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NOTAS

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PERIODISMO Y LOGIAS: "LA VERDAD”
ÓRGANO DE LA MASONERÍA PLATENSE
CÉSAR L. DÍAZ Y MARÍA M. PASSARO

INTRODUCCIÓN

La Masonería ha motivado desde el siglo pasado y aún actualmente, acaloradas polémicas, muchas de las cuales privilegiaron a los medios gráficos como espacio de discusión. En La Plata, el debate se ha reavivado en los últimos meses en la sección "Carta de Lectores" del diario "El Día". Probablemente haya coadyuvado la circulación de un trabajo titulado "La Historia Oculta de La Plata", cuyo autor, Guadalberto Reynal, plantea como hipótesis que el proyecto y concreción de esta ciudad estuvo supeditado a la influencia masónica, extendiéndose ésta hasta la actualidad.

Los debates e investigaciones que abordan la cuestión de la masonería platense invariablemente asumen posiciones maniqueas.

Nuestro trabajo estudiará, desde una perspectiva periodística, empresarial y sociocultural, a uno de los principales periódicos pertenecientes a la masonería de la ciudad de La Plata, nacido a fines del siglo diecinueve. Para ello hemos creído apropiado referirnos brevemente a las diversas posiciones que existen acerca de la masonería y, sobre todo, al papel que ésta le otorgaba a sus propias publicaciones. Del mismo modo aludiremos a los distintos medios, hombres y logias que precedieron a La Verdad. Con el propósito de realizar una correcta contextualización del periódico masón, puntualizaremos inicialmente las primeras producciones periodísticas locales.

EL PERIODISMO PLATENSE DEL SIGLO XIX

Los primeros habitantes de la nueva capital provincial, a partir de 1883, pudieron amenizar sus largos momentos de ocio y hasta anoticiarse de algunos sucesos de la nueva ciudad, con la lectura de las primeras páginas periódicas locales. Muy rápidamente una destacada producción cuantitativa y cualitativa de órganos gráficos disputó el favor de los platenses.

El primer periódico data de 1883 (El Ferrocarril), ascendiendo los medios locales a la cantidad inusitada de 123 títulos al término del año 1900. Relacionado con el aspecto cualitativo, cabe consignar que la diversidad de las producciones periodísticas no fue menos significativa que la de su presencia numérica, situación que la ubicó a la altura del periodismo porteño. En tal sentido podemos formular una suerte de taxonomía, en la cual encontramos periódicos satíricos, políticos-partidarios, obreros, femeninos, de colectividades, económicos, de corporaciones, noticiosos - informativos, literarios, jurídicos, eclesiásticos y masónicos. Desde luego, entre ellos existieron destacadas empresas, algunas de las cuales no pudieron atravesar indemnes las innumerables crisis económicas que vivió el período. Otros, por tratarse La Plata de una ciudad eminentemente política, apenas si sobrevivieron a una campaña electoral.

Esta floreciente y diversificada producción gráfica y su reconocimiento a nivel nacional, obedecieron, primordialmente a la numerosa, y no por ello menos ilustrada, labor de los periodistas platenses. Firmas como las de Eduardo y Federico Della Croce, Pablo Palacios (Almafuerte), José María Niño, Benito Lynch, Manuel Vega Segovia, Máximo Víctor Lamela, Juan José Atencio, entre muchos otros, han enriquecido las páginas de los periódicos locales.

Fue precisamente en medio de esta profusa y febril tarea de las imprentas platenses, el momento en que nació el hebdomadario masónico La Verdad (1896 - 1898)ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE LA MASONERÍA

Inobjetablemente, la problemática de la masonería ha despertado y generado, aún en la actualidad, fuertes controversias a nivel internacional, nacional y local. En efecto, existen opiniones tanto sobre su origen, como acerca de su finalidad e, incluso, hasta sobre la procedencia de la palabra "masonería". Coincidimos con el profesor Carlos Mayo en que es la naturaleza misma de la masonería la que toma sumamente complejo su estudio, por tratarse de una institución iniciática y por tanto difícil de analizar desde afuera


Señalamos las dos posiciones más extremas sobre la masonería. Algunos autores sostienen que estos grupos, a pesar de lo que ellos publicitan, son, en realidad, sectas adoratríces del diablo, cuyo principal objetivo es la destrucción de las diversas formas de poder laico y eclesiástico. Contrariamente, la otra posición aduce que estos organismos sociales, orientados por valores universales como la igualdad, libertad y fraternidad, y concretados en la acción filantrópica para el bien común, tienen como principal objetivo el progreso de la humanidad a través de la razón, motivo por el cual estimulan el estudio científico en sus diversas formas (arte, matemáticas, historia, etcétera).

