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                                                            GIGANTES EN LA MITOLOGIA, EL ARTE, LA CIENCIA                                      Y LA HISTORIA. MITOS

GIGANTES EN EL DESCUBRIMEIENTO DE AMÉRICA. TESTIMONIOS DE LOS PRIMEROS EUROPEOS EN EL CONTIENENTE AMERICANO.

Por J.Antelo con la colaboración de Juan Luis Manteiga.

Huellas, esta vez de la mano de los testimonios prestados por los primeros europeos que pisaron "el Nuevo Mundo" nos sorprenden con sus narraciones. Avistamiento de personas de altura muy superior a la europea, hallazgos de huesos y otros restos de seres descomunales, narraciones por parte de los indígenas de hechos y seres mitológicos, descubrimiento de construcciones gigantescas...Una cierta predisposición cultural por parte de los descubridores a interpretar lo desconocido como algo sobrenatural o fantástico entroca directamente con determinados testimonios y hechos que bien pueden entrar dentro de lo posiblemmente real. Alvar Núñez Cabeza de Vaca comenta en su libro "Naufragios"; "Cuantos indios vimos desde La Florida aquí, todos son flecheros y como son tan crescidos de cuerpo y andan desnudos, desde lejos parecen gigantes..." más adelante precisa que "...fuesen grasndes o no, nuestro miedo les hacía parescer gigantes." En un intento por infundir un terror infundado a los visitantes colonizadores recien llegados se prodicagron historias como la de fantasmas gigantes que se narraban ante el asombro de los hombres de la iglesia, así se recogieron narraciones como la siguiente: "En el mes de mayo del mismo año (1696), estando el día completamente sereno, en la misión de Cocomórachi, como a las tres de la tarde, estaba el Padre parado frente a la puerta de su casa, y alcanzó a ver un enorme gigante que tenía la cara vuelta hacia los cerros vecinos; superaba a los árboles más altos desde la cintura, y se inclinaba como si quisiera recoger piedras para arrojarlas. La aparición se esfumó después de un cuarto de hora, todo en presencia del misionero".

Buscar una  única explicación que termine por dilucidar todas las narraciones que han llegado hasta nuestros días es tarea muy compleja; la mezcla e influencias culturales de los antiguos moradores y los nuevos visitantes puede ser parte de la clave para intentar comprender estos hechos. A continuación podremos leer algunos de los testimonios más interesantes de estos europeos recien llegados a una tierra mágica.

Bernal Díaz del Castillo, pudo escuchar de boca de los aztecas, en tiempos de la conquista llevada a cabo por Hernán Cortés, que sus antepasdados compartieron la tierra con "hombres y mujeres de cuerpos y huesos grandes"  hasta que la pacífica convivencia terminó en enfrentamientos que paulatinamente mermarían ese pueblo de gigantes y posteriormente se extinguirían.

Los nativos más ancianos contaban a Fray Jernónimo de Mendieta como sus ancestros lucharon con una raza de hombres muy altos  y que una vez que sus tierras fueron conquistadas encontraron allí más restos, en forma de huesos, de verdaderos hombres gigantescos. Fray Diego Durán va más lejos afirmando ser testigo del hallazgo accidental de "huesos de hombres inmensos" en excavaciones.

A la llegada de Nuño de Guzmán a lo que hoy es la ciudad de Jalilsco le sorpredió ver una cantidad importante de poblaciones abandonadas. La explicación que recibió del motivo por el cual muchas construcciones tuviesen el aspecto de estar abandonadas fue que "una exitinta raza de gigantes venida del Sur" fue la responsable de tales edificaciones. En Méjico, a estos hombres se les conocía por el nombre de Quinametzi o Quinames, "grandes hombres deformes" o "gigantes monstruosos" .

Los religiosos, Fray Andrés de Olmos y Pedro Cieza de León, aportan dos datos curiosos acerca de estos gigantes americanos según lo que a ellos se les había dado a conocer: El aspecto de algunos de estos gigantes era calificado por los nativos de "horrendo, iban desnudos o simplemente vestidos con pieles, se dedicaban a la matanza y a la rapiña". De sus hábitos alimentícios deducimos que podían tratarse de lo que calificaríamos como vegetarianos, "bellotas y una gran variedad de hierbas" eran la base de alimentación de algunas razas de estos gigantes.

Bartolomé Leonardo de Argensola en su libro titulado Conquista de las Islas Malucas publicado en 1609 redacta un fiel testimonio de los viajeros que se adentraban en los nuevos territorios. Entre los relatos podemos encontrar testimonios de encuentros con indígenas de elevada estatura como los que siguen:

"...Francisco Draque,... pasó al Río de la Plata, y en la Bahía de San Julián, desabrigada y expuesto a vientos frigidísimos (está en cincuenta grados) se entretuvo varios meses invernando... aquí aparecerieron ocho Indios gigantes que dejaban bajo al más alto Inglés:  mostraban sus arcos y flechas. Uno de los Ingleses que también se preciaba de aquellas armas, violando la paz de la comunicación, tiró a un Indio una saeta de que cayó atravesado. Flecharon de presto los otros, para vengar al compañero, y mataron dos Ingleses; todos ellos ya en descubierta guerra, embistieron a los Indios; pero ellos huyeron con tanta ligereza, que a los ojos de los Ingleses que esto escribieron, no estampaban las plantas."

Antonio Pigafetta, cronista del viaje de Magallanes narra el encuentro de la tripulación con unos indígenas que destacaban por su estatura en las proximidades de la Bahía de San Julián en 1520. Estos indígenas destacaban precisamente por alcanzar casi los dos metros de altura y las huellas que dejaban en el suelo llamaban la atención por llevar envueltos los pies en pieles haciendo que éstas apareciesen aún más grandes. 

