Bogatá 1999
«Desde
hace años, desde que la vida y la copla me llevaron por vez primera a tierras
cachacas –que es como los caribes colombianos llaman a sus compatriotas del
antiplano–, las inteligentes y divertidas columnas que Daniel Samper publicaba
en EL TIEMPO de Bogotá acompañaron las treguas de mis desayunos. La distancia,
que no el olvido, me obligaba a renunciar al pa amb tomatec i pernil, pero una
buena arepahuevo, queso, cuajada y unas tajadas de mango rematadas con un
tintico tampoco son moco de pavo, sobre todo si están untadas del talento y la
gracia de aquellas crónicas cotidianas, parte de las cuales aparecen recogidas
en este libro.
Es por eso que Daniel Samper me invitó a escribir un prólogo para estas páginas.
Y es por eso que no se lo pidió a Tito Monterroso, que es tan talentoso y tan
buena gente. Ni al negro Fontanarrosa, a cuya cadera biónica le ha regalado un
capítulo de este libro, y que no tiene un no para nadie. Ni a Marcelino Oreja.
Me lo pidió a mí, porque Samper sabe que este manojo de historias compartió mis
treguas y, además, porque yo tengo un reír mucho más escandaloso que cualquiera
de ellos, lo cual, comercialmente, cuenta lo suyo; y eso Samper también lo sabe.
Dice el Diccionario general ilustrado de la lengua española que reír es
"manifestar alegría y regocijo mediante ciertos movimientos de la boca, la
mirada y otras partes del rostro acompañados de la emisión de una serie de
sonidos explosivos e inarticulados". Una de las cosas buenas que suceden cuando
un amigo te invita a prologar su libro es que se le saca el polvo a más de uno
de esos pozos de conocimiento que nos vigilan desde lo alto de la estantería,
aunque bien podría añadir el diccionario que reír es también un masaje para el
alma.
Pues bien, Daniel Samper nos promete en esta antología de sus notas de humor
setenta y cinco razones para reír. Setenta y cinco razones para manifestar
alegría y regocijo mediante ciertos movimientos de la boca... etc... etc...
(véase definición del Diccionario general ilustrado de la lengua española).
Empezamos bien. Tal y como están las cosas, no me negarán que se trata de una
propuesta más que interesante. Pocas cosas en esta vida más sanas, ventajosas y
económicas que echarse unas risas. Me gusta reír y, a poder ser, acompañado. Por
eso acepté escribir este prólogo. Por agradecimiento y por la ternura que me
provocan los tipos que transitan la vida con pinta de rabino asquenazi,
pelirrojo, vulnerable y calvorrota como el autor o como Manolo Vicent o Manolo
Summers o Marcos Mundstock (este último, efectivamente, un asquenazi pelirrojo,
vulnerable y calvorrota auténtico) a los que en cualquier momento un
descerebrado ultra puede amarrar a la tubería del gas más cercana.
También lo hice por memoria (uno no es tan insensible como para olvidar que hace
más de veinticinco años, en un arranque de cariño, el autor me regaló la
camiseta de Pandolfi empapada con los más generosos sudores del número nueve de
Independiente Santa Fe) y, cómo no, por admiración. No saben con cuánta entereza
soporta el autor los epítetos con que los porteros de su madrileño barrio de
Salamanca celebran verlo trotar enfundado en la gloriosa casaca del F.C.
Barcelona.
Pero por encima de todo, o tal vez resumiéndolo todo, estoy aquí por el gusto de
acompañar a mi amigo, mi compañero de treguas, en esta aventura, y porque me
aseguró que con un par de cuartillas sería suficiente para salir del paso. (Nada
tiene que ver el que me tenga prometido pagarme escribiendo, con música del
cocha Molina, un merengue vallenato que glose las excelencias de mi persona,
cual si se tratara de un político local del César, que no es, aclaro para quien
lo ignore, un emperador romano sino la capital de la música vallenata.)
HABLEMOS DE UNA VEZ DEL LIBRO
Según propia confesión, el autor nos revela en esta antología el jugo final de
sus cavilaciones sobre la vida, ahora, cuando el crepúsculo de los años pinta,
para él, arreboles ineluctables (sic). Así es el tema, y el que avisa no es
traidor. Amigo lector, ya sabe usted a qué atenerse.
Pero, aunque el autor, metido de lleno en sus arreboles no lo mencione, el libro
no es solo selección de notas de humor. Las eternas cuestiones –¿Quién soy? ¿De
dónde vengo? ¿A dónde voy? ¿Quién paga?– están presentes en estas páginas
cuajadas de reflexiones sobre la amistad y el amor y la vida y la muerte. ¿Hay
vida después de la muerte?, se pregunta, justamente, y aquí el autor va más allá
de la simple discusión metafísica; apoyándose en las teorías del profesor Helmut
Haegelfield y en una botella de ron tres esquinas [...], trata de encontrar una
respuesta científica a la pregunta que las religiones contestaron desde hace
tiempo (sic).
