Marte es el planeta rojo. Por la noche brilla entre las estrellas con un destacado color anaranjado que lo hace perfectamente identificable. En sus épocas de mejor visibilidad, cuando coincide con la menor distancia a la Tierra, la distancia de Marte al Sol oscila entre 206 y 250 millones de kilómetros, brilla como uno de los más luminosos astros del firmamento, pero su posición respecto a la Tierra es la que determina las condiciones de visibilidad.

Desde el invento del telescopio, Marte ha sido el planeta que más ha captado la atención de los astrónomos. Han existido razones para ello, tanto por el hecho de que se trata de uno de nuestros vecinos más próximos, como por su pretendida semejanza con nuestro planeta, de la que durante siglos han estado convencidos numerosos astrónomos. Y tenían sus motivos para ello, si consideramos que la potencia y calidad de los instrumentos ópticos no ha sido nunca suficiente como para discernir taxativamente toda una serie de dudas derivadas del aspecto que presenta el planeta cuando es observado a través de medios ópticos.

Marte es fácil de descubrir a simple vista en o cerca de los momentos de oposición, cuando se parece a una estrella brillante y anaranjada. Los prismáticos sólo muestran un disco diminuto pero con un telescopio pequeño ya pueden verse los casquetes polares del planeta y la mayor de sus marcas superficiales oscuras. Para observaciones serias se recomienda un telescopio con 200 mm de abertura o más.

Marte entra en oposición más o menos cada dos años y dos meses, pero su órbita altamente elíptica hace que su distancia a nosotros en la oposición varíe ampliamente. En oposiciones más próximas –cada 15 o 17 años-, aparece en el cielo con un brillo y un tamaño máximos, superando a la estrella Sirius. No es un tamaño suficientemente grande como para que su imagen no resulte muy afectada por la turbulencia debida a la diferencia térmica de las distintas capas de aire de nuestra atmósfera. En consecuencia, resulta habitual ver Marte con cierta borrosidad, incluso utilizando grandes telescopios. Con un telescopio pequeño se distinguen claramente las zonas polares con una apariencia que recuerda la cobertura de hielo de nuestros polos y las grandes zonas oscuras, entre ellas Syrtis Major. En las oposiciones más favorables, telescopios con aberturas a partir de 280 mm nos pueden permitir estudiar la aparición de nubes en la tenue atmósfera marciana o la formación de neblinas de polvo. Desde la Tierra, en cambio, no es posible ver otros grandes accidentes como el monte Olympus, el volcán más grande del Sistema Solar, cuyo cráter tiene 25 Km de anchura y 24 de altura en la cima, que corona una base de 550 Km de diámetro.

Características:

El año de Marte equivale a casi dos de la Tierra, pero los días son muy parecidos, ya que el marciano dura 24 horas y media. También existe cierta similitud en las estaciones, aunque las condiciones climáticas de Marte son mucho más duras, ya que en un mismo día, incluso en verano, la temperatura baja varias decenas de grados por debajo del punto de congelación del agua. Según ha revelado recientemente la sonda Mars Pathfinder (1997), la temperatura superficial oscila entre –80º C por la madrugada y –5º C a primera hora de la tarde.

Marte es un astro muerto, pese a que tiene atmósfera. Su composición es sustancialmente diferente a la terrestre, con una densidad del 7 % la terrestre y compuesta por dióxido de carbono (95 %), nitrógeno, oxígeno y pequeñas cantidades de vapor de agua. Es tan delgada que la presión en la superficie es inferior al 1 % de la que impera en la Tierra, y la temperatura suele estar muy por debajo de cero En invierno, la atmósfera se hiela en los polos, añadiendo una capa de escarcha de Co2 a los casquetes polares. Las brumas matinales y las nubes de gran altitud pueden verse desde la Tierra. También se producen tormentas de polvo localizadas en todo el año marciano. Sin embargo, cuando Marte está a la distancia mínima del Sol –y son máximas las temperaturas y la velocidad del viento- las tormentas pueden cubrir el planeta entero.

Marte es un planeta de dos mitades: el hemisferio sur es principalmente de tierras altas, con muchos cráteres de meteoritos; el hemisferio norte es más liso y con unos pocos Km menos de altitud media. Hay varios volcanes inmensos y el más impresionante es Monte Olympus, ya mencionado, a menudo cubierto de nubes blancas que pueden verse con un telescopio desde la Tierra. Otro rasgo espectacular es un sistema de cañones, Valles Marineris, con más de 4000 Km de longitud (1/5 de la circunferencia del planeta) y visible con telescopio como una raya oscura. La superficie de Marte parece un desierto salpicado de rocas, coloreado de rojo herrumbroso por el óxido de hierro, con importantes escarchas de de hielo carbónico, con estratificaciones de hielo de agua.

Las exploraciones realizadas desde la propia superficie mediante sondas automáticas han revelado que el agua fue muy abundante hace varios miles de millones de años y que ocasionó una fuerte erosión cuyos efectos ahora son visibles en las estructuras del terreno. Se supone, con cierto fundamento, que el agua podría hallarse presente en Marte en forma de hielo subterráneo, al igual que ocurre en algunos satélites de Júpiter. Previsiblemente en el siglo XXI tendremos respuesta a la mayor parte de las preguntas que continúan en el aire ¿Puede haber vida bajo la superficie marciana o en los casquetes polares o en sus inmediaciones? Si no la hay, ¿existió en un pasado remoto? Ninguna de estas dos cuestiones ha sido zanjada por las naves Mariner y Viking, ni por las más recientes Mars Pathfinder y Mars Global Surveyor. Los experimentos de la Viking y la Pathfinder, que descendieron al suelo marciano, sirvieron para comprobar que en sus respectivas zonas de aterrizaje no había rastros aparentes de vida, pero ambas misiones rastrearon el planeta rojo en una franja territorial muy próxima, ya que de hecho la Viking I y la Mars Pathfinder se hallan sólo a 840 km una de otra. Después de todas estas misiones, sin embargo, está fuera de duda el papel desempeñado por el agua, un elemento indispensable para la vida, en la historia de Marte. El territorio marciano está repleto de accidentes que revelan que el líquido elemento fluyó por allí, y ello le convierte en el único planeta del Sistema Solar que comparte tal atributo con la Tierra. Su desaparición tendría que ver con un intenso cambio climático del que no debieron ser ajenas fuertes erupciones volcánicas

Marte tiene dos lunas pequeñas, Phobos y Deimos. Ambos resultan inobservables con instrumentos de aficionados, ya que son muy pequeños y débiles; en realidad se trata de dos asteroides captados por la fuerza gravitatoria de Marte que se apoderó de ellos convirtiéndoles en satélites propios. Phobos tiene 27 km de diámetro mayor y órbita a sólo 9 400 km de Marte moviéndose más deprisa de lo que éste gira sobre su eje, y de ahí que desde la superficie del planeta parezca salir en el oeste y ponerse en el este. Deimos, que no sobrepasa los 15 km de longitud, gira en torno al planeta a más de 23 000 km. Las fotografías de primer plano tomadas desde las sondas espaciales han mostrado que ambos están profusamente salpicados de cráteres.

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