En busca de un muro  (1973)
JULIO BRACHO
ANDREA PALMA
Ignacio L�pezTarso, Andrea Palma e Ir�n Eory en En busca de un muro
Producci�n: Esdtudios Churubusco; Luis Garc�a de �e�n.
Direcci�n: JULIO BRACHO
Argumento y daptaci�n: JULIO BRACHO
Fotograf�a: Alex Phillips Jr.
M�sica: Blas Galindo.
Sonido: Eduardo Arjona y Ram�n Moreno.
Escenograf�a: Jorge Fern�ndez; compilaci�n de la obra de Orozco: Jes�s Bracho.
Edci�n: Gloria Schoemann

Int�rpretes: Ignacio L�pez Tarso (Jos� Clemente Orozco), Ir�n Eory (Alma Reed), Carlos L�pez Moctezuma (Fran Lloyd Wright), Andrea Palma (Eva Sikelianos), Beatriz Aguirre (madre de Orozco), Blanca S�nchez (hermana de Orozco), Susana Alex�nder (Anita Brenner), Jos� Angel Espinoza Ferrusquilla (Doctor Atl), Gloria Mestre (princesa hind�), Jos� Mart� (David Alfaro Siqueiros), H�ctor Godoy (Cralos Ch�vez), Yolanda Rigel (modelo), Ricardo Fuentes (doctor Kalimakos), Christa von Humboldt (Mar�a Stenner), Armando Acosta (Pancho), Rafael Banquells (m�dico), Pancho C�rdova (Fernando Galv�n), Carlos Riquelme (Garc�a Vieyra),  mario Castill�n Bracho, Manuel Zozaya (mister Clark), Carlos Agosti, Carlos C�mara (Eisenstein), Josefina Escobedo,  Jorge Victoria, Allan George, Elvira Castillo, Jorge Feg�n, Mauricio Herrera, Victor Blanco, Cralos Le�n, Nathanael Le�n Frankestein. Voz de narrador: Segio Bustamante.
    
Ir�n Eory y Andrea Palma en En busca de un muro
Sinopsis:  1926: Jos� Clemente Orozco vive en Nueva York tratando de promover su pointura y de co seguir un muro para pintar. Visita a su antiguo conocido, el m�sico Carlos Ch�vez. Anita Brenner ha prometido ayudarle a montar una exposici�n para no ha podido lograrlo y le pide que tenga paciencia. En casa de Anita, Orozco conoce a la cr�tica de arte Alma Reed, quien alguna vez iba a casarse con el gobernador de Yucat�n a quien asesinaron, Felipe Carrillo Puerto. Alma visita a Orozco en su domicilio, admira su pintura y promete ayudarlo. �l le cuenta la historia de c�mo empez� a pintar y c�mo fue que perdi� la mano izquierda. Flashback: Siendo ni�o, Clemente admira la obra de Jos� Guadalupe Posada, a quien ve�a trabajr desde su ventana, y decide que ser� pintor. Pide a su madre que lo inscriba en la Academia de San Carlos y ante su insistencia su madre accede. En una feria, Clemente roba un cohete y lo esconde en su mano izquierda, poni�ndola en la espalda; accidentalmente se acerca a un comal encendido y el cohete se prende y explota. El m�dico dice a la madre y a la hermana de Clemente que el ni�o ha perdido la mano y por la gangrena probablemente pierda la otra. Fin del d�flashback. Orozco cuenta a Alma Reed como fue que Gerardo Murillo, el Dr. Atl, lo inflam� con la idea del muralismo en 1910, siendo a�n estudiante en la Academia de San Carlos, poco antes de estallar la Revoluci�n.  El Dr. Atl alenta a sus compa�eros pintores a pedir al gonierno muros para pintar. Justo Sierra les concede los muros de la Escuela Nacional Preparatoria cunado estalla la Revoluci�n y la obra queda inconclusa. Orozco viaja a San Francisco para tratar de vender sus pituras y en la aduana un agente quiere deten�rselas por considerarlas pornograf�a. En San Francisco Orozco se asocia con el chihuahuense Fernando Galv�n y juntos fundan una exitosa compa��a publicitaria, Galv�n & Company.  