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Las 7
Hijas de Eva,
Bryan Sykes (edit.Debate, 2001):
Velda en Euskadi, Helena en Paris, Tara en Italia, Ursula
en Grecia,
Catrina
en el Danubio, Jasmine
en Irak y Xenia en el Cáucaso.
Todos estamos emparentados por vía materna con un pequeño
grupo de mujeres que llegaron de Africa hace 50.000 años. Nos lo dice el ADN
mitocondrial (femenino) que es el tema de esta publicación.
El ADN, Acido DesoxirriboNucleico, está configurado dentro
de los cromosomas que nunca salen del núcleo de la célula y sólo tiene cuatro
componentes fundamentales (A,C,G,T, la Adenina, la Citosina, la
Guanina y la Timina) en dos filamentos de una doble hélice, que se
acoplan A con T (pero no con C ó G, o con otra A) ó C con las G del otro
filamento y viceversa (pero no con las A ni con las T). La secuencia es sólo
información, pura y simple. Las proteínas están formadas por una cadena de
aminoácidos, que no son más de 20, cuyo orden determina su función. La orden a
la queratina de fabricar sólo pelo le viene dada por el orden con
que se configuran sus aminoácidos. La secuencia de ADN del gen de la queratina
es (recuérdese lo de los cuatro componentes, A,C,G,T): ATG/ACC/TCC/TTC…, cuyo
código es leído por la célula en grupos de tres símbolos. El ADN, pues, no hace
nada por sí mismo, sólo da instrucciones a las proteínas para que éstas hagan el
trabajo. Así las enzimas, que digieren la comida y activan el metabolismo; las
hormonas, que coordinan lo que ocurre en el cuerpo; los colágenos de la piel y
de los huesos, la hemoglobina de la sangre, los anticuerpos que combaten la
infección…Una enzima es una proteína que cataliza reacciones biológicas, la
proteína muscular fabrica músculos, la del anticuerpo atrapa las bacterias
invasoras… Este código genético es el que utilizan los genes en los núcleos
celulares de todas las especies de plantas y animales. Nuestros genes coinciden
con los del ratón en un 99%.
Las frecuencias génicas se pueden utilizar para seguir
hacia atrás la pista de dos grupos de personas y calcular cuánto tiempo hace que
formaban una única población. Dada la evolución, las poblaciones con frecuencias
génicas similares están más emparentadas entre sí que las poblaciones que
presentan frecuencias génicas muy diferentes. Cuanto mayor sea la distancia
genética que las separa, más tiempo hace que se escindieron. Dos personas con
ADN mitocondriales muy similares tienen un parentesco más cercano, con respecto
a este gen, que dos personas con ADN mitocondriales muy diferentes. Se puede
calcular la tasa de cambio del ADN mitocondrial a lo largo del tiempo, lo que
permite calcular los períodos de tiempo transcurridos. La convergencia en la
raíz de nuestro árbol, nuestra Eva, no va más allá de los 150.000 años, por lo
que somos como especie mucho más jóvenes de lo que pensábamos. No evolucionamos,
pues, desde el Homo Erectus sino que nos constituimos en una nueva
especie en algún lugar de Africa hace unos 150.000 años (6.000 generaciones de
25 años) y no hemos evolucionado en diferentes partes del mundo a partir de
poblaciones locales de Homo Erectus que ya estuvieran allí desde más de
un millón de años.
El código genético ha sustituido eficazmente a los grupos
sanguíneos como elemento clasificatorio de poblaciones humanas, al chocar de
plano contra sus especulaciones racistas. Los grupos sanguíneos se dividen en 4:
A, B, AB y 0. Todos los sudamericanos nativos tienen el mismo grupo sanguíneo,
el 0. Entre los europeos, un 40% son del grupo A y un 15% del B, excepto los
vascos que son la mayoría del grupo B y de RH negativo (sin antígenos Rhesus en
sus glóbulos rojos). Los hindúes alistados en el ejército británico eran un 50%
del grupo B. Si todos tuviéramos RH positivo (o negativo) no habría problemas.
