¿Había
pensado en...
La virgen María?
La noticia más temprana que la Biblia nos da de la
virgen María está al principio del evangelio según Mateo y al principio del
evangelio según Lucas (Mateo 1:16, 18; Lucas 1:27-38).
Es contada como parte de la familia del rey David,
aunque el nombre mencionado como directo descendiente de David es José el
esposo de María. María es descendiente de David también, pues según la ley de
Dios nadie de cierta tribu de Israel debía casarse con un miembro de otra
tribu. Los miembros de la tribu de Judá, por ejemplo,
podían casarse solamente con miembros de la misma tribu de Judá,
con nadie más de otra tribu.
La Biblia no dice quiénes fueron sus padres, ni dónde
nació. Solamente dice que fue visitada por un ángel, que le anunció que ella
había sido escogida por Dios para ser la portadora del cuerpo humano del Hijo
de Dios. Dice, igualmente, que va a las montañas de Judá
para visitar a una parienta, la futura madre de Juan el Bautista. Añade un
cántico conocido como “El Magnificat”, cuya autora es
María. Relata que José y María tuvieron que ir a su lugar de descendencia,
Belén, para ser empadronados; y mientras estaban allí nació Jesús.
Posteriormente, cuando la vida de Jesús es amenazada de muerte por Herodes,
tienen que huir a Egipto para salvar la vida de su hijo. En estas y otras
circunstancias en que María se vio envuelta, ella “guardaba en su corazón esos
acontecimientos y los meditaba” (Lucas 2:19). Es tiempo, entonces, de que
nosotros meditemos también los acontecimientos relacionados con María, a fin de
valorar en toda su extensión su vida, sus hechos, sus palabras, etc., y llegar
a una conclusión que nos ayude a apreciarla y a ponerla en el lugar que le
corresponde, sin desprecio de su imagen.
Empecemos por establecer su verdadera
imagen a grandes rasgos, para después detallarla para comprender su vida, su
obra, su valor.
Muy joven inicia su participación en la historia
bíblica. En la misma época se expone voluntariamente a la muerte. Acepta la
misión que Dios tiene para ella, recibe al futuro Salvador del mundo en el
mismo lugar en que nació su antecesor David. Le toca presenciar el inicio del
ministerio de Jesús con las conocidas respuestas de la gente y un rechazo de
parte de los poderosos ricos y la clase gobernante de su época. Ve cómo sube la
popularidad de Jesús; ya que durante su ministerio sana, recrea, renueva,
impone su voluntad sobre la naturaleza. Observa cómo lo quiere la gente, que
hasta intenta convertirlo en rey. Presencia el sacrificio máximo de su hijo por
los pecados de la humanidad; sufre la vergüenza de ver a su hijo expuesto al desprecio
de la gente y lo ve morir; ve dónde lo sepultan. Le toca presenciar también su
resurrección y su ascensión al cielo. Posteriormente sabemos que se reúne con
los discípulos para esperar la venida del Espíritu Santo, el día de
Pentecostés. Nada dice la Biblia de su muerte, ni su sepultura.
Ascendencia más cercana: Ni la Biblia ni nadie tiene rastros de los padres de
María, ni hermanos o hermanas. La Biblia sólo habla de una parienta (prima
posiblemente, cuyo nombre es Elisabet) en Lucas 1:36,
39 “Y he aquí tu parienta Elisabet,
ella también ha concebido hijo en su vejez; y este es el sexto mes para ella…En
aquellos días, levantándose María, fue de prisa a la montaña, a una ciudad de Judá; 40y entró en casa de Zacarías, y saludó a Elisabet.” “Jacob engendró a José, marido de María, de la
cual nació Jesús, llamado el Cristo.” (Mateo 1:16). Esta es la primera mención
de María en la Biblia, y la presenta solamente como la madre de Jesús y esposa
de José. Lucas 1: 27 encontramos las siguientes palabras que nos dicen que José
es de la casa de David, y está casado con María: “a una virgen desposada con un
varón que se llamaba José, de la casa de David; y el nombre de la virgen era
María.” Y las siguientes palabras nos dicen que no podían traspasar la propiedad
de una tribu a la posesión de otra tribu: “Cásense como a ellas les plazca,
pero en la familia de la tribu de su padre se casarán, 7para que la
heredad de los hijos de Israel no sea traspasada de tribu en tribu; porque cada
uno de los hijos de Israel estará ligado a la heredad de la tribu de sus
padres.