De regreso en M�xico, Orozco, junto con Siqueiros y Rivera, recibe por encargo de Jos� Vasconcelos el encargo de pintar los muros de la Escuela Nacional Preparatoria. La esposa de un ministro se escandaliza ante el mural que Orozco ha pintado en el muro de la Preparatoria por hallarse en �l la imagen de una madre desnuda, y amenaza con taparlos pues organizar� una kerm�s en el patio de le escuela. Al ver Orozco que han tapado su mural con mantas clavadas en la pared, se encoleriza y quita las mantas. Fin del flashback. Alma Reed lleva a Orozco a una fiesta a casa de Eva Sikelianos, dama griega que junto con su grupo de amistades, el C�rculo D�lfico,  lucha por diversas causas nobles. Eva lo acoge en su grupo y promete ayudarlo. Eva y Alma consiguen que Orozco exponga su obra en la galer�a de Maria Sterner. La exposici�n no tiene �xito, sin embargo Orozco recibe ofertas para pintar muros en Estados Unidos.  Pinta un retrato de Eva Sikelianos pues ha encontrado una gran fuerza pl�stica  en su rostro. El primer trabajo mural de Orozco en Estados Unidos lo realiza en los muros de Pomona College, en Claremont, California, en donde pinta a Prometeo. Al terminar se encuentra con Alma Reed en San Francisco en donde renta un estudio para pintar su obra sobre Zapata. En el museo Metropolitan de Nueva York se organiza una exposici�n en donde se confronta al obra de Orozco con la de Diego rivera. La cr�tica neoyorquina, en su mayor�a, reconoce la superioridad est�tica de la obra de Orozco. Despu�s es invitado a pintar la Biblioteca de Dartmouth College en donde pinta las civilizaciones de Am�rica , las migraciones prehist�ricos, los sacirficios humanos, la aparici�n de Quetzalc�atl, la llegada de los conquistadores, la creaci�n de las m�quinas, el nacimiento del Capitalismo y la plutocracia que maneja los hilos del poder; el pintor satiriza la ciencia moderna como una ciencia muerta que engendra textos vac�os que solo son fetos; y los ca�odnes como s�mbolo de destrucci�n, esclavitud y muerte. Ante tal espectaculo, un Cristo sangrante y llagado ve in�tli su sacrificio por la redencion del hombre y destruye su Cruz. Durante su estancia en Dartmouth College, Orozco lleva a su familia a pasar una temporada con �l. De regreso en Nueva York, en la nueva Escuela de Investigaciones Sociales, pinta la liberacion de pueblos esclavos; plasma la figura de Gandhi, derrotando desnudo al imperio ingl�s. Pinta a Carrillo Puerto como l�der de los campesinos mayas y a Lenin con toda la fuerza interior de su genio; en el muro central exprresa la fraternidad de todas las razas humanas alreddor de una mesa de la paz; en el muro de enfrente, una mesa de la abundancia, fruto del trabajo y las familias otra vez reunidas. Orozco cena con el cineasta Serguei Eisenstein y despu�s es invitrado por Frank Lloyd Wright, quien lo invitra a trabajar en exclusividad con �l. Orozco rechaza esta oferta, a pesar de los ruegos de Alma, pues para �l lo m�s importante es su libertad. Orozco marcha a Europa a ver la obra de los pintores m�s famosos de todos los tiempos. De regreso a M�xico, pinta Catarsis en el Palacio de Bellas Artes, el caos de una humanidad aplastada por su propia civilizaci�n materialista. En Guadalajara pinta en la c�pula del paraninfo de la Universidad, al hombre interrogando a  la naturaleza; plasma una humanidad  fam�lica y herida que se rebela contra los lideres de falsas ideolog�as que  la han arrastrado al hambre y la ignominia. En el Palacio de Gobierno pinta el retrato admirable de Hidalgo. En el Hispicio Caba�as realiza a una de la obras pict�ricas m�s impoortantes, expresando en personajes y simbolos, la conquista y la cultura occidental que Espa�a trajo a Am�rica: el misticismo encarnado en Felipe II, cargando la cruz que sostiene su corona, el caballo bicefalo monstrui de la conquista a los ojos ind�genas, Cort�s el conquistador uy a su lado el fraile civilizador y las primeras letras del nuevo idioma; el Obispp Caba�as fundadfor del Hospicio es s�mbolo de la caridad,  esencia de la nueva religi�n; y en la c�pula, la culminaci�n, el hombre en llamas en su eterna lucha, en sus derrotas