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   4 de Abril 2017


Joan Manuel Serrat en imágenes.
(Cortesía de A. Arrieta)


"30 años con Serrat..."


Entrevista en «Viva»
(Suplemento del Diario Clarín)

Número 957

4 de Septiembre de 1994

Texto: Marcelo Figueras
Entrevista en Madrid: Juan Carlos Algarañaz
Fotos: Alejandro Cherep


“Todavía no pude escribir mi mejor canción”. Sus temas marcaron la vida cotidiana de ya varias generaciones. Hoy, a los 50 años y con 30 de carrera musical, se apresta a lanzar un nuevo trabajo que tituló “Nadie es perfecto”. En Madrid, Joan Manuel Serrat habló con VIVA de su familia, la Argentina, lo que le duele del mundo y lo que todavía espera del trabajo que eligió tres décadas atrás, cuando era un agrónomo sin demasiada suerte con las mujeres.

30 AÑOS CON SERRAT

Cuando se le pregunta por qué empezó a cantar, responde con la picardía que lo ha preservado siempre del pecado de la solemnidad: “Porque hacía más fácil tocarle el culo a las chicas. Cuando decía que era agrónomo me miraban como si nada. Ahora, cuando decía cantante...”

Joan Manuel Serrat tiene hoy 50 años y está a 30 ya de aquellos desaforados comienzos. Ahora es todo un señor, con un hijo casado y dos mujercitas de 15 y 7, “a las que trato de contar todo, para ver si me lo cuentan todo a mí”. Atrás quedó su padre, Josep, muerto hace ya más de diez años, a quien dice deber la bendición familiar sobre su vocación de cantante (“Fue él quien se enfrentó a mi furiosa madre para decirle: Mujer, deja ya, que el niño sabe lo que hace”). Esa madre, Ángeles, sigue iluminándole la vida. Como lo hace Candela, su mujer, madre también de María y Candelita, el puerto a que regresa al término de cada gira desde hace casi veinte años.

Porque Serrat es, por propia definición, un hombre de puertos. Nació el 27 de diciembre de 1943 en Poble Sec, Barcelona, “un barrio de las orillas, bien popular, con su constelación de tabernas, de rameras y de tipos de mar”. Y desde allí salió al mundo, con un mínimo bagaje –una guitarra, una libreta de apuntes– que le bastó para conquistar el corazón de miles de personas que lo tienen desde entonces por uno de los más sensibles cantantes de la lengua castellana.

A lo largo de 30 años de carrera, Joan Manuel Serrat ha sembrado música y palabras en varias generaciones. Ha cantado al amor con “Tu nombre me sabe a hierba”, ha apostado al futuro con “De parto” y renovada su esperanza con himnos como “Hoy puede ser un gran día” y “Cada loco con su tema”.

Puede que el Serrat de hoy tenga menos pelo que el desmelenado romántico de antaño, pero lo que se pone pronto de manifiesto es que no ha perdido mañas. Lo primero que hace al encontrarse con VIVA en la sala de ensayo donde prepara su próxima gira, es mostrarse apenadísimo por el atentado de la AMIA que tuvo lugar en Buenos Aires semanas atrás. “Es una doble tragedia. Está el hecho en sí, la brutalidad con las víctimas y el espanto que significa para sus familias. Pero también el que se quiera hacer pasar esta barbaridad como una forma de combate político.”

Lo que Serrat y su banda hacen en el estudio de las afueras de Madrid es ensayar los temas de “Nadie es perfecto”, su nuevo disco, al que presentará durante una gira nacional desde la próxima semana y por el que vendrá a la Argentina en el mes de octubre. Pero por más que no se haga manifiesto en ninguna parte –el título del disco es una declaración de principios que sin embargo no figura en ninguna de sus canciones–, el hecho de cumplir 30 años de trova seguramente lo ha aproximado a la necesidad de un balance.

“¿Qué por qué sigo cantando? Siempre quise escribir buenas canciones. He hecho algunas que no carecen de mérito, pero todavía busco aquellas canciones con las que soñaba cuando tomé la guitarra por primera vez”, dice.

