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 20 de Febrero 2017


Joan Manuel Serrat en pósters (13)


Joan Manuel Serrat en frases o canciones.


SERRAT INÉDITO.

Revista FOTOGRAMAS
Nº 1.603
6 de Julio de 1979
Texto de Maruja Torres

Era a finales del verano del 76. Joan Manuel Serrat volvía de un exilio breve, once meses esperando que cambiaran las cosas. Un exilio breve pero angustioso, que nos lo devolvió con nuevas arrugas, con proyectos, con esperanzas y con miedo. Hoy, en este primerizo verano del 79, Joan Manuel exhibe una seguridad, una como frágil y al propio tiempo nítida seguridad. Detrás de él van, como siempre, sus músicos, su familia y, no como siempre, sino como hace relativamente poco, su Candela. Es como si desde su indudable vulnerabilidad encabezara una romería a la que nutre y de la que se nutre. Su sentido del "clan" le ha hecho fuerte y le ha ayudado en los momentos más difíciles, y esa mujer que es hoy su compañera le ha dado la placidez y la tormenta, la necesidad de enfrentarse día a día con una realidad distinta. Joan Manuel Serrat, hoy, es distinto de ayer y también de mañana. Este es el gran triunfo de los que no tienen dogmas ni seguridades rotundas, de los que se reafirman y se discuten, de los que encanecen no en el encuentro, sino en la búsqueda.

SERRAT INÉDITO

Encuentro en el Club Helena, en donde ensaya de cara a los recitales de verano que debe iniciar ya mismo. Un beso y un revolverle el pelo con la mano "Te clarea ya", le digo. "Sí" responde risueño. "Y también tengo claras las ideas". Propone un lugar tranquilo para ir a tomar el vermutillo y charlar durante una hora. A la salida del club, su padre se le acerca y le consulta algo. Como siempre, el halo familiar, el cordón umbilical invisible uniéndole con su sangre y su barrio. Definitivamente escogemos Long Drink, un local en donde ahora está Eugeni, que antes nos servía las mejores copas en Bocaccio. Mientras saborea la vodka rusa encuadernada en hielo me palmotea la rodilla "¿Qué tal, noia?". Y yo le digo así, de sopetón, que después de haberme pasado doce o trece años entrevistándole esporádicamente, después de haber escrito aquella primera vez que Serrat había nacido con una estrella en la frente, después de haberle visto enquistado en sí mismo durante la etapa Lasso de la Vega, después de su regreso en el 76, después y a pesar de todo esto, tengo un pequeño pesar, como un hueso de aceituna que me incordia en el estómago. "Y es que no consigo apresarte, Joan Manuel. Tanta entrevista, y aún no te conozco. Me marcho siempre con la impresión de que te me has escapado una vez más".

— Bueno, yo pienso que hay una autodefensa en mí. Más que nada lo que pasa es que me siento incómodo siempre que se plantea una situación de este tipo, una entrevista. Y como que, aparte de estas conversaciones dispersas, no ha habido entre nosotros un tipo de relación más continuada, que haría que esta autodefensa mía se fuera a hacer puñetas… Y además está este bicho, el magnetofón, o el papel y la pluma, ante los que me siento muy incómodo. Pero, aunque soy consciente de todo esto, no puedo hacerlo mejor.

— Vayamos, entonces, al juego convencional de preguntas y respuestas. Y la primera es que tú volviste aquí hace tres años con una serie de ilusiones y de planes, de proyectos. ¿Cuántos se han cumplido y cuántos se han frustrado?

— Supongo que unos se han quedado colgados y otros no. Mirándome yo hacia entonces, que me acuerdo perfectamente, y oyéndome ahora, y mira que es difícil también decir estas cosas, me encuentro mucho más tranquilo y veo más claro si no lo que tengo que hacer, sí seguro lo que no debo hacer.

— ¿Y qué no debes hacer?

— Me refiero a mi trabajo, ¿eh? Me estoy concretando, al hablarte, en un tipo de canción que ni yo sé definir, pero sí la sé leer, la sé escuchar, y cuando la escribo sé cómo funciona. Puedo decir que me interesa o no, que quiero ir por aquí o no quiero ir.

— Tu público, el público que hizo a Serrat, ¿te sigue aún? ¿Interesas, por otra parte, a los jóvenes? ¿Cómo se ha ido estructurando tu audiencia?