La mortandad en la progenie de parejas con RH distinto debería conducoirnos a la
eliminación de uno de los dos… y así ha ocurrido en todo el mundo, excepto en
Europa, donde todavía coexisten por igual los dos tipos. Lo que hizo pensar a
algunos que los europeos primitivos tenían el RH negativo y que la situación
actual es fruto de la mezcla con los asiáticos de RH positivo que nos trajeron
la agricultura hace 8.000 años. Pero ya veremos que no hubo tal invasión desde
Oriente sino tan sólo transmisión de su cultura. Estas y otras especulaciones
han sido barridas por el papel otorgado a los códigos genéticos.
El ADN podemos encontrarlo en un pelo, en un trocito de uña
desechado. En un cabello hay un millón de células que sólo fabrican pelo
compuesto principalmente por la proteína queratina. La enzima que sirve para
copiar el ADN se llama polimerasa (RCP es la Reacción en Cadena de la Polimerasa).
Las células del ADN mitocondrial tienen más de cien veces
más cantidad de ADN que cualquier otro gen. Los genes se heredan por partida
doble, del padre y de la madre, excepto dos: los cromosomas (células coloreadas
en el laboratorio) que determinan el sexo los cuales se transmiten a partes
iguales de los dos progenitores a los descendientes… y el ADN mitocondrial, que
se hereda solamente de la madre.
Las mitocondrias no están dentro del núcleo celular sino en
el citoplasma. Su función es ayudar a las células a utilizar el oxígeno para
producir energía. Cuanto más vigorosa es la célula, más energía necesita y más
mitocondrias contiene. Las células de tejidos activos, como el muscular, el
nervioso y el cerebral, contienen hasta mil mitocondrias cada una. El calor
desprendido por las mitocondrias nos mantiene calientes. En la membrana que
rodea la mitocondria se encuentran las enzimas necesarias para el metabolismo
aerobio, y en ella el alimento combustible que ingerimos se quema en el oxígeno
produciendo la energía.
Los cromosomas del núcleo tienen 3.000 millones (tres mil
millones) de bases pero en el centro de la mitocondria hay un minicromosoma de
tan sólo 16.500 bases. Probablemente la mitocondria era una bacteria ajena a
nuestro cuerpo que se alojó en la célula a cambio de proveer a ésta de ATP
(energía a partir de oxígeno) llegando a una simbiosis. Ahora ya no pueden salir
de la célula. Las mitocondrias las heredamos solamente de las madres. En el
citoplasma de un óvulo humano hay un cuarto de millón (250.000) mitocondrias. El
espermatozoide que fecunda un óvulo se desprende de ellas junto con la cola al
no servirle ambas ya entonces para nada. Así que mitocondrias las tenemos todos,
machos y hembras, pero transmitirlas a la descendencia sólo lo hacen las
hembras, que son las que tienen óvulo con su citoplasma.
Las mutaciones (errores en el proceso de copia de la
división celular) que se producen aleatoriamente en el ADN nuclear no pasan de
una base por cada mil millones, pero en el caso de las mitocondrias los errores
son 20 veces superiores. Por eso hay más cambios en el ADN mitocondrial que en
un segmento equivalente de ADN nuclear. Esto es, que el reloj molecular que nos
permite calcular el paso del tiempo através del ADN funciona mucho más deprisa
en las mitocondrias que en el núcleo. Lo cual nos viene bien, pues si la tasa de
mutación fuera muy lenta seríamos demasiados con exactamente el mismo ADN
mitocondrial y no podríamos especular sobre los cambios ocurridos con el tiempo.
Pero es que en la región de control, que es un segmento del ADN
mitocondrial sin códigos de ningún tipo, de unas 500 bases de longitud nada más,
hay mutaciones aún más frecuentes. Para suerte nuestra, este segmento no tiene
asignada ninguna función (quizás la de dirigir la división correcta de las
células, pero sin mucho rigor), siendo neutras sus mutaciones las cuales sin
embargo quedan archivadas. Y en él se centró la investigación.