Por aquel entonces Joan Manuel Serrat era poco más que el hijo de Ángeles y de Josep, plomero a sueldo de una empresa municipal. Eso sí: prometía mucho. A los 20 se había recibido de ingeniero agrónomo y con honores. Pero hasta entonces la música sólo había entrado a su vida –y literalmente– por la ventana, ya que ni siquiera tenía tocadiscos. La única "gramola" de la cuadra era de un vecino, en la que entre otras cosas se escuchaban los discos de Atahualpa Yupanqui que mandaban de Venezuela los hijos de otra familia amiga, según recuerda hoy desde la vereda de un café madrileño.

En el 66, y quizás por aquello “de la necesidad de ligar con las niñas”, escribió sus primeras canciones. Una de ellas fue “Cançó de matinada”, que llegó al número uno en la lista de un Estado gobernado todavía por Francisco Franco a pesar de estar cantada en catalán. Fue ese éxito el que lo impulsó a colgar la agronomía enfrentándose, incluso, a la posibilidad del rechazo familiar.

“Mi casa era un verdadero matriarcado. Hay que entender además que mis padres se habían sacrificado mucho para que yo me recibiera, y en ese sentido era el orgullo de mi familia. Así que cuando dije que quería ser artista mi madre se fastidió bastante. Recuerdo perfectamente la imagen de mi padre, sorbiendo su "cajarillo" –que no es un carajo pequeño, sino la forma en que los catalanes llamamos al café con unas gotas de anís o coñac– después de la cena. Sin levantar la voz dijo a mi madre: “Deja, que ya sabrá el chico lo que hace”. Nunca le agradeceré lo suficiente la confianza que tuvo en su hijo de apenas 20 años”, dice.

Ahora que es padre de hijos grandes (“Podría ser abuelo, ya”), Serrat aprecia más que nunca la herencia de sus mayores, Josep era anarquista, y desde el vamos, opuesto al régimen de Franco. “Los liberales han sabido siempre que los hombres podemos tener costumbres distintas, pero el alma –que sueña, que espera, que siente– es siempre la misma. Todos somos, en el fondo, el mismo padre o madre que ama a sus cachorros de maneras parecidas”.

Los cachorros de Serrat, claro le quitan el sueño en el buen y mal sentido de la expresión. El bueno no hace falta explicarlo. El malo tiene que ver con el mundo que, siente, se les está legando. “Hace unos días abrí el periódico y leí la historia de una niña de Brasil que había sobrevivido a un intento de asesinato de los Escuadrones de la Muerte. No pude resistirme a la tentación de hacer una canción que oficiara de espejo de esta tragedia. Cuando enciendes la televisión y escuchas a un niño de Ruanda decir a su madre: “Mamá, ¿habrá pan en el cielo?”, se te da vuelta el estómago. La única manera de mirar a tus propios hijos con dignidad es reaccionar ante las desgracias”, dice.

— ¿Habla de estas cosas con sus hijas?

— Por supuesto. Me importa mucho que no se les olvide que ninguna de estas muertes es normal. Nada hay más terrible que el acostumbramiento a la tragedia ajena, que nos vuelve totalmente insensibles.

La insensibilidad no es algo de lo que pueda acusarse a Serrat. En 1968 se negó a representar a España en el festival de Eurovisión porque el propio representante del gobierno de su país no lo dejó cantar en catalán (“Me increpó preguntándome si pensaba seguir siendo siempre un provinciano. Le contesté que nadie puede ser internacional si no es, primero, un buen provinciano”). Ese no fue su único choque con el régimen de Franco. En 1975, estando en México, declaró estar en contra del talante represivo de su propio gobierno, y la Junta Nacional del Sindicato Español de Artistas le prohibió trabajar “hasta tanto se retracte o manifieste que las declaraciones que se les atribuyeron son falsas”. Como resultado, Serrat vivió un año de exilio en México durante el cual “no pude crear una sola canción. Me sucedió como a Caetano Veloso, que al cabo de tres años exiliado en Londres solo pudo escribir un tema que decía: yo no tengo nada, nada, nada...”

