Su descubrimiento data de tiempos inmemoriales, por lo que no se atribuye a nadie en concreto. Platón ya habla de él en su obra La República y existen innumerables referencias sobre él en la antigüedad. En el siglo XVIII William Herschel lo enfocó con su telescopio y fue uno de los primeros en darse cuenta de que prácticamente no se apreciaban detalles de él. A pesar de esto, algunos astrónomos posteriores como Giovanni Virgilio Schiaparelli y Eugene Michael Antonadi se atrevieron a trazar mapas de su superficie. No se le conoce ningún satélite.

A través de cualquier telescopio dirigido a Mercurio, aunque la imagen sea muy pequeña, se advierte inmediatamente la presencia de fases. Como la Luna, Mercurio recibe la luz del Sol de lleno, a contraluz o bien lateralmente (cuartos), según sea su posición respecto al Sol y a nosotros. Cuando está más cerca de la tierra es cuando se halla ante el Sol con lo cual su fase es “nueva”. En cambio, cuando está más lejos queda detrás del Sol, siendo su fase “llena” pero resultando, evidentemente, inobservable. En las situaciones intermedias, que coinciden con las épocas de mayor elongación (separación aparente del Sol) y, por lo tanto, las que ofrecen mejores condiciones para su observación, el planeta se halla bastante lejos y sólo tiene iluminada una parte de su hemisferio visible. A esta dificultad se suma el hecho de que en las horas crepusculares –únicas en que puede verse-, Mercurio está a muy poca altura sobre el horizonte, con lo cual se ve afectado por la turbulencia ocasionada en la imagen telescópica a causa de la elevada densidad de nuestra atmósfera.

Uno de los fenómenos más curiosos es el paso de Mercurio ante el Sol, lo que se produce cada trece, siete, diez y tres años, para repetir, seguidamente, los intervalos. Siempre tiene lugar en mayo o en noviembre, que es cuando las posiciones de la Tierra y Mercurio coinciden favorablemente para que se produzca el fenómeno. Puede ser visto por el mismo procedimiento que se utiliza en las manchas solares ya que, en el transcurso del fenómeno, el planeta, convertido en una pequeña mancha circular negra, cruza el disco solar de un borde a otro. El próximo paso de Mercurio ante el Sol será el 7 de mayo de 2003.

Los pasos fueron aprovechados en otro tiempo para intentar obtener alumna información de las características físicas del astro, ya que la observación indirecta lo imposibilitaba. En 1970 la estación automática Mariner 10, después de pasar cerca de Venus, llegó a las inmediaciones de Mercurio y transmitió a la Tierra las primeras imágenes de su superficie. Estas fotografías sólo cubren un 45 % del globo, pero son suficientes para explicar que el proceso que siguió este astro fue muy similar al lunar. Todo él se halla surcado de cráteres de origen meteórico y orogénico, y fallas debidas a las fuertes tensiones producidas por la diferencia térmica cuando la corteza aún no se hallaba completamente solidificada.

Características:

Ningún otro astro del Sistema Solar, sea planeta, satélite o asteroide, recuerda tanto a la Luna como Mercurio. Con un diámetro de 4 880 km, el diámetro de Mercurio es tan sólo 40 % mayor que el de nuestro satélite, es el mundo más próximo al Sol, del que no se separa más de 70 millones en el afelio, es decir, el punto de su órbita más lejano. Sus características dinámicas hacen que el día mercuriano sea el equivalente a 59 días terrestres, pero este tiempo es dos terceras partes respecto al que necesita para recorrer su pequeña órbita en torno al Sol, que suma 88 días.

Con una débil atmósfera, Mercurio está plagado de cráteres por impactos de meteoritos. Los cráteres más jóvenes de Mercurio son brillantes y están rodeados por regueros radiales de material expulsado por la fuerza del impacto de los meteoritos. Los cráteres secundarios, causados por restos del impacto principal, están cerca de los cráteres principales debido a la gravedad. No hay cráteres volcánicos. Entre los cráteres principales hay zonas más viejas y lisas denominadas llanuras intercráteres, resaltando una gran llanura a baja altitud, la cuenca Caloris, que se parece a los mares de la Luna. Además tiene acantilados de hasta 3 Km de altura y de varios centenares de kilómetros de longitud, probablemente causados por la contracción y el arrugamiento del planeta al enfriarse. Se cree que tiene un gran núcleo de hierro.

La temperatura del planeta es acorde con el contraste entre la noche y el día y con la proximidad al Sol, ya que en las zonas del planeta bañadas por la radiación solar alcanza los 400º C, pero en el hemisferio que permanece a salvo durante varias semanas ronda los 200º C bajo cero. Por otra parte, esta misma proximidad hace que el planeta capte algunos átomos de helio del viento solar (corriente de partículas que emite el Sol) y los retenga a su alrededor como si se tratara de una tenue, insignificante atmósfera.

No tiene satélites.

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