Las
Islas de la Bahía, dominadas en otra
época por piratas, constituyen ahora
el lugar favorito para legiones de buceadores
y practicantes de snorkelling, que vienen
de todas partes del mundo a disfrutar de
las claras y tibias aguas caribeñas,
albergue de una diversa vida acuática,
que es protegida en los parques marinos
del lugar.
Con sus vistas casi intactas, de esplendor
natural, este archipiélago está
ubicado entre 58 y 120 kilómetros
de la costa Atlántica de Honduras,
sobre la segunda barrera de arrecifes coralinos
más grande del mundo, después
de la existente en Australia. Los deportistas
del buceo simplemente se enamoran de las
Islas de la Bahía, al descender mar
adentro y contemplar gigantescos tapices
de corales, esponjas de brillantes colores
y una gama de extrañas y primorosas
criaturas, imposibles de imaginar en tierra
firme. Delicadas estrellas de mar, cangrejos,
rayas, tortugas marinas y familias de delfines,
habitan en este rico ambiente marino, obsequiando
una aventura siempre nueva y maravillosa.
La incomparable belleza de este departamento
insular está distribuida en tres
islas principales: Utila, Roatán
(Cabecera), y Guanaja, las que junto a los
islotes de Elena, Morat y Barareta, los
Cayos Cochinos y muchos otros más
pequeños, ofrecen un verdadero espectáculo.
Roatán:
De las tres islas principales, Roatán
es la más grande, importante y desarrollada.
Con su exuberante vegetación y sus
extensas playas de aguas color turquesa,
entre las que se destacan las fabulosas
playas de West End, posee todo lo que necesita
para gozar de una temporada llena de diversión,
relajamiento y cultura.
Ya sea en Coxen Hole, French Harbour, Punta
Gorda, Playa Bay u Oak Ridge, usted hallará
más de una razón para permanecer
por varios días en esta joya hondureña.
Las opciones son muy variadas y amenas:
emprender una travesía submarina
para entrar al silencioso mundo de los coloridos
peces tropicales, irse de pesca o deleitarse
con una deliciosa sopa de cangrejo en cualesquiera
de los restaurantes del lugar. Además,
aquí se pueden escoger hoteles con
tarifas variadas, montar a caballo a la
orilla del mar, adquirir artesanías,
observar la puesta del sol desde un bote,
o simplemente descansar en una hamaca frente
al océano.
En el fondo de la grieta coralina conocida
como Valley of the Kings, a sólo
17 metros de profundidad al sur de la costa
de Roatán, permanecen los restos
del barco carguero Prince Albert, y no muy
lejos de ahí yacen las ruinas de
la nave Mary´s Place. Nadie debe dejar
la isla sin antes haber visitado el Museo
de Roatán, que contiene una colección
de objetos arqueológicos de la zona,
murales representativos de las tradiciones
locales y material cultural del Período
Moderno.
Igualmente atractivo es el Instituto de
Ciencias Marinas, frente al museo, donde
un grupo de simpáticos delfines esperan
al público para demostrar sus múltiples
habilidades. Roatán posee aeropuerto
internacional, aunque también se
puede viajar en crucero desde la ciudad
puerto de La Ceiba, en un trayecto que jamás
olvidará.
Utila:
La
más cercana, pequeña y modesta
de las islas principales es Utila, con su
costa rocosa y selvática, sin faltar
las áreas donde se extienden preciosas
playas de fina arena.
Se dice que los pobladores de Utila, concentrados
en su mayoría en East Harbor, son
los más amables de todo el departamento.
Con habitaciones cómodas y confortables,
Utila espera a sus visitantes para regalarles
hallazgos inesperados bajo el mar.
Guanaja:
Aunque
es más alejada de las islas desde
tierra firme, encierra una gran relevancia
histórica para Honduras, pues fue
aquí donde Cristóbal Colón
desembarcó en su cuarto y último
viaje al Nuevo Mundo, llamándola
Isla de los Pinos, por la abundante población
de estas coníferas que divisó
en sus cerros. Su altura sobrepasa los 500
metros sobre el nivel del mar.
Uno de los poblados de Guanaja, llamado
Bonacca, ha sido comparado geográficamente
con Venecia. En su costa norte, se puede
apreciar un gran arrecife de coral y observar
más adelante drásticos declives
a sólo 15 pies de profundidad. La
moderna embarcación Jabo Trader,
sumergida en las aguas de Guanaja, es uno
de los mayores atractivos del lugar, por
estar intacta y alojar a una admirable cantidad
de peces. Las islas cuentan con una pista
pequeña de aterrizaje, y sus moradores
se comunican con Roatán por medio
de pequeñas embarcaciones o botes
taxi.
Además de los Cayos Cochinos, constituidos
por dos islotes llamados Cochino Grande
y Cochino Pequeño, los turistas pueden
visitar el pequeño cayo arenoso Chachauate,
morada de un grupo de familias pesqueras
de origen garífuna, al igual que
Pigeons Cays, Trunk Turtle o Bay Beach.
La historia de las Islas de la Bahía
denota tanto las particularidades físicas
y culturales de sus habitantes, como por
el por qué de los restos de numerosos
barcos que se encuentran bajo sus aguas.
Cuando Colón descubrió estas
tierras, en 1502, encontró un poblado
denso de indios que fueron trasladados hasta
México y Cuba en calidad de esclavos,
quedando la zona prácticamente deshabitada
para 1528. Pero el archipiélago empezó
a poblarse de nuevo con la llegada de bucaneros
ingleses, franceses y holandeses que establecieron
aquí sus campamentos.
A
partir de entonces, las Islas de la Bahía
fueron escenario de fuertes luchas entre
españoles y piratas; expulsados finalmente
estos últimos y quedando el lugar
nuevamente desolado. En 1858, las Islas
fueron reconocidas como propiedad de la
recién formada República de
Honduras, y contrario a lo esperado, se
encontró buena cantidad de población
conformada por algunos piratas y caribes
negros que se habían refugiado en
el interior.
La unión de estas razas dio lugar
a una nueva sociedad, con rasgos y costumbres
distintos, como se percibe en el acento
de sus hospitalarios habitantes, llamados
isleños, que hablan tanto español
como el inglés.