Para entonces era ya una figura notable en España y Latinoamérica. Sus canciones oscilaban entre lo romántico de “Poco antes de que den las diez” (“Y en el umbral de tu puerta / borrarás la última huella / que en tu cara olvidé”) y el compromiso de “Manuel”. Su segundo disco, “Dedicado a Antonio Machado, poeta”, contenía el que sería el primero de los himnos: “Cantares”.

En 1969 llegó a la Argentina. Es entonces, cuando por aquí todavía era un Don Nadie, que conoce a una muchacha llamada Alicia y le escribe un tema llamado “La montonera” que nunca llegó a grabar. “Con esas manos de quererte tanto pintaba en las paredes “Luche y vuelve” / manchando de esperanzas y de cantos las veredas de aquel 69... / Qué buen vasallo sería / si buen señor tuviera”. “Alicia –dice- murió a manos de los matones de López Rega”.

Sus simpatías con la izquierda hicieron que a partir del golpe del 76 se prohibiera la difusión de sus temas en la Argentina. Cuando regresó en 1983, después de casi nueve años de ausencia, salió al escenario del Gran Rex negándose a propinar ningún golpe bajo de esos que hubieran sido tan comprensibles y se lanzó a cantar como si fuera la última vez. Un año después volvió, y esa vez visitó la cárcel de Devoto para pedir por la liberación de unos presos políticos que hacían huelga de hambre. Un periodista le preguntó entonces si hacía esa clases de cosas en España. Su respuesta fue tajante: “En España no hay presos políticos”.

Su apoyo al PSOE liderado por Felipe González le valió un ofrecimiento para ser senador por Cataluña en 1982. Le pidió consejo a su madre, que se limitó a decirle: “Hijo, sé feliz”. Serrat, claro, no aceptó.

— ¿Se siente defraudado por el gobierno al que apoyó?

— Mentiría si dijera que sí. Hay cosas que me confortan. pero sigo esperando que el PSOE lleve a cabo una política social seria a favor de los más indefensos y, en especial, una limpieza a fondo que barra con todo rastro de corrupción.

— El Partido Socialista español tenía una tradición de integridad moral. ¿Qué opina de las acusaciones de corrupción?.

— El PSOE no es el único depositario de la corrupción. Además es un tema que lamentablemente ya está establecido como una norma en la sociedad. Aquí se habla mucho de corruptos pero nada de los corruptores. Y para que exista la corrupción hacen falta dos: el que pone la plata y el que la recibe. No creo eso de que para hacer un negocio no hay más remedio que pagar un soborno. Un ciudadano debería negarse a pagarlo. De otro modo estaría anteponiendo sus intereses particulares a los intereses del país, y entonces no podría abrir la boca para hablar de integridad. El único derecho que asiste a un corruptor es el de recurrir a un abogado cuando lo juzguen.

Cuando dice cómo se sienten muchos europeos de su misma edad en la Europa de hoy, a los que la maquinaria productiva considera ya fuera del sistema, la imagen que usa es lisa y llanamente tanguera: “Se sienten solos, fanés y descangayados”. Serrat conoció a Edmundo Rivero (su “profesor particular” de lunfardo), a Osvaldo Pugliese –con quien cantó “Melodía de arrabal” en el teatro Albéniz de Madrid, a mediados del 88– y hasta a Aníbal Troilo. En 1972 Serrat fue a la mítica tanguería Caño 14. Tocaba Troilo. Alguien le avisó al Gordo de la presencia del español e inmediatamente le dijo: “Subí, galleguito, subí”. El tango que hicieron juntos fue “Sur”.

La pasión por esa música –alguna vez dijo que le gustaría formar una orquesta típica– se extiende a la ciudad que lo vio nacer. “Tengo la camiseta de Rojitas, salí campeón con el Boca de Di Stéfano, conocí el hipódromo me hice 'burrero' de ley. Creo que tengo ciertos derechos para sentirme un porteño más”, dice.