Dos personas cualesquiera de los habitantes actuales del
planeta Tierra están emparentados entre sí, están conectadas a través de sus
madres y de las madres de sus madres con una antepasada materna común. La única
diferencia entre unos pares de personas y otros es “cuánto tiempo hace que
vivió esa mujer, esa madre común”. Para calcular ese tiempo debemos saber que
cada 10.000 años aproximadamente se produce una diferencia en las
secuencias de sus regiones de control. Si entre las dos parejas que queremos
conectar hay 4 diferencias en dichas secuencias es que la madre común a ambas
parejas vivió hace 40.000 años, más o menos. Pero todos, todos, venimos de una
madre común, por definición, ya que si hubiera varias éstas a su vez provendrían
de otra anterior común a todas ellas: una madre común que sería la primera en
ser fértil y fecundada como miembro y origen de una nueva especie. Sus
contemporáneas constituirían ya una especie distinta destinada a extinguirse,
como en efecto ocurrió.
La tasa de mutación (velocidad del reloj molecular) se
calculó tomando como base nuestra segregación del chimpancé hace unos 5 millones
de años y el hombre de Gough y de Cheddar de hace 12.000 y 9.000 años, pasando
por el americano nativo que cruzó el estrecho de Bering por primera vez hace
menos de 15.000 años. El resultado fue una mutación cada 20.000 años a lo largo
de un linaje materno único, que se reduce a la mitad si se trata de dos linajes
con una antepasada maternal común, que es la media en que la mutación ha podido
producirse en cualquiera de los dos a lo largo de cada linaje.
(la diferenciación sexual permite crear recombinaciones
génicas que ayudan a avanzar la evolución)
El cromosoma Y del espermatozoide impide que del óvulo
fecundado todos los nacidos sean mujeres (démosle algo de protagonismo a los
varones informando que la madre no influye en el sexo del nacido), por lo que
podríamos aplicar los estudios mitocondriales a los hombres en base al SRY.
Desgraciadamente, contra las 16.500 bases del ADN mitocondrial (sólo 500 en la
región de control), el cromosoma Y comprende más de 60 millones de bases,
conteniendo más de 4.000 veces más ADN que una mitocondria, lo que lo hace más
de 4.000 veces más complicado que los estudios anteriores sobre las mujeres.
El Paleolítico, edad de la piedra antigua tallada,
va desde hace dos millones de años hasta el final de la última glaciación, hace
unos 15.000 años. La caza en grupo, organizada, apareció con el Homo Erectus,
por lo tanto hace más de un millón de años, e implicaba un nomadismo de hordas
de 10 a 50 personas que tenían que perseguir a los animales de que se
alimentaban. En el Paleolítoco Superior, pues, vivió el Homo Erectus.
El paleolítico medio o Mesolítico coincide en fechas con el
Neanderthal, y el Paleolítico Inferior es la edad del Homo Sapiens, desde hace
unos 100.000 años en Africa y 45.000 años en Europa. En el Mesolítico se dan
instrumentos de hueso y de astas, y dura hasta el Neolítico, edad de la piedra
pulimentada, cuando nace la agricultura, la hoz, la piedra para moler el grano y
la alfarería. Por entonces no habíamos llegado a la Polinesia, ni a Madagascar,
ni a Islandia o Groenlandia.
La acumulación de mutaciones en los grupos de población
asiática disminuyen desde Samoa en la Polinesia Occidental (3.000 años) a las
islas Cook y hasta Nueva Zelanda, más recientes, por lo que se reducen a medida
que se desplazan hacia el este y en el tiempo.
Los grupos en que puede dividirse Europa por códigos
genéticos son 7. De ellos 6 se remontan a bastante más de 10.000 años. Si el
agricultor de Oriente Medio hubiera invadido Europa (como hicieron algunos, los
del grupo séptimo), los europeos tendríamos fechas genéticas -de los grupos
mitocondriales- inferiores a los 10.000 años. Las secuencias de los vascos son
las mismas que las de los demás europeos. El séptimo grupo, que no llega al 20%
de los europeos, entró hace unos 7.500 años por dos ramas, una hasta el Báltico
por los Balcanes, y la otra por el Mediterráneo hasta España y Portugal y de
allí a Gran Bretaña, lo que coincide con las rutas de los primeros agricultores
y de los restos arqueológicos, la cerámica lineal con figuras geométricas o el
barro impreso con conchas incrustadas antes de cocerlo. Lo que también
exportaron fue la lengua indoeuropea, procedente de Anatolia, de la que se
resguardaron los vascos, los estonios, los fineses, los lapones y los húngaros,
estas cuatro provenientes de los Urales, más al este.
