Reseñas en prensa.

El cantautor Javier Krahe publica el disco «Dolor de garganta»

Crítica del concierto del 2 de diciembre de 1999: "Dolor de garganta"

Crítica de sus conciertos en madrid: diciembre de 1998

Crítica

Javier Krahe: el gran burlón

JAVIER KRAHE "Otozán corañol"

Javier Krahe «Siempre me pregunto por qué le da a la gente por echarle un voto a Manzano»

Entrevista a Javier Krahe


 

El cantautor Javier Krahe publica el disco «Dolor de garganta»

«La música nunca ha servido para cambiar el mundo»

MADRID.-A lo largo de la historia de la canción de autor en España hay dos leyendas que acompañan tradicionalmente el nombre de Javier Krahe, que ahora publica el disco Dolor de garganta. Una es su paso por La Mandrágora (el grupo seminal de Sabina y Alberto Pérez) y la otra, que fue la primera persona que dijo en televisión la palabra «gilipollas». «La anécdota sobre esa canción», explica, «es bastante tonta. No se trata de un acto premeditado de provocación, ni nada parecido. Estábamos en el programa de Tola donde íbamos a tocar y, de pronto, nos dijeron que había un problema con unos militares (la verdad es que no me acuerdo de cuál) y que teníamos que actuar durante media hora más. En un principio yo no iba a cantar Marieta, esa versión de Brassen en la que estribillo repite una y otra vez la palabra gilipollas porque Tola nos había dicho que podíamos elegir un repertorio distinto, pero con lo de la media hora de más había que ampliar el número de canciones y no teníamos muchas más... y es increíble porque la gente aún se acuerda de eso». Ese detalle ayuda a entender el personaje de este cantautor de 55 años que casi siempre se ha mantenido al margen, a cinco minutos del éxito, cuando el resto de los cantautores de su generación han llegado a la gran masa. En Dolor de garganta (que se presenta los días 22 y 23 de diciembre en la sala Galileo de Madrid), Krahe rinde homenaje a La Celestina e incluye una canción, en la que ironiza sobre su condición de cantautor para minorías aunque, eso sí, afirma que les quita las novias a los compañeros que llegan al disco de platino. «Yo soy perfectamente consciente», declara, «de dónde estoy y no viene mal, de vez en cuando, tomar distancia sobre uno mismo». El dice que es realista, pero lo cierto es que al oír sus declaraciones uno piensa que, más bien, tiende al pesimismo. «No creo que este disco vaya a ser un éxito de ventas», declara, «no me parece que España esté como para oír mis canciones». Después de una frase así de drástica, cuando uno se pregunta el porqué de esa opinión, Krahe se limita a remitir a las listas de éxitos. «Teniendo en cuenta lo que está en el número uno», explica, «me temo que mis discos no van a interesar a demasiada gente».

Vivir sin presiones.

A él, de todas formas, no le importa demasiado. Krahe nunca deja de actuar en directo y dice que con eso se conforma. «Nunca, ni siquiera al principio», explica, «he tenido la tentación de vender muchos discos ni de ser famoso. Yo siempre he dicho que la cifra ideal de ventas (a la que nunca he llegado) es 30.000 discos porque es casi disco de oro [50.000], pero no llega y así puedes vivir tranquilo, sin presiones». Eso de «sin presiones» significa que Krahe pueda hablar de lo que le dé la gana sin que nadie le acote terrenos. En este disco, como casi siempre, las mujeres son las protagonistas y la razón es bien sencilla. «A mí», declara, «las canciones me llegan a partir de una frase o de una idea y la verdad es que me resulta más agradable pensar en la mujeres (que es lo que, por otra parte, suele rondarme la cabeza) que en asuntos sociales o en la política. Yo nunca he creído que la música sirva para cambiar el mundo, así que prefiero centrarme en temas que me diviertan, como las mujeres». (c) Diario El Mundo, 1999.

Fuentes: EL MUNDO, música 22/12/1999 Silvia Grijalba


Crítica del concierto del 2 de diciembre de 1999: "Dolor de garganta"

Paso al maestro...