Sin embargo, tanto las posiciones favorables como las contrarias a la masonería coinciden en destacar la relevancia del papel que ha tenido la prensa escrita para la difusión y propaganda de las ideas de estos grupos. Al respecto, Monseñor Ségur, ferviente adversario de los ideales masónicos, en su clásico libro afirma: "La Masonería es de una actividad febril en su propaganda: su primer arma es la prensa. Indirectamente ella es la que dirige la mayor parte de los diarios. Tiene además publicaciones de su inmediato y exclusivo resorte, más o menos perverso, según su mayor o menor franqueza". Por su parte, un escritor español y franquista, Maurice Fara, sostenía que: "examinando la cuestión de la prensa se observa que la masonería ha comprendido hace mucho tiempo la importancia de este gran factor de la vida moderna. (...)Acaparando la prensa, "los masones han sabido, con una prodigiosa paciencia, gracias, sobre todo al periódico, modificar la mentalidad de la democracia y, por decirlo así, crear la historia"". Otro aporte diametralmente opuesto a los anteriores es el presentado por un francmasón, al señalar que la prensa masónica "no sólo proporciona informes sobre muchas de nuestras grandes funciones a través de las cuales nuestro hermano puede aproximarse a las impresiones de la solidaridad de la labor y vida masónicas, al mismo tiempo que introduce aspectos de los secretos de las relaciones de la masonería y del gremio capitular de la masonería, con los intentos sociales de las formas profanas".

Por último, citaremos la opinión de Aníbal Rottjer quien al estudiar la masonería en la Argentina, reflexionaba que "la opinión pública, que es la "reina del mundo", ha sido elegida "constitucionalmente", como tal, por la masonería, para gobernar. Se forjan en las "traslogias" las consignas de lo que se ha de creer y divulgar; de allí pasa a las logias ordinarias, y de estas a las cien trompetas de la prensa diaria y periódica - asalariada, regimentada y dirigida.(...)".

Hemos esbozado, sólo algunos de los juicios más representativos acerca de la masonería, a fin de concentrar nuestra investigación en el periodismo masónico platense y, en particular, en el semanario La Verdad, tal vez el más importante en su género


LA PRENSA MASÓNICA PLATENSE: LOGIAS, HOMBRES, MEDIOS

Al poco tiempo de ser fundada La Plata surgieron las primeras logias masónicas. Encabezó la lista de estas asociaciones la denominada "Luz y Verdad", fundada el 1º de mayo de 1885 y cuyos objetivos eran "la protección y socorro entre sus asociados, tratando al propio tiempo del mejoramiento de la vida humana". La presencia destacada de inmigrantes entre los nuevos habitantes de la ciudad, estimuló aún más el crecimiento de la masonería local. Fueron creadas así diversas logias, como "Stretta Uguaglianza" (1889), "Logia Hijos del Universo" (de Ensenada, 1891), "Eroi de Mentana" (1893), "Democracia" (1897), entre otras. Asimismo mencionaremos, aunque el censo citado no lo haya consignado, que la logia "La Plata" actuaba en nuestra ciudad, según Alcibíades Lappas, desde 1885, aunque fuentes periodísticas la mencionan a partir de 1891.

Creemos preciso apuntar que, entre estas agrupaciones, se distinguían argentinas, mixtas y extranjeras, destacándose en las últimas las italianas y españolas. Entre ellas se suscitaban, frecuentemente, algunas divergencias relacionadas con el funcionamiento de las "ordenes".

Las logias contaban entre sus miembros con destacados hombres del ámbito político, comercial, profesional y cultural. Muchos hombres de prensa participaron activamente en sus filas. Tal fue el caso de J.J. Niño, Luis Fors, Edelmiro Calvo, Eduardo Della Croce, Angel Ferrando, por citar sólo algunos.

Evidentemente la masonería platense consideró la necesidad de comunicarse con el público a través de sus propios medios. El primer periódico registrado en la ciudad fue El Teósofo al que le siguió, pocos meses después, Luz y Verdad, ambos de 1887. Si bien nosotros no hemos podido corroborarlo, el diario El Día testimoniaba que en el año 1890 circuló El Argentino Masónico (quincenal) dirigido por Santo Olalla.

De esta manera, las logias que existieron en nuestra ciudad crearon sus propios órganos de prensa, como necesarios vehículos formadores e informadores de sus ritos, actividades y proposiciones.

