Prensa, vídeos, canciones, imágenes, novedades...al día.
23 de Febrero 2017
Joan Manuel Serrat en imágenes.
El
Serrat de Colita...
Encuentren las
diferencias
Joan Manuel Serrat Concierto Perú 1972
Vagabundear.
Retrato.
De cartón piedra.
-Entrevista-
Cançó per la meva mestra.
He andado muchos caminos.
La boca.
Niño Yuntero.
Mazurquica modernica.
Aquellas pequeñas cosas.
Fiesta.
“JOAN MANUEL SERRAT, EL JUSTICIERO”
Reportaje
en la revista «Humor»
Junio de 1983 - Número 106
Texto de Aquiles Fabregat
Ediciones de la Urraca
Después de ocho años de ausencia - años coincidentes con la reorganización
nacional - el gigantesco Joan Manuel Serrat volvió a los escenarios argentinos.
Los sucesos que se produjeron al largarse la venta de entradas, demostraron -
una vez más - que a las grandes voces populares no se las puede condenar al
olvido por el simple procedimiento de la interdicción. Y ya desde el debut -
anoche, al escribir estas reflexiones - se vio que la catarsis generada por el
catalán nos une a todos aquellos que preferimos, como él dice, un sioux al
Séptimo de Caballería.
“JOAN MANUEL SERRAT,
EL JUSTICIERO”
A Serrat le temen casi en forma irracional. Le temen los injustos, los déspotas
y los mediocres.
Le temen los estados basados en la fuerza. Y aunque los que le temen son
infinitamente menos que los que lo aman sin condiciones, logra esporádicamente
que la inmensa figura de este catalán desaparezca de escenarios y de medios de
difusión.
Ese miedo proviene, seguramente, de la certeza de que solamente los muy grandes
son capaces de colocar ciertas valencias en su lugar. Y Joan Manuel es un
maestro en eso de ubicar: a través de su canto y su poesía desfilan la
hipocresía, la mojigatería, la estupidez, la burocracia, las convenciones
obsoletas, las injusticias sociales, las miserias humanas. Por sobre todo ello,
siempre presente el amor a la vida. Sin embargo, curiosamente, en su repertorio
aparece muy raramente la política en forma directa. Ni el más histérico de sus
perseguidores podría acusarlo de panfletario.
¿De qué acusan a este artista que desde su Cataluña natal ha iluminado los
últimos años musicales de toda Hispanoamérica? ¿De haber cantado a Machado, otro
gigante español que murió infamemente del otro lado de la frontera, con el
corazón roto por el avance de las tropas franquistas? ¿De haber difundido a
Miguel Hernández, inconmensurable poeta aniquilado a los 32 años en una cárcel
“nacionalista”? ¿De cantar sus propias letras, donde la vida y el libre albedrío
son exaltados por sobre máquinas, represiones y reglas?
No; lo
acusan de “peligroso”. Y le temen porque saben que Serrat, con ese poder
maravilloso de comunicación que le tocó en el reparto de dones carismáticos, es
capaz de destruir en cinco minutos de canto las escalas de valores que nos
inculcan, desde la cuna, a los latinoamericanos en un siglo.
Es obvio: los que pretenden librarnos de maléficas influencias de malos
españoles como Joan Manuel, son los mismos que nos enseñan en las escuelas lo
admirables que eran otros españoles como los bestiales conquistadores que
arrasaron nuestras tierras y masacraron a nuestros aborígenes en nombre de la
Cruz y la Corona. Desde tal punto de vista, la peligrosidad del catalán es
cierta: esa unión de inteligencia, rebeldía y magnetismo, es difícil de
resistir.
Y está el aspecto hombre. Ahí sí. Serrat ha mantenido una coherencia total a
través de su trayectoria y ha sido una figura política desde su aparición como
artista. El mismo poeta que cantaba al amor, la vida y la amistad, era el que se
recluía en el Monasterio de Montserrat para protestar por los juicios contra los
rebeldes vascos, y el que desafiaba abiertamente, a costa de su carrera
artística en su país, al propio Generalísimo Franco, autor moral de la muerte de
García Lorca, José Hernández y otros creadores. Como el mismo se define, Serrat
es un hecho político y todo lo que hace es político, aún cuando diga: “Antes que
nada soy partidario de vivir”.
Un Debut a Manera de Introducción
Jueves 2, diez de la noche, primer contacto de Serrat con el público argentino.
Un público heterogéneo: adolescentes gritonas, señores circunspectos, gente de
la farándula (detrás nuestro estaba Cacho Fontana, todavía preocupado por la
intervención de Manrique en su programa radial) y muchos jóvenes en estado de
efervescencia, ansiosos por demostrarle al juglar que todos los intentos por
borrarlo habían sido inútiles.
El
hombre salió, con esa sencillez que le conocemos o le adivinamos, y retribuyó el
silencio, como pudo y con una emoción conmovedora, la interminable ovación del
Gran Rex en pleno, incluyendo fotógrafos, acomodadores y personal de seguridad.
Arrancó con “Cantares” y mostró que su voz era la misma de siempre. Y en
seguida, se presentó con las clásicas palabras de Fray Luis de León, cuando se
reencontrara con sus alumnos después de cuatro años de prisión “Como decíamos
ayer…”
Fueron dos horas de canciones, alternándose en distintas épocas y los estrenos
como “Cada loco con su tema”. Y pasó de todo: no faltaron las consignas, que
Serrat escuchó quietito y esperando, ni los gritos de “¡Genio!”, “¡Maestro!” Y
otros epítetos nada exagerados, ni las lágrimas corriendo por las mejillas de
muchos asistentes. La consigna coreada más fuertemente, sobrevino inmediatamente
después de la frase final del tema que termina diciendo: “Entre esos tipos y yo,
hay algo personal”. Todo un símbolo de la posición del catalán frente a los
liberticidas. Hubo otro símbolo: Joan Manuel, sin previo aviso, cantó
“Cambalache” y lo hizo bien, sustituyendo (¿voluntaria o involuntariamente?) a
Stavisky por Stravinsky.
Los “fuera de programa” duraron media hora. Nadie se quería ir. Y esto fue,
seguramente, un pálido reflejo de lo que va a suceder - o está sucediendo - en
el Luna Park. Allí estarán todos los que, como Serrat canta en “Cada loco con su
tema”, prefieren: “volar a correr, hacer a pensar, amar a querer, tomar a pedir,
y los caminos a las fronteras, una mariposa al Rockefeller Center, un sioux al
Séptimo de Caballería”.
Ahí va a estar el pueblo. Y no van a estar muchos de los que fueron a saludar a
Frank Sinatra en ese mismo lugar.
Material extraido y reeditado de la antigua página de Paco Martín.
© Pere Mas Pascual (1997-2017)