"... Cierto día, cuando por fin se hicieron sentir los primeros y tímidos indicios de la primavera austral, vimos llegar a un indígena, el primero que teníamos ocasión de contemplar. Era gigantesco, y sus pies nos parecieron tan desmesurados que uno de nuestros hombres lo apodó Patagón. Conseguimos apaciguarlo poco a poco y su desconfianza desapareció hasta tal punto que nos presentó al resto de los miembros de su tribu, que eran tan grandes como él e igual de voraces..."

Cumpliendo con las órdenes que recibieron de la Casa de la Contratación procedieron a llevarse consigo a dos de ellos en una de las naves pero no pasaría mucho tiempo hasta que muriesen de frio, hambre, enfermedad y tristeza siguiendo el mismo destino que otros muchos hombres de la tripulación. El propio Antonio Pigafetta se hizo cargo de atenderlos y procurarles comida y cuidados hasta el final.

Antonio Pigafetta dejó constancia de estos hechos en su libro "Notizie del mondo nuovo con le figure de paesi scoperti descritte da Antonio Pigafetta vicentino, cavaglieri di Rodi" escrito hacia 1525 en un italiano mezclado con dialecto veneciano y con español. Éstos son algunos de sus testimonios de primera mano:

"Stessimo 13 giorni in questa terra. Seguendo poi il nostro cammino andassemo fino a 34 gradi e uno terzo al polo Antartico, dove trovassemo, in uno fiume de acqua dolce, uomini che se chiamano Canibali e mangiano la carne umana. Venne uno de la statura quasi come uno gigante nella nave capitania per assicurare li altri suoi. Aveva una voce simile a uno toro. Intanto che questo stette ne la nave, li altri portorono via le sue robe dal loco dove abitavano, dentro de la terra, per paura de noi. Vedendo questo, saltassimo in terra cento uomini per avere lingua e parlare seco, ovvero per forza pigliarne alcuno. Fuggitteno, e fuggendo facevano tanto gran passo che noi saltando non potevamo avanzare li sui passi. In questo fiume stanno sette isole. Ne la maggior de queste se trova pietre preziose, che si chiama Capo de Santa Maria..."

Más adelante continua narrando:

"...Quivi stessemo dui mesi senza vedere persona alcuna. Un dì a l'improvviso vedessemo un uomo, de statura de gigante, che stava nudo ne la riva del porto, ballando, cantando e buttandose polvere sovra la testa. Il capitano generale mandò uno de li nostri a lui, acciò facesse li medesimi atti in segno di pace, e, fatti, lo condusse in una isoletta dinanzi il capitano generale. Quando fu nella sua e nostra presenzia, molto se meravigliò e faceva segni con un dito alzato, credendo venissemo dal cielo. Questo era tanto grande che li davamo alla cintura e ben disposto: aveva la faccia grande e dipinta intorno de rosso e intorno li occhi de giallo, con due cuori dipinti in mezzo delle galte. Li pochi capelli che aveva erano tinti de bianco: era vestito de pelle de animale coside sottilmente insieme; el quale animale ha el capo et orecchie grande come una mula, il collo e il corpo come uno camello, le gambe di cervo e la coda de cavallo; e nitrisce come lui: ce ne sono assaissimi in questa terra... ...Di lì a 6 giorni fu visto uno gigante, depinto e vestito de la medesima sorte, da alcuni che facevano legna. Aveva in mano un arco e frezze. Accostandosi a li nostri, prima se toccava el capo, el volto e el corpo, e il simile faceva a li nostri, e dappoi levava le mani al cielo. Quando el capitano generale lo seppe, lo mandò a torre con lo schifo e menollo in quella isola che era nel porto, dove avevano fatta una casa per li fabbri e per metterli alcune cose de le nave. Costui era piú grande e meglio disposto de li altri e tanto trattabile e grazioso. Saltando ballava e, quando ballava, ogni volta cacciava li piedi sotto terra un palmo. Stette molti giorni con noi, tanto che 'l battizzassemo, chiamandolo Giovanni. Costui chiaro pronunziava Gesú, Pater Noster, Ave Maria e Giovanni come noi, se non con voce grossissima. Poi el capitano generale li donò una camisa, una camisotta di panno, braghesse di panno, un bonet, un specchio, uno pettine, sonagli e altre cose e mandollo da li sui. Ghe li andò molto allegro e contento. Il giorno seguente costui portò uno di quelli animali grandi al capitano generale, per il che li dette molte cose acciò ne portasse de li altri: ma piú nol vedessimo. Pensassimo [che] li suoi lo avessero ammazzato per aver conversato con noi.Passati 15 giorni, vedessemo quattro de questi giganti senza le sue armi, perchè le avevano ascose in certi spini: poi li due che pigliassemo ne le insegnarono."

Un dato curioso nos llega de la mano mismo de Antonio Pigafetta en su manuscrito. Durante la travesía, Pigafetta, aprovechó para tomar nota de parte del vocabulario empleado por los gigantes patagones en un intento por comprender su lengua. Y éste es el resultado:

VOCABOLI DE LI GIGANTI PATAGONI

Al capo = her, All'occhio = other, Al naso = or, Alle ciglia = occhechel, Alle palpebre = sechechiel, A li busi del naso = oresche, A la bocca = xiam, A li labbri = schiahame, A li denti = phor, Alla lingua = schial, Al mento = sechen, A li peli = archiz, Al volto = cogechel, A la coppa = schialeschin, A la gola = ohumez, A le spalle = pelles, Al gomito = cotel,  A la mano = chene, A la palma de la mano = caimeghin,  Al dito = cori, A le orecchie = sane, Sotto al braccio = salischin, A la mammella = othen, Al petto = ochii, Al corpo = gechel, Al membro = sachet, A li testicoli = sacancos, A la natura delle donne = jsse All'usar, con esse = jo hoi, A le cosce = chiane, Al ginocchio = tepin, Al culo = schiaguen, A le culatte = hoij, Al brazzo = maz, Al polso = holion, A le gambe = coss, Al piede = thee, Al calcagno = tere, A la caviglia del piè = perchi, A la sola del piè = caotscheni, A le unghie = colim, Al core = thol, Al grattare = gechare, A l'uomo guercio = calischen, Al giovane = calemi, A l'acqua = holi, Al fuoco = ghialeme, Al fumo = giaiche, Al no = ehen, Al sì = rey, A l'oro = pelpeli, A le pietre azzurre = secheg, Al sole = calexcheni, Alle stelle = settere, Al mare = aro, Al vento = oni, A la fortuna = ohone, Al pesce = hoi, Al mangiare = mechuiere, A la scodella = elo, A la pignatta = aschanie, Al domandare = ghelbe, Vien qui = hai si, Al guardar = chonne, A l'andar = rey, Al combattere = oamaghce, A le frezze = sethe, Al cane = holl, Al lupo = ani, A l'andar longe = schien, A la guida = anti, A la neve = theu, Al correre = hiam, Al struzo uccello = hoihoi, A la polvere d'erba che mangiano = capac, A li sui = om jani, A l'odorare = os, Al pappagallo = cheche, A la gabiota uccella = cleo, Al misiglion = siameni, Al panno rosso = torechai, Al bonnet = aichel, Al colore negro = ninel, Al rosso = taiche, Al giallo = peperi, Al cucinare = yrocoles, A la cintura = cathechin, A l'oca = cache, Al diavolo grande = Setebos, A li piccoli = Cheleule.

Otro testimonio de Argensola lo cuenta de la navegación que Pedro Sarmiento de Gamboa, Caballero de Galicia le llevó a la Isla que bautizó como de la Cruz, al pasar cerca de ésta la reacción de los indios que formaban la tripulación de la nave fue como sigue:

"...poblado de millares de islas. Pasaron a la vista de una, vieron humos altos, y los Indios cautivos comenzaron a llorar y se entendió que era de temor de los naturales de la tierra; significaron que eran gigantes y peleaban mucho. Los nuestros los aseguraron, haciéndolos capaces, para que entendiesen que podrían más que ellos."

Esta isla fue conocida anteriormente por otros navegantes y cierto capitán de navío ya había bautizado ésta con el nombre de isla de los Césares. Estas tierras eran ya conocidas como Tierras de Gigantes. El mismo Sarmiento de Gamboa da conocimiento de otro encuentro con estos personajes en algún punto del Estrecho de Magallanes:

"...en una ensenada cubierta de yerba blanca; surgieron en la punta, sobre la cual pareció una compañía de Gigantes, que les dieron voces, levantando las manos desarmadas. Imitaron los nuestros sus mismas acciones, que de ambas partes significaban paz. Llegados al batel, guardado de diez arcabuceros, saltó luego el Alférez en tierra con otros cuatro; los Gigantes le señalaron que dejase la jineta, y mostrole los rescates y dávidas que les quería presentar... pareciéndoles a los nuestros que aquel recelo presuponía escarmiento, suponiendo que lo debió causar el daño que habían recibido del corsario inglés, para saberlo enteramente, embistieron diez de los nuestros con uno de los Gigantes, y le prendieron, más con dificultad le conservaron; los demás, arremetiendo por sus armas, fueron sobre los Españoles tan presto, que apenas les dieron tiempo para volverse al batel...El Indio preso era entre los Gigantes gigante, y dice la relación que les pareció Cíclope; consta por otras, que tiene cada uno de éstos más de tres varas de alto, y en esta proporción son altos y robustos. Puesto en la nave quedó tristísimo, y aunque le ofrecieron regalos, aquel día no aceptó ninguno."

La altura que dicen los relatos que podían alcanzar estos gigantes rondaría  los 2 metros y medio pero esta estaura no les impedía disfrutar de una agilidad asombrosa como lo demuestran distintas narraciones. La singladura de la nave de Sarmiento le llevaría a toparse una vez más con Gigantes en otra de las islas a la que llamó Isla de Nuestra Señora del Valle:

"...y sin provocarlos con ofensa, antes habiendo recibido de los nuestros aquellos dones, comenzaron con ira súbita a herirlos: al General, de dos flechas en un lado y entre los dos ojos; a otro soldado le sacaron uno; los demás defendiéndose con las rodelas, arremetieron a ellos; pero huyendo los Gigantes la tierra adentro, tan ligeros, que no los alcanzara la bala de un arcabuz. Según este acto, no parece impropia la cobardía que aplican a sus Gigantes los escritores de los libros fabulosos, que llaman vulgarmente de caballería..."

Los primeros colonos escucharon narraciones de antiguas tradiciones peruanas que cuentan como la costa de este país fue invadida en tiempos remotos por "hombres de gran talla" que portaban armas metálicas. Y que, según muchas tradiciones, la llegada de estos gigantes a muchas costas de américa se hizo, como los europeos, por mar. Se les atribuyeron grandes conocimientos en el arte, metalúrgia, agricultura, arquitectura... a excepción de las algunas "razas" que habitaron parte del continente, éstos hacían gala de una violencia inusitada,  de un escaso desarrollo cultural y un siniestro aspecto.

