Cábalas y cicatrices

1. Zozobras completas 6. Camino de nada
2. Mi Polinesia 7. Ron de caña
3. Orfidal 8. Por penúltima vez
4. Vecindario 9. Asco de siglo
5. Como Ulises 10. Piero della francesca
11. Abajo el alzheimer

Zozobras completas

Cuando no era cantor
mis historias de amor eran casi secretas,
pero, luego, el azar
que me puso a cantar
me llevó a publicar mis zozobras completas.

Son un largo streeptease
donde yo exhibo mis frecuentísimos cuernos
y mis lunas de miel
cuando aún nada es cruel
y celebra mi piel otros signos externos.

Hoy, dominio común,
si sucede que algún menda las tararea,
o una menda también,
me divierte ser quien
"les" divierte. Y amén, es decir, así sea.

Sigo mi vocación
cuando en cada canción muestro mis entretelas,
mi manera de amar
casi ya es popular,
y me gano un lugar y me saco unas pelas.

Y si paso a través
de un insípido mes sin echarme una novia,
sin vivir la ocasión
de rimar mi pasión,
mala es mi situación y me alarma y me agobia.

Sin un nuevo desliz,
infeliz o feliz, ay de mi repertorio,
¿qué podré componer
que me cause placer
y me dé de comer, y vosotros jolgorio?

Y mi dulce mujer
que me ve por doquier persiguiendo a las musas
dice que yo, a mi edad,
sólo inspiro piedad,
sabe que no es verdad y que aún quedan ilusas.

Quedarán cinco o seis,
pues aquí me tenéis, ya me froto las manos,
las que, al fondo de un bar
o a la orilla del mar,
las van a acariciar como a seres humanos.

Y, a la cama, después,
si no sufro un revés, a gozar el festejo
contra la negación,
y de tanta emoción
surgirá la canción como un acto reflejo.

Unas doce, tal vez,
surgirán, que escasez, si a las seis sedujera,
porque hay cara y hay cruz,
porque hay sombra y hay luz,
y si no las seduz-co, a saber qué me espera.

No me van a inspirar
ni las gracias de Aznar ni las gracias del Papa,
ni las gracias de Bush,
que estornuda, Jesús,
y nos larga un obús y nos borra del mapa.

Ya no siento pudor
si me callo el horror y otras cosas reales,
hubo un tiempo en que sí,
pero ya no es así
y es el ser baladí el menor de mis males.

Sí podrían, quizás,
inspirarme algo más los amores ajenos,
con su vida sexual
son bonitos y tal,
pero no me es vital, no los echo de menos.

Veo cerca mi fin
como me quede sin mis amantes furtivas,
y mi ruina total
si la traca final
ni siquiera es real, si me salen esquivas.

Y mi dulce mujer
me interrumpe: Javier, ¿te apetece un caldito?
muy, muy rico y recien
hecho, no es de avecrem,
me trabajas muy bien, tómate un respirito
.

Antes de ser cantor
mis historias de amor eran casi secretas,
pero, luego, el azar
que me puso a cantar
me llevó a publicar mis zozobras completas.

(Javier Krahe)


Mi Polinesia

Hija incierta del último azar,
mi verdadera anestesia,
ir contigo es zarpar
con rumbo a la Polinesia,
navegar por los mares del sur
de tu edredón estampado,
en tus sábanas ser un tahur,
serlo también destapado.

Y tu piel tiene un tono aceituna,
un sí es no es,
que tu con mi piel se reúna
y redós, y retrés.

Un collar me has marcado de flores
con esos muerdos que das,
y me vas a hacer cosas peores
y cada vez querré más.

Con lo bien que se está aquí sin ropa,
yo
ya no pienso volver por Europa,
no,
nunca jamás, nunca jamás,
nunca jamás.
Ese nunca jamás no es tal cual
ni es sólo literatura,
es un tiempo mental y carnal,
el tiempo de tu aventura.
Si un mal día llegara a creer
que hay flores hasta en la sopa,
o si otro me llama el deber,
claro que me vuelvo a Europa.