— Bueno, si no hubiera una renovación de público, sería imposible poder plantear un tipo de giras o de espectáculos como los que estamos planteando nosotros. Hay una cierta renovación, seguro. Pero los que entonces estaban siguen estando hoy.

— ¿Llenas los recitales?

— A menudo. Lo normal sería que sí. Lo anormal sería que no.

— ¿Es cierto que exiges que la entrada no sobrepase las cuatrocientas pesetas? Esto debe obligarte a que tu cachet sea inferior al de otros cantantes.

— Me obliga a apretarme un poco más en ciertas cosas, pero de cualquier modo pienso que estoy suficientemente bien pagado. Pienso que tengo un trabajo que paga desequilibradamente bien, lo que ocurre es que, si me comparas con lo que pueda cobrar otro cantante, entonces dirás que el Serrat es barato, pero si lo comparas con lo que realmente es, resulta desproporcionado, como casi todo lo que gira en torno a esto, incluida la desproporción de que en cualquier momento te puedes quedar colgado, te puedes quedar en el aire, te puedes quedar sin nada.

— ¿Te resulta más difícil componer ahora que antes?

— Si. Supongo que es porque he de exigirme mucho, porque no soy capaz de escribir ni lo que escribía ni de la manera en que lo escribía, porque a mí mismo me rebota muchas veces si pretendo seguir por ahí. Y tampoco tengo en estos momentos, y tal vez nunca, la posibilidad de escribir con un dominio genial de las palabras. Entonces, esta situación es un poco extraña, que hace que vayas dándote hostias. Yo estoy bastante tranquilo porque estoy convencido de que me saldré de ésta. Tardaré más o menos, seguramente muy poco, porque ahora mismo ya podríamos hablar sobre cosas…

— Tengo la impresión de que estamos dando rodeos en torno a una palabra muy clara: crisis.

— Sí. Y es absolutamente positiva, la crisis. Yo, tanto en mi trabajo como en mis actitudes personales, familiares y de relación, cuando las cosas no van, cuando dejan un regusto que no está bien, yo voy directo a la crisis, porque sólo así pueden salir cosas. Las pasas putas, claro… Pero yo estaba mucho peor todo el año pasado, más que ahora, porque todo ese año yo estuve arrastrando una época, no sólo lo que pasó en el 75, venía arrastrando la época que podríamos llamar de la autocensura. Este problema que hemos tenido todos de tener que medirnos, de tener que escoger las palabras con cuidado para decir esto y lo otro… Porque no hacíamos como Manuel de Pedrolo, hostia, que el Pedrolo escribe tirando por el camino de en medio, y si pasa, pasa, y si no, al cajón. Supongo que ésta es una cuestión de madurez muy importante. Entonces, lo que sí te puedo asegurar es que en aquella etapa no estaba en crisis, sino con una depresión muy importante, estaba absolutamente deprimido, y pienso que el provocar la crisis es lo que hace que tengas una posibilidad para salirte.

— ¿Y como te las provocas?

— Me vienen solas. "Es tueste natural". Van con el personaje. No tengo que sentarme a meditar y todo eso. Yo mismo me voy calentando, yo y quien convenga, porque son cosas que… uno sólo no puede entrar en crisis, porque se equivoca, te pierdes en la situación. En cosas de relación no se puede nunca entrar en crisis sólo, pero en lo del trabajo sí, porque posiblemente eres el único que conoce la verdad de todo lo que está pasando.

— Pregunta tópica: ¿el trabajo de creación es terriblemente solitario?

— Es solitario, pero no terriblemente, porque también los trabajos solitarios tienen unos encantos que los otros a veces no tienen. Pensando siempre, ojo, que el trabajo no es otra cosa, sino un medio, es decir, sin plantearse nunca eso de que el trabajo es un fin, que ahora parece que está de moda. Como un medio para hacer otras cosas, pienso que soy un hombre afortunado con el trabajo que puedo tener, y por eso me interesa mucho pelearme conmigo mismo y ver qué puedo hacer, porque a mí me sería muy difícil vivir del cuento, a remolque. No porque me pueda sentir frustrado como creador, porque esto sería hablar de otra cosa… pero es más porque me podría sentir inútil como individuo en una profesión. Lo de creador, mira, yo pienso que aquí nadie inventa nada, ni los inventores.