"LA VERDAD", ÓRGANO DE LA MASONERÍA

el primer número de este semanario hizo su aparición en las filas de la prensa platense el lunes 27 de enero de 1896, bajo la dirección de Angel Ferrando, venerable de la logia capitular La Plata. En su primer editorial expresaba el por qué de su presencia en la arena periodística: "en la provincia de Buenos Aires, por el número de nuestros adeptos, por la cantidad de centros de vida masónica, necesitábamos un órgano que nos sirviese de medio de expresión, instrumento de propaganda, arma de polémica y gaceta de noticias de nuestra agrupación". Al mismo tiempo comunicaba que ofrecía sus columnas a crónicas, noticias, correspondencia y artículos de colaboración referidos a las ciencias, al arte, a la industria y a la sociología. Desde ya, dicha convocatoria era exclusiva para la masonería en general y, por lo tanto, absolutamente desinteresada. Luego, el editorialista discurría sobre los que consideraba eran los principios fundamentales de la masonería, comentando que la "religión es la historia del desarrollo de un ideal por el hombre en un momento culminante de la humanidad. pero la Masonería es la condensación de todas las religiones examinadas con un criterio racional, universal, humano. Tiene sus dogmas: las fórmulas de la conquista de la libertad. Tiene su rito que es un lenguaje de acción simbólico, alegórico. Tiene su credo, cree en lo que la ciencia afirma, niega lo que la razón desecha". Y remataba su razonamiento afirmando: " como signo de que todos creemos lo mismo, todos hacemos lo mismo en cada acto de nuestra vida Masónica. Por eso hoy nuestra institución se extiende a todos los países, se infiltra en todas las creencias, vive en todos los partidos, tolera todas las escuelas, acata todas las leyes; pero en todos los países predica la libertad, en todas las creencias proclama la nacionalidad, en todos los partidos predica la fraternidad; en todas las escuelas profesa la tolerancia, a todas las leyes lleva evolución y progreso". De esta forma La Verdad se presentaba a un público que, obviamente, la esperaba con ansiedad, al tiempo que pretendía llegar a lectores "profanos", para que de este modo poseyeran elementos válidos de juicio y, consecuentemente, no continuaran tergiversando los principios y la acción masónicos, como de hecho ocurría. Con respecto al espectro social de los lectores del semanario, destacaremos que no estaba dirigido a un sector ilustrado y de elite. Al contrario, un público heterogéneo gustaba de su lectura. A partir de los avisos comerciales podemos inferir, de algún modo, el universo de receptores del periódico. Los anunciantes más destacados configuraban un amplio espectro social: desde profesionales y altos funcionarios municipales y provinciales, hasta pequeños comerciantes, empleados públicos, docentes, de todos los niveles de la educación, y trabajadores en general. Además sus páginas; propagadoras del pensamiento progresista y liberal de la época, estaban destinadas a aquellos potenciales simpatizantes de las propuestas sociales y culturales de la masonería.

Consideramos significativo advertir que, a pesar de no existir referencia alguna en el semanario, una razón poderosa para su aparición puede haber sido la cercanía de las primeras elecciones de autoridades masónicas nacionales, como resultado de la vigencia de la nueva constitución masónica sancionada en 1895. Nuestra consideración surge del análisis de los editoriales y/o artículos de fondo, donde invariablemente se trataba esta temática, a los efectos de transmitir a la opinión pública masónica cuáles eran, a su criterio, las condiciones indispensables que debían reunir los futuros representantes de la masonería nacional.

"LA VERDAD" PÁGINA A PÁGINA

El promotor de esta empresa tenía muy claro la significatividad de los medios gráficos como reforzadores de un campo de identidad. Un indicio de esta idea lo constituye quizás el sugestivo título elegido para la publicación, pues como afirmaba un estudioso de la prensa, esta elección no sólo es indicativa de las intenciones de los fundadores del periódico, sino también de la disposición de los espíritus en el momento en que se lanza el mismo


Desde el siglo XVII, con el surgimiento de las primeras gacetas, los periódicos han tenido como propósitos esenciales informar, educar y entretener. Desde luego La Verdad no fue una excepción a la regla. En cuanto al aspecto informativo, su propuesta era muy variada. Una de las secciones más interesantes era el editorial, espacio privilegiado para reflexionar en forma asidua acerca de los requisitos que debía cumplir el aspirante al cargo de maestro en el Gran Oriente Argentino. Este recurso periodístico fue utilizado para cuestionar distintas actitudes de las autoridades masónicas nacionales. Del mismo modo fue empleado para remarcar la inconveniencia de continuar con el secreto masónico, "porque a la masonería se la ve en el mundo moderno y profano como pueril y ocultista" (La Verdad Nº 20, 8-6-96).
Inicialmente, y no obstante considerarse "el órgano más importante de la masonería argentina", existieron desavenencias con el poder masónico central, circunstancia que determinó que se retaceara información oficial. Esta situación se revirtió recién en enero de 1898, cuando la publicación logró cumplir las funciones de "Boletín Oficial".