En su libro "La Antigua o Baja California", el religioso jesuita Xabier Clavijero nos deja un asombroso documento que creo merece la pena leer con atención pues es muy relevante a la vez que plantea muchas dudas razonables:

"«...Poco diferentes de las citadas bestias eran en la manera de vivir los salvajes habitantes de la California. Pero atendiendo a los pocos vestigios de antigüedad que allí han quedado, es fácil persuadirse que aquella península estuvo antes habitada por gentes menos bárbaras que las que hallaron en ella los españoles; porque los jesuitas, en los últimos años que estuvieron allí, descubrieron en los montes situados entre los 27° y 28° de latitud, varias cuevas grandes cavadas en piedra viva, y en ellas pintadas figuras de hombres y mujeres decentemente vestidas, y de diferentes especies de animales. Estas pinturas, aunque groseras, representan distintamente los objetos, y los colores que para ellas sirvieron, se echa de ver claramente que fueron tomados de las tierras minerales que hay en los alrededores del volcán de las Vírgenes. Lo que más admiró a los misioneros fue que aquellos colores hubieran permanecido en la piedra por tantos siglos sin recibir daño alguno ni del aire ni del agua. No siendo aquellas pinturas y vestidos propios de las naciones salvajes y embrutecidas que habitaban la California cuando llegaron a ella los españoles, pertenecen sin duda a otra nación antigua, aunque no sabemos decir cual fue. Los californios afirman unánimemente que fue una nación gigantesca venida del Norte. Yo no pretendo que se le dé crédito a esta tradición; pero ciertamente no puede dudarse que haya habido allí antiguamente algunos hombres de desproporcionada talla, como se infiere de varios huesos humanos exhumados por los misioneros. Entre otros el padre José Rotea, misionero de Kadakaamang, hombre curioso, exacto y sincero, habiendo sabido que en un lugar de su misión llamado ahora San Joaquín, había un esqueleto gigantesco, mandó cavar, y halló efectivamente todo el espinazo, aunque con las vértebras ya desunidas, una canilla, una costilla, varios dientes, y señaladamente un gran fragmento del cráneo. Pudo haberse hallado todo el esqueleto si un torrente vecino no hubiera corroído el suelo y arrancado de allí algunos huesos. La costilla, aunque no estaba entera, tenía todavía como dos pies de larga. La canilla no pudo medirse,
porque se rompió al sacarla. Considerada pues la magnitud del cráneo medido el lugar que ocupaba todo el esqueleto y comparadas sus vértebras con las de un esqueleto común, se cree que el hombre a quien pertenecieron aquellos huesos tenía casi once pies de altura"

Muchos de estos testimonios han sido tomados durante mucho tiempo como meras invenciones o en el mejor de los casos fruto de una simple ingnuidad por parte de los narradores. El caso de Antonio Pigafetta ha sido un clásico durante casi 500 años, nadie se planteaba seriamente la existencia de los gigantes patagones de los que habla en su libro. Hasta que en 1962, en las proximidades de los picos conocidos como las Torres del Paine, durante los trabajos agrícolas realizados en la zona surgen de la tierra unos extraños restos que resultaron ser humanos y pertenecientes a un túmulo funerario familiar cuya antiguedad fue datada en unos 500 años. Los restos de hombres de entre los 2,80 y los 3,20 metros han venido a poner fin a todas las dudas y recelos que este narrador contemporáneo de la conquista había suscitado todo este tiempo, hoy no existe duda alguna; los gigantes patagones existieron.

¿Una forma de infundir terror por parte de los dueños de esa tierra a los recien llegados conquistadores con historias increibles?, ¿meras exageraciones?, ¿errónea interpretación de los restos de antiguos animales?, ¿desbordada imaginación de los exploradores?...

COMENTARIOS A LOS DISTINTOS TESTIMONIOS DE LOS DESCUBRIDORES EN AMÉRICA

Por Sandro A. Patrucco.Pontificia Universidad Católica del Perú

En nuestra época, la Historia de lo imaginario nos ha permitido estudiar las fluctuaciones que presenta la frontera que separa lo real de lo imaginario a través del tiempo y acceder a las fantasías, sueños, esperanzas y temores de los hombres del pasado, lo cual hubiera sido prácticamente imposible medio siglo atrás, es decir antes del surgimiento de esta corriente.

Las crónicas de Indias que, durante algún tiempo se las creyó agotadas, se nos presentan hoy como un campo virgen al que acuden numerosos historiadores de la mentalidad, psicohistoriadores e historiadores de lo imaginario. Intentando avanzar por este camino, procuramos analizar un pequeño aspecto de estas narraciones, y ver el encuentro de gigantes en la época del descubrimiento. Debo advertir que que esta ponencia es solo el avance de una investigación mayor.

¿Por qué resulta interesante ver las crónicas desde esta prespectiva?. Tal vez la respuesta más adecuada sea porque a diferencia de otros creadores intelectuales, el cronista en su gran mayoría es un hombre que participa del descubrimiento y la conquista americana, así no es raro encontrar al cronista soldado que, con burdo pero expresivo arte, describe desde el campamento militar, entre jornada y jornada, las primeras impresiones del nuevo territorio, o más adelante al cronista funcionario que alterna su labor burocrática con la elaboración de su crónica. Estos dos ejemplos entresacados de un vasto universo nos demuestran cómo lo imaginado por estos hombres es en gran medida lo mismo que la gente de su época creía y fabulaba, pues ellos, no  por ser cronistas dejaron de ser hombres de su tiempo.

La figura del gigante es común a muchas culturas, y desde épocas muy antiguas. Así entre los mitos de la India encontramos varios ejemplos. La planta llamada Soma, productora del nectar dorado, brebaje de los dioses, era representada como un gigante, Balí, quien protegió a Vichnú en su quinto descenso cuando había tomado la apariencia de un enano, y aún en la actualidad se espera el regreso de Buda en la décima encarnación cuando vendrá a la tierra convertido en el gigante hipocéfalo Kalkín.

Tampoco fue ajena a los griegos la idea de los gigantes, así vemos en la Teogonía de Hesiodo la narración de la Titanomaquia donde se cuenta la lucha de Zeus contra los Titanes; más adelante encontramos la creencia en los gigantes de Dolia contra los cuales se dice que luchó Hércules.; no menos gigantesco era Talo guardian de las leyes que llevaba grabadas en su pecho de bronce, el cual calentaba al rojo vivo para estrechar en un candente abrazo mortal a los que desobedecían dichas normas. En la Odisea aparecen también los gigantes, hallamos así que Alcinoo se creía descendiente de los Cíclopes y la "salvaje raza de los gigantes" y más adelante se menciona todo el episodio de Ulises en la isla de los cíclopes.