Intérpretes: Javier Krahe (voz y guitarra), Javier López de Guereña (guitarra), Fernando Anguita (contrabajo), Federico Lechner y Reverendo (órgano), Rodrigo Díaz Bueno (cello), Andreas Prittwitz (vientos), Jimmy Ríos (percusiones), Antonio Calero (batería)./ Escenario: Sala Galileo Galilei./ Fecha: 23 de diciembre. (****)

MADRID.- Una banda de armas musicales tomar se trajo Javier Krahe para presentar Dolor de garganta, su nuevo compacto. Una banda en la que el libre albedrío instrumental pone perfecto orden armónico a su repertorio, oscilando del music hall y la session jazzística a la recreación de partituras renacentistas. El cantautor al que tantos no escuchan desde Marieta, lleva casi 20 años aireando composiciones lúcidas, de rima incontestable y chispa coloquial, costumbrismo mordaz, vuelo lírico de caída libre y guiño cultista en vena. Canciones de arte y ensayo, de receta obligada para melancólicos, huérfanos de la poesía contemporánea y, por qué no, bravos de germanía, entre las que se insertan otras dignas del romancero popular más asequible. Nada que ver con la falta de respeto a la inteligencia del público que suponen otras cantinelas al uso sensible y sensiblero. De cualquier forma, en Madrid, Krahe se aplicó incluso a la guitarra para interpretar hasta Marieta, la adaptación de George Brassens que ha reincorporado a su repertorio de directo. Eso, teniendo en cuenta que su peripecia sardónicosentimental continúa en ¡Por fin!, uno de los temas contenidos en su último lanzamiento. Otro de ellos, Salomé, se acopla con la temática anterior de Canas al aire, lo que también le dio ocasión de presentar ambas piezas juntas. Y, después, llegaron más títulos recurrentes entre sí, que encadenaron y le pusieron un dinamismo sin precedentes a su repertorio. Un cancionero en el que tampoco faltó su Cuerpo de Melibea para celebrar el aniversario de La Celestina, además de una jota-blues con versos impresionantes al cine de Buñuel. Javier Krahe no necesita aspavientos para demostrar su talento y poder de comunicación. Sólo la dosis de teatralidad justa sobre el escenario. Nunca, como en sus recitales, se llevaron mejor el pensamiento radical y la estética de la suavidad.

Fuentes: EL MUNDO, música 26/12/1999 Maurilio de Miguel


Crítica de sus conciertos en madrid: diciembre de 1998

Licencia para cantar

Intérpretes: Javier Krahe (voz), Javier López de Guereña (guitarra), Fernando Anguita (contrabajo), Andreas Prittwitz (vientos), Jimmy Ríos (batería)./ Escenario: Café Central (Madrid)./ Fecha : 7 al 27 de diciembre. (***)

MADRID.- Los artistas mayoritarios con más escrúpulos, quejosos ellos de lo pequeño que se les queda Madrid, deberían aprender del temple de cantautores supuestamente desahuciados como Javier Krahe. Ellos se lamentan de que la capital sólo les da para un gran concierto al año. Al citar a Krahe, no obstante, hablamos de alguien capaz de actuar casi una cincuentena de veces en el mismo foro, de pequeña en pequeña sala. Haciendo cuentas sobre el público que acaso acabe escuchándole, cada año en Madrid, no suma menos de 5.000 personas... ¿Podemos calificar a Krahe, según estas cifras, de cantante marginal? Por supuesto que no. Lo que ocurre es que el autor madrileño, con sus limitaciones de garganta y su ilimitado talento para el verso, fue desde siempre partidario de supeditar su oficio a la apetencia y, sobre todo, a sus ciclos de creación por toda ley. Tanto es así que lo ha terminado dotando de una lógica que pone en evidencia la dinámica irracional, gregaria e incluso esclavista que envuelve al grueso de sus colegas de profesión. Frente a las urgencias discográficas que ellos demuestran, Krahe espera a grabar su siguiente compacto, hasta que las canciones destinadas a él han crecido sobre el escenario. Y, a razón de ello, nos está sugiriendo, en estos recitales, que pronto se meterá en el estudio. Ya es mucha la altura alcanzada por temas suyos de nuevo cuño como Sonata de otoño, La ley del mercado, Dama de mis pensamientos y Cuerpo de Melibea, entre otros. Canciones que añaden una pincelada lírica, para muchos inopinada, al repertorio fundamentalmente satírico y costumbrista que lo definía. Hay poesía de alto vuelo y recién horneada, en las últimas actuaciones de Krahe, frente a lo que podría esperar quien se plantea escuchar de sus labios la sempiterna Marieta o La hoguera. Y es que, ante todo, lo suyo es traicionar al público, negarle peticiones del oyente, para hacer de cada uno de sus encuentros con él algo irrepetible, inesperado, estimulante. He aquí una tarea en la que, además, participan cada vez más activamente sus músicos. Pocas veces escucha uno a instrumentistas tan cómplices y libres, en torno a un rapsoda con escuela frente al espejo, aura, humor filosófico hacia la primera persona poética que exhibe y hasta licencia para cantar.