Los clanes mitocondriales del norte de Asia que colonizaron
América son 4. Pero hubo otra migración desde oriente Medio por el sur de Asia
mucho tiempo antes que llegó hasta Australia, cuya poca población, a pesar de su
antigüedad, se explica por las áridas y hostiles condiciones de ese continente.
Los clanes mitocondriales de los nativos americanos son
también 4. Hubo un puente de tierra entre Siberia y Alaska en los años 50.000 a
45.000 y 25.000 a 13.000, en las épocas de mayor rigor glacial. Fue poco antes
de hundirse que nos animamos a cruzarlo para quedarnos allí, procedentes de
Mongolia. Porque antes de esa fecha los glaciares cerraban el paso al interior
del continente americano, y después de ella el estrecho habría impedido pasarlo,
al menos a pie. De los 4 clanes 1 procede del Cáucaso. Y otro no llega de Asia…
sino de los lapitas de la Polinesia. Pero esta es otra historia que les vamos a
contar:
Caso de los lapitas polinesios:
los más grandes exploradores de la Humanidad.
Los vientos y las corrientes del Pacífico se mueven de este
a oeste, de América a Asia. Sin embargo el origen de los polinesios no es
americano, sino asiático. Esto lo demuestran las evidencias arqueológicas, su
lengua y sus tipos de plantas y animales domésticos, pero sobre todo su ADN
mitocondrial. Sin embargo cultivaban la kumara, la batata de los Andes
americanos! Y los americanos también tenían un origen asiático.
El ADN mitocondrial nos enseñó el parentesco entre la
población de Hawai y la de Rarotonga, 4.800 km al sur. La máxima concentración
se halla en Taiwan con las variantes de las secuencias mitocondriales 189 y 217.
Pero en Taiwan no se da la variante 247 definitoria del ADN mitocondrial
polinesio, por lo que éstos descienden de pobladores de Indonesia, más concreto
las Molucas, donde sí se encuentra esta variante, y por tiempo suficiente para
haber acumulado varias mutaciones. Hablamos de hace 40.000 años. A las islas
Salomón llegaron hace 30.000 años, y allí se acabó el avance. Hasta el año 1.000
a de n.e., más o menos en que llegaron los lapitas. Los lapitas alcanzaron por
el norte a Haway y a Rapanuí, la isla de Pascua, hace 1.500 años con
embarcaciones de doble casco, que evita el vuelco, y de más de 30 m de eslora,
con una proa en cada extremo para cambiar de dirección sin tener que dar la
vuelta, y hace 1.200 años llegaron a Nueva Zelanda por el sur, todo ello en
contra del viento, que les aseguraba, eso sí, el viaje de retorno. Es más,
llegaron a América del Sur, aunque no la colonizaron pues volvieron sin dejar
ninguna huella genética visible, aunque se llevaron consigo la batata y algunas
mujeres que, en Tahití, muestran dos secuencias mitocondriales correspondientes
a Chile.
La llegada a Nueva Zelanda implicó un riesgo de no poder
volver, pues se habían apartado de la corriente de los vientos. Tampoco dejaron
huella, sin embargo, en Australia -habitada por el Homo Sapiens Sapiens desde el
año 60.000, antes que Europa!-, aunque es muy probable que llegaran a sus
costas, lo que hace pensar que abandonaban las tierras si las encontraban ya
habitadas. Es más, es probable que llegaran por el Indico a Africa, hasta
Madagascar, pues allí hablan un idioma similar. Los genes lo confirmarán.