Ora sube a los castillos de sus inquietudes intelectuales para plantear
atrevidas salidas en pro de la pureza del idioma, hasta proponer la creación de
una academia del oído que vete por la solidez de las palabras, es decir, por la
armonía entre su música y su semántica. Ora baja humildemente a las cabañas del
consejero sentimental para mamás en apuros y ciudadanos entrados en kilos y
alopecias para prestarnos su ayuda aportándonos sencillos consejos prácticos que
nos permitirán superar situaciones embarazosas.
No faltan en este volumen estudios concienzudos y profundos, como por ejemplo el
que desarrolla sobre la poesía mortal de Yoshimiogo Sikayawa, cuyos jai-haissalpican
los lotos y las paredes de los excusados de Kobe. Unas veces profundizando sobre
facetas de Judas o del casto José, que las Sagradas Escrituras no aclaran
suficientemente, otras acercándonos al mundo de los clásicos al narrar las
aventuras y desventuras de Cayo Pillas, el último estilila que vivió en lo alto
de la columna de Trajano. Sin ir más lejos: ¿sabía usted que el clítoris, ese
sensible y delicado órgano femenino, fue bautizado así en homenaje a su
descubridor, el físico griego Clítoris de Elea? Pues yo no lo sabía y, desde que
me enteré, lo comento en las sobremesas para rellenar esos silencios tensos que
se producen entre un "pues sí...", y un "vaya, vaya...", y quedo la mar de bien.
Se dice que para encontrar hongos es necesario saber imaginárselos a fin de
reconocerlos en el bosque, y así lo hace Samper: imagina y reconoce. También se
dice que en lo más pequeño cabe lo más grande, y así se maneja Samper. Buscando
el detalle con el microscopio o tomando distancia y relativizando. Mostrándonos
la épica de las vidas de la gente de a pie con sus aventuras cotidianas.
Desnudándose ante el lector –literariamente, por fortuna– con un saludable
sentido del humor al desvelar facetas de la verdad que permanecían ocultas y que
Samper, el ilusionista, hace aparecer ante sus ojos.
Qué sería este mundo sin sentido del humor, sin esa capacidad de sobreponerse
dignamente a las propias vulgaridades, al penoso aspecto que a menudo
proyectamos vestidos o desnudos y ser capaces de reírnos de nosotros mismos y de
los demás y de ambos? Eso hace Samper. Gran observador, no sólo nos descubre que
todos tenemos nuestro corazoncito y que las cosas también tienen alma, sino que
además es capaz de deducir la personalidad de cualquier ser humano por el tipo,
porte y color de los calcetines. Su sinceridad provoca solidaridad de padre
amoroso en estos tiempos en que ni buen padre lo dejan ser a uno. Ciudadano
sensible y cómplice, Samper levanta su voz para gritar: '¡arriba los calvos!', y
para defender con vehemencia a las mujeres feas marginadas por los poetas, a
sabiendas de lo ingrato de esta misión.
Usted, que sabe que la adolescencia no sólo no es un divino tesoro sino más bien
un período lamentable de la vida; usted, que ingenuamente también compró su pavo
vivo para la cena de navidad y lo instaló en la cocina del departamento a la
espera del día D, que nunca llegó; usted, que se agenció un cerdo ibérico por
entregas y está en lista de espera de invitaciones para asistir al próximo
desfile de ropa interior femenina de la perla; usted, amigo, descubrirá en estas
páginas que no anda solo en este valle de lágrimas.
Decía Camús que hacer sufrir es la peor forma de equivocarse. De la misma manera
podemos decir que hacer gozar es la mejor manera de acertar. Habría que
agradecerle a Daniel el beneficio que su lectura produce en la salud de aquel
que la disfruta. Exquisitamente irónico. Profundamente alegre, como un viejo
filósofo aporta su lúcido punto de vista sobre las esencias de la vida. Sin
duda, habría sido un brillante Tertuliano en el banquete de Platón.» (Fragmento)
Joan Manuel Serrat en frases o canciones.
Joan Manuel Serrat en imágenes. (Con barba y bigote)
Joan Manuel Serrat, por una promesa en calzoncillos....
... en la serie Polonia) y el dibujante Oscar Nebreda, hicieron una promesa de
que si el Barça ganara la liga darían una vuelta entera en "calzoncillos" por el
césped del Camp Nou. Efectivamente, un sábado según comenta Serrat en esta
entrevista cumplieron su promesa tres de ellos, ...(A partir del minuto 7:32)
Joan Manuel Serrat actúo en el desierto del Sahara (1981)
(Revista Lecturas en todocoleccion.net)
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