— Sentirte inútil como individuo, a secas, ¿te produce miedo? ¿No tienes complejos de inseguridad, miedo a que no te quieran?

— Este supongo que es mi gran punto débil… o mi gran punto maravilloso. Que es la absoluta necesidad que siempre tengo de sentirme querido… y de querer. A mí, el hecho de ser querido es algo que me viste o me desnuda.

— ¿Y dedicas el tiempo suficiente a eso, a querer?

— No lo sé, tú.

— Antes hablabas de madurez…

— No lo decía en el sentido de que yo no tuviera la suficiente madurez. Lo decía con la envidia más noble que le pueda tener a Pedrolo. Y entonces no hablaba solo de mí, sino de aquel hecho general que se produjo por toda la represión que hemos sufrido todos los que intentábamos hacer algo, bajo aquella censura brutal que te iba cortando a trocitos y que cuando ya no tenías más te cortaba todo el brazo. Entonces, yo, la envidia que le tengo a Pedrolo es haber pasado absolutamente de esto, que es muy difícil hacerlo, y escribir una novela y automáticamente meterla en un cajón. Esto era tratar los hechos como lo que eran. Esto es el no transigir.

— Resulta curioso que me pongas el ejemplo de un escritor, no de un cantante.

— Porque no hay ningún cantante que está a esta altura. Hay demasiadas vanidades en el mundo del espectáculo.

— Y también empiezan a haber grandes hostias, ahora.

— Pero ahora ya están más repartidas. Ahora cada cual carga ya con su mierda, aproximadamente, pero no del todo. Antes sólo nos tocaba a la Guillermina, a Nuria Feliu y a mí. Pero ahora yo ya estoy en una época muy relajada respecto a esto.

— Cierto que te encuentro muy bien. Ya te encontré muy bien cuando volviste, pero angustiado.

— Muy angustiado. Seguramente fue por este estar colgado, este no saber nunca qué pasará, el estar solo. Cuando alguna vez te ha pasado algo y has tenido cuatro compañeros, no ha hecho falta nada más, esto te mantenía toda la información, te lo mantenía todo. Pero a mí me tocó estar muy colgado dentro de un mundo que, a pesar de que pretendía acompañarme y consolarme, lo único que me quedaba era un agujero muy grande y una distancia muy grande en relación con lo que estaba pasando aquí. Cuando volví a este país después de aquellos once meses, lo hice en un estado anímico muy diferente, y se produjo un cierto "decallage" por mi parte respecto a la realidad que aquí se estaba produciendo. Pero, de todas formas, yo fui de los que tuvieron suerte. Sólo fueron once meses.

— ¿Y cómo has asumido, o cómo te ha asumido a ti la realidad de ahora? ¿Formas parte del llamado "desencanto general"?

— Mira, tú, el desencanto es una cosa que habría que discutir mucho. Yo me acuerdo de un tío mío que vivía en Argelès, y que era el más "free" de la familia, y nunca venía a Barcelona. Yo iba a verle y le preguntaba por qué no bajaba, y él me contestaba (de esto hace diez años): "No, no, no, yo a Barcelona no bajo, no. Porque, mira tú, sales a la calle por la mañana y todos tienen cara de que les han robado las gallinas. ¡Y nunca han tenido gallinas!". Y todo esto del desencanto a mí me recuerda mucho esta historia de mi tío. Es decir, que tal vez el desencanto no es un auténtico desencanto popular, tal vez mucha gente que habla de él se está refiriendo sólo a "su" desencanto, y su desencanto puede ser tan mezquino como el de un intelectual de quiero y no puedo, que tuvo un papel dominante dentro del cotarro, aunque fuera en la clandestinidad, y que en este momento ve que su papel a jugar es mínimo y tiene unos espacios muy limitados, y hay todo un mundo político que se ha incorporado a la vida del país, un rollo que va por otros caminos, y tal vez es esto lo que produce el desencanto. Pero que no hagan de esto todo un tinglado, porque para desencantarse hay que encantarse antes. Y, claro, si se encantaron es una cuestión de ellos, porque, por otra parte, yo pienso que ha habido muy pocos motivos para hacerlo. Hubo algunos, en un momento determinado. Pero esta misma gente que habla a menudo de desencanto es la misma que permitió el hundimiento de la Assemblea de Catalunya, que las fuerzas políticas se lo comieran todo, y son los mismos que aceptaron un juego democrático con las fuerzas fácticas, sin tener en cuenta esas otras "fuerzas fácticas" que existen en el país, que están en la calle, y a las que rechazan, cuando gracias a ellas se han podido hacer y se podrían hacer tantas cosas… A menudo, los que hablan de desencanto son los que, con sus actitudes, aunque no con sus decisiones, han hecho posible romper con toda una serie de caminos que nos hubieran podido conducir, si no a un encantamiento, sí a una situación auténticamente progresista. Y ellos mismos, con su rollo macabeo, son los que han ido recortando estas posibilidades y aislando unas cosas de otras.