En cuanto al neanderthal, las especies biológicas
homínidas diferentes no podían interfecundarse si tenían fondos genéticos
aislados. Si no podían cruzarse y entraban en conflicto por los espacios o
recursos, la más fuerte o adaptada al medio sobreviviría a expensas de la
extinción de la(s) otra(s). En Africa, y sólo en Africa, se observa una
progresión lógica que abarca los tres últimos millones de años. El Homo Erectus
africano llegó a Java como lo evidencia su aspecto físico en general tanto como
los utensilios de piedra utilizados. Todos se extinguieron, inluso el
Neanderthal, tras la entrada en Europa del Homo Sapiens, el de Cromagnon, hace
alrededor de 45.000 años. Este utilizaba cuchillos (lascas) de silex,
raspadores, punzones, utensilios de huesos y astas de animales y el símbolo (el
arte), y probablemente el lenguaje de sonido articulado, todo lo cual no llegó a
conocer el Neanderthal. Si hubiera habido cruzamientos (fecundos) entre el Homo
Sapiens y el Naerdenthal habría pruebas de ello en el ADN mitocondrial de
nuestra población actual. Las mutaciones del ADN mitocondrial entre galeses no
son, que sepamos por ahora, más de ocho, por lo que se remontan en su parentesco
común a unos 80.000 años, mientras que una población mixta descendiente de una
Sapiens y de una Neandertahl remontaría los 250.000 años, época en que ya
existía ésta última. Con 25 diferencias en las mutaciones secuenciales entre
europeos y polinesios habría que admitir un origen parcialmente neanderthal,
pero no se han encontrado más de 14. No hay huelllas, pues, del Neanderthal en
nuestro código genético actual. Y eso que tuvieron más de 15.000 años (del
45.000 al 30.000) para cruzarse. La secuencia del ADN mitocondrial del
Neanderthal (tanto en Granada como en el Cáucaso) presenta 26 diferencias con la
nuestra (Cromagnon), lo que confirma su configuración como especie hace unos
250.000 años. Si hubo cruce (fecundo), por tanto, sólo pudo ser entre hombres
cromagnon y mujeres neanderthales, de lo cual no queda huella tras su extinción.
Tales crías, si las hubo, se extinguieron con su especie. El burro tiene 62
cromosomas y la yegua 64, por lo que el mulo recibe de sus progenitores 31 y 32
respectivamente, lo que suma 63, número impar, lo que no le impide vivir pero sí
reproducirse. Desconocemos cuántos cromosomas tenía el Neanderthal pero los
grandes simios tienen dos más que nosotros, 48 v.46. La ausencia de restos en
Asia del Homo Erectus desde el año 100.000 hace pensar que no convivió con el
Sapiens que no llegó allí hasta el año 40.000. Y en el año 100.000 el Homo (Erectus)
no había llegado a América ni a Australia.
Las 7 hijas de Eva:
De Ursula,
hace 45.000 años, en el actual UK y
Escandinavia, desciende más del 10% de los europeos.
La madre del clan es la antepasada más reciente
común a todos los miembros del clan con la misma secuencia mitocondrial. Nuestra
madre común tuvo que parir al menos dos hijas, de las cuales nacerían las
demás, para que las dos pudieran tener una madre común. Caso contrario, el de
una sola hija, sería ésta –y no su madre- nuestra madre común. No es que nuestra
madre común fuera la unica mujer de su época, sino que las demás son ajenas a
nuestros linajes o fueron estériles o sus hijas no colaboraron en la
descendencia femenina. Por otra parte, el probable origen de un clan no es la
zona donde observemos menos mutaciones sino todo lo contrario, pues mayores
mutaciones nos remontan a tiempos anteriores. El clan común de las Molucas
presenta más variación que en Polinesia. La mayor diversidad (antigüedad) en
Taiwan hace pensar que de allí deriva el clan polinesio, a través de las Molucas.
Pues bien, hace 45.000 años se iniciaba el último glaciar,
el llamado de Wurm, cuyo frío más intenso se daría por allá del 20.000 al 15.000
para ultimar el deshielo (realmente aún no ha terminado) alrededor del 10.000.
Cuanto menor fuera la temperatura mayor sería la capa de tierra cubierta de
hielo, lo que disminuía la superficie de los mares y dejaba al descubierto
tierras que ahora se ocultan bajo las aguas. Así no habían ni el Canal de la
Mancha ni el estrecho de Bering.
