Quizás estemos en una época en la que el juguete ha cobrado un protagonismo muy fuerte. Esto lo notamos de forma evidente al acercarse las fechas navideñas. Las atractivas campañas publicitarias aparecidas en los diversos medios de comunicación incitan, repetidamente, a los niños a desear tal o cual juguete. De tal suerte que, el tener el juguete anunciado, llega a convertirse en una verdadera necesidad para muchos niños. Por la misma razón, el no poseer el juguete, puede producir una verdadera frustración al niño.

Dentro de este protagonismo, el adulto, muchas veces, aprovecha el juguete para premiar o regalar al niño. El recurso, desde luego, es si es positivo. Pero deja de serlo cuando el juguete, lejos de facilitar la relación entre el niño y el adulto, es usado para que el niño se entretenga solo en su habitación.

Sin embargo, lo que en esta ocasión interesa resaltar es el juego en si. Sin pretender desvalorizar el juguete, pero dejándole como un objeto cuyo valor máximo consiste en potenciar y motivar el juego.

Últimamente, en las ciudades, los niños han perdido la posibilidad de jugar en la calle, las aceras, en los portales y zaguanes de las casas. La estructura de los barrios no da respuesta a esta carencia sustituyéndola por parques, jardines y/o plazas adecuadas. Los niños, perdida la posibilidad de jugar en la calle y fascinados por el enorme atractivo que ofrecen los videos y la TV, llevan una vida excesivamente sedentaria, no facilitándoseles el contacto social con otros niños de su edad en la zona donde viven.

Este análisis de la situación lleva a plantearnos un intento: tratar de recuperar los "juegos de antes".

El objetivo perseguido es doble:

a) El rescatar del olvido una tradición cultural, ya que los juegos populares forman parte de nuestra cultura.

b) El reclamar un espacio en la escuela dedicado a esta recuperación activa, ya que la escuela es un punto de encuentro donde pasan muchas horas diarias nuestros niños.

Desde aquí quiero resaltar la inmensa capacidad de juego que tienen los niños. La enorme facilidad que poseen para crear situaciones de juego. Sin olvidar el valor del juguete, pero recordando que lo verdaderamente interesante no es el juguete en si, sino el juego rico y motivante que suscita.

 

 

No quisiera acabar esta reflexión sin mencionar algunos de los valores educativos que poseen los "Juegos de Antes": Los juegos colectivos educan la relación entre los niños, desarrollan la paciencia (hay que guardar turno); el cumplir las reglas enseña a aceptar las normas, así como a inventarlas, pues éstas pueden ser flexibles según la creatividad del grupo y la edad de los niños. Los juegos de equipo implican aprender a cooperar (para ganar hay que ayudar, ir juntos o pedir ayuda). Las canciones de ciertos hay que aprenderlas cultivándose así la memoria. A los más pequeños enseñan conceptos tan básicos como: primero, segundo, tercero, último, etc. Ayuda al desarrollo físico al correr, saltar, etc., así como a un mejor conocimiento de su cuerpo, de si mismo y de los demás compañeros. Provocan sentimientos tan dispares como la alegría o tristeza, al ganar o al perder. El uso del lenguaje, para hacerse entender, aumenta la capacidad de expresión y la fluidez verbal. Ofrece un canal valioso al motivar algo tan valioso como es el satisfacer la necesidad de comunicación afectiva que tiene el niño.

Sólo me resta insistir en el valor real del "juego de antes" y hacer votos porque sepamos rescatarlo del olvido, tanto los profesionales de la enseñanza como los padres.

 

 

Después de esta reflexión, tengo el placer de mostraros los juegos tradicionales tanto para el Aire Libre como para el interior. También he añadido un pequeña sección para los juegos que me envíes, por adelantado os doy las gracias por vuestra colaboración y por hacer de esta página un sitio mejor. Pulsad en los juegos que más os interese en la parte izquierda de esta misma página.

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