Además del espacio editorial, diversas secciones conformaban a La Verdad. La sección "Noticias" estaba constituida por información local, de la provincia e internacional. Recibía informes de corresponsales en Entre Ríos, Capital Federal, Ensenada y otros puntos del país. Los temas masónicos internacionales, por su parte, estaban a la orden del día. Es importante rescatar que tenían amplios contactos con Egipto, Europa y países latinoamericanos a través de colaboraciones y de canjes periodísticos.

Fiel a la propuesta de la masonería, y entendiendo al órgano como medio necesario para la institución, el semanario presentaba la sección de "Historia Masónica", "Los Papas en Revista" - subtitulada "Biografía de papas a lo largo de la historia" -, notas relacionadas a efemérides patrias, al tiempo que la sección "Ciencia" transcribía conferencias organizadas por las logias, referidas a múltiples aspectos vinculados con el rol de la masonería en la sociedad. Asimismo, debemos destacar que la problemática femenina no les fue indiferente, pues la encontramos presente en sus columnas por medio de dos variantes: las colaboraciones firmadas por mujeres y numerosos artículos referidos al género. Al igual que todos los periódicos de la época, La Verdad publicaba folletines escritos por masones y que, naturalmente, desarrollaban temas vinculados a sus actividades. Entre ellos podemos citar el "Poema de la Constitución de la Masonería", texto de Haliwell, el más antiguo documento masón de los ingleses (La Verdad Nº 31 al 35) y los "Estatutos generales de la masonería escocesa de 1786" (La Verdad Nº 60 al 70).

El sentido pedagógico se veía completado con el de servicio, valor fundamental promovido por la francmasonería y cristalizado a partir de la publicación de una "Guía Masónica", que se incluyó desde el primer número. En la misma se detallaban las distintas logias del país, sus autoridades, los días de "tenida" (reuniones que realizaban), pues aspiraba "s ser guía del masón para todo aquel que necesite viajar por los pueblos de la provincia, con un ejemplar de La Verdad en el bolsillo, pueda conocer en cualquier localidad a que su comercio, su profesión, empresa u oficio le lleve, a los hijos de la viuda (masones) que allí existan (...)" (La Verdad Nº6, 2-3-96). Otra de las secciones a las que se le destinaba un centimetraje considerable era la necrológica. Allí no sólo se aludía a la muerte de los masones célebres, como el caso de L. N. Alem (La Verdad 13-7-96), sino a la de todos los integrantes de la "gran familia masónica", cualquiera fuera la clase social o nacionalidad a la que pertenecieran.

También al ocio y a la diversión se le reservaba un espacio considerable. "Ratos perdidos" era una sección que contenía pensamientos, diálogos, bromas, y en ocasiones, poesías de Almafuerte.

Un recurso periodístico inteligente aprovechado por este hebdomadario fueron las "Cartas de lectores", forma de interacción por antonomasia entre el medio y sus receptores. Esa correspondencia, que por lo general planteaba temas que le interesaban a la gente, porque era obra de la gente misma, ligaba al lector afectivamente con la publicación. A punto tal que algunos destinatarios del mensaje del periódico se permitían sugerencias tales como la de recomendar al director "cómo debe escribirse La Verdad". La carta proponía una estrategia para limitar a los "choriceros", en obvia referencia a los periodistas y colaboradores que escribían extensos (La Verdad Nº 5 24-2-96). En otras oportunidades las correspondencias polemizaban en torno a cuestiones internas de la masonería (La Verdad Nro. 2, 3-2-96; Nº 3, 10-3-96) o alentaban y felicitaban la propuesta periodística.