Las cuevas eran buenas como refugio pero el frío, y los
desplazamientos de la caza, los haría bajar de las montañas. La caza en el
verano debería abastecerlos también para el invierno. Para ganarle la carroña a
las hienas se necesita un grupo de no menos de 5 personas.
Capturaban ranas en las orillas de los arroyos, o huevos
entre las ramas y los matorrales, frutos secos, bayas, setas, raíces y
tubérculos. En el verano cazaban liebres y ciervos, o caza mayor tras agotarlos
en la persecución o hacerlos caer en trampas.
Una parturienta muerta significaba la muerte del nacido
pues no se disponía de leche animal para criarlo. Los hijos se detestaban a los
3 ó 4 años lo que impedía a la madre gestar nuevas criaturas durante ese período
al cabo del cual el pequeño ya podría valerse por sus piernas para desplazarse
con sus mayores de la horda. Sólo tenían un objetivo, el de sobrevivir. Y lo
hicieron, lo que no sucedió con su primo el Neanderthal.
Treinta o pocos años más era el límite de vida y eran
madres a los doce. Los muchachos hacían carreras o peleaban entre ellos en
competiciones de cortejo para el emparejamiento.
De Xenia,
hace 25.000 años, al sur del Volga en el
Cáucaso, proviene un 5% de los europeos.
En invierno la temperatura era de 20º bajo cero durante
semanas enteras. Al mamut lanudo le acompañaban bisontes y renos, caballos y
asnos salvajes. Las chozas o refugios, con la armazón de colmillos y huesos de
mamuts, eran redondos de unos 3 m. de diámetro y cubiertos con capas de pieles
de bisontes. Cuando faltaba la hojarasca y la madera, quemaban el hueso como
combustible. Ya conocían las lanzas con punta de silex que podían arrojar con
lanzadores, instrumentos de madera que actuaban como una prolongación del brazo.
Camuflados por pieles de animales, acosaban durante semanas la caza que luego
despellejaban y descuartizaban para su traslado al campamento a kilómetros de
distancia, sin ruedas ni trineos. Los viejos, enfermos, débiles y heridos que no
podían desplazarse en la persecución de animales hacia el norte, eran
abandonados en el camino. Practicaban la magia con venus de piedra o madera
triangulares y de pechos y pubis exageradamente grandes que hincaban en la
tierra para impulsarla a dar bayas y frutos con los que alimentarse. Su lenguaje
estaba suficientemente desarrollado para poder transmitir información e
intercambiar noticias. En el 1% de los casos de partos de gemelos se eliminaba
al más pequeño, a no ser que hubiera en la horda una mujer lactante sin hijo al
que amamantar. Partos, hierbas medicinales, la crianza y la muerte, así como la
conservación del fuego, eran competencia de la mujer, en tanto que el macho se
ocupaba de la caza. El varón no presenciaba los partos, no importándole mucho
que lo tuviera prohibido, ni tenía conocimiento de la relación entre cópula y
parto.
Fueron los hijos de Xenia los que se adentraron en Asia y
en América, mientras otros preferieron Europa Central, Francia y Gran Bretaña.
De Helena,
en la Dordoña, al SO de Francia, hace
20.000 años, la época más cruda de la glaciación, venimos el 45% de los
europeos, a lo largo y extenso de todo el subcontinente. El glaciar llegaba a
Berlín y Varsovia, el Báltico y el mar del Norte estaban permanentemente
helados. Los témpanos de hielo del Atlántico se dejaban ver hasta en Burdeos. La
tundra, fina capa de tierra y vegetación por encima del permafrost, se acercaba
al Mediterráneo, y las hordas tenían que replegarse hasta los Alpes y los
Pirineos. La costa estaba a muchos kilómetros adentrada en el mar que conocemos
en la actualidad. Inglaterra estaba unida a la Europa continental y Córcega y
Cerdeña lo estaban a Italia. El oso de las cavernas era gigantesco. Con leznas,
buriles, cuchillos de silex y raspadores trabajaban los huesos y astas, de los
que diseñamos la aguja de coser. Con las caras pintadas del blanco de la luna
llena o de ocre rojo y el cuerpo de negro con el carbón de las hogueras,
pintaron las paredes de las cavernas para apropiarse del espíritu de los
animales que de este modo serían presa segura. La caza en pintura se traduciría
en caza real por magia mimética o simpática.