Y, por cierto, el deber no me llama,
¿qué hará sin mí?
El deber en silencio me escama,
andará por ahí.
Pero es nunca jamás de momento
y estoy contigo y aquí,
a tus pétalos rosas atento,
te libo cual colibrí.

Si no chupo hasta el último estambre
y tal,
quedaré medio muerto de hambre
y mal,
pobre de mí, guapa de ti,
guapa de ti.

Ese guapa de ti si es tal cual,
caray, cómo eres de guapa,
y convierte en alcoba nupcial
toda esa parte del mapa
que, tal cual, es un piso interior
junto a la calle Barquillo,
cuando se hacen canciones de amor
uno exagera un poquillo.

Pero sí hay estampadas palmeras
en tu edredón,
y palabras que son verdaderas
cuando sí que lo son:

Cuando entro y me dices ¡aloha!
mi Polinesia eres tú,
cuando encallo en tus playas mi proa
y ya no digo ni mu.
Sólo un suave ronquido, de broma
aún,
un arrullo como de paloma
y un,
cucurrucú, cucurrucú,
me gustas tú.

(Javier Krahe)


Orfidal

Ella seguía no sé que terapia,
cosa mental,
y el primer beso fue contra la tapia
del hospital.
"Prueba mis labios, que sé que te gusto,
soy Beatriz,
y no estoy loca, tan sólo lo justo
en una actriz".

Sí que lo estaba, como siete cabras,
pero es que, hoy,
para peligro de juntapalabras,
y yo lo soy,
ya no las atan y tienden sus labios,
libran su amor,
contra sus cuerdas y contra los sabios
de alrededor.

"Tengo una novia que estaba de antes",
le dijo yo,
"A otras con eso quizá las espantes
pero a mí no",
"Hay otra más que no debo ocultarte,
en fin, ya ves",
"Enhorabuena, hijo mío, qué arte,
ya tienes tres".

Era fantástico aquel primer acto
de la función,
sobre el papel yo tenía aún intacto
mi corazón.
¡Qué bien latía por mi nueva amiga,
nunca creí
que aunque llevase navaja en la liga
fuese por mí.

Pero a mediados del acto segundo
la vi brillar,
y a ella mirando con odio profundo
mi costillar.
"Voy a cortarte ese nudo gordiano,
¡tonto de ti!",
"Nada de eso", besando su mano
le respondí.

"Antes de hacer cualquier escabechina
emocional,
tómate alguna benzodiacepina,
un Orfidal,
y vámonos de mañana a Mojácar
a ver el mar".
Y aquel acero, en su puño de nácar,
logré guardar.

Quise una atmósfera más bien moruna,
-yo, gran visir-,
para que sólo saliera la luna
a relucir
entre sus dedos de amante acuciante,
pero, qué va,
no remitió su manía cortante,
no quiso Alá.

Desembocamos al acto tercero
con tal pasión
que hubo catarsis y yo casi muero
de un refilón
que, por milagros de la psiquiatría
no sabe obrar,
la puso bien, y lo está todavía,
fundó un hogar.

Ahora, qué lejos, adiós a su abismo,
cayó el telón,
pero yo sé que no fue un espejismo,
una ficción.
Sé que gocé como ya no se lleva
con Beatriz,
y si queréis os enseño la prueba,
la cicatriz.

(Javier Krahe)


Vecindario

Mi esposa padece furor uterino,
no damos abasto ni yo ni el vecino.
Y a mí me da pena del pobre Avelino.
Cada dos por tres me invento algún viaje
para reponerme de su amor salvaje
y ella, en cuanto salgo, le ordena que baje.

Ya se rasga su camisón.

Desde el descansillo lo llama: ¡Avelino!
y el hombre respinga, se pone mohino,
le entra como angustia, maldice su sino.

Lo ves vacilante bajar la escalera
sabiendo de sobra qué es lo que le espera
en cuanto se encierre con tamaña fiera,

desprovista de compasión,

cuyo arte de amar es tan sólo el barroco,
las líneas sencillas le dicen bien poco,
quiere garabatos de volverse loco,

y eso al tercer polvo lo deja hecho cisco,
es un ser humano, no es un obelisco,
y preferiría escuchar un disco

o mirar la televisión.

