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PERIODISMO
Y LOGIAS: "LA VERDAD”
ÓRGANO DE LA MASONERÍA PLATENSE
CÉSAR L. DÍAZ Y MARÍA
M. PASSARO
INTRODUCCIÓN
La
Masonería ha motivado desde el siglo pasado y aún
actualmente, acaloradas polémicas, muchas de las
cuales privilegiaron a los medios gráficos como
espacio de discusión. En La Plata, el debate se
ha reavivado en los últimos meses en la sección
"Carta de Lectores" del diario "El Día".
Probablemente haya coadyuvado la circulación de
un trabajo titulado "La Historia Oculta de La Plata",
cuyo autor, Guadalberto Reynal, plantea como hipótesis
que el proyecto y concreción de esta ciudad estuvo
supeditado a la influencia masónica, extendiéndose
ésta hasta la actualidad.
Los
debates e investigaciones que abordan la cuestión
de la masonería platense invariablemente asumen
posiciones maniqueas.
Nuestro
trabajo estudiará, desde una perspectiva periodística,
empresarial y sociocultural, a uno de los principales
periódicos pertenecientes a la masonería
de la ciudad de La Plata, nacido a fines del siglo diecinueve.
Para ello hemos creído apropiado referirnos brevemente
a las diversas posiciones que existen acerca de la masonería
y, sobre todo, al papel que ésta le otorgaba a
sus propias publicaciones. Del mismo modo aludiremos a
los distintos medios, hombres y logias que precedieron
a La Verdad. Con el propósito de realizar una correcta
contextualización del periódico masón,
puntualizaremos inicialmente las primeras producciones
periodísticas locales.
EL
PERIODISMO PLATENSE DEL SIGLO XIX
Los
primeros habitantes de la nueva capital provincial, a
partir de 1883, pudieron amenizar sus largos momentos
de ocio y hasta anoticiarse de algunos sucesos de la nueva
ciudad, con la lectura de las primeras páginas
periódicas locales. Muy rápidamente una
destacada producción cuantitativa y cualitativa
de órganos gráficos disputó el favor
de los platenses.
El
primer periódico data de 1883 (El Ferrocarril),
ascendiendo los medios locales a la cantidad inusitada
de 123 títulos al término del año
1900. Relacionado con el aspecto cualitativo, cabe consignar
que la diversidad de las producciones periodísticas
no fue menos significativa que la de su presencia numérica,
situación que la ubicó a la altura del periodismo
porteño. En tal sentido podemos formular una suerte
de taxonomía, en la cual encontramos periódicos
satíricos, políticos-partidarios, obreros,
femeninos, de colectividades, económicos, de corporaciones,
noticiosos - informativos, literarios, jurídicos,
eclesiásticos y masónicos. Desde luego,
entre ellos existieron destacadas empresas, algunas de
las cuales no pudieron atravesar indemnes las innumerables
crisis económicas que vivió el período.
Otros, por tratarse La Plata de una ciudad eminentemente
política, apenas si sobrevivieron a una campaña
electoral.
Esta
floreciente y diversificada producción gráfica
y su reconocimiento a nivel nacional, obedecieron, primordialmente
a la numerosa, y no por ello menos ilustrada, labor de
los periodistas platenses. Firmas como las de Eduardo
y Federico Della Croce, Pablo Palacios (Almafuerte), José
María Niño, Benito Lynch, Manuel Vega Segovia,
Máximo Víctor Lamela, Juan José Atencio,
entre muchos otros, han enriquecido las páginas
de los periódicos locales.
Fue
precisamente en medio de esta profusa y febril tarea de
las imprentas platenses, el momento en que nació
el hebdomadario masónico La Verdad (1896 - 1898)ALGUNAS
CONSIDERACIONES SOBRE LA MASONERÍA
Inobjetablemente, la problemática de la masonería
ha despertado y generado, aún en la actualidad,
fuertes controversias a nivel internacional, nacional
y local. En efecto, existen opiniones tanto sobre su origen,
como acerca de su finalidad e, incluso, hasta sobre la
procedencia de la palabra "masonería".
Coincidimos con el profesor Carlos Mayo en que es la naturaleza
misma de la masonería la que toma sumamente complejo
su estudio, por tratarse de una institución iniciática
y por tanto difícil de analizar desde afuera
Señalamos las dos posiciones más extremas
sobre la masonería. Algunos autores sostienen que
estos grupos, a pesar de lo que ellos publicitan, son,
en realidad, sectas adoratríces del diablo, cuyo
principal objetivo es la destrucción de las diversas
formas de poder laico y eclesiástico. Contrariamente,
la otra posición aduce que estos organismos sociales,
orientados por valores universales como la igualdad, libertad
y fraternidad, y concretados en la acción filantrópica
para el bien común, tienen como principal objetivo
el progreso de la humanidad a través de la razón,
motivo por el cual estimulan el estudio científico
en sus diversas formas (arte, matemáticas, historia,
etcétera).