Tampoco es extraña la idea al pueblo hebreo pues encontramos numerosas referencias en la Biblia, así se habla de los Hijos de Enac, de la raza de los gigantes" y en el Deuteronomio se dice:

"Antiguamente habitaban allí los emios, pueblo grande, numeroso y de alta estatura, como los enaceos, se les tenía por gigantes..."

y se añade:

"Og rey de Basán, era el último sobreviviente de la raza de los gigantes. En Rabat, ciudad de los amonitas, se muestra su cama de hierro, la cual tiene nueve codos de largo y cuatro de ancho en codos corrientes"

Sin embargo, el más conocido de los pasajes bíblicos referidos a este tema es el de Goliat:

"Salió de entre las filas filisteas un guerrero llamado Goliat. Era de la ciudad de Gat y medía alrededor de tres metros de altura, toda su armadura y sus armas eran de bronce; el casco que llevaba en la cabeza, la coraza de escamas de que iba revestido y que pesaba sesenta kilos, las polainas que cubrían sus piernas y la lanza que cargaba a su espalda."

En la mitología germánica vemos una importante tradición al respecto, el gigante Imer nacido de las gotas tíbias del hielo primigenio fundido, era considerado el primero de los seres vivientes, y padre a su vez de la raza de los gigantes, raza caracterizada por su vigor insólito y su violencia vesánica. Enfrentados contra Odín fueron todos muertos por éste y los demás dioses, salvando solo una pareja Bergelmir y su esposa quienes engendraron una nueva raza de gigantes y que trajeron nuevas desgracias al mundo, pues la codicia, la avaricia y la corrupción procedían de ellos.

En la literatura latina, no dejan aparcer una serie de alusiones a los gigantees, pero resulta más interesante aún el hallar entre los "científicos" romanos menciones de gigantes, así Plinio luego de mencionar algunos casos como el de los etíopes y el de los Trogloditas, formula la teoría según la cual los gigantes son raros representantes de una antigua raza humana, de la cual nosotros, especímenes degenerados, también descendemos. Algunos teólogos cristianos entre ellos Agustín de Hipona, retoman la idea. Durante la Edad Media la idea que venimos tratando se funde en la mentalidad popular y la figura del gigante aparece en mitos y leyendas diversas como el caso de los gigantes londinenses Og y Magog, así también como en las novelas de caballerías y otros relatos. Simultaneamente, en el mundo musulmán circulan colecciones de relatos, como los Cuentos de las Mil y Una Noches, donde también aparecen relatos de seres de dimensiones descomunales.

Es interesante señalar que miéntras en América los conquistadores veían a los gigantes en sus expediciones, en España, Alonso Quijano recorría los parajes de la Mancha confundiendo a los molinos de viento con gigantes. Si Cervantes puso este ejemplo de la alineación del Quijote era porque la idea estaba profundamente insertada en la imaginación popular.

Desde los primeros momentos del Descubrimiento, la antigua tradición europea que hablaba sobre los gigantes, empezó a encontrar su correlato en América. Así en la tierra de Chicora cercana al cabo de Santa Elena en la conquista de Centro América, en la región llamada Duhare, los españoles entraron en contacto con los gigantes. Cuenta Pedro Mártir de Anglería:

"Dejando, pues, a Chicora, fueron al otro lado de aquel golfo y aportaron en la región llamada Duhare. Los naturales de aquí dice Ayllón que son blancos, y lo afirma el moreno Francisco Chicorano, y tienen pelo rubio que les llega hasta los talones;

tienen un rey de talla gigantesca, que se llama Dathá y cuentan que no es mucho menor que él su mujer la reina: cinco hijos les han nacido. En vez de caballos, se sirve el rey de jóvenes altos, que, en hombros le llevan corriendo y le vuelven a donde le agrada."

Es interesante señalar en este pasaje que aparte de la existencia de hombres de mayor tamaño que el normal, se encuentra una diferenciación social en base a la estatura, la élite de la tribu, la familia real, supera en tamaño a los demás. Tal vez para el cronista esta diferencia le hiciera recordar las ilustraciones  medievales y las categorías artístico-sociales que durante mucho tiempo representaban las jerarquías mediante las dimensiones de los personajes en las obras artísticas. Intrigados los descubridores por esta característica intentaron averiguar su causa, dice Herrera y Tordecillas:

"...preguntándoles como crecían tanto dixeron que les daban de comer morcillas rellenas de ciertas tierras encantadas. Otros decían que les estiraban bien los huesos quando niños i que después de ablandados con ciertas iervas cocidas, les volvían a estirar..."

Sin embargo, Gómara que cuenta la misma anécdota señala:

"assi lo contabann ciertos chicoranos que se bautizaron, pero creo que decían esto por decir algo, que por aquella costa arriba hombres hay muy altos y que parecen gigantes en comparación de otros."

Pedro Mártir de Anglería menciona también un encuentro con gigantes en una isla sin nombre de la Línea Equinoccial, señalando que "eran más altos que los germanos y los de Panoia". Luego de enfrentarse con los españoles:

"... huyeron ellos (durante la noche) abandonando los lugares que habían ocupado. Se piensa que son razas abulantes como los escitas, que sin casa fija siguen con sus mujeres e hijos a los frutos de la tierra. Los que han medido en la arena las huellas de los pies de aquellos, afirman con juramento que tienen casi el doble que los pies de un hombre regular de nosotros."

En este fragmento comienzan a vislumbrarse algunos elementos recurrrentes en la aparición de los gigantes, como la medición de huellas como medio de calcular la estatura, ello daría lugar más adelante al nombre de patagones. La característica de transhumancia de estos pobladores envuelve en un aura misteriosa a la tribu, que es comparada con casos europeos.