Leer poesía, comer huevos fritos,
ver desde el balcón pasar lo aerolitos,
pero ella lo cuadra con un par de gritos:

¡Tráete esa panoplia y vuelve a la cama,
aún no has apagado la menor llama!
Y él ve la panoplia y es un panorama.

Y hace de tripas corazón.

Allá va el buen hombre a su hercúleo trabajo,
mientras le hace cosas reza por lo bajo
para que, mañana, yo regrese al tajo.

Y, por esa noche la cuestión resuelta,

en la pensión Paqui, que está allí, a la vuelta,
mientras tanto yo duermo a pierna suelta,

sin caerme de mi colchón.

Yo, que era la imagen del romanticismo,
hoy, os lo confieso, me puede el cinismo,
y al pobre Avelino le pasa lo mismo.

Cuando me lo cruzo me dice: Vicente,
yo sólo te quiero de cuerpo presente.
No sé si está haciendo un chiste inocente,

o es que se pasa de guasón.

Y a mí qué me cuenta, que no viva arriba,
pero ya que vive, pues que se desviva
y haga lo posible por esa excesiva

que, al no darle abasto, nunca se nos sacia,
y a su mismo sexo no siendo reacia,
también me da pena de la pobre Engracia.

Pero eso es otra canción.

(Javier Krahe)


Como Ulises

No sé cual es más bella,
si
la mar, la vela o la estrella,
y
las tengo al navegar,
las tengo al navegar,
las tengo al navegar,
la estrella, la vela y la mar.

Yo, como Ulises, he sido
de Penélope el marido,
y me alejé de esa joya
por unirme a Agamenón,
que iba a la guerra de Troya,
me pedía el cuerpo acción.

Y tuve acción, tuve guerra,
ríos de sangre por tierra,
y, entre hecatombes y vino,
Aquiles, casi divino.
Y el mejor de mis engaños:
un caballo de madera.
Y Aquiles que desepera
y muere. Fueron diez años.

Y me volví para casa,
pues de Ítaca el rumbo,
y ya sabéis lo que pasa,
dando un tumbo y otro tumbo.
Y, ¿qué queréis que uno haga
si al primer tumbo me tumbo
en el lecho de una maga?

Baste deciros que tanto
de Calipso fue el encanto
que me acosté en aquel lecho
un par de años, quizá tres,
y siempre esta desecho.
Pero el tiempo es como es.

Y rompe el encanto un día.
Y sigues tu travesía,
resistes a duras penas
cánticos de las sirenas,
donde Aquiles y tu madre,
aunque Cerbero les ladre,
tienen frío y es eterno.

Y otra vez de vuelta a casa,
otra vez de Ítaca al rumbo,
y ya sabéis lo que pasa:
doy un tumbo y otro tumbo
y, otra vez mi suerte aciaga,
y, esta vez casi sucumbo
en el lecho de otra maga.

Circe de turbio recuerdo
me quería para cerdo.
Lo fueron mis camaradas,
a mí me salvó algún dios.
Y le afeé sus cerdadas:
que te zurzan, Circe, adiós.

Y, al mar, me dicta mi instinto,
al mar, que es un laberinto.
Y sopla un viento contrario
y doy con un sanguinario
cíclope vil, Polifemo.
Aunque me tuvo a su antojo
era un borracho y un memo.
Le clavé un palo en el ojo.

Nadie, gritaba, me ciega,
Nadie, gritaba acusica.
Con Poseidón no se juega
y naufrago hacia Nausicaa,
linda princesa feacia,
a quién traté en plan colega
con extrema diplomacia.

Y me alojé en el palacio
de su padre, el rey feacio,
y me contaron mi historia
sin saber que yo era yo,
y en un momento de euforia
mi gloria me descubrió:

Señores, sí, soy Ulises,
vuelvo de muchos países,
debo seguir navegando,
Ítaca me está esperando.
Me ofrecieron un navío
y remeros, los mejores.
Y zarpé hacia mis amores,
mi Penélope y el crío.

