Profecia
Julio 2002
Profecía de Tommy Hicks
Una visión profética
Alrededor de 1960,
el evangelista Hicks tuvo una revelación de los
acontecimientos finales. Hace varios años esta palabra profética circuló por nuestras
iglesias, y llevó aliento y expectativa por los días del fin. Creemos que es
bueno recordarla para que sea de aliento.
Por el poder del Espíritu Santo el
evangelista Tommy Hicks
condujo a miles de almas a los pies del Señor. Un 25 de julio alrededor de
las 02:30, en Winnipeg, Canadá, Dios le dio una visión:
"Quedé tan
perturbado y conmovido por la revelación, que cambió mi perspectiva global
del cuerpo de Cristo y del ministerio del tiempo del fin. Los mayores regalos
que le hayan sido dados a la iglesia de Jesucristo están aún por venir.
No pude comprender la totalidad de la visión hasta que leí Joel 2:23:
"Alegraos y gozaos en Jehová vuestro Dios, porque os ha dado la primera
lluvia a su tiempo, y hará descender sobre vosotros lluvia temprana y tardía
como al principio". No solo enviará Dios la lluvia temprana y tardía,
sino que va a dar a su pueblo una doble porción de su poder en estos últimos
días.
Cuando se me apareció la visión me hallé de pronto a gran altura. Estaba
mirando abajo y contemplando la Tierra, cuando de pronto el mundo entero
estaba a la vista: cada nación, cada pueblo, cada lengua, desde el este y el
oeste, desde el norte y el sur. Estaba en pie, temeroso y temblaba mientras
contemplaba el gran panorama ante mí. En ese momento comenzaron los
relámpagos y truenos.
El gran gigante
Mientras los relámpagos
iluminaban la superficie de la Tierra, bajé mis ojos. De pronto contemplé lo
que parecía ser un gigante que miraba fijamente. Era inmenso, sus pies
parecían tocar el polo norte y su cabeza el polo sur, sus brazos se estiraban
de mar a mar. No sabía si era una montaña o un gigante. Al fin vi que era un gigante que luchaba por la vida, por vivir.
Su cuerpo estaba cubierto de escombros de la cabeza a los pies y a intervalos
movía su cuerpo y parecía que iba a incorporarse. Cuando lo hacía, miles de
pequeñas criaturas escapaban de su cuerpo, espantosas criaturas que, cuando
el gigante se aquietaba, regresaban a él.
De pronto este gigante levantó una mano hacia los cielos, y luego otra. Al
hacerlo, estas miles de criaturas huían de él y desaparecían en la oscuridad
y en la noche.
Lentamente comenzó a
levantarse –y al hacerlo su cabeza y sus manos quedaron entre las nubes–.
Cuando se puso de pie se desprendió de los escombros y de la suciedad que lo
cubría y comenzó a levantar sus manos a los cielos, mientras alababa al Señor
De pronto cada nube se
volvió plata, la más hermosa plata que yo había visto jamás. El fenómeno era
tan grandioso que no podía ni siquiera comenzar a comprender lo que todo
ellos significaba. Sumamente perturbado, lloré y dije: "Oh Señor, ¿qué significa esto?", y sentí como si
realmente estuviera en el espíritu y en la presencia del Señor.
De pronto de aquellas nubes cayeron grandes gotas de luz líquida, llovía sobre
el poderoso gigante y lentamente el gigante comenzó a fundirse como si
penetrara en la Tierra misma. Mientras se disipaba su silueta, parecía
fundirse sobre la faz de la Tierra. Esta gran lluvia comenzó a caer. Gotas de
luz líquida comenzaron a inundar la misma Tierra. Repentinamente, el gigante
que parecía fundido se transformó en millones de personas en todo el mundo.
Mientras yo contemplaba la visión, esta gente se puso de pie, levantaban sus
manos y alababan al Señor.
En ese momento vino un gran trueno que pareció rugir desde los cielos. Dirigí
mis ojos al cielo, y de pronto vi una figura de
blanco resplandeciente –el ser más glorioso que yo haya visto jamás en toda
mi vida–. No vi su rostro, pero de alguna manera
supe que era el Señor Jesucristo. Él extendía su mano a uno y otro lado.