— ¿Sigues con tus proyectos, de cara a los barrios?

— Sigo, esto se hace. Aunque este año lo único que haremos seguramente será la fiesta mayor de mi barrio. Hay otra cosa que se podría hacer y que estaría muy bien, que es lo de hacer deporte en la calle, con los niños, y para ello no hace falta mucho dinero, sólo una cierta organización, y realmente se podría ayudar a que los barrios organizaran sus propias vidas sociales, culturales y deportivas, con los críos en la calle y los padres con ellos. Hace falta dinero, pero poco, para el material. Lo que interesaría sería un servicio coordinado entre el Ayuntamiento y las propias Asociaciones de Vecinos.

— ¿Y tú no tienes bastante con cantar? ¿Porqué te dedicas también a estos asuntos?

— Bueno, yo no me dedico. Yo me intereso. Porque el deporte me gusta mucho, porque los críos me gustan mucho, y porque pienso que los barrios son las unidades vitales de la ciudad, es decir, que una ciudad, por mucho que quiera organizarse desde arriba, no podrá hacerse nunca, son los propios barrios los que tienen que ocupar sus lugares, tener sus poderes, sumar sus decisiones, disponer de sus medios, y son los únicos que pueden dar sus propias soluciones.

— Actualmente, ¿puedes hacer vida de barrio?

— No. No es que no pueda hacer vida de barrio, es que no puedo hacer una vida definida de este tipo. Seguramente llevo una vida de barrio, pero en uno, en el que vivo ahora, más despersonalizado, con poca relación. Mi barrio está en otro sitio.

— ¿En Camprodón?

— También. Yo en Camprodón tengo realmente "la casa", tengo un espacio en el que estoy en contacto con las cosas que me gustan. Me gusta el campo, me gusta la vida en el campo, y la relación que se establece con la gente que trabaja allí. Y me gusta la posibilidad de poder volver siempre a pasear por las Ramblas.

— Hablemos de tu interés por los niños…

— Es que pienso que es lo único que nos puede salvar. Y la cosa está muy jodida. El niño de ciudad está viviendo bajo todas las presiones, lo tiene muy mal. Yo noto en los niños una falta de ilusión muy grande, pero de ilusión por cualquier cosa, desde los estudios hasta los juguetes que puedan tener. Y me produce desesperación ver la falta de información que hay, pienso que tal vez valdría la pena hacer unos cursos intensivos de educación, si realmente los pedagogos tuvieran líneas claras al respecto; pero pienso que tampoco hay un criterio lo bastante claro como para hacer una pedagogía dirigida a los adultos, para que éstos a su vez pudieran ser unos medios difusores con los niños. A mí, de niño, me era mucho más fácil el funcionamiento, yo reconocía mi entorno con mucha facilidad, y todo me hacía ilusión. Y ahora veo que es muy diferente. Yo me siento absolutamente ignorante, muchas veces, ante lo que está pasándoles a las criaturas.

— Esta preocupación por los niños, ¿no te llega un poco a través de tu propia experiencia con tu hijo?

— No, no hablo de esto por el caso concreto de Queco. Entre otras cosas… Mi hijo vive prácticamente con su madre, conmigo está muy poco, menos de lo que quería, pero poco, y siempre en unas épocas determinadas en que él no va al colegio o en verano, de vacaciones, y cuando voy a Madrid y le veo. Y esto, naturalmente, no permite una relación ni mucho menos clara, porque sólo la relación cotidiana es la que te da todas las vertientes de las cosas.