El esfuerzo periodístico que representaba la salida semanal de La Verdad a la consideración pública se sustentaba en numerosas y desinteresadas colaboraciones (no eran remuneradas), como las de Pedro de Ninfas, Fabián Panelo, Pedro Arno, Jaime Mas, Eugenio Hubert, Ramón Oliver, Agustín López Camelo, Eduardo Vez y Losada y Ernesto Nathan. Muchos, sin embargo, firmaban con seudónimos, como Cronista Antiguo, Verus, Al Mohaz, Legibus, Trocus, Almónides, entre otros. Finalmente, debemos recordar que uno de los propósitos básicos de esta publicación era acceder a la mayor cantidad de público posible, aspiración que encontró un serio obstáculo en la forma de escritura empleada, pues utilizaban símbolos, abreviaturas, fórmulas y vocabulario propios de la masonería. Entre las consignadas con mayor frecuencia señalaremos "H..(Hermano), Oobb..(Obreros), Log..(Logia), como así también la fórmula de encabezamiento de los documentos oficiales "A..L..G..D..G..A..D..U.." (A la gloria del Gran Arquitecto del Universo), acompañadas todas por el triángulo tripuntado. La Verdad creyó encontrar un principio de solución al inconveniente, que se hacía extensivo no sólo a los lectores "profanos" sino también a muchos "hermanos iniciados", con la publicación de una nota explicativa de estas abreviaturas y sus usos (La Verdad Nº 22, 22-6-96). Aclaración realizada a instancia de la sugerencia de un lector.

"LA VERDAD" COMO ARMA DE POLÉMICA

El planteo periodístico de La Verdad se ubicó dentro de un contexto de amplio debate y discusión, alimentado, a su vez, por la misma publicación. Participó de diversas polémicas con otros medios. A fin de ordenar la exposición las clasificaremos de la siguiente manera: las establecidas con el sector clerical de la ciudad, con los sectores antimasónicos nacionales e internacionales y, finalmente, con las diversas posiciones nacidas en el seno de la masonería local y nacional.

Las discusiones sostenidas con el sector clerical se vertebraron en el ataque a las aseveraciones antimasónicas y antiliberales de Monseñor Rassore, encargado de la Iglesia San Ponciano. Polemizaban con su publicación semanal, La Lectura del Domingo, órgano del catolicismo platense que alertaba a sus fieles sobre las perversas influencias de los masones. La Verdad, a su vez, no sólo las refutaba sino que denunciaba ferozmente algunas costumbres "malsanas" de los hombres de la iglesia, resultado de su voto de castidad. A pesar de la actitud tolerante propuesta por el periódico en su primer editorial, luego de transcurrir algunos números, el tono ácido e irónico para con los sacerdotes fue cada vez más acentuado. A lo largo de 1896, las acusaciones masónicas internas cobraron progresivamente mayor vigencia, teniendo como resultado la reducción del espacio dedicado a estas acusaciones. No obstante ello, sus denuncias se manifestaron en la sección "Los Papas en Revista" y en colaboraciones como "Prácticas del Satanismo" de Al Mohaz. La masonería no sólo disputaba con la iglesia la acción caritativa y filantrópica, sino que, del mismo modo, criticaba la influencia clerical en la educación platense. En esta época, seguían aún vigentes las fuertes disputas surgidas en la década anterior, sobre las nuevas funciones del "Estado Liberal".

En cuanto a las controversias con los sectores antimasónicos, destacaremos la más relevante estrategia empleada por el medio. Se publicó un folletín, titulado "El Mundo Negro", escrito por Luis Fors a los efectos de repicar "el libelo" de Monseñor de Segur (La Verdad Nº 6, 2-3-96, al Nº 27, 20-7-96). Este texto fue seleccionado por constituir una obra fundamental de la masonería argentina.

Por último, anotaremos que también se ocupó de criticar a distintas publicaciones congéneres promotoras de acciones consideradas, por ellos, atentatorias contra la masonería, como así también de responder a aquellas que desde sus páginas hostigaban y enjuiciaban las consideraciones de La Verdad. En esta posición se nucleaban también órganos liberales. Un caso que quizás merezca particular mención es el de la Liga Liberal, dirigida por Luis Fors, excolaborador de La Verdad, quien calificaba al periódico de Ferrando como un libelo difamador. En esta oportunidad, y respetando sus objetivos iniciales, la ofuscación no ganó las páginas de periódico, sino que limitó su respuesta a unas breves pero categóricas palabras.

