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COMENTARIOS BIBLIOGRÁFICOS

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LA CLAVE SECRETA DE HIRAM

(Faraones, Masones y el Descubrimiento de los Rollos de Jesús)

Dr. JORGE FRANCISCO FERRO - CONICET (Argentina) Investigador Científico - especialista en Masonología

Este curioso y motivador libro se inscribe en la misma línea argumental de La Espada y el Grial de Andrew Sinclair (EDAF, 1994) y algunos otros no traducidos al castellano. El punto en común a todos ellos son las supervivencias de la Orden del Templo en ciertos lugares inaccesibles de Escocia, luego de su destrucción, dando origen al llamado “Templarismo” una de cuyas manifestaciones, junto con el Rosacrucianismo, sería la Masonería llamada “escocesa” que, de ningún modo, debe confundirse con el Rito Escocés Antiguo y Aceptado ni con el Rito Escocés Rectificado que son constituciones modernas, mientras que la época a la cual nos referimos es la Edad Media y el Renacimiento. Por supuesto que lo dicho anteriormente no excluye que hayan habido transmisiones rituales y simbólicas que pudieran haber llegado hasta nuestros días.

Concretamente, el punto en común al cual aludíamos más arriba se refiere al rol cumplido por el clan Sinclair (antes Saint-Clair o Sanctos-Claros) en la custodia y transmisión de ciertos ritos y misterios templarios, Orden con la cual mantuvieron seculares relaciones. Se trata pues de la constitución de una Masonería templario-caballeresco-católica que, a partir del siglo XV, tuvo como centro espiritual la enigmática Capilla de Roslin (modernamente Rosslyn) en los feudos del clan Sinclair. Esta Masonería peculiar, auténticamente “escocesa” y realmente “antigua” desapareció de la faz de la tierra luego de la derrota definitiva de la Causa Jacobita y de la Casa de Estuardo en la batalla de Culloden-Moor (1746).

Una de las principales hipótesis de los autores es que en las criptas de la Capilla de Rosslyn se encontraría, no el Santo Grial como lo afirma Andrew Sinclair, sino la parte más importante y espiritual de los rollos de la comunidad esenio-protocristiana-jacobea de Qumram, descubiertos en la década de 1940, con las verdaderas enseñanzas de Jesús traídas y ocultadas en Occidente por los Templarios luego de sus excavaciones en lo que fuera el Templo de Salomón. Sin dudas, esta hipótesis no carece de atractivos y tiene consecuencias desde muchos puntos de vista que no es el caso de analizar ahora.

Pero, por otra parte, esta obra adolece de graves errores. En primer lugar figura la inexplicable y totalmente errónea afirmación que Hiram Abbi (Abif, como discutiblemente lo deletrean los anglófonos) no figura en el Antiguo Testamento cuando, leyendo el Libro de los Reyes, sabemos que era “hijo de una viuda de la tribu de Neftalí” y ejercitaba con maestría la fundición de los metales, el teñido en colores y la construcción. Esta afirmación, acerca que Hiram Abbi no es un personaje bíblico se repite en varias oportunidades a lo largo del texto. En realidad, en donde Hiram Abbi no aparece es los Ols Charges (Antiguos Deberes) o sean los manuscritos de la Masonería Operativa, particularmente de los siglos XV al XVII, que han sobrevivido hasta nuestros días. En dichos manuscritos quien figura como constructor del Templo de Jerusalem es un personaje denominado Amón o Aymon o alguna variante de los mismos. Este enigmático nombre de origen hebreo posee la misma raíz de la palabra “amén” y significa aproximadamente la conclusión de algo empezado, la estabilidad final de algo construido, la culminación de una obra, etc.. Por lo anterior, se estima que la introducción de la leyenda de Hiram Abbi en la Masonería data de los siglos XVII al XVIII.

La proposición fundamental de la obra es que, desde Sumeria al Occidente actual, habría existido una línea iniciática que culminaría en la leyenda del asesinato de Hiram Abbi a manos de tres Compañeros ambiciosos y traidores. Esta línea habría comenzado con el asesinato del faraón Seqenenre Tao por un sacerdote infiel y colaborador de los invasores hicsos y este acontecimiento sería luego traspuesto a la muerte de Hiram. Los autores trabajosamente recolectan analogías rituales y simbólicas tales como las dos Columnas, el ritual de muerte y renacimiento, la dudosa transcripción de alguna Palabra propia del ritual del 3er. Grado masónico, etc.. La mayoría de estas “pruebas” se desdibujan gradualmente cuando se consideran los extensos períodos de tiempo en cuestión y los hiatos de varios siglos que en ellos existen. Por otra parte, la constatación de similitudes en símbolos y ritos entre dos civilizaciones u organizaciones o pueblos distintos no implica necesariamente que haya habido un legado de la más antigua a la más nueva pues perfectamente ambas podrían haber abrevado en una fuente común desconocida lo cual es mucho más posible, habida cuenta de cómo eran los modos de transmisión de los pueblos antiguos para los cuales era más determinante la casta o estamento a la que pertenecía un individuo que el pueblo en el cual había nacido. Estas cuestiones de método de análisis surgen por la aplicación, conciente o inconciente, de prejuicios, valores e ideas modernas para evaluar la conducta de pueblos antiguos con intereses e ideales totalmente distintos a los del Occidente moderno. Por ejemplo, las iniciaciones antiguas se efectuaban dentro de las castas o estamentos sean de trabajadores o artesanos, de guerreros o sacerdotes; así ocurrió también en Occidente hasta fines de la Edad Media. Por lo tanto es sumamente improbable que haya existido una filiación iniciática, originada en el antiguo Egipto, que haya podido unir ceremonias sacerdotales, guerreras y laborales. En la India actual las iniciaciones tradicionales todavía hoy observan esta triple división.

Es menester reconocer que los autores admiten expresamente (pág. 177) que la historia que han relatado tiene parte de ficción, en gran medida para apoyar lo que creen que ocurrió tanto tiempo atrás.

La traducción de este libro merece un párrafo aparte: es evidente que la traductora ignora completamente el vocabulario técnico-masónico en inglés pues comete errores gruesos y risibles. Veamos algunos ejemplos: en inglés “the Craft” alude a los tres primeros Grados de la Masonería y por lo tanto debe traducirse como “Masonería Simbólica” o muy eventualmente como “el Oficio” pero difícilmente como “la Ciencia”. Otro tanto ocurre con la Masonería de la Marca (Mark Masonry) la cual se convierte en una inverosímil “Masonería Distinguida”...

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