Fuentes: EL MUNDO, música 22/12/1998 Maurilio de Miguel


Crítica

"Un cantautor de la mejor escuela, de esa que tiene su origen en Brassens y hace canciones con ideas inteligentes, un cantautor "culto", más amante de la literatura que de los comics, con un tono más próximo a la conversación que al panfleto o al sermón. Susa canciones, largas y complejas, vienen llenas de divertidos guiños cómplices en todos sus temas: los humanos, con las fascinación y los tormentos que tiene la vida, el paso del tiempo, los hombres y las mujeres y los divinos con sus ritos y su santoral; porque Javier Krahe practica esa cáustica religiosidad de los irreverentes.

Y pocos cantantes tan fieles a sus músicos, tan amigos suyos como del Central: Andreas Prittwiz, Javier López de Guereña, Fernando Anguita y Jimmy Ríos. Así, quien no lo pasa bien es porque no sabe o no quiere"

Extracto del programa de enero y febrero de 1994 del "Café Central"


 

Javier Krahe: El gran burlón

Javier Krahe es un as, esto está fuera de toda duda. Genio y figura ya desde sus tiempos de estudiante en el colegio pijo-madrileño de El Pilar («un sitio demasiado rancio para que yo encajase») y desde luego durante sus tres años de actuaciones en La Mandrágora, junto a Alberto Pérez y Joaquín Sabina.

Pero ya digo que Krahe se mueve a su propio ritmo y marca a su modo su calendario laboral, así que este singular cantautor, «el único discípulo diplomado por Brassens que nos queda», como acertadamente le definió el periodista Xabier Recalde, nunca gozó de los favores del comercio musical. Al pairo, intuyo que se la trae. Pero lo que realmente interesa al espectador es su capacidad para musicar escuétamente una palabras que, aquí sí que sí, juegan con astucia a su favor. Mordaz y brillantemente sarcástico como pocos, el madrileño desprecia el gesto airado para afrontar los asuntos más serios con una tranquilidad y aparente intrascendencia que no hace sino dotar de mayor calado su crítica certera. Con sagacidad y destreza, Krahe se carcajea del ser humano con esa especie de absurdo hiperrealismo que constituye su marca de fábrica. Acaso sea su autodefensa contra nuestra condición de incomprensibles. Su último disco es Dolor de garganta, el mismo que el próximo miércoles 10 presentará en directo –formato trío– en Alcantarilla. Un concierto de Javier Krahe siempre es recomendable, pero después de ver disparates tipo Gran Hermano todavía más. Mucho más

Fuente. Diario "La verdad" 09/05/00 Texto: Jam Albarracín


 

JAVIER KRAHE "Otozán corañol"

Intérpretes: Javier Krahe (voz); Javier López de Guereña (guitarra); Fernando Anguita (contrabajo) Lugar y fecha: Cotxeres de Sants (11/II/2000). Festival Barnasants DONAT PUTX