"LA VERDAD " COMO EMPRESA PERIODÍSTICA

Consideramos que este punto es muy controvertido en virtud de que, desde un principio, el semanario se debatió ante un serio dilema: si debía ser el portavoz de la masonería platense y provincial, y eventualmente nacional, o si debía constituirse como una empresa periodística más, o bien ambas cosas al mismo tiempo. Sin dudas primó la decisión de convertirse en vocero de la masonería, desatendiendo en consecuencia el aspecto crematístico. El periódico habitualmente señalaba la ingrata y constante realidad de lo efímero de las publicaciones masónicas, víctimas de la falta de alimento. "Las empresas masónicas periodísticas, traen, desgraciadamente, desde la cuna una pobreza de fuerza tal, que puede predecirse su muerte en corto tiempo. No se ha podido contar hasta hoy, con un órgano de existencia robusta, y somos sin embargo, la asociación más numerosa del globo. La Verdad misma, que con tantas simpatías cuenta en la jurisdicción, no puede asegurar que su situación se desahogada" (La Verdad Nº 50, 5-1-97). Por lo tanto, no resulta extraño que en teoría, vislumbraba el peligro que invariablemente pendía sobre las publicaciones masónicas, aunque en la práctica no pudiera contrarrestarlo, pues proseguía subestimando el aspecto empresarial. Prueba de ello fue el lugar de privilegio concedido al espacio de redacción en detrimento del comercial. Esto ocurría por confiarse en demasía en el "gran respaldo económico" proporcionado por una considerable cantidad de avisadores, quienes supuestamente entenderían una decisión de esta naturaleza. Cabe aclarar que, al tener los avisos un precio módico y al carecer de cualquier tipo de subvención, el periódico debía equilibrar sus finanzas con el pago puntual de los suscriptores, hecho que en la realidad no ocurrió y que determinó que Ferrando solicitara reiteradamente su cumplimiento. Al agravarse esta crítica situación, en diciembre de 1897, el semanario publicaba: "devueltos por los colaboradores de la Capital Federal, La Plata, provincias y territorios nacionales ha llegado a esta administración un número considerable de recibos de suscripción de La Verdad, por valor de $ 3490,70 M/N que arranca desde la época de aparición del diario (dos años atrás) los cuales no han podido ser cobrados a los interesados, a quienes no obstante se les sigue enviando éste, con toda exactitud (...)" (La Verdad Nº 91-94).

La Verdad comenzó, entonces, a sufrir las indeseadas consecuencias de la falta de recursos económicos y vio afectada su periodicidad, ya que de semanario se convirtió en quincenario (desde el 2-3-97), posteriormente en mensuario (desde julio de 1897) y finalmente, salía cuando podía. El director, viendo que la publicación tenía serios problemas económicos, recurrió a una inusual estrategia. Publicó con lujo de detalle todo el movimiento interno de La Verdad a fin de dar exacta cuenta del grave momento económico por el que atravesaba el periódico: cantidad de suscriptores, costos de impresión, estampillas de correo, comisión de cobranzas, pago de un empleado, etcétera (La Verdad Nº 56, 16-2-97). Evidentemente la suerte de La Verdad estuvo signada por el descuido de sus finanzas, circunstancia que, a la postre, habría determinado la desaparición del periódico. Utilizamos el potencial pues consideramos que, al haberse constituido el órgano en portavoz del Gran Oriente Argentino, la razón de su desaparición no debió ser otra que la imposibilidad de sanear sus pérdidas


"LA VERDAD", SU PRESENCIA SOCIOCULTURAL Y LA MASONERÍA PLATENSE

Si bien ya hemos apuntado la relevancia de la prensa para la masonería en general y la estrategia periodístico-empresarial del periódico, consideramos que aún resta estudiar un aspecto vinculado con la propuesta sociocultural de La Verdad. Resulta innegable que su presencia, como la de otros medios, señaló la politización creciente de una sociedad heterogénea, concretada a través de la creación de sus propios canales de representación (clubes, sociedades literarias, logias masónicas), que se nuclearon para personalizar diversas identidades en construcción. La circulación de los medios gráficos como conformadores y a su vez receptores de la opinión pública coadyuvó al fortalecimiento de este proceso.

Esta construcción progresiva de la "esfera pública" platense tuvo a la masonería como uno de sus protagonistas principales. Puede advertirse que la participación activa de algunos nombres de masones representativos en diferentes sociedades, de ningún modo obstaculizaba su accionar simultáneo en alguna otra asociación. De esta manera se generó una suerte de "red de relaciones" que explicaría la activa presencia de las logias en distintas actividades concernientes al ámbito local. Puede citarse como ejemplo el caso de Edelmiro Calvo, quien siendo miembro de la logia "La Plata" fue presidente del "Centro Juventud", organizador de los festejos cívicos del 25/5/96, circunstancia que explicaría los lugares de privilegios otorgados a las logias de la localidad en tal evento. Del mismo modo, podemos citar a Luis Fors, quien fue presidente de "La Liga Liberal" como así también a otros miembros adscriptos al "Club Liberal". La amistad de Ferrando con otros directores de periódicos platenses - Buenos Aires, La Mañana -, todos integrantes de las asociaciones mencionadas, habrían posibilitado la publicación de noticias referentes a la actividad masónica en estos medios "profanos". Debemos subrayar que Ferrando representó uno de los elementos destacados de la sociabilidad platense, pues instalado desde el primer año en La Plata, participó asiduamente de su actividad social.