Sin
embargo, tanto las posiciones favorables como las contrarias
a la masonería coinciden en destacar la relevancia
del papel que ha tenido la prensa escrita para la difusión
y propaganda de las ideas de estos grupos. Al respecto,
Monseñor Ségur, ferviente adversario de
los ideales masónicos, en su clásico libro
afirma: "La Masonería es de una actividad
febril en su propaganda: su primer arma es la prensa.
Indirectamente ella es la que dirige la mayor parte de
los diarios. Tiene además publicaciones de su inmediato
y exclusivo resorte, más o menos perverso, según
su mayor o menor franqueza". Por su parte, un escritor
español y franquista, Maurice Fara, sostenía
que: "examinando la cuestión de la prensa
se observa que la masonería ha comprendido hace
mucho tiempo la importancia de este gran factor de la
vida moderna. (...)Acaparando la prensa, "los masones
han sabido, con una prodigiosa paciencia, gracias, sobre
todo al periódico, modificar la mentalidad de la
democracia y, por decirlo así, crear la historia"".
Otro aporte diametralmente opuesto a los anteriores es
el presentado por un francmasón, al señalar
que la prensa masónica "no sólo proporciona
informes sobre muchas de nuestras grandes funciones a
través de las cuales nuestro hermano puede aproximarse
a las impresiones de la solidaridad de la labor y vida
masónicas, al mismo tiempo que introduce aspectos
de los secretos de las relaciones de la masonería
y del gremio capitular de la masonería, con los
intentos sociales de las formas profanas".
Por
último, citaremos la opinión de Aníbal
Rottjer quien al estudiar la masonería en la Argentina,
reflexionaba que "la opinión pública,
que es la "reina del mundo", ha sido elegida
"constitucionalmente", como tal, por la masonería,
para gobernar. Se forjan en las "traslogias"
las consignas de lo que se ha de creer y divulgar; de
allí pasa a las logias ordinarias, y de estas a
las cien trompetas de la prensa diaria y periódica
- asalariada, regimentada y dirigida.(...)".
Hemos
esbozado, sólo algunos de los juicios más
representativos acerca de la masonería, a fin de
concentrar nuestra investigación en el periodismo
masónico platense y, en particular, en el semanario
La Verdad, tal vez el más importante en su género
LA PRENSA MASÓNICA PLATENSE: LOGIAS, HOMBRES, MEDIOS
Al
poco tiempo de ser fundada La Plata surgieron las primeras
logias masónicas. Encabezó la lista de estas
asociaciones la denominada "Luz y Verdad", fundada
el 1º de mayo de 1885 y cuyos objetivos eran "la
protección y socorro entre sus asociados, tratando
al propio tiempo del mejoramiento de la vida humana".
La presencia destacada de inmigrantes entre los nuevos
habitantes de la ciudad, estimuló aún más
el crecimiento de la masonería local. Fueron creadas
así diversas logias, como "Stretta Uguaglianza"
(1889), "Logia Hijos del Universo" (de Ensenada,
1891), "Eroi de Mentana" (1893), "Democracia"
(1897), entre otras. Asimismo mencionaremos, aunque el
censo citado no lo haya consignado, que la logia "La
Plata" actuaba en nuestra ciudad, según Alcibíades
Lappas, desde 1885, aunque fuentes periodísticas
la mencionan a partir de 1891.
Creemos
preciso apuntar que, entre estas agrupaciones, se distinguían
argentinas, mixtas y extranjeras, destacándose
en las últimas las italianas y españolas.
Entre ellas se suscitaban, frecuentemente, algunas divergencias
relacionadas con el funcionamiento de las "ordenes".
Las
logias contaban entre sus miembros con destacados hombres
del ámbito político, comercial, profesional
y cultural. Muchos hombres de prensa participaron activamente
en sus filas. Tal fue el caso de J.J. Niño, Luis
Fors, Edelmiro Calvo, Eduardo Della Croce, Angel Ferrando,
por citar sólo algunos.
Evidentemente
la masonería platense consideró la necesidad
de comunicarse con el público a través de
sus propios medios. El primer periódico registrado
en la ciudad fue El Teósofo al que le siguió,
pocos meses después, Luz y Verdad, ambos de 1887.
Si bien nosotros no hemos podido corroborarlo, el diario
El Día testimoniaba que en el año 1890 circuló
El Argentino Masónico (quincenal) dirigido por
Santo Olalla.
De
esta manera, las logias que existieron en nuestra ciudad
crearon sus propios órganos de prensa, como necesarios
vehículos formadores e informadores de sus ritos,
actividades y proposiciones.