y sus anhelos y su asenso en el �mbito del fuego de su propio esp�ritu. En la C�mara de Diputados Orozco pinta nuevamente a Hidalgo, esta vez firmando el decreto de la abolici�n de la esclavitud, y a los tres grandes legisladores,  Carranza, Ju�rez y Morelos. A petici�n del ex- presidente L�zaro C�rdenas pinta en la Biblioteca de Jiquilpan una alegor�a de la mexicanidad: bajo la bandera una aguila  gigante lucha con una enorme serpiente que la extrangula. De regreso en M�xico, tranaja sobre  un  muro del Castillo de Chapultepec, en donde expresa el triunfo de la Rep�blica sibre el Imperio y Ju�rez parece presidir el entierro del archiduque, que ya es solo una momia, en hombros de Napol�on el Peque�o y de los traidores naiconales. Pinta tambi�n los muros de la Suprema Corte de Justicia y el Hospital de Jes�s en donde plasma una visi�n apocal�tica, el demonio atado en contraste a la dulce figura de la Piedad. Orozco pinta tres autorretratos admirables y algunos de personas de su afecto. Una tarde, sintiendo una opresi�n en el pecho, se queda dormido en el peque�o huerto de su casa y a la ma�ana siguiente, 7 de septiembre de 1949, su esposa y sus hijos lo hayan muerto en su cama. La noticia conmueve a M�xico y se le tributan honores p�stumos y por fin su cuerpo infatigable halla reposo en la Rotonda de los Hombres Ilustres.
Ignacio L�pezTarso en En busca de un muro
Ir�n Eory en En busca de un muro
Susana Alexander en En busca de un muro
Beatriz Aguirre y Blanca S�nchez en En busca de un muro
Comentario: En esta pel�cula Julio Bracho exalta la vida y obra del pintor Jos� Clemente Orozco, por quien ek director sent�a una profunda admiraci�n. Quizas efectivamente, como expresa Emilio Garc�a Riera en su Historia Documental del Cine Mexicano e  Ignacio L�pez Tarso en El cine de Igancio L�pez Tarso, la pel�cula es documental que cae en la monton�a, las actuaciones y el gui�n son completamente pasivos,  pues la vida de Orozco no hay nada intersante que contar, sin embargo,  Bracho logra mostrar la obra del pintor en toda su grandeza, dando una entendible y bella explicaci�n de  sus murales en la pasuada voz de Sergio Bustamente. No era seguramente la intenci�n de Bracho hacer un film rom�ntico o de acci�n , sino precismante lo que logr�, exaltar y promover la obra de Orozco. La pel�cula puede resultar atractiva para los que se interesen en la obra de Orozco y puede incluso interesar en su obra a los que no la conocen. La pel�cula como era de esperarse de un p�blico mexicano inculto, fue un fracaso en taquilla. En un art�culo para Siempre! del 16  de octubre de 1974, Julio Bracho atribuy� este fracaso, con toda raz�n,  a la insensibilidad de "una gran masa en proceso de educaci�n" . Como se explica uno que Bracho haya tenido �xito con una pel�cula tan insulsa y vulgar como Damiana y los hombres en 1966 y con esta bella y culta pel�cula haya fracasado, sino por esa misma raz�n.
   Como acostumbraba con sus actrices en las pel�culas de anta�o, Bracho logra hermosos close-ups de la belleza de Ir�n Eory, quien luce elegant�sima en su papel de Alma Reed. Hay una escena en donde Ir�n ve caer la nieve a trav�s de la ventana, en donde luce Bracho hace magia con la c�mara en un encuadre perfecto y ella luce especialmente hermosa. La caracterizaci�n de L�pez Tarso como Orozco es excelente, aunque su actuaci�n no es epsectacular. Tuvo que usar lentes de fondo de botella y unos tapones para ensanchar la nariz. Aunque la cinta no haya tenido defensores, Bracho logr� su objetivo ya que, conque una sola persona acuda al Hospicio Caba�as a ver la obra de Orozco despu�s de haber visto la pel�cula, puede darse por satisfecho.
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