Joan Manuel Serrat: el realismo de soñar

Paisajes de la Memoria - Juan Gerardo Sampedro
Gracias a Juan Lauro.
(2/2/2006)

En 1975, durante un forzado exilio de su propio país, Joan Manuel Serrat recorrió México ofreciendo varios conciertos. Franco le había prohibido cantar en catalán, cerrándole definitivamente todos los espacios.

Esa gira que Serrat realizó en México se llamó "Primavera 1975". Su oposición a las dictaduras (la franquista y las del Cono Sur), le merecieron un alto respeto: es, desde los años 60, el músico y poeta que la gente quiere, lo que –en sus propias palabras– se traduce "en una bendición" en "este mundo, donde todo se mide por las cosas y el dinero".

A Joan Manuel Serrat le ha sido conferida la más alta distinción que una universidad puede hacer a una destacada personalidad.

Merecido homenaje de la Universidad Autónoma de Puebla a quien, aparte de su posición política, es un gran intérprete de dos poetas que fueron perseguidos en la funesta época de Franco: Antonio Machado y Miguel Hernández.

En 1975 y debido a las tres razones que él esgrimió en su discurso que dictó en el Salón Barroco del Edificio Carolino "el claustro de profesores" –como él lo nombró–, Francisco Franco, en una infame declaración, lo calificó como "el mariachi de Echeverría".

Y esas tres razones por las que se ha enfrentado a la vida son su contribución a la poética musical, su contribución a la lucha por la democracia y su oposición de siempre a las dictaduras, por un mundo libre y digno, sean cuales sean.

Quizá por eso le agrada que lo definan como un "latinoamericano de Barcelona". Esas tres razones, lo confiesa, no le han costado nada, porque han sido su "propia defensa".

"Para querer y ser querido estoy en el mundo," dijo. Ésa es una frase que sólo un poeta de su talla puede expresar.

Serrat citó también, en un momento, las palabras de con las que Pedro Vargas solía despedirse de su auditorio: "muy agradecido/ muy agradecido/ y muy agradecido" porque (y cuánta razón le asiste) la gratitud –vuelve a retomar las actuales condiciones del mundo– ya no es cosa común.

Inteligentes, creativas y de una gran honestidad me parecieron las palabras de Joan Manuel Serrat, un verdadero poeta, sencillo, documentado y con toda una historia de la vida a cuestas.

He recordado ahora que en una ocasión, hace años, Ricardo Rocha, en una entrevista en vivo para la televisión mexicana, le hizo un absurdo cuestionamiento. Le dijo: "Serrat tiene mucho dinero… ¿por qué gusta de vestir de jeans y de camisa de mezclilla?" Serrat no lo pensó dos veces y respondió: "porque no tengo que conducir un programa de televisión". Ricardo Rocha entonces sólo alcanzó decir a modo de defensa y medio tartamudeando: "Serrat, siempre tan imaginativo, siempre tan inteligente y siempre con una respuesta espontánea… ¿por qué no nos interpretas una canción?" Y Joan Manuel Serrat volvió: "porque me han contratado para dar una entrevista y no para cantar". Como es de imaginarse, Rocha enmudeció.

Dentro de su enorme repertorio musical –recordemos "Dedicado a Antonio Machado", "Com ho fa el vent", "Mediterráneo", "Penélope" o "Cada loco con su tema"– hay un disco (1973) que Serrat interpreta en catalán a la manera de los trovadores medievales: "Per al meu amic", y en ese acetato hay una canción que yo escuché como loco hasta que me la aprendí de memoria: "Els falsiots", y dentro de la canción una hermosa frase que tengo presente. "Els falsiots" se traduce en algo así como "Los vencejos".

He aquí la frase resumida: "Que vuelen los vencejos/ no quiere decir que/ se tenga que bordar el cielo de lucecitas/ o que se pinte la luna un cuarto creciente/ que vuelen los vencejos tanto le da al cielo (…) Tanto le da o le importa tanto que cuando los vencejos se van/ el cielo se queda llorando."

Reivindiquemos –como lo ha propuesto Joan Manuel Serrat– el realismo de soñar. Un enorme acierto de la Universidad Autónoma de Puebla al otorgar el Honoris Causa a un ser que está en el mundo para querer y ser querido: Joan Manuel Serrat.

Pere Mas (1997-2018)