"LA
VERDAD", ÓRGANO DE LA MASONERÍA
el
primer número de este semanario hizo su aparición
en las filas de la prensa platense el lunes 27 de enero
de 1896, bajo la dirección de Angel Ferrando, venerable
de la logia capitular La Plata. En su primer editorial
expresaba el por qué de su presencia en la arena
periodística: "en la provincia de Buenos Aires,
por el número de nuestros adeptos, por la cantidad
de centros de vida masónica, necesitábamos
un órgano que nos sirviese de medio de expresión,
instrumento de propaganda, arma de polémica y gaceta
de noticias de nuestra agrupación". Al mismo
tiempo comunicaba que ofrecía sus columnas a crónicas,
noticias, correspondencia y artículos de colaboración
referidos a las ciencias, al arte, a la industria y a
la sociología. Desde ya, dicha convocatoria era
exclusiva para la masonería en general y, por lo
tanto, absolutamente desinteresada. Luego, el editorialista
discurría sobre los que consideraba eran los principios
fundamentales de la masonería, comentando que la
"religión es la historia del desarrollo de
un ideal por el hombre en un momento culminante de la
humanidad. pero la Masonería es la condensación
de todas las religiones examinadas con un criterio racional,
universal, humano. Tiene sus dogmas: las fórmulas
de la conquista de la libertad. Tiene su rito que es un
lenguaje de acción simbólico, alegórico.
Tiene su credo, cree en lo que la ciencia afirma, niega
lo que la razón desecha". Y remataba su razonamiento
afirmando: " como signo de que todos creemos lo mismo,
todos hacemos lo mismo en cada acto de nuestra vida Masónica.
Por eso hoy nuestra institución se extiende a todos
los países, se infiltra en todas las creencias,
vive en todos los partidos, tolera todas las escuelas,
acata todas las leyes; pero en todos los países
predica la libertad, en todas las creencias proclama la
nacionalidad, en todos los partidos predica la fraternidad;
en todas las escuelas profesa la tolerancia, a todas las
leyes lleva evolución y progreso". De esta
forma La Verdad se presentaba a un público que,
obviamente, la esperaba con ansiedad, al tiempo que pretendía
llegar a lectores "profanos", para que de este
modo poseyeran elementos válidos de juicio y, consecuentemente,
no continuaran tergiversando los principios y la acción
masónicos, como de hecho ocurría. Con respecto
al espectro social de los lectores del semanario, destacaremos
que no estaba dirigido a un sector ilustrado y de elite.
Al contrario, un público heterogéneo gustaba
de su lectura. A partir de los avisos comerciales podemos
inferir, de algún modo, el universo de receptores
del periódico. Los anunciantes más destacados
configuraban un amplio espectro social: desde profesionales
y altos funcionarios municipales y provinciales, hasta
pequeños comerciantes, empleados públicos,
docentes, de todos los niveles de la educación,
y trabajadores en general. Además sus páginas;
propagadoras del pensamiento progresista y liberal de
la época, estaban destinadas a aquellos potenciales
simpatizantes de las propuestas sociales y culturales
de la masonería.
Consideramos
significativo advertir que, a pesar de no existir referencia
alguna en el semanario, una razón poderosa para
su aparición puede haber sido la cercanía
de las primeras elecciones de autoridades masónicas
nacionales, como resultado de la vigencia de la nueva
constitución masónica sancionada en 1895.
Nuestra consideración surge del análisis
de los editoriales y/o artículos de fondo, donde
invariablemente se trataba esta temática, a los
efectos de transmitir a la opinión pública
masónica cuáles eran, a su criterio, las
condiciones indispensables que debían reunir los
futuros representantes de la masonería nacional.
"LA VERDAD" PÁGINA A PÁGINA
El
promotor de esta empresa tenía muy claro la significatividad
de los medios gráficos como reforzadores de un
campo de identidad. Un indicio de esta idea lo constituye
quizás el sugestivo título elegido para
la publicación, pues como afirmaba un estudioso
de la prensa, esta elección no sólo es indicativa
de las intenciones de los fundadores del periódico,
sino también de la disposición de los espíritus
en el momento en que se lanza el mismo
Desde el siglo XVII, con el surgimiento de las primeras
gacetas, los periódicos han tenido como propósitos
esenciales informar, educar y entretener. Desde luego
La Verdad no fue una excepción a la regla. En cuanto
al aspecto informativo, su propuesta era muy variada.