De todas las veces que Buenos Aires se rindió a sus pies, ninguna más impresionante que la de junio de 1991, cuando cantó en la Plaza del Congreso ante 200.000 personas a cambio de ropas y alimentos para las víctimas de las inundaciones. El público de esa tarde –hombres, mujeres, grandes, chicos, familias enteras– fue una muestra perfecta de su ascendiente sobre todo tipo de gente.

“¿Qué por qué me siguen? Quizás se sientan identificados con un tipo que cree en la tolerancia y la solidaridad aunque viva en una sociedad egoísta e intransigente”, dice.

Lo que no resulta difícil es entender por qué este hombre de 50 años, con toda su conciencia respecto de un mundo que tiene tantos marginados que ya forman una sociedad paralela no pierde nunca el optimismo. En 1989, la Municipalidad de Buenos Aires nombró Secretario de Cultura al poeta Horacio Salas, algunos de cuyos versos fueron la inspiración de la inolvidable “Esos locos bajitos”: “Niño, deja ya de joder con la pelota / que eso no se dice / que eso no se hace / que eso no se toca”. Serrat, que sabía del exilio y penurias de su amigo durante la dictadura, le mandó por fax una frase escrita por Shakespeare: “Nunca está más oscuro que cuando va a amanecer”.

A lo largo de 30 años de carrera, Serrat no ha hecho más que cantarle a todo aquello que ayuda a vivir. El amor. Los hijos. La infancia. Los amigos. (“Mis amigos son unos atorrantes / se pasan las consignas por el forro / se exhiben sin pudor, beben a morro / y se mofan de cuestiones importantes”). Y, por supuesto, la esperanza de un mundo mejor. “Antes que nada –se ha cuidado de aclarar en uno de sus temas más famosos- soy partidario de vivir”.

Quizás por eso su voz y sus palabras sirvan como talismán a tanta gente. Porque son sinónimos de lo mejor que se ha vivido y sentido en algún momento de la vida.

Esta claro que nadie es perfecto. Pero en el caso de Serrat –el compadre, el poeta– bien podría concedérsele el beneficio de la duda.


Los sonidos de una historia

Su primer recuerdo musical.

Las canciones de zarzuela que interpretaban Juan Valderrama y Conchita Piquer, el cuplé anterior a Sarita Montiel y los boleros de Juanito Segarra. Ya su padre decía, por entonces, haber conocido a Gardel “en un local del Barrio chino de Barcelona. Y además le daba por cantar tangos. Era muy malo, pero lo hacía con mucho sentimiento”, recuerda hoy.

 Serrat compositor.

Comenzó a escribir sus primeras canciones a fines de 1964, para un grupo de rock del que formaba parte y más tarde ingresó en Els Setze Jutges (Los 16 jueces). En aquel entonces el catalán estaba virtualmente prohibido en los medios de comunicación. Sin embargo todos sus temas de entonces son en ese idioma: “Ara que tinc vint anys” lo populariza en su ciudad natal, Barcelona, y “Cançó de matinada” lo lanza al estrellato como una figura opuesta al régimen.

El hombre que amaba a los poetas.

Serrat descubrió la poesía de Antonio Machado y de Miguel Hernández en las ediciones de la muy argentina Losada, ya que no eran la clase artistas –como Dalmaso Alonso, por ejemplo– que Franco veía con buenos ojos. Al poner música a sus versos en dos de sus mejores discos, Serrat contribuyó a difundir su obra y su imagen. “Lo único que lamento –dice hoy- es que la gente no conozca de ellos más que esas canciones. Es como pretender apreciar un libro habiendo leído apenas la solapa”.

Miralles.

Desde los comienzos, los arreglos de Ricardo Miralles fueron la base de su música. tanto, que Serrat habla de él como de “mi cincuenta por ciento”. Hubo una breve separación para la época del álbum “Mediterráneo”, pero luego volvieron a asociarse para una seguidilla de obras inolvidables: “En tránsito” (donde estaban “Las malas compañías”, “Una de piratas” y “Esos locos bajitos”), “Cada loco con su tema” y “El sur también existe”, esta vez sobre poemas de Mario Benedetti. Una dupla tan indisociable como la de Laurel y Hardy, Gath & Chaves, Robin y Batman...