Para la época en que se llega a México, la imaginación española y los asideros que la realidad prestaba a la tradición de los gigantes, se conjugó con los propios mitos que los indígenas tenían sobre seres humanos de gran tamaño. Herrera menciona una tradición local:

"... y quando estas naciones poblaban los antiguos chichimecas no hicieron contradición, antes se estrañaban y se escondían en las peñas; pero los que habitaban de la otra parte de la Sierra Nevada, se pusieron a defender la tierra a los Tlascaltecas: i como eran Gigantes, según sus historias, quisieron hechar a los advenedizos; pero los Tlascaltecas fingieron paz con ellos: i teniéndolos combidados a un gran banquete, les hurtaron las armas, i dieron en ellos, i los mataron. Y quanto a que cuanto a que fuesen gigantes, ia se ha dicho, que oi se hallan huesos de hombres de increíble grandeza."

Este tipo de leyendas que circulaban en el México indígena parecían comprobarse con algunos hallazgos como el que anota el inventario del Quinto Real de los Despojos de México donde se dice "algunos huesos de gigantes que se hallaron en Cuhuacán", o la mención que realiza Diego de Ordáz:

"En la bóveda de un templo encontró un pedazo de hueso del muslo de un gigante, raído y medio carcomido por la antiguedad."

Y que más adelante tendría Pedro Mártir en sus manos:

"... el licenciado Ayllón jurisperito y uno de los senadores de la Española, llevó aquel muslo a la ciudad de Victoria poco después que Vuestra Beatitud marchó de allí para Roma. Yo le tuve en casa algunos días: tienen de largo cinco palmos desde el nudo del anca hasta el de la rodilla, y de recio en proporción."

Además de estos encuentros se supo por aquella época gracias a ciertos soldados que regresaban del sur:

"...los que Cortés envió a las montañas del sur volvieron diciendo que habían encontrado una región habitada por hombres de esos (Gigantes) y en prueba de ello dicen que trajeron muchas costillas de los muertos."

Toda esta conjunción de pruebas e indicios debe haber creado la idea prácticamente por todos aceptada de la existencia de aquellos seres en México. Encontramos así epístolas entre Fernández de Oviedo y el Virrey de Nueva España don Antonio de Mendoza, en las que se discute el origen de estos gigantes, sus parecidos y lugares donde se encuentran.

"Cuanto a lo que Vuestra Señoría dice de la relación que me enviaron de Venecia del origen de esa gente ser venida del Perú, e que tiene la opinión contraria , e que vino de la parte del norte, yo así lo pienso como lo dice Vuestra Señoría, e que esos de Nicaragua serían de la misma gente porque también son modernos, e los de la lengua Chorotega son los naturales; porque aunque hay muchas lenguas, estas dos parece que son las más generales; y desde ellos al levante no hay tales lenguas, a lo que yo he podido alcanzar."

Con la expedición de Magallanes y la búsqueda del Estrecho que permitiría cruzar del Atlántico al Pacífico y hallar la ruta por Oriente a la Especería. las Indias y el Catay, los españoles entraron en contacto con los patagones, tríbus nómadas y primitivas que llaman la atención entre otros motivos por su altura. Fernández de Oviedo menciona:

"... la una costa y la otra del Estrecho de Magallanes es habitada por gigantes a los cuales nuestros españoles les llamaron patagones por sus grandes pies; y que son de trece palmos de altura en sus estaturas y de grandísimas fuerzas, y tan veloces en el correr, como muy ligero caballo o más, y que comen carne cruda y el pescado asado y de un bocado de dos o tres libra, y que andan desnudos y son flecheros, y otras particularidades..."

Gómara describe el asombro mutuo que causó a los españoles y patagones su encuentro:

"Los indios se llegaron a la marina maravillados de tan grandes navios y de tan chicos hombres. Metíanse y sacábanse por el gargero una flecha para espantar los extrangeros, a los que mostraban, aunque dicen algunos que lo usan para vomitar estando hartos, y cuando han menester las manos o los pies. Tenían corona como clérigo..."

El primero en vivir entre los patagones fue el padre don Joan con algunos compañeros los cuales olvidados por los navíos, tuvieron que sobrevivir en tierras patagónicas. Al ser rescatados refirieron que:

"... e hallaron muchos ranchos e chozas de los patagones, que son hombres de trece palmos de alto, y sus mujeres son de la misma altura ... Dezia este padre don Joan, que el ni alguno de los cristianos que allí se hallaron no llegaron con las cabezas a sus miembros vergonzosos en el altor, con una mano, cuando se abrazaron; y este padre no era pequeño hombre, sino de buena estatura de cuerpo."

Estando más al sur, acomodados en una bahía cerca del Estrecho, la gente de Magallanes entró en contacto con los patagones de la región. Dice Herrera y Tordesillas:

"Al cabo de dos meses, que la armada estaba en aquella bahía parecieron seis indios, i llamaron, que querían ir a las naos de que la gente tuvo mucho placer. Fue el esquefe por ellos, y entrados en la Capitana, el General les mandó dar de comer una caldera de mazamorra, que hartara veinte hombres; pero los seis se la comieron toda, porque eran tan grandes, que el menor era maior, i más alto que el maior Hombre de Castilla... El siguiente día acudió otro con una danta: dixo que quería ser cristiano. Pusieronle por nombre Juan Gigante: i viendo echar a la mar ciertos ratones, dixo que se los diesen , que se los quería comer, i en seis días no hizo sino llevar a tierra quantos ratones se mataban, i al cabo no volvió más."

Intrigados por este contacto no vacilaron los españoles en entrar en la tierra y un grupo acompañado de algunos patagones llegó hasta sus aldeas:

"Vivían en ella (la cabaña) cinco gigantes y trece mujeres y muchachos; todos más negros de lo que requiere la frialdad de aquella tierra... Tomaron para traer a España la medida ya que no se podía la persona y tuvo once palmos de alto; dicen que hay de trece palmos, estatura grandísima y que tienen disformes los pies por lo cual les lleman patagones."