De Velda,
en Cantabria, Europa Occidental y en
Noruega y Saami de Finlandia, hace 17.000 años, procedemos el 5% de los
europeos. La vida animal y humana se había replegado a Ucrania, el sur de
Francia, Italia y la península Ibérica. El nivel del mar era 100 m. más bajo que
el actual. El bosque ocupaba el litoral. Los cazadores tenían que alejarse más
tiempo de sus campamentos para abastecerlos de la carne de caza mayor.
La mujer dependía del varón en cuanto se refiere al
abastecimiento de la carne y protección de la horda, así como la práctica mágica
de la pintura de animales para la caza, pero el grupo y su futuro estaba en
manos de la mujer, madre y maga, médica y supervisora, conocedora de las hierbas
tóxicas, alimenticias y medicinales, encargada del lenguaje y de la transmision
de los mitos y el bagage cultural.
Hace 17.000 años estábamos todavía en pleno período glaciar
(el de Wurm, XX.000-10.000) y no crecían vides sino pinos, sauces y
abedules. Podíamos pescar truchas, salmones y cangrejos y cazar ciervos o
jabalíes. La caza mayor tenía lugar en la tundra que era entonces el norte de
Europa continental, donde el Canal de La Mancha seguía sin estar cubierto de
agua.
De Tara,
en el UK y en la Toscania del Mediterráneo,
por aquella misma época del 17.000, procede el 10% de los europeos. Lo que no
era montaña era bosque. No pintaron cuevas como los hijos de Helena y de Velda,
pero fabricaban collares y caramillos con que acompañar los cantos y los bailes
rituales. Descubrieron que el tronco ahuecado de árbol flotaba y les permitía
navegar.
De Katrine,
hace 15.000 años, en los Alpes y el
valle del Po, desde Bolonia a Milán, desciende un 5% de los europeos. Venecia
estaba a 150 km de la costa. El poco profundo Adriático era la mitad del mar que
es ahora. Linces, lobos y osos les asediaban como ellos acosaban a los íbices y
a las gamuzas. Un cachorro de lobo se dejó criar y decidió cambiar de entorno,
del canino al del humano, de quien se hizo familiar, tras una transición en que
compartieron los dos. Hace 8.000 años merecieron ser enterrados con sus amos.
De Jasmine,
procedente del Oriente Medio hace 7 ú 8
mil años, tras 4.000 de deshielo, descendemos algo más del 15% de los europeos.
El mar separó Arabia de Irán al entrar en la tierra para formar el golfo Pérsico
y llegó hasta Venecia. Inundando el Bósforo llenó el mar Negro. En el mar del
Norte se formó el canal de la Mancha. El puente de tierra de Bering se hundió
bajo las aguas, y el continente de Sundalandia se desmembró entre Australia,
Nueva Guinea, Malasia, Sumatra, Java y Borneo. El deshielo anegó las poblaciones
costeras y quedó registrado en los mitos de todas las culturas como el
Diluvio. Pues al coincidir con el surgimiento de los bosques iría
probablemente acompañado de lluvias tremendas.
Una rama de Jasmine llegó a Escandinavia por los Balcanes y
la otra a Gran Bretaña tras pasar por España y Portugal. Con ella también vino
la información sobre la Revolución agrícola, que lanzó a la Humanidad, para bien
o para mal, a lo que somos ahora en la actualidad. Ella fue la artífice de la
primera parcela. Y del primer puré. Y del pan. El trigo domesticado se puso más
gordo, dónde va a parar, que el asilvestrado. Y al sembrado acompañó la cabra. Y
luego la oveja, y luego la vaca. El uro se convirtió en toro , y éste en buey,
utilizándose su leche, su carne y su fuerza de tracción bajo el arado. A lo que
se añadía una dieta adicional de pescados y moluscos. Los que vivían desde
siempre del pescado como en Dinamarca tardaron 1.000 años más que sus vecinos en
adoptar la practica agrícola.