La acción benéfica fue la idea rectora de la labor masónica, por lo que la amplia gama de propuestas surgidas de las logias contaron con el apoyo de los "hermanos masones" como así también del público en general. Los beneficios teatrales organizados para auxiliar a las víctimas del incendio de Guayaquil en 1896, la entrega de víveres a los pobres en fechas patrias alusivas o en los aniversarios de muerte de masones, la presencia de la logia "La Plata" en las filas de los miembros honorarios del Hospital Italiano de la ciudad, la organización de conferencias públicas, la organización de auxilio para los heridos orientales en 1897, dan cuenta de la multiplicidad de la acción de las logias platenses. Quizás una de las concreciones más significativas en la lista de sus obras fue la ferviente y constante promoción de la educación laica. La importancia de esta propuesta radicó en el hecho de incluir a las mujeres como a los sectores obreros. Esta última aspiración se concretó en la ciudad a fines de 1897, con la instalación de una escuela de Artes y Oficios


Asimismo, promovieron otras empresas destinadas a reforzar formas alternativas de sociabilidad intragrupales. El tiempo masónico de La Plata, por su parte, contó con espacios destinados a la recreación: casino, salón de conferencias y una destacada biblioteca con los más diversos títulos y autores. De igual manera la logia "La Plata" apoyó la iniciativa de Telémaco Moroni, director del teatro de aficionados "Academia Filodramática Italiana Ernesto Rossi", en el cual se representaban diversas producciones en forma gratuita para los "cultivadores del arte escénico".

A pesar de generar fuertes polémicas, parte de la propuesta de la masonería representó las ideas de los sectores más progresistas de la sociedad platense de fines del siglo XIX. Por ello, no podemos dejar de destacar el papel de La Verdad como promotor de la sociabilidad intelectual y social, puesto que sus páginas han dado cuenta de todas las actividades y propósitos de la masonería local entre 1896- 1898. Su presencia no puede ser desconocida por la historia de los medios gráficos platenses, en virtud de que esta publicación era el referente de un grupo social destacado de la ciudad de La Plata de esa época


Este semanario representó una interesante y completa estrategia comunicacional al cuidar, especialmente, los preceptos informativos, educativos y de entretenimiento. Uno de los aspectos más novedosos de este periódico fue su intención de captar a un amplio espectro de lectores, no obstante ser órgano de los intereses masónicos. Esta actitud abierta que logró instalar su posición en el espacio del debate público local, fue resultado del espíritu que promovió su aparición en la arena periodística platense: ser "instrumento de propaganda y arma de polémica". Sin embargo, la propuesta periodística quedó huérfana de una infraestructura empresarial, desatendida sistemáticamente por su director, determinante para la desaparición de este órgano, por último señalaremos que, no obstante su breve vida en el círculo de producciones gráficas locales, fue innegable su contribución al proceso de construcción de la sociabilidad platense finisecular.