Gonzalo Fernández de Oviedo en su carta al Virrey de Nueva España señalaba que los patagones serían los que originaron esta raza de gigantes y que desde allí se habrían difundido a todo América. Al llegar a Perú los conquistadores entraron al igual que en México antiguas tradiciones referidas a la existencia de los gigantes. Especialmente interesante resulta el caso de los gigantes de la Punta de Santa Elena, donde las leyendas se confirman, a criterio del cronista, con la existencia de huesos al parecer humanos de dimensiones extraordinarias. Así ya en la temprana crónica de Diego de Trujillo se menciona que pasaron "a la Punta de Santa Elena a do estaban los huesos de los gigantes". Más adelante otro cronista de los primeros momentos de la conquista, Pero López, aunque confundiendo Santa Elena con una isla, por el tiempo de media entre los hechos y la redacción de su obra, nos dice:

"En esta isla de Santa Elena uvo jigantes y se ven casas grandes y edificios que hizieron espezial un pozo de mucha altura, el cual se entra por escalas como de... y los pasos uno de otro de un estado de hombre de ocho pies. Sus guesos de gran grandeza en sus casas y edificios parecen se hombres de grandes fuerzas. Fenezieron todos. Dizen los naturales queran todos varones y que las mujeres de la tierra no pidían tener ayuntamiento con ellos por ser extremos, el uno muy grande y el otro muy pequeño. Dizen los antiguos que llegaron allí, a su cuenta dellos, avrá zien años, y vinieron en juncos como galeras, aunque no de aquella hechura. Oi día ai maderos destos juncos en la isla y otras muchas antiguallas y cosas de sus manos hechas."

Apoyados en la existencia de los restos de los supuestos gigantes, los lugareños refirieron la historia a muchos de los que por allí pasaban convirtiéndose en una leyenda bastante conocida ya que es mencionada con algunas variantes por un buen número me cronistas, entre los que tenemos a Cieza de León, Fernández de Oviedo, López de Gómara, Zárate, Garcilaso, Gutiérrez de Santa Clara, etc. Es interesante señalar que la leyenda inicial que a mi parecer debe haber sido relatada originalmente de una forma similar a la de la versión de Pero Sancho, fue tiñéndose de contenidos occidentales. El caso puede ser interesante para estudiar el surgimiento de la creencia sobre un tema fantástico, tal vez en otras leyendas semejantes se pueda encontar un proceso similar al que veremos. Cuenta Garcilaso sobre esta historia:

"... será bien demos cuenta de una historia notable y de gran admiración que los naturales della por tradición de sus antepasados, de muchos siglos atrás, de unos gigantes que dizen fueron por la mar a aquellas tierras y desembarcaron en la punta que llaman Santa Elena: llamáronla así porque los primeros españoles la vieron en su día..."

Zárate cuenta:

"Junto a la punta dicen los indios de la tierra que habitaron unos gigantes cuya estatura era tan grande como cuatro estados de un hombre mediano. No declaraban de qué parte vinieron."

Gutiérrez de Santa Clara, quien nos proporciona la versión más elaborada, señala que:

"...cuando reinaba Topa Inga yupangue, que estando aquella tierra de paz se alborotó toda ella con la llegada que hicieron mucha cantidad de indios gigantes, que eran de disforme altura y grandeza. Y que estos tales vinieron en unas barcas o balzas muy grandes, hechas de cañas y maderas secas, los cuales traían unas velas latinas triangulares, de hacia la parte donde se pone el sol y de hacia las Islas Malucas o del Estrecho de Magallanes..."

Y añade más adelante:

"Dieron cuenta estos gigantes a los naturales de estas tierras de como habían salido de unas islas y tierras muy grandes que están en la mar austral hacia el poniente, y que fueron hechados dellas por un gran señor indio que allí había, que eran tamaños y tan grandes de cuerpos como ellos. Y además de esto, que habían navegado por la mar muchos días a remo y vela, y que cierta tormenta y borrasca los había echado en aquellas partes..."

Cieza de León, señala sobre su tamaño:

"... que tenían tanto uno de ellos de la rodilla abajo como un hombre de los comunes en todo el cuerpo, aunque fuese de buena estatura, y que sus miembros conformaban con la grandeza de sus cuerpos, tan disformes, que era cosa monstruosa ver las cabezas, según eran grandes y los cabellos; que les llegaban a las espaldas. Los ojos señalaban eran tan grandes como pequeños platos. Afirman que no teían barbas, y que venían vestidos algunos de ellos con pieles de animales y otros con la ropa que les dió natura, y que no trajeron mujeres consigo."

Zárate nos dice:

"... manteníanse de las mismas viandas de los indios, especialmente pescado porque eran grandes pescadores; a lo cual iban en balsas, cada uno en la suya, porque no podían llevar más, como navegar tres caballos en una balsa; apeaban la mar en dos brazas y media; holgaban mucho en topar tiburones y bufeos, o otros peces muy grandes, porque tenían qué comer; comían cada uno más que treinta indios, andaban desnudos por la dificultad de hacer vestidos."

Refiere Cieza de León que luego de asentarse en Santa Elena se les presentó el problema:

"como no hallaran agua, para remediar la falta que de ella sentían hicieron unos pozos hondísimos; obra por cierto digna de memoria, hecha por tan fortísimos hombres como se pensase que serían aquellos, pues era tanta su grandeza. Y cavaron estos en la peña viva hasta que hallaron el agua, y después los labran desde arriba de piedras de tal manera que manera que durara muchos tiempos y edades; en los cuales; en los cuales hay buena y sabrosa agua y siempre tan fría que es gran contento beberla."

Pero su llegada al lugar pronto engendró problemas con comarcanos, prescindiendo de la versión de Gutiérrez de Santa Clara quien nos narra toda una intriga diplomática, digna de la Italia Renacentista, entre la gente del cacique del valle del Chimo, el Inca y los gigantes, prestaremos oidos a la versión de Zárate:

"Eran tan crueles que sin causa alguna mataban muchos indios de quien eran muy temidos..."