Los Serrat: retrato de familia

Josep y Ángeles Serrat tuvieron un único hijo, Joan Manuel, pero en realidad tuvieron cuatro. Josep tenía otro hijo por su parte, al que terminó criando Ángeles. Y además había dos sobrinas de Ángeles cuyos padres habían sido asesinados en la guerra civil –los Serrat perdieron en total 32 parientes de sangre– que vivieron desde entonces con ellos.

“Así es la cosa. Cada uno viene de un lado diferente, pero yo prefiero pensar que somos cuatro hermanos”, dice hoy Serrat. Serrat con su hijo Queco

Ángeles sigue siendo hoy “la mamma, la que corta el bacalao”. “Cada vez que pienso que un día morirá, me digo que no sabré cómo hacer para estar sin ella”, explica. La madre de Serrat volvió al Poble Sec después de la muerte de Josep, pero está en contacto permanente con su hijo famoso.

Y con sus nietos, claro. Serrat tiene hoy tres hijos. Manuel, al que siempre llamó Queco, de una mujer de la que se separó hace dos décadas. Manuel tiene hoy 25 años, acaba de casarse y amenaza con convertir a su padre, que siempre fue a su manera un “sex-symbol”, en un abuelo con todas las de la ley. Con sus hijas Candela y María

Y finalmente están María y Candelita, las hijas que tiene con la mujer que es su pareja desde hace casi veinte años. “Creo que paso mucho tiempo con mis hijas. Más que los ejecutivos. Más que los trabajadores comunes. Claro que hay épocas en las que no ven nada de mí, pero cuando estoy, estoy”, dice Serrat.

Lo que también dice es que no convive con tres mujeres –Candela, María y Candelita– sino con cuatro. “Mi madre está allí de vez en cuando. Y aún cuando no viva en casa, está allí. ¿Si me preocupa el matriarcado por partida doble?. No puedo quejarme, las mujeres me han tratado mejor de lo que yo las traté”.


Opiniones

Miguel Ángel Solá (actor argentino):
“De pibe no me gustaba la música en castellano. Había mucho club del clan. Entonces llegó Serrat. La primera vez que lo vi fue en televisión, un tipo flaquito, alto, con melena y una guitarra española. Empezó a cantar “Fiesta”. Y me cambió la existencia.
La vida pasa y Serrat siempre está ahí con algo sabio que decir. “Lucía”, “De parto”, y sobre todo “Algo personal” (“Se arman hasta los dientes en el nombre de la paz / juegan con cosas que no tienen repuesto / y la culpa del es del otro si algo les sale mal / entre esos tipos y yo hay algo personal”) son algunas de mis favoritas.
Me gustan las personas con coherencia entre lo que son y lo que hacen. Serrat nunca dio motivo para desconfiar de él. Y todavía sigue ahí, acompañando a los que también creemos en utopías”.

Fernán Mirás (actor argentino):
“Mi mamá ponía sus discos hasta destruirlos. A los 14 años, y sufriendo el primer desengaño amoroso, descubrí “Balada de Otoño”: era somo si la hubiera escrito para mí. En el 83 falté al colegio dos veces para verlo por la tele. Se lo debo a mi vieja. A cambio le recité alguna vez el “Soneto a mamá”: “No es que no vuelva porque me he olvidado de tu olor a tomillo y a cocina. Es que perdí el camino de regreso”.

Material copiado y recopilado de la antigua página de Paco Martín.


Joan Manuel Serrat en pósters (21)


Joan Manuel Serrat en frases o canciones.


Joan Manuel Serrat ha sido, es y será, para varias generaciones de hispanohablantes de uno y otro lado del Atlántico, una parte fundamental de la banda sonora de nuestras vidas.
Joan Manuel Serrat ha estat, és i serà, per a diverses generacions de castellanoparlants d'un i altre costat de l'Atlàntic, una part fonamental de la banda sonora
de les nostres vides.

© Pere Mas Pascual (1997-2017)