Ítaca al fin, veinte años,
Ítaca al fin, no son nada,
unos cuantos desengaños
y es el mar agua pasada.
Me disfracé de mendigo:
vi a Penélope casada
con un antiguo enemigo.

Ahora soy un ex marido
u en ex padre, y he sabido
que guardó un tiempo mi ausencia
bordando que era un primor,
que se agotó su paciencia,
que rompió su bastidor.

En uno de sus repentes
y a uno de los pretendientes
parece ser que le dijo:
padre serás de mi hijo
y tendremos otros varios,
Ulises, si es que regresa,
se llevará un sorpresa,
me lo dictan mis ovarios.

Y ahora, perdido mi rumbo,
ahora voy a donde sea,
un tumbo doy y otro tumbo
y prosigo mi odisea
en otras tristes canciones.
Sólo Hermes y Atenea
comparten mis libaciones.
No sé cual es más bella,
si
la mar, la vela o la estrella,
y
las tengo al navegar,
las tengo al navegar,
las tengo al navegar,
la estrella, la vela y la mar.

(Javier Krahe)

Camino de nada

Iba yo dando un paseo,
pisando hojas muertas, camino de nada,
por el jardín del deseo
que es como la jungla, pero ajardinada,
cuando, de pronto, a quién crees que vi:
pues claro que a ti.

Se te escapaban los rizos
de un gorro de punto y estabas preciosa
con los cabellos rojizos,
los ojos silvestres, la labia jugosa,
y en mí despertaste al depredador
que quiso tu amor.

Como la jungla es jardín
sí se guardan modales, no te salté al cuello,
pero es la jungla y, en fin,
tú ya sabes de sobra que sí pensé en ello.

Luego pensé que quizás
fuese más delicado hacerte canciones,
me vienen bien además
para mi repertorio, para mis millones.
Cogí la guitarra y me puse en acción,
tuviste tu son.

Como por arte de magia
caíste en mis brazos, lo que yo decía,
y aunque en tu son se presagia
que habría momentos de melancolía,
nada decía de un punto final,
así, radical.

Si tu cantor no te quiso
como tú querías que sí te quisiera,
debiste darle aviso,
no echarlo a la calle de aquella manera.

Ahora sólo el recuerdo
y un bloc amarillo te traen a mi alcance,
creo que sé cuánto pierdo
y estoy, cuerpo y alma, pasando un mal trance.
Pintaste en tu bloc mi puesta de sol,
cargada de alcohol.

Voy otra vez de paseo,
camino de nada, y me desconsuela
que hoy que el jardín del deseo
de nuevo es la playa, tú no estés, Adela.
Nada, cariño, me va a consolar,
orilla de mar.

Veo pasar por aquí
verdaderos prodigios en pechos hermosos,
yo, pobrecito de mí
sólo toco, y en sueños, los tuyos mimosos.
Nada ni nadie me va a consolar,
ni siquiera el mar.

(Javier Krahe)

Ron de caña

Tengo una novia que finge
que no tiene orgasmos,
y, al reprimir sus espasmos,
al sofocar su laringe,
me pone cara de esfinge.
Finge, finge, finge,
que yo lo sé,
yo sé que finge.

Yo sé que es una artimaña
contra mi autoestima,
y es que le doy mucha grima,
siempre de hazaña en hazaña,
por eso me mete caña,
caña, caña, caña,
pobre de mí. Y ron de caña.

El ron de caña,
oh qué desdicha,
el ron de caña
si que empaña
la susodicha.

Al primer ron
aun sirvo de algo,
pero al segundo
casi no cundo,
casi no valgo.

Y al tercer ron
soy un escombro
con mi autoestima
por la tarima,
manga por hombro.

Y le susurro a la oreja
al ver su entusiasmo:
estás teniendo un orgasmo,
se te ha movido una ceja,
tu cuerpo se desmadeja,
deja, deja, deja,
déjate ir, no tendrás queja.