Continúa Cieza de León:

"... todo el mantenimiento que hallaban en la comarca de tierra que ellos podían hallar lo destruían y tanto dicen qeu unos de ellos comían más viandas que cincuenta hombres de los naturales de aquella tierra; y como no bastare la comida que hallaban para sustentarse mataban muchos pescado en el mar con redes y aparejos que según razón tendrían. Vivieron en gran alrrecimiento de los naturales, porque por usar con sus mujeres mataban y a ellos hacían lo mismo por otras causas. Y los indios no se hallaban bastantes para matar a esta nueva gente que habían venido a ocuparles la tierra y señorío, aunque se hicieron grandes juntas para platicar sobre ello; pero no les osaron acometer."

Ni las comitivas del Inca o de los curacas del valle de Chimo lograron calmarlos. Mientras tanto el pecado hizo su aparición entre los gigantes. Continúa Cieza de León:

"Pasados algunos años estando todavía estos gigantes en esta parte, como les faltase mujeres y las naturales no las cuadrasen por su grandeza o porque sería el vicio usado entre ellos, por consejo y inducimiento del maldito demonio, usaban unos con otros el pecado nefando de la sodomía, tan gravísimo y horrendo; y el cual usaban y cometían pública y descubiertamente, sin temor a Dios y poca verguenzas de si mismos. Y afirman todos los naturales que Dios nuestro señor, no siendo servido de disimular pecado tan malo, les envió el castigo conforme a la fealdad de su pecado. Y así dicen que, estando todos juntos en su pecado de sodomía, vino fuego del cielo temeroso y muy espantable, haciendo gran ruido, del medio del cual salió un angel resplandeciente con una espada tajante y muy refulgente, con la cual de un solo golpe mató a todos y el fuego los consumió, que no quedó sino algunos huesos y calaveras que paraa memoria del castigo quiso Dios que quedara sin ser consumidas por el fuego."

Hasta acá la leyenda, pero resulta aún más interesante el examinar los testimonios que dan los españoles sobre los restos que fueron encontrados. Dice Gómara:

"Gigantes dicen que hubo (en el Perú) en tiempo de los antiguos cuyas estatuas halló Franciso Pizarro en Puerto Viejo, y diez o doce años después se hallaron muy lejos de Trujillo grandísimos huesos y calaveras con dientes de tres dedos en gordo y cuatro en largo que tenían un verdugo por fuera y estaban negros; lo cual confirmó la memoria que de ellos anda entre los hombres de la costa."

Cuenta Zárate:

"Y con todo esto nunca se dió entero crédito a lo que los indios decían cerca de estos gigantes, hasta que siendo teniente de gobernador de Puerto Viejo el capitán Juan Olmos, natural de Trujillo, en el año 1534 y oyendo todas estas cosas hizo cavar en aquel valle, donde hallaron costillas y otros huesos, que si no parezían juntas las cabezas no parecía creible ser de seres humanos; y así hecha la averiguación y vistas las señales de los rayos de las peñas, se tuvo por cierto lo que los indios decían; y se enviaron a diversas partes de Perú algunos dientes que allí se hallaron, que tenía cada unos tres dedos de hancho y cuatro de largo. Tienen por cierto..."

La leyenda de los gigantes de Santa Elena me parece un interesante ejemplo dentro del que podemos analizar como una historia local va tiñéndose de elementos fantásticos y va enriquecíendose paulatinamente. Al parecer, inicialmente, debió haberse parecido más a la versión que relata Pero Pérez, pero en las sucesivas refundiciones la imaginativa historia aborigen fue tomando más cuerpo hasta verse enteramente impregnada de elementos occidentales que va desde las intrigas diplomáticas de los señoríos cercanos con el grupo de gigantes, hasta el exterminio bíblico a consecuencia de su pecado contra la naturaleza. Es posible que muchas de las leyendas fantásticas que surgieron en América hayan tenido un desarrollo similar, pero lamentablemente no ha quedado este proceso tan bien graficado como en el presente caso.

Para concluir con esta ponencia, me gustaría esbozar algunas ideas respecto al encuentro de los conquistadores con los gigantes americanos. Debemos patie de los hechos concretos. Al llegar a América, los españoles hallaron dos elementos primordiales para el inicio del mito, gente de una estatura realmente mayor a la normal en Europa y huesos y restos de descomunal medida, probablemente de paleofauna americana, que indujeron a pensar en la existencia de seres gigantescos sobre los que se tejió algunas historias. Sin embargo, debemos señalar que esto no es suficiente de por sí, para crear la titanomaquia americana,  hay que recalcar que es indispensable otro elemanto para llevar a las personas a tales razonamientos y es toda la impronta del gigante en la cultura occidental, fuertemente arraigada desde la antiguedad como hemos podido ver en la primera parte del trabajo. Estos ellementos subyacentes que podríamos calificar de incosciente colectivo no van a esperar mucho para aflorar con el primer asidero que les preste la realidad misteriosa de América.

Los gigantes simbolizan también para el conquistador los temores que tienen que enfrentar en su empresa y al mismo tiempo el peligro que valientemente han encarado y que será vanidosamente publicado al regreso de su expedición.

 

Bibliografía: De "Historia y Cultura", 1991-92 nº21, por Sandro Patrucco. "Conquista de las Islas Malucas", 1992, de Bartolomé Leonardo de Argensola. Biblioteca de Viajeros Hispánicos. "Yo, Magallanes, caballero portugués..." de Yvon Mauffret, ed. Anaya-1988."Notizie del mondo nuovo con le figure de paesi scoperti descritte da Antonio Pigafetta vicentino, cavaglieri di Rodi" de Antonio Pigafetta, 1525 aprox.


 

 

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