Una de las secciones más interesantes era el editorial,
espacio privilegiado para reflexionar en forma asidua
acerca de los requisitos que debía cumplir el aspirante
al cargo de maestro en el Gran Oriente Argentino. Este
recurso periodístico fue utilizado para cuestionar
distintas actitudes de las autoridades masónicas
nacionales. Del mismo modo fue empleado para remarcar
la inconveniencia de continuar con el secreto masónico,
"porque a la masonería se la ve en el mundo
moderno y profano como pueril y ocultista" (La Verdad
Nº 20, 8-6-96).
Inicialmente, y no obstante considerarse "el órgano
más importante de la masonería argentina",
existieron desavenencias con el poder masónico
central, circunstancia que determinó que se retaceara
información oficial. Esta situación se revirtió
recién en enero de 1898, cuando la publicación
logró cumplir las funciones de "Boletín
Oficial".
Además
del espacio editorial, diversas secciones conformaban
a La Verdad. La sección "Noticias" estaba
constituida por información local, de la provincia
e internacional. Recibía informes de corresponsales
en Entre Ríos, Capital Federal, Ensenada y otros
puntos del país. Los temas masónicos internacionales,
por su parte, estaban a la orden del día. Es importante
rescatar que tenían amplios contactos con Egipto,
Europa y países latinoamericanos a través
de colaboraciones y de canjes periodísticos.
Fiel
a la propuesta de la masonería, y entendiendo al
órgano como medio necesario para la institución,
el semanario presentaba la sección de "Historia
Masónica", "Los Papas en Revista"
- subtitulada "Biografía de papas a lo largo
de la historia" -, notas relacionadas a efemérides
patrias, al tiempo que la sección "Ciencia"
transcribía conferencias organizadas por las logias,
referidas a múltiples aspectos vinculados con el
rol de la masonería en la sociedad. Asimismo, debemos
destacar que la problemática femenina no les fue
indiferente, pues la encontramos presente en sus columnas
por medio de dos variantes: las colaboraciones firmadas
por mujeres y numerosos artículos referidos al
género. Al igual que todos los periódicos
de la época, La Verdad publicaba folletines escritos
por masones y que, naturalmente, desarrollaban temas vinculados
a sus actividades. Entre ellos podemos citar el "Poema
de la Constitución de la Masonería",
texto de Haliwell, el más antiguo documento masón
de los ingleses (La Verdad Nº 31 al 35) y los "Estatutos
generales de la masonería escocesa de 1786"
(La Verdad Nº 60 al 70).
El
sentido pedagógico se veía completado con
el de servicio, valor fundamental promovido por la francmasonería
y cristalizado a partir de la publicación de una
"Guía Masónica", que se incluyó
desde el primer número. En la misma se detallaban
las distintas logias del país, sus autoridades,
los días de "tenida" (reuniones que realizaban),
pues aspiraba "s ser guía del masón
para todo aquel que necesite viajar por los pueblos de
la provincia, con un ejemplar de La Verdad en el bolsillo,
pueda conocer en cualquier localidad a que su comercio,
su profesión, empresa u oficio le lleve, a los
hijos de la viuda (masones) que allí existan (...)"
(La Verdad Nº6, 2-3-96). Otra de las secciones a las que
se le destinaba un centimetraje considerable era la necrológica.
Allí no sólo se aludía a la muerte
de los masones célebres, como el caso de L. N.
Alem (La Verdad 13-7-96), sino a la de todos los integrantes
de la "gran familia masónica", cualquiera
fuera la clase social o nacionalidad a la que pertenecieran.
También
al ocio y a la diversión se le reservaba un espacio
considerable. "Ratos perdidos" era una sección
que contenía pensamientos, diálogos, bromas,
y en ocasiones, poesías de Almafuerte.
Un
recurso periodístico inteligente aprovechado por
este hebdomadario fueron las "Cartas de lectores",
forma de interacción por antonomasia entre el medio
y sus receptores. Esa correspondencia, que por lo general
planteaba temas que le interesaban a la gente, porque
era obra de la gente misma, ligaba al lector afectivamente
con la publicación. A punto tal que algunos destinatarios
del mensaje del periódico se permitían sugerencias
tales como la de recomendar al director "cómo
debe escribirse La Verdad". La carta proponía
una estrategia para limitar a los "choriceros",
en obvia referencia a los periodistas y colaboradores
que escribían extensos (La Verdad Nº 5 24-2-96).
En otras oportunidades las correspondencias polemizaban
en torno a cuestiones internas de la masonería
(La Verdad Nro. 2, 3-2-96; Nº 3, 10-3-96) o alentaban
y felicitaban la propuesta periodística.
El
esfuerzo periodístico que representaba la salida
semanal de La Verdad a la consideración pública
se sustentaba en numerosas y desinteresadas colaboraciones
(no eran remuneradas), como las de Pedro de Ninfas, Fabián
Panelo, Pedro Arno, Jaime Mas, Eugenio Hubert, Ramón
Oliver, Agustín López Camelo, Eduardo Vez
y Losada y Ernesto Nathan. Muchos, sin embargo, firmaban
con seudónimos, como Cronista Antiguo, Verus, Al
Mohaz, Legibus, Trocus, Almónides, entre otros.