Viendo que da su artimaña
nulos resultados,
sus uñas en mis costados,
se deja ir y me araña
fingiendo un poco de saña.
Caña, caña, caña,
pobre de mí. Y ron de caña.

El ron de caña
sí que me afecta,
el ron de caña,
el que acompaña
mi edad provecta.

Al primer ron
aún sirvo de algo,
pero al segundo
casi no cundo,
casi no valgo.

Y al tercer ron
soy sólo un lastre,
con mi autoestima
por la tarima,
para el arrastre.

El ron de caña
me compromete,
el ron de caña,
que me desmaña.
Y ya van siete.

Al primer ron
aún sirvo de algo,
pero al segundo
casi no cundo,
casi no valgo.

Y al tercer ron
perezco un leño.
con mi autoestima
por la tarima
ronca su sueño.

(Javier Krahe)


Por penúltima vez

Para sentirte cerca,
para tocar tu cuerpo,
mi carne se hizo verbo,
mis labios son mi voz.
Te juntaré palabras
que emprenderán el vuelo
hacia tus ojos negros
desde mi negro amor.

Como secretos dardos
te alcanzarán, certeras,
en las dormidas penas
de tu querida piel.
Y te abrirán deseos
de renovar tus quejas
y de romper tu ausencia
por penúltima vez.

Ven, pronto ven, ven,
por penúltima vez.
Ponte la mar de guapa
y cae, por favor,
en mi tentación.

Sabes que yo te espero
porque a pesar de todo
tenemos un tesoro,
que lo dijiste tú.
Con los gozos intactos,
para nosotros solo,
para nosotros, bobos,
el tesoro está aún.

Con besos de esmeralda,
susurros de topacio,
de perlas los brazos,
caricias de rubí.
Y la fusta de seda,
tú azotarás mis labios,
yo, tus vicios baratos.
Anímate a sufrir.

Ven, pronto ven, ven,
por penúltima vez,
ven con tu blusa malva.
Cae, por favor,
en mi tentación.

Me muero de las ganas
de ti, de tu sonrisa,
de ver cómo te quitas
tras la ropa el pudor.
Tráeme un ramo de rosas
de las más encendidas,
tráeme un ramo de espinas,
vuelve a nosotros dos.

Y no creas que olvido,
palabra tras palabra,
la despedida amarga
que no nos va faltar.
Pero ya será luego,
ya habrás sido mi amada,
no esa herida lejana
allá en tu soledad.

Ven, pronto ven, ven,
por penúltima vez,
hoy mejor que mañana.
Cae, por favor,
en mi tentación.

(Javier Krahe)


Asco de siglo

Acuérdese el XXI
de lo que ha sido del XX,
qué fracaso,
muerto a los noventa y nueve,
que ni llegó a ser un siglo,
por payaso.

Dicen, los que lo vivieron, que el siglo pasado
fue una experiencia traumática a más no poder,
que reinaba la ignominia,
dicen que fue un asco de siglo,
con hambres y guerras y peste y así.
Asco de siglo,
pero al ver que se les fue,
les da no sé qué.

Y es comprensible que sientan alguna añoranza
y que entre tanto atropello encontraran placer
en las artes y las ciencias.
Hubo invenciones a punta de pala,
el conocimiento dio mucho de sí:
de la avioneta
a la estación espacial,
no está nada mal.

Y echan una lagrimita por Pablo Picasso,
por Sigmund Freud, por Franz Kafka, por Fred Astaire,
que les quiten lo bailado,
lágrimas por mujeres de cine,
por María Callas, por Mme. Curie...,
cuestión de gustos
fue el siglo XX una edad
de gran variedad.

¿Qué fue de los zeppelines,
qué fue del átomo aquel
que estallaba
y que estalló realmente?
En manos de esa gentuza
te asustaba.

Y me dejé en el teclado otros muchos inventos
que los podéis consultar en cualquier CD-Rom,
claro está, especializado,
los dinosaurios son muy siglo XX,
tendrían, por tanto, que salir en él.
En fin, ya dije
que consultéis, si es que es
de vuestro interés.