Facultad de Periodismo y Comunicación Social - UNLP.
El Día, 18-3-1997; 21-3-1997;29-4-1997; 2-4-1997
Puede consultarse César L. Díaz, "El periodismo finisecular platense". En Oficios Terrestres. Ediciones de Periodismo y Comunicación Social, UNLP, año 1, Nº 1, 1995, pp. 109-113. Repárese que por tratarse de un avance de investigación se consignan para el mismo período sólo 75 títulos.
Sin duda la más importante es la propietaria del diario "El Día" (1884). Véase César Luis Díaz. "El Día, el diario que nació con la ciudad", en Oficios Terrestres Año II, Nº 3, 1996, pp. 136 - 141
Puede consultarse para el caso de un periódico eminentemente partidario C. Díaz. Un importante exponente del periodismo platense: "La Tarde" (1893 - 1896). Ponencia presentada en el 5º Congreso de los Pueblos, Mar del Plata, noviembre y diciembre de 1995.
Carlos Mayo. La Masonería en Crisis (1902 - 1922), Buenos Aires, CEAL, 1988, pp. 1-2. Roberto Bergalli, "Protagonismo judicial y sistema público". Revista No hay derecho Nº 10, diciembre de 1993.
Monseñor Ségur. Los Francmasones. Buenos Aires. Cruz y Fierro, 1977, p. 79. Deseamos destacar que la primera edición francesa data de 1867 y la primera edición realizada en nuestro país es de 1869.
Maurice Fara. La Masonería en Descubierto. Buenos Aires. La hoja de roble, 1960, pp. 96-97.
George J. Gibson, The Masonic problem. The Purpose and Meaning of Fraamasonry. Derlington. Pristgatek, p. 157-158.
Aníbal Rotjer. La Masonería en la Argentina y el Mundo, Buenos Aires, Nuevo Orden, 1983. P. 179.
Puede consultarse entre otros Serge Hutin, Las Sociedades Secretas, Buenos Aires, Eudeba, 1961; Maurice Colinon, La Iglesia Frente a la Masonería, Buenos aires, Huemul, 1963; José María Caro Rodríguez, El Misterio de la masonería, Buenos Aires, Difución, 1954; Luis Fors, Diccionario Enciclopédico de la Masonería, Habana, La Propaganda Literaria, 1883; Martín V. Lescano, Las Sociedades Secretas Políticas y Masónicas en Buenos Aires, Buenos Aires, El Ateneo, 1927; Alcibídes Lappas, La Masonería Argentina a través de sus Hombres, Buenos Aires, 1958.
Censo general de la ciudad de La Plata, La Plata, La Popular, 1910, p. 773.
Alcibíades Lappas. Op, cit.,p. 177.
El Día, 12-5-1891. P. 1, col. 6; La Verdad, 8-6-1896, col. 2.
La discrepancia se centraba en que las logias extranjeras no reconocían al Gran Oriente Argentino.
El Día, 16 de enero de 1890, p. 1, col. 5. Fue acusado por Ferrando de ser un infiltrado en la orden con el objetivo de terminar con la masonería, La Verdad, Nº60, 23-3-1897, Buenos Aires.
Creemos conveniente puntualizar que la masonería se organizaba en torno a una Orden Nacional (Gran Oriente Argentino), creada en 1857 y residente en la Capital Federal. La misma representaba a la masonería argentina y estaba integrada por representantes de todas las logias del país. A su vez, a nivel local, cada ciudad tenía una o más sedes, en las que participaban sus simpatizantes. Dependían directamente de la Logia Capitular, instalada en una ciudad importante, como el caso de la Logia La Plata. El cargo más alto de la logia es el de Venerable.
El Gran Oriente se organizaba bajo dos poderes, legislativo y ejecutivo, emulando la forma republicana de gobierno.
Jacques Kaiser. El periódico: estudios de morfología de metodología y de prensa comparada. Quito. Ciespal, 1966, p. 20.
Ibídem, p. 12.
Octavio Hornos Paz y Nevio Nacinovich; La Nación. Manual de estilo y ética periodística. Buenos Aires. Espasa, 1997, p. 34-35. Sobre el tema véase Katherine Graham, La Página editorial. México, Gernika, 1979, p. 131-136.
Costumbre generalizada en el periodismo del siglo XIX.

Publicado por primera vez en la Revista El Progreso, Buenos Aires, 1869, Tomo 1, p. 641-671.
Los avisos comerciales pertenecían a masones profesionales y comerciantes de La Plata, de Ensenada, de Capital Federal y de Rosario, incluso uno que publicaba una casa francesa, en París, que vendían objetos masónicos (a partir del Nº 40, 27-10-1896). Al aumentar sus páginas el semanario, desde el número 6, los avisos accedieron a las tres primeras. En dos oportunidades, al no publicar los avisos en el cuerpo del periódico, adjuntaron una hoja complementaria con los mismos. (La Verdad Nº4, 17-2-96, La Verdad Nº 39, 20-10-96).
En el número 61 (23-3-1897) ya aclaraban que tenían 300 morosos solamente en Capital Federal.

800 se remiten a los masones del país desde el primer número; 120 por canje, 150 a igual número de oficinas en distintos orientes del globo, haciendo un total de 1070 ejemplares.
El costo total de la tirada de La Verdad ascendía a $ 350 M/N. Cabe aclarar que los gastos eran mayores pues el periódico se imprimía en la imprenta del diario Buenos Aires, situación que determinó se disculpasen en repetidas oportunidades por los errores de impresión.
Concepto utilizado por Habermas en su clásico libro Historia y Crítica de la opinión pública, México. G. Gilli, 1994.

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