De nuevo tuvimos a Krahe en el cartel de Barnasants. Había una espléndida entrada en la presentación de "Dolor de garganta", un nuevo título para añadir a su discografía desde 1980. Siempre resulta sano encontrarse con el repertorio de este autor, con esas canciones que le llevan a uno por lo peor del mundo. Mundo que disecciona felizmente en "Antípodas", un tema descreído y lúcido de cuya crítica no escapan cuestiones de interés general como el balompié. Entre vasos y humo, y junto a sus dos músicos, Krahe bromeó sobre casi todo, incluida su edad. Recientemente, ha querido escribir algunos números a propósito de tal cuestión. Es el caso de "Salomé", su particular tesina acerca de una moza de veinte años que se ocupa de los años veinte en una tesina. Krahe - que se retrata como usuario de zepelines- ha armado con sustancia este compendio de versos sugerentes y espejos que alucinan. Cantó también la sonata donde nos habla de su "corazón otoñal", que por amor al disloque convierte en "otozán corañol", y donde advierte que no es "ni feo, ni católico, ni sentimental", aspecto este último del que no está muy seguro. Junto a los temas de su flamante disco, el cano autor convocó sus más logradas historietas. La inexcusable "Paréntesis", apuntes sobre los celos - los simples y los mezquinos- o casos como el de "Don Andrés octogenario", al que enterraron con el ataúd entreabierto por una insospechada razón. La escritura de Javier Krahe siempre ha sido escéptica, rematadamente divertida cuando busca la fatalidad. A lo que se agregan sus dotes escénicas, que son de aúpa: el gag "latino" con que adorna "La Yeti" sigue siendo decididamente hilarante. Entre una cosa y otra, el directo de Krahe es de lo más sólido de la escena actual.
(C) 2000 La Vanguardia.

Fuentes: LA VANGUARDIA 15/02/2000


Javier Krahe «Siempre me pregunto por qué le da a la gente por echarle un voto a Manzano»

Es un narrador de historias. Socarrón y gua-són. Ha hecho el «gilipollas pegado al manillar» de una bicicleta esperando a Marieta. Ha retratado a Felipe González como «el hombre blanco con lengua de serpiente» en los tiem-pos del referéndum de la OTAN. Y recomendaba hacer alpinismo cuando todo se venía abajo, cuando «todo da lo mismo».
Es Javier Krahe. Cantautor madrileño, 58 años. Fumador de puritos. Admite que el victimismo sentimental con el que se representa en sus textos es fingido. «Las mujeres siempre me han tratado infinitamente mejor de lo que cuento en las canciones», reconoce entre risas. Su rostro recuerda los aires hidalgos del caballero cervantino de la triste figura. Viste chupa de cuero. Y lleva más de 20 años subido a los escenarios, principalmente cafés y teatros, libando los dulces licores de la noche. Capaz de convocar en una misma estrofa a la ocurrencia más trivial y el pensamiento más profundo, es un reputadísimo tripulante del buque que conduce a los viejos lobos de mar de la música madrileña hasta el puerto de la golfería (Sabina, Gran Wyoming, Pepín Tre o Moncho Alpuente). Medio país ha escuchado alguna vez aquella grabación mítica de «La Mandrágora» (1981), donde cantaba con Sabina y Alberto Pérez. Dice que nunca es él quien primero habla de ese disco, sino que son los periodistas quienes vuelven machaconamente a preguntarle por él. Krahe inauguró el pasado 15 de febrero el ciclo «Cantando a la luz de la luna», que un año más organiza el Ateneo Cultural 1º de Mayo de CC.OO. Le seguirán otros artistas, como Albert Pla o Faemino y Cansado.