Mientras lo hacía a pueblos y naciones, a hombres y mujeres, señaló hacia
ellos y esta luz líquida pareció fluir de sus manos sobre la gente y una
poderosa unción vino sobre ellos, y entonces comenzaron a salir en el nombre
del Señor.
Unción no deseada
No sé cuánto tiempo lo
miré. Parecieron ser días, semanas y meses. Yo contemplaba a este Cristo y
mientras Él continuaba extendiendo su mano, ocurrió una tragedia. Había mucha
gente que rechazaba la unción de Dios y el llamado del Señor. Vi hombres y mujeres que conozco, gente que he creído con
certeza que tenían el llamado de Dios, pero mientras Él extendía su mano
hacia uno y otro lado, ellos simplemente agachaban la cabeza y se alejaban.
Cada persona que bajaba su cabeza y le daba la espalda se alejaba y parecía
entrar en la oscuridad. Las tinieblas los tragaban en todas partes.
Yo estaba perplejo
mientras miraba. La gente a la que Él había ungido cubría la Tierra. Había
cientos de miles de personas en todo el mundo: en África, Asia, Rusia, China,
América
La unción de Dios estaba
sobre esta gente mientras ellos marchaban en el nombre de Jesús. Había
cavadores de zanjas, mujeres de limpieza, hombres ricos, hombres pobres. Vi gente herida con parálisis, enfermedades, ceguera y
sordera. Según el Señor extendía su mano para darles la unción, ellos se
ponían bien, se sanaban y se marchaban. Este es el milagro. El glorioso
milagro. Esta gente extendía sus manos exactamente como el Señor lo hacía y
el mismo fuego líquido estaba en sus manos. Mientras las extendían, decían
"de acuerdo a mi palabra, sé sano".
Yo no me daba cuenta enteramente de lo que pasaba. Miré al Señor y dije:
"¿Cuál es el significado de esto?" Él dijo: "Esto es lo que
haré en los últimos días. Y restauraré todo lo que la oruga, el pulgón y el
gusano han destruido. Este, mi pueblo en el tiempo final, marchará como un
poderoso ejército. Ellos cubrirán la faz de la Tierra".
Mientras me encontraba a una gran altura, pude contemplar el mundo entero y
veía toda esa gente yendo y viniendo sobre la faz de la Tierra. Un hombre
desde África sería transportado en un momento por el Espíritu de Dios a, tal
vez Rusia, China, América o a algún otro lugar, y viceversa. Esta gente iba
por todo el mundo, a través de fuego, pestilencias y hambre. Nada, ni el
fuego o persecuciones parecía detenerlos.
Hombres muy
encolerizados
Encolerizadas multitudes
venían hacia los ungidos con espadas y pistolas, y como Jesús, pasaron entre
la multitud y no pudieron encontrarlos. Los consagrados iban a todas partes
extendiendo sus manos en el nombre del Señor de multitudes. Marchaban
adelante como el ministerio de Cristo de los últimos tiempos y ministraban a
la muchedumbre sobre la Tierra. Decenas de miles, incluso millones, parecían
venir al Señor Jesucristo cuando esta gente se paraba delante de ellos y
daban el mensaje de la venida del reino. ¡Fue tan glorioso! Parecía que
estaban aquellos que se revelaron y se enfurecían, y trataban de atacar a los
obreros que daban el mensaje.
Dios está dando al mundo una demostración en la última hora, tal como nunca
se ha conocido antes. Estos hombres y mujeres eran de todo estrato social.
Las jerarquías no significaban nada. Cuando uno parecía tropezar y caer, otro
venía y lo levantaba. No había ninguna actitud "yo" grande,
"tu" pequeño. Cada monte era echado abajo y cada valle era
exaltado. Parecían tener una cosa en común, un amor divino fluía delante de
esta gente mientras andaban juntos, trabajaban juntos y vivían juntos. Era el
tema de sus vidas.
Cuando los días pasaron, parado y contemplando la visión, solo pude llorar, y
algunas veces reír. ¡Tan maravilloso era ver a esta gente yendo a través del
mundo entero para mostrar el poder de Dios en el tiempo final!