— Y esta separación, en alguien tan necesitado de afectos como tú, ¿no te hace daño?

— A él le hace mucho daño también. Noto mucho más su dolor que el mío. Si, porque supongo que yo tengo más recursos.

— Imagino que la vuestra es una situación inevitable…

— Ya veremos lo que pasará con esto. Lo que quiero decirte, a lo que iba, es que no es exactamente esto lo que me lleva a mi interés por los niños. Además, soy de la opinión de que los niños se han de educar entre todos, no tiene que haber una sola persona responsable.

— Me estás hablando de una sociedad ideal, y la nuestra no lo es.

— No, la nuestra tiene como objetivo fragmentar el individuo en todo lo posible, y dejarlo lo más solo, lo más aislado, lo más indefenso. Por ejemplo, concretan la familia en la mujer, el marido y los hijos, cuando realmente el valor auténtico que puede tener la familia es el de rollo muy fuerte, de clan, que cuando uno se cae el otro le levanta, y uno va muy tranquilo por la vida sabiendo esto. Yo, en este aspecto, he funcionado siempre bien, tal vez por eso me doy cuenta de la diferencia que puedo encontrar en comparación con otra gente que veo por ahí, porque determinado tipo de conflictos personales se solventan mejor en compañía que en soledad, y sobre todo los que vienen producidos por el dinero, el trabajo, que es lo que más jode, porque, claro, la gente entra en otros niveles de coco y de sufrimiento y de preocupación cuando los niveles más bajos los tiene ya, si no solventados, sí para un ir tirando. Y el clan siempre solucionará más problemas. Lo que es seguro, es que creará menos.

— Me gustaría que me hablaras de Candela..

— Es difícil…Lo más importante que se ha producido en mí con mi mujer ha sido que he descubierto una relación absolutamente diferente a las que había tenido, diferente en cuanto a toda una serie de cosas que van sucediendo cada día, y que a mí me obligan a plantearme diariamente nuevas cosas. Cuando hablábamos antes de crisis…, yo, las crisis más importantes a las que he llegado ha sido en historias relacionadas con ella. Nuestra relación me ha llevado, y a ella también, a situaciones difíciles. Y, a partir de estas crisis, cada vez que sales, sales más convencido de cómo se ha de llevar esto y de cómo se ha de funcionar. Sales más convencido de la posibilidad ideal de relación, la ideal, sería la amistad. Aprendes que uno y uno no son dos, son uno y pico, como mucho, pero que ya es más. Hay muchas cosas que son nuevas para mí, yo también estoy debutando en esto.

— ¿Crees que vas a salir adelante?

— Sí, mujer, seguro. Pero salirse no quiere decir que nuestra historia de amor vaya a ser eterna. Lo único que quiere decir es que nos saldremos siempre y cuando nuestra relación intentemos tenerla clara hasta el momento que sea, que nos demos cuenta que cuando mejor estamos es cuando cada uno es como es y nada más. Y cuando te ves y te reconoces tal como eres, entonces llegas a funcionar tan de acuerdo como cuando haces el amor. Y esto tal vez es lo mejor, o es una de las cosas buenas que he sacado de esta relación. Un descubrimiento de infinitas cosas que yo no sabía.

— ¿Cómo decidiste formar pareja con Candela?

— No existió esta decisión absolutamente radical, todo fue una progresión. Todo son coincidencias, nos conocimos, empezamos a conocernos más, fuimos siguiendo, siguiendo, siguiendo, y aquí estamos. En un momento determinado decides que ya no tiene que ir más a casa de sus padres, o mejor dicho, lo decide ella, y cojonudo, a ver qué pasa. Y te das cuenta de que lo que va pasando está bien. Entonces vas, sigues funcionando, y pasan más cosas.

— ¿Y qué hay acerca de este segundo hijo?

— Ahí está. Creciendo, engordándose.

— ¿Y tú, qué?

— Oh, no sé, noia, ya veré, no sé. Espero que tenga suerte, que nazca sano, y lo demás, ya veremos.

— Tú tenías la costumbre de tener siempre un amigo del alma pendiente de ti. ¿Lo has superado?

— No. Yo tengo algunos amigos del alma, los hay antiguos y hay uno reciente.

— ¿Los coleccionas?