P. En «La Mandrágora» le cantabais a un Madrid vivo y canalla. Primero se llevaron la movida. Luego, la calle. Y ahora quieren supri-mir la diversión en la vía pública. ¿Qué nos queda?
R. Iremos improvisando. Tampoco se hacía cultura antes en los sitios porque hubieran puesto espacios para hacer cultura allí. Cantidad de bares donde yo he actuado los han cerrado. No sólo en Madrid. Y, sin embargo, salen otros. Siempre hay más inventiva.
P. Se habla mucho de tu soledad artística, no eres un cantante de multitudes; ¿renunció Krahe a los grandes caminos para seguir los senderos?
R. No todo el tiempo es pura y libre elección de uno. Dudo mucho que se me abrieran los grandes caminos. A lo mejor se me habrían abierto con otra actitud. Pero uno es lo que es, y no me habría sentido cómodo con las masas.
P. Krahe es un artista independiente, nunca un aislado. ¿Correcto?
R. Aislado, no. Independiente, lo más posible.
P. El camino del exceso conduce al palacio de la sabiduría. ¿Te identificas con esta máxima?
R. Es una de las mías. Hay varios caminos para la sabiduría. Uno puede ser el exceso. Otro puede ser el ayuno. Hay varios caminos. Y uno es el vino Veritas, por ejemplo. Pero mucho me temo que cuando uno bebe debe ser medio sabio para no andar borracho perdido todo el día.
P. ¿Qué te parece este Madrid de siglo XXI, gobernado por un alcalde con regustos decimonónicos?
R. Una vez se me ocurrió decir algo despreciando al alcalde de Madrid, y recibí posteriormente
un anónimo con letra de persona mayor poniéndome verde. Me decía que cuándo íbamos a tener uno como éste. Yo siempre me pregunto, pensando en los que votan: por qué os da por echarle un voto a éste señor.
P. El españolito del Seat 600 hoy conduce un Audi pagado a plazos, ya no veranea en Benidorm, sino en Disneyworld. ¿Estamos mejorando? Digo yo que todo el mundo estará mejor alimentado, y eso es mejor. Pero poco más. El cerebro humano no parece que sea mejorable socialmente. Indudablemente, no estamos donde yo quería estar. Aunque hay una mayoría que sí está donde quería estar. La sociedad española es más conservadora; pero es que, a lo mejor, ahora tiene algo que conservar, y antes no tenía prácticamente nada.
P. «El hombre blanco tiene lengua de serpiente». Si el compromiso está mal visto, ¿quién va a alzar la voz? Siempre hay gente. Ya surgirán. Ya que mencionas esa canción («Cuervo ingenuo»), en aquel año (referéndum de la OTAN) dar caña en forma de canción sólo la dimos muy pocos. Dudo mucho de que la función de los que hacen canción sea hacer canción social. No creo que ni la canción, ni la poesía, ni la pintura, ni una obra de teatro sirvan para incidir socialmente en una transformación.
P. Dicen que la juventud de un ser humano no se mide por los años que tiene, sino por la curiosidad que almacena.
R. La curiosidad es fundamental para sentirse activo. Después de la curiosidad, puede venir algo que es seguir vivo. Pero, desde luego, lo que se llama joven ya no lo soy. Se puede ser más contemplativo y menos activo. Machado tiene razón cuando dice que sólo hay una juventud, «la de dentro y la de afuera».
P. Una frase asegura que los peores verdugos son los que tienen buen corazón. George Bush, alma que presume de rezar todos los días, parece un tipo peligroso como él solo. ¿Será un verdugo con buen corazón?
R. Bush no tiene buen corazón. No sé cómo son los buenos o malos verdugos. A algunos, incluso, se les toma muchísimo cariño, como al de Berlanga. Bush es otra cosa. El representante de buen número de estadounidenses que no se distinguen por tener buen corazón.
P. Si te diera un jamacuco como a Sabina, ¿te volverías también un moralista? Después de haber predicado durante toda su discografía la mala vida, ahora recula y se echa para atrás.
R. Lo que espero con mucha curiosidad es qué canciones va a hacer. Estoy convencido de que las hará muy bien y volverá a ser un cínico, desde la moderación, con sus nuevas propuestas. Hay que ver cuánto había de mentira en sus canciones. Lo más importante para él es vivir. Si para vivir tiene que enclaustrar sus malos pensamientos, pues lo hará.
P. Con 30 años menos, ¿te habrías presentado al casting de «Operación Triunfo»?
R. No. Porque nunca me he considerado un cantante y estos chicos se consideran cantantes.
Yo me considero un narrador de historias con música y forma de canción. Yo no manejo la voz como esos chicos, ni tengo el menor interés porque no me gusta. Imagínate, tener que sostener una nota, cuando no puedo sostenerla más que cuando la doy y la décima de segundo que tiene que durar.

Fuentes: ccoo FRAN LORENTE


 

Entrevista a Javier Krahe

Hace unos meses pasó por Aranda Javier Krahe, todo un personaje en el mundo de la música, a quien todavía se recuerda por sus memorables grabaciones junto a Joaquín Sabina y Alberto Pérez en el trío La Mandrágora. De eso hace ya unos cuantos años y varios discos. Nos concedió la siguiente entrevista después de su actuación en la Casa de Cultura.

Pregunta- ¿Cómo fue que empezaste en esto de la música? Surgió, te gustaba, la familia...
Respuesta- No, la familia no. Fue gusto personal, por ver recitales. En mi familia son todos ingenieros.
P- Tú te hiciste muy popular gracias al grupo La Mandrágora, junto con Alberto Pérez y Joaquín Sabina. ¿Cómo empezó La Mandrágora?
R- La Mandrágora era un bar de Madrid donde había actuaciones. Fue Sabina un día y dijo que él cantaba, que si podía cantar allí, y le dijeron que sí. Luego me dijo que iba a cantar en un sitio nuevo, y que si quería ir, y me invitó a subirme al escenario. Y nos quedamos cuatro años.