Mientras yo miraba
desde el mismo cielo, había veces cuando grandes diluvios de esta luz líquida
parecía caer sobre grandes congregaciones. Ellas levantaban sus manos y
alababan a Dios por lo que parecían ser horas e incluso días, mientras el
Espíritu de Dios venía sobre ellos. Dios dijo: "Yo derramaré mi Espíritu
sobre toda carne"
Esto era exactamente lo que estaba
haciendo. Desde cada hombre y cada mujer que recibía este poder y unción de
Dios, sus milagros fluían continuamente.
De pronto hubo otro gran ruido de trueno que pareció resonar por todo el
mundo. Otra vez escuché la voz que decía: "Ahora este es mi pueblo, esta
es mi amada novia". Cuando la voz habló y miré sobre la Tierra, pude ver
los lagos y montañas, las tumbas fueron abiertas en todo el mundo, los santos
de todas las épocas parecían levantarse, venían de todas direcciones y
parecían formar otra vez el cuerpo gigantesco. Los muertos en Cristo se
levantaban primero, pero difícilmente pude comprenderlo.
¡Era tan maravilloso y tan lejos de todo lo que yo pude soñar o pensar!
El inmenso cuerpo comenzó a formarse como un poderoso gigante, pero esta vez
fue diferente. Estaba ataviado de hermoso y magnífico blanco.
Sus vestidos eran sin mancha ni arruga, mientras el cuerpo se formaba con la
gente de todas las épocas que se reunían. Lentamente desde los cielos el
Señor Jesús se transformó en la cabeza. Escuché otra voz de trueno que dijo:
"Esta es mi novia amada por la que yo he esperado, ella saldrá adelante
incluso pasará por fuego. Esta es aquella a la que he amado desde el principio
de los tiempos".
Mis ojos se volvieron al lejano norte y vi una gran
destrucción, edificios derrumbados y hombres y mujeres que lloraban en gran
angustia. Luego oí la cuarta voz que dijo: "Ahora es derramada mi ira
sobre la faz de la Tierra". Desde todos los confines del mundo parecían
derramarse grandes vasos de la ira de Dios. Puedo recordar cuando contemplaba
la horrible vista de ciudades y naciones enteras que se derrumbaban en
destrucción. Pude oír a la gente llorar, mientras se metían en cuevas, pero las
cuevas y montañas se abrían. Se arrojaban al agua, pero el agua no los
hundía. No había nada que pudiera destruirlos. Aunque ellos deseaban acabar
con sus vidas, no lo conseguían.
Regreso al cuerpo
consciente
Nuevamente volví mis ojos
hacia la gloriosa visión ataviada con sus hermosos y resplandecientes
vestidos blancos. Lentamente, muy lentamente comenzó a levantarse de la
Tierra y mientras lo hacía, desperté.
La visión que yo había contemplado era el misterio del final de los tiempos.
Nuevamente el 27 de julio a las 02:30 tuve la misma revelación, la misma
visión vino una vez más. Mi vida cambió al comprender lo que vivía en este
tiempo final. No sería doctrina. No sería "iglesianismo",
sino Jesucristo. Ellos llevarían la palabra del Señor, como escuché tantas
veces en la visión: "De acuerdo a mi palabra será hecho".
¡Oh,
gentes escúchenme!: "¡De acuerdo a mi palabra será hecho!" ¡Vamos a
ser vestidos con poder y unción de Dios! No tendremos que dar sermones. No
dependeremos del hombre, tampoco seremos grupos denominacionales,
¡sino que tendremos el poder del Dios viviente!
No temeremos a ningún
hombre sino que iremos adelante en el nombre del Señor de multitudes.
El evangelista Tommy Hicks fue un prestigioso
predicador en la década de 1950. Reconocido internacionalmente, predicó en
estadios a miles de personas en diferentes países. Causó un fuerte impacto su
encuentro con el entonces presidente de los argentinos, Juan Domingo Perón,
por el que oró a causa de una dolencia que padecía, y fue sanado. Su paso por
Buenos Aires fue un hito que marcó la ciudad.
Poco después de la
visión, Hicks murió en Los Ángeles, California, EE.UU.
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