— No, me coleccionan ellos a mí. Esto de la amistad es una cosa que es lo más perfecto que existe. Es la entrega más egoísta y más generosa al mismo tiempo. Y se está bien.

— ¿Tú eres de los que son capaces de llamar a un amigo a las tres de la mañana, porque te sientes angustiado?

— Mira, parece un chiste malo, pero es que no tengo teléfono. Pero no, sin chiste, aunque lo tuviera no lo haría, porque me costaría mucho. La primera reacción es la de procurar no tocarle demasiado las narices al amigo, porque ya lo haces normalmente sin darte cuenta. Y también depende de la angustia de la situación. Posiblemente porque nunca he sufrido una situación en la que necesitara hacer esto y si me ha pasado he preferido salir a tomar el aire, echarme a caminar. Siempre pasa algo que te ayuda a llevar el coco hacia otro sitio, aunque luego vuelvas a darle vueltas… Pero, de la misma forma que a las tres de la madrugada no acostumbro a dar palizas por teléfono, sí las puedo dar a cualquier hora que me encuentre con un amigo…, que pueden ser las cuatro de la mañana. Y, si me lo encuentro, es hombre muerto.

— Hablemos de trabajo. Parece que no te apresuras mucho.

— Hay dos discos que se deberían haber grabado y que no lo he hecho porque tuve que elegir entre grabarlos o ensayar lo que tengo que tocar este verano, y entonces dije que prefería mucho más ensayar. Supongo que esto no les ha gustado a más de uno, pero tampoco tengo ninguna prisa, o sea, de alguna manera, tal vez esto me sirve para demostrarme a mí mismo que no soy un bicho comido por el sistema. Aunque esto sea una pura anécdota, tal vez es un resorte que me sale, y entre escoger una cosa que figura que es la obligación comercial, contractual, prefiero cuidar lo que representa lo que es mi trabajo directo, salir a un escenario y que todo vaya bien.

— ¿Cuántas galas tienes firmadas este verano?

— Muchas.

— ¿Y no te agobia?

— Es que es un trabajo que puede ser muy agradable, y que depende de tu planteamiento, tiene tanto de rutina como de novedad. Nosotros nos metemos en los pueblos, conocemos los rincones, sabemos dónde se come esto y lo otro…

— Y Candela va siempre contigo.

— Siempre.

— ¿Y a ella no le frustra ser sólo "la esposa de"?

— No sé, supongo que no. A mí me gustaría que sus frustraciones no las concentrara en mí. Es una cosa que la hemos discutido muchas veces, lo de que no tenga una actividad propia, pero yo la veo que funciona mucho más, mucho mejor y se siente más a gusto cuando se siente útil directamente conmigo, y no necesita un trabajo.

— Parece muy tranquila, muy relajante.

— Es muy reposadita. Y sabes, es bueno tener placidez cuando uno la quiere, aunque, también entiéndeme, hay cada tormenta de verano… Pero ya va bien. Es un aliciente.

— Tu no ignoras que ahora hay un público muy volcado al rock, que llena los recitales, marchoso…

— Es que, mira, yo no creo que haya una juventud rockera y unos tíos carrozas no rockeros. El rock viene de nosotros, de nuestra época, y pienso que nosotros somos mucho más generación de rock que las que hay en estos momentos. De la misma forma que pienso que eran mucho más interesantes los planteamientos del rock de los años 50 que esto de ahora, que no le encuentro nada nuevo. Y la juventud va funcionando con esta marcha porque le entra por el cuerpo, por los poros. Pero nunca la gente ha sido tan romántica, tan tierna, tan débil y tan indefensa como ahora. Creo que la juventud tiene menos suerte de la que se merece, infinitamente menos en todo, tú. Ellos tienen unos planteamientos de trabajo que nosotros nunca tuvimos, unas dificultades que tampoco tuvimos. Un día u otro tenía que reventar todo esto, y ha sido contra ellos.

Y hace un gesto amplio con los brazos, y sigue siendo el Serrat al que acuso de no conocer todavía lo bastante. ¿O sí? En todo caso, lo que sé de él, me gusta. Mucho.

Material extraído y recopilado de la antigua página de Paco Martín.


 Concierto en el Luna Park 1983
Vídeo montaje con el audio del concierto e imágenes de Serrat.


Joan Manuel Serrat en imágenes.

© Pere Mas Pascual (1997-2017)