P- ¿ O sea que ya os conocíais antes de ...?
R- Sí.

P- La misma pregunta, al revés. ¿Fue difícil acabar con La Mandrágora?
R- No, acabé de un plumazo, en una tarde. Siempre era una juerga continua. Un día no lo fue y dijimos que se había acabado.

P- ¿Alguna anécdota especial dentro de tu carrera musical que te haya marcado por simpática o por curiosa?
R- Es que veintidós años de anécdotas... No puedo escoger. Quizá lo más interesante han sido las personas que he ido conociendo.

P- ¿ O sea que te gusta la juerga ?
R- Sí. También me gusta leer tranquilo, mirar la playa... Hay muchas cosas que me gustan que no sea la música.

P- ¿ Más que las mujeres?
R- Por ahí se andan.

P- ¿Tienes algún contacto con Alberto Pérez y Joaquín Sabina?
R- No. A veces nos vemos, pero una vez al año o menos. Suele ser un poco casual, además, es difícil encontrarnos los tres.

P- Acabas de dar un concierto en la Casa de Cultura. ¿Habías venido ya a Aranda?
R- Sí, hace cuatro o cinco años.

P- ¿Y qué tal el público de Aranda? ¿Cómo percibes al público desde el escenario?
R- Esta vez ha sido distinto, es como una especie de teatro, y la otra vez actué en un local de copas. Ahí es todo muy inmediato.

P- ¿Más cercano?
R- Bueno, en un teatro la gente está inmóvil en su asiento, no pueden beber, es distinto.

P- ¿Qué es lo que más recuerdas de Aranda? ¿A lo mejor el cordero?
R- La primera vez que vine yo tenía veinte años, o sea hace treinta y seis. Es curioso, tengo recuerdos de aquella vez y son recuerdos muy lejanos, si pasé por Aranda no vi nada de lo que he visto ahora, o no me acuerdo, bueno, es una situación mental. De todas formas, al pasar por Aranda me quedo a comer muchas veces, porque voy mucho por el norte.

P- Háblame de tu nuevo disco. Se titula Dolor de garganta, ¿verdad?
R- Bueno, ese es el último. Tiene once canciones, cada cual más interesante.

P- ¿ Te gusta alguna en especial?
R- Una más que otra, no. Un día una, otro día otra... Además, ya ha pasado un año y dos meses desde que hice ese disco. La verdad es que desde que salió no lo he vuelto a escuchar, así que no sé qué pasaría si lo escuchara ahora.

P- ¿Cómo es un día en la vida de Javier Krahe? Un día normal.
R- Es cafelito con leche a eso de las once, con unas tostadas. Un Farmatón y me pongo a meditar hasta la hora de comer, y luego me voy a comer por ahí. Siempre como fuera de casa. Y luego vuelvo y me echo una siesta, leo el periódico...

P- O sea, llevas una buena vida.
R- No es mala, no.

P- ¿Cuál es el lugar más extraño donde has dado un concierto?
R- En el desierto, y, por cierto, había mucha gente.

P- ¿Cuáles son tus planes actuales?
R- En el siglo XXI es siempre lo mismo, actuar con mucha frecuencia.

P- Ya, pero... ¿estás preparando algún disco?
R- Tengo todas las canciones para mi siguiente disco. Pero ha de pasar un año por lo menos.

P- ¿Te han acusado alguna vez de misógino? Lo digo porque los temas principales casi siempre son referentes a la mujer y no salen muy bien paradas.
R- Aunque yo hable de eso en mis canciones no quiero criticar a la mujer. Yo llevo treinta y dos años casado y no he tenido ningún problema, porque yo no soy misógino.

P- ¿Tu público de qué edad suele ser?
R- Lo mismo gente mayor que gente joven. Depende del precio de la entrada: cuanto más barato, más gente joven.

P- Muchas gracias por concedernos esta entrevista.
R- Es un placer.

Fuente: Revista "La Vela" I.E.S Vela Zanetti

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