Finalmente, debemos recordar que uno de los propósitos
básicos de esta publicación era acceder
a la mayor cantidad de público posible, aspiración
que encontró un serio obstáculo en la forma
de escritura empleada, pues utilizaban símbolos,
abreviaturas, fórmulas y vocabulario propios de
la masonería. Entre las consignadas con mayor frecuencia
señalaremos "H..(Hermano), Oobb..(Obreros),
Log..(Logia), como así también la fórmula
de encabezamiento de los documentos oficiales "A..L..G..D..G..A..D..U.."
(A la gloria del Gran Arquitecto del Universo), acompañadas
todas por el triángulo tripuntado. La Verdad creyó
encontrar un principio de solución al inconveniente,
que se hacía extensivo no sólo a los lectores
"profanos" sino también a muchos "hermanos
iniciados", con la publicación de una nota
explicativa de estas abreviaturas y sus usos (La Verdad
Nº 22, 22-6-96). Aclaración realizada a instancia
de la sugerencia de un lector.
"LA
VERDAD" COMO ARMA DE POLÉMICA
El
planteo periodístico de La Verdad se ubicó
dentro de un contexto de amplio debate y discusión,
alimentado, a su vez, por la misma publicación.
Participó de diversas polémicas con otros
medios. A fin de ordenar la exposición las clasificaremos
de la siguiente manera: las establecidas con el sector
clerical de la ciudad, con los sectores antimasónicos
nacionales e internacionales y, finalmente, con las diversas
posiciones nacidas en el seno de la masonería local
y nacional.
Las
discusiones sostenidas con el sector clerical se vertebraron
en el ataque a las aseveraciones antimasónicas
y antiliberales de Monseñor Rassore, encargado
de la Iglesia San Ponciano. Polemizaban con su publicación
semanal, La Lectura del Domingo, órgano del catolicismo
platense que alertaba a sus fieles sobre las perversas
influencias de los masones. La Verdad, a su vez, no sólo
las refutaba sino que denunciaba ferozmente algunas costumbres
"malsanas" de los hombres de la iglesia, resultado
de su voto de castidad. A pesar de la actitud tolerante
propuesta por el periódico en su primer editorial,
luego de transcurrir algunos números, el tono ácido
e irónico para con los sacerdotes fue cada vez
más acentuado. A lo largo de 1896, las acusaciones
masónicas internas cobraron progresivamente mayor
vigencia, teniendo como resultado la reducción
del espacio dedicado a estas acusaciones. No obstante
ello, sus denuncias se manifestaron en la sección
"Los Papas en Revista" y en colaboraciones como
"Prácticas del Satanismo" de Al Mohaz.
La masonería no sólo disputaba con la iglesia
la acción caritativa y filantrópica, sino
que, del mismo modo, criticaba la influencia clerical
en la educación platense. En esta época,
seguían aún vigentes las fuertes disputas
surgidas en la década anterior, sobre las nuevas
funciones del "Estado Liberal".
En
cuanto a las controversias con los sectores antimasónicos,
destacaremos la más relevante estrategia empleada
por el medio. Se publicó un folletín, titulado
"El Mundo Negro", escrito por Luis Fors a los
efectos de repicar "el libelo" de Monseñor
de Segur (La Verdad Nº 6, 2-3-96, al Nº 27, 20-7-96).
Este texto fue seleccionado por constituir una obra fundamental
de la masonería argentina.
Por
último, anotaremos que también se ocupó
de criticar a distintas publicaciones congéneres
promotoras de acciones consideradas, por ellos, atentatorias
contra la masonería, como así también
de responder a aquellas que desde sus páginas hostigaban
y enjuiciaban las consideraciones de La Verdad. En esta
posición se nucleaban también órganos
liberales. Un caso que quizás merezca particular
mención es el de la Liga Liberal, dirigida por
Luis Fors, excolaborador de La Verdad, quien calificaba
al periódico de Ferrando como un libelo difamador.
En esta oportunidad, y respetando sus objetivos iniciales,
la ofuscación no ganó las páginas
de periódico, sino que limitó su respuesta
a unas breves pero categóricas palabras.