En cuanto a mí, que malvivo en aqueste que empieza,
sé que me espera, seguro, mucha novedad
y estoy presto a disfrutarla.
Podré hablar en chino con un cachivache,
decirle ¡maciza! a una maja chiné...
Mucha quimera
que alcanzaré en plan virtual
y poca en real.

Yo, mis mejores amores ya los he tenido,
eso es un dato objetivo, en el siglo anterior,
pero sigo hacia adelante,
adiós ya le dije a ese asco de siglo,
en este otro espero la traca final.
Adiós, muy buenas,
pero al ver que se me fue
me da no sé qué.

¿Qué se hicieron las llamas
de los fuegos encendidos
de amadores?
¿qué se hicieron las damas,
sus tocados y vestidos,
sus olores?

(Javier Krahe)


Piero della Francesca

Piero della Francesca, geómetra y pintor,
harto de placeres sensuales
y medio muerto de amor y platonismo,
Piero della Francesca dijo un día:
el dodecaedro me conmueve hasta la ternura.

Pues bien, si a Piero lo conmovía el dodecaedro
hasta la ternura,
a mí me indigna el pentágono
hasta el sonrojo,
me chiflan trapecios y paralelas
hasta el infantilismo,
me aburre el cuadrilátero,
con eso púgiles,
hasta el bostezo total.

Me oprimen las altas esferas
hasta dolerme el pecho,
me ocupan parábolas,
les pongo música,
me dan de comer.

Soy socio de un círculo
y voy los lunes,
y amigo de Pí
que viu a Barcelona.

Me abruman las pirámides
hasta el cimborrio,
me pesa el cubo.
Y en cuanto al dodecaedro en sí
no sé si he visto alguno.

Pero hasta la ternura,
lo que se dice hasta la ternura,
sólo me conmueve el óvalo,
el óvalo de tu cará,
morená, saladá,
morená, saladá,
y también el cono.

Y también el cono,
morenó, saladó,
hasta el arrobo.

(Javier Krahe)

Abajo el alzheimer

Sí que los recuerdo, fueron los mejores,
con muchos detalles y vivos colores
aquí van las cuentas de mis cien amores.
Veamos si tengo o no memoria.

Un amor eterno, otros casi tanto.
De siempre me prenden los cinco en su encanto,
tan sólo por ellas he vertido el llanto.
Peaje de amor, cantidad irrisoria.

Amores de suerte, amores de paso,
amores refugio, amores al raso,
parques del Retiro, museos Picasso.
Incluso una suite en el Waldorf Astoria.

Amores insólitos por lo singulares,
hay reinas del mar por los siete mares.
De amores sin par, unos quince pares.
Y todas tangibles, ninguna ilusoria.

Descuéntame uno y van treinta y cuatro,
el uno que tacho fue puro teatro,
una tontería y no lo idolatro.
Ocurre que es que no tuve escapatoria.

De cinco minutos, media mañana,
de fin de mi vida, de fin de semana,
de mi via amoris de mi real gana.
Cada uno su cruz y la mía es de gloria.

Amores de ida, amores de vuelta,
amores debidos al Ebro y al Delta,
y al imperio ruso y al folclore celta.
También llevo bien geografía e historia.

Van ochenta y casi me olvido la lluvia
mojando los rizos de mi única rubia.
Y a mi diosa blanca. Y a mi esclava nubia.
Y a mis tres Marías, Marías Victorias.

Y a las seis menores aunque muy crecidas.
Sus seis casi estrenos me dieron seis vidas.
Me obligó el espejo a seis despedidas
de seis aplicadas en arte amatoria.

Las ocho que faltan las guardo en secreto,
que yo fui Montesco y ellas Capuleto,
y me comprometen o las comprometo.
Mi alegre canción iba a ser mortuoria.

Y ya están las cuentas de mis cien amores,
que claro que sí, fueron los mejores.
Y si queréis más, yo, de mil amores.
Y ruede la rueda y gire la noria.

(Javier Krahe)

 

Cábalas y cicatrices

 

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