Al no tener que desplazarse, y suprimido el bloqueo
hormonal de la ovulación durante la lactancia por la ingesta de hidratos de
carbono, se redujo el distanciamiento entre partos y aumentó la población.
El cazador-recolector se alimentaba de la caza, la carroña,
frutas silvestres, frutos secos y raíces, en un territorio de unos 10 km2,
si pretendía sobrevivir. Con la agricultura se multiplicó por 50 la
productividad de esa misma zona, evitando los desplazamientos estacionales, y
concediéndonos tiempo libre para holgar y pensar. Tras la última glaciación con
la agricultura se produjo una expansión hasta América y Nueva Guinea y un
aumento de la población que se sigue multiplicando todavía. La convivencia con
animales domésticos y la aglomeración de nuestra población conllevó epidemias
como el sarampión, la tuberculosis y la viruela; los cerdos, patos y gallinas
nos contagiaron la gripe, la tosferina y la malaria. El proceso continúa con el
sida o la encefalopatía espongiforme bovina. En la Mesopotamia del Eúfrates y el
Tigris, Oriente Medio, actual Iraq, Turquía, y de Irán a Siria, comenzó la
domesticación de la planta y del ganado. Allí fue el trigo como el arroz lo fue
en China, el azúcar en Nueva Guinea, el maíz, la calabaza y el girasol en
América, las judías en la India, el sorgo en Africa Occidental o el mijo en
Etiopía. Como ovejas y cabras y vacas, los cerdos en China, los caballos en
Asia, las llamas en los Andes… No fue el agricultor de Medio Oriente el que
colonizó al resto sino la idea de la agricultura la que se difundió hasta
el último rincón de la Tierra. Así lo ha demostrado la genética.
Muchos contemporáneos de cada una de estas siete mujeres eran
descendientes por vía materna de las anteriores. Lo que no hace a las 6 últimas
descendientes de la primera. Lo único seguro de ellas es que cada una tuvo como
mínimo dos hijas que sobrevivieran y de las que descendemos. Los 7 clanes de
Europa se corresponden con otros 26 más en el resto del mundo. Pero todos tienen
ancestros comunes, provenientes del Oriente Medio, y éstos de Africa. De los 33
clanes maternales, 13 (un 40 %) tienen su origen en clanes africanos. Pero los
33 convergen en una sola madre, y ésta es africana. Nuestra especie se configuró
como distinta hace 150.000 años gracias al aislamiento de que “disfrutaron” en
alguna zona al sudoeste de Etiopía, junto al lago Rodolfo, un número reducido de
individuos, que quizás no pasaran de mil. De éstos, sólo el linaje materno de
una ha sobrevivido sin interrupción hasta nosotros. Podemos llamarla Eva, la
primera, como bien acierta el mito. Los demás se extinguieron. Por supuesto que
ella no estaba sola y que sus contemporáneas compartían con ella un parentesco
maternal ancestral, hasta el chimpancé y más si nos apuran, pero no nos
interesan pues no venimos de ellas y su progenie no sobrevivió. Repetimos:
venimos de una, por definición, ya que, si fueran varias en lugar de una, éstas
a su vez descenderían de una madre ancestral común. A ésta nos referimos. Y el
punto de contacto de un origen común nos lleva a Africa hace 150.000 años,
cuando nos diferenciamos como especie, la del Homo Sapiens Sapiens, al que luego
llamamos Cromagnon, que hace 100.000 años salió de Africa, hace 50.000 entró en
Europa, y 35.000 en Mongolia, procedentes, seguro, del Oriente Medio, donde
desarrollamos el lenguaje y nuevas tecnologías que no habíamos traído de Africa.
Lo curioso es que de los 13 clanes africanos sólo uno se
aventuró a este viaje. Y tuvo que ser pequeño, pues si hubieran sido miles se
encontrarían varios clanes africanos en el fondo génico del resto del mundo. De
lo que no cabe duda es de que entre ellos había, como mínimo, una mujer.
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