"LA
VERDAD " COMO EMPRESA PERIODÍSTICA
Consideramos que este punto es muy controvertido en virtud
de que, desde un principio, el semanario se debatió
ante un serio dilema: si debía ser el portavoz
de la masonería platense y provincial, y eventualmente
nacional, o si debía constituirse como una empresa
periodística más, o bien ambas cosas al
mismo tiempo. Sin dudas primó la decisión
de convertirse en vocero de la masonería, desatendiendo
en consecuencia el aspecto crematístico. El periódico
habitualmente señalaba la ingrata y constante realidad
de lo efímero de las publicaciones masónicas,
víctimas de la falta de alimento. "Las empresas
masónicas periodísticas, traen, desgraciadamente,
desde la cuna una pobreza de fuerza tal, que puede predecirse
su muerte en corto tiempo. No se ha podido contar hasta
hoy, con un órgano de existencia robusta, y somos
sin embargo, la asociación más numerosa
del globo. La Verdad misma, que con tantas simpatías
cuenta en la jurisdicción, no puede asegurar que
su situación se desahogada" (La Verdad Nº
50, 5-1-97). Por lo tanto, no resulta extraño que
en teoría, vislumbraba el peligro que invariablemente
pendía sobre las publicaciones masónicas,
aunque en la práctica no pudiera contrarrestarlo,
pues proseguía subestimando el aspecto empresarial.
Prueba de ello fue el lugar de privilegio concedido al
espacio de redacción en detrimento del comercial.
Esto ocurría por confiarse en demasía en
el "gran respaldo económico" proporcionado
por una considerable cantidad de avisadores, quienes supuestamente
entenderían una decisión de esta naturaleza.
Cabe aclarar que, al tener los avisos un precio módico
y al carecer de cualquier tipo de subvención, el
periódico debía equilibrar sus finanzas
con el pago puntual de los suscriptores, hecho que en
la realidad no ocurrió y que determinó que
Ferrando solicitara reiteradamente su cumplimiento. Al
agravarse esta crítica situación, en diciembre
de 1897, el semanario publicaba: "devueltos por los
colaboradores de la Capital Federal, La Plata, provincias
y territorios nacionales ha llegado a esta administración
un número considerable de recibos de suscripción
de La Verdad, por valor de $ 3490,70 M/N que arranca desde
la época de aparición del diario (dos años
atrás) los cuales no han podido ser cobrados a
los interesados, a quienes no obstante se les sigue enviando
éste, con toda exactitud (...)" (La Verdad
Nº 91-94).
La
Verdad comenzó, entonces, a sufrir las indeseadas
consecuencias de la falta de recursos económicos
y vio afectada su periodicidad, ya que de semanario se
convirtió en quincenario (desde el 2-3-97), posteriormente
en mensuario (desde julio de 1897) y finalmente, salía
cuando podía. El director, viendo que la publicación
tenía serios problemas económicos, recurrió
a una inusual estrategia. Publicó con lujo de detalle
todo el movimiento interno de La Verdad a fin de dar exacta
cuenta del grave momento económico por el que atravesaba
el periódico: cantidad de suscriptores, costos
de impresión, estampillas de correo, comisión
de cobranzas, pago de un empleado, etcétera (La
Verdad Nº 56, 16-2-97). Evidentemente la suerte de La
Verdad estuvo signada por el descuido de sus finanzas,
circunstancia que, a la postre, habría determinado
la desaparición del periódico. Utilizamos
el potencial pues consideramos que, al haberse constituido
el órgano en portavoz del Gran Oriente Argentino,
la razón de su desaparición no debió
ser otra que la imposibilidad de sanear sus pérdidas
"LA VERDAD", SU PRESENCIA SOCIOCULTURAL Y LA
MASONERÍA PLATENSE
Si
bien ya hemos apuntado la relevancia de la prensa para
la masonería en general y la estrategia periodístico-empresarial
del periódico, consideramos que aún resta
estudiar un aspecto vinculado con la propuesta sociocultural
de La Verdad. Resulta innegable que su presencia, como
la de otros medios, señaló la politización
creciente de una sociedad heterogénea, concretada
a través de la creación de sus propios canales
de representación (clubes, sociedades literarias,
logias masónicas), que se nuclearon para personalizar
diversas identidades en construcción. La circulación
de los medios gráficos como conformadores y a su
vez receptores de la opinión pública coadyuvó
al fortalecimiento de este proceso.
Esta
construcción progresiva de la "esfera pública"
platense tuvo a la masonería como uno de sus protagonistas
principales. Puede advertirse que la participación
activa de algunos nombres de masones representativos en
diferentes sociedades, de ningún modo obstaculizaba
su accionar simultáneo en alguna otra asociación.
De esta manera se generó una suerte de "red
de relaciones" que explicaría la activa presencia
de las logias en distintas actividades concernientes al
ámbito local. Puede citarse como ejemplo el caso
de Edelmiro Calvo, quien siendo miembro de la logia "La
Plata" fue presidente del "Centro Juventud",
organizador de los festejos cívicos del 25/5/96,
circunstancia que explicaría los lugares de privilegios
otorgados a las logias de la localidad en tal evento.
Del mismo modo, podemos citar a Luis Fors, quien fue presidente
de "La Liga Liberal" como así también
a otros miembros adscriptos al "Club Liberal".
La amistad de Ferrando con otros directores de periódicos
platenses - Buenos Aires, La Mañana -, todos integrantes
de las asociaciones mencionadas, habrían posibilitado
la publicación de noticias referentes a la actividad
masónica en estos medios "profanos".
Debemos subrayar que Ferrando representó uno de
los elementos destacados de la sociabilidad platense,
pues instalado desde el primer año en La Plata,
participó asiduamente de su actividad social.
La
acción benéfica fue la idea rectora de la
labor masónica, por lo que la amplia gama de propuestas
surgidas de las logias contaron con el apoyo de los "hermanos
masones" como así también del público
en general. Los beneficios teatrales organizados para
auxiliar a las víctimas del incendio de Guayaquil
en 1896, la entrega de víveres a los pobres en
fechas patrias alusivas o en los aniversarios de muerte
de masones, la presencia de la logia "La Plata"
en las filas de los miembros honorarios del Hospital Italiano
de la ciudad, la organización de conferencias públicas,
la organización de auxilio para los heridos orientales
en 1897, dan cuenta de la multiplicidad de la acción
de las logias platenses. Quizás una de las concreciones
más significativas en la lista de sus obras fue
la ferviente y constante promoción de la educación
laica. La importancia de esta propuesta radicó
en el hecho de incluir a las mujeres como a los sectores
obreros. Esta última aspiración se concretó
en la ciudad a fines de 1897, con la instalación
de una escuela de Artes y Oficios
Asimismo, promovieron otras empresas destinadas a reforzar
formas alternativas de sociabilidad intragrupales. El
tiempo masónico de La Plata, por su parte, contó
con espacios destinados a la recreación: casino,
salón de conferencias y una destacada biblioteca
con los más diversos títulos y autores.
De igual manera la logia "La Plata" apoyó
la iniciativa de Telémaco Moroni, director del
teatro de aficionados "Academia Filodramática
Italiana Ernesto Rossi", en el cual se representaban
diversas producciones en forma gratuita para los "cultivadores
del arte escénico".
A
pesar de generar fuertes polémicas, parte de la
propuesta de la masonería representó las
ideas de los sectores más progresistas de la sociedad
platense de fines del siglo XIX. Por ello, no podemos
dejar de destacar el papel de La Verdad como promotor
de la sociabilidad intelectual y social, puesto que sus
páginas han dado cuenta de todas las actividades
y propósitos de la masonería local entre
1896- 1898. Su presencia no puede ser desconocida por
la historia de los medios gráficos platenses, en
virtud de que esta publicación era el referente
de un grupo social destacado de la ciudad de La Plata
de esa época
Este semanario representó una interesante y completa
estrategia comunicacional al cuidar, especialmente, los
preceptos informativos, educativos y de entretenimiento.
Uno de los aspectos más novedosos de este periódico
fue su intención de captar a un amplio espectro
de lectores, no obstante ser órgano de los intereses
masónicos. Esta actitud abierta que logró
instalar su posición en el espacio del debate público
local, fue resultado del espíritu que promovió
su aparición en la arena periodística platense:
ser "instrumento de propaganda y arma de polémica".
Sin embargo, la propuesta periodística quedó
huérfana de una infraestructura empresarial, desatendida
sistemáticamente por su director, determinante
para la desaparición de este órgano, por
último señalaremos que, no obstante su breve
vida en el círculo de producciones gráficas
locales, fue innegable su contribución al proceso
de construcción de la sociabilidad platense finisecular.
Facultad
de Periodismo y Comunicación Social - UNLP.
El Día, 18-3-1997; 21-3-1997;29-4-1997; 2-4-1997
Puede consultarse César L. Díaz, "El
periodismo finisecular platense". En Oficios Terrestres.
Ediciones de Periodismo y Comunicación Social,
UNLP, año 1, Nº 1, 1995, pp. 109-113. Repárese
que por tratarse de un avance de investigación
se consignan para el mismo período sólo
75 títulos.
Sin duda la más importante es la propietaria del
diario "El Día" (1884). Véase
César Luis Díaz. "El Día, el
diario que nació con la ciudad", en Oficios
Terrestres Año II, Nº 3, 1996, pp. 136 - 141
Puede consultarse para el caso de un periódico
eminentemente partidario C. Díaz. Un importante
exponente del periodismo platense: "La Tarde"
(1893 - 1896). Ponencia presentada en el 5º Congreso de
los Pueblos, Mar del Plata, noviembre y diciembre de 1995.
Carlos Mayo. La Masonería en Crisis (1902 - 1922),
Buenos Aires, CEAL, 1988, pp. 1-2. Roberto Bergalli, "Protagonismo
judicial y sistema público". Revista No hay
derecho Nº 10, diciembre de 1993.
Monseñor Ségur. Los Francmasones. Buenos
Aires. Cruz y Fierro, 1977, p. 79. Deseamos destacar que
la primera edición francesa data de 1867 y la primera
edición realizada en nuestro país es de
1869.
Maurice Fara. La Masonería en Descubierto. Buenos
Aires. La hoja de roble, 1960, pp. 96-97.
George J. Gibson, The Masonic problem. The Purpose and
Meaning of Fraamasonry. Derlington. Pristgatek, p. 157-158.
Aníbal Rotjer. La Masonería en la Argentina
y el Mundo, Buenos Aires, Nuevo Orden, 1983. P. 179.
Puede consultarse entre otros Serge Hutin, Las Sociedades
Secretas, Buenos Aires, Eudeba, 1961; Maurice Colinon,
La Iglesia Frente a la Masonería, Buenos aires,
Huemul, 1963; José María Caro Rodríguez,
El Misterio de la masonería, Buenos Aires, Difución,
1954; Luis Fors, Diccionario Enciclopédico de la
Masonería, Habana, La Propaganda Literaria, 1883;
Martín V. Lescano, Las Sociedades Secretas Políticas
y Masónicas en Buenos Aires, Buenos Aires, El Ateneo,
1927; Alcibídes Lappas, La Masonería Argentina
a través de sus Hombres, Buenos Aires, 1958.
Censo general de la ciudad de La Plata, La Plata, La Popular,
1910, p. 773.
Alcibíades Lappas. Op, cit.,p. 177.
El Día, 12-5-1891. P. 1, col. 6; La Verdad, 8-6-1896,
col. 2.
La discrepancia se centraba en que las logias extranjeras
no reconocían al Gran Oriente Argentino.
El Día, 16 de enero de 1890, p. 1, col. 5. Fue
acusado por Ferrando de ser un infiltrado en la orden
con el objetivo de terminar con la masonería, La
Verdad, Nº60, 23-3-1897, Buenos Aires.
Creemos conveniente puntualizar que la masonería
se organizaba en torno a una Orden Nacional (Gran Oriente
Argentino), creada en 1857 y residente en la Capital Federal.
La misma representaba a la masonería argentina
y estaba integrada por representantes de todas las logias
del país. A su vez, a nivel local, cada ciudad
tenía una o más sedes, en las que participaban
sus simpatizantes. Dependían directamente de la
Logia Capitular, instalada en una ciudad importante, como
el caso de la Logia La Plata. El cargo más alto
de la logia es el de Venerable.
El Gran Oriente se organizaba bajo dos poderes, legislativo
y ejecutivo, emulando la forma republicana de gobierno.
Jacques Kaiser. El periódico: estudios de morfología
de metodología y de prensa comparada. Quito. Ciespal,
1966, p. 20.
Ibídem, p. 12.
Octavio Hornos Paz y Nevio Nacinovich; La Nación.
Manual de estilo y ética periodística. Buenos
Aires. Espasa, 1997, p. 34-35. Sobre el tema véase
Katherine Graham, La Página editorial. México,
Gernika, 1979, p. 131-136.
Costumbre generalizada en el periodismo del siglo XIX.
Publicado
por primera vez en la Revista El Progreso, Buenos Aires,
1869, Tomo 1, p. 641-671.
Los avisos comerciales pertenecían a masones profesionales
y comerciantes de La Plata, de Ensenada, de Capital Federal
y de Rosario, incluso uno que publicaba una casa francesa,
en París, que vendían objetos masónicos
(a partir del Nº 40, 27-10-1896). Al aumentar sus páginas
el semanario, desde el número 6, los avisos accedieron
a las tres primeras. En dos oportunidades, al no publicar
los avisos en el cuerpo del periódico, adjuntaron
una hoja complementaria con los mismos. (La Verdad Nº4,
17-2-96, La Verdad Nº 39, 20-10-96).
En el número 61 (23-3-1897) ya aclaraban que tenían
300 morosos solamente en Capital Federal.
800
se remiten a los masones del país desde el primer
número; 120 por canje, 150 a igual número
de oficinas en distintos orientes del globo, haciendo
un total de 1070 ejemplares.
El costo total de la tirada de La Verdad ascendía
a $ 350 M/N. Cabe aclarar que los gastos eran mayores
pues el periódico se imprimía en la imprenta
del diario Buenos Aires, situación que determinó
se disculpasen en repetidas oportunidades por los errores
de impresión.
Concepto utilizado por Habermas en su clásico libro
Historia y Crítica de la opinión pública,
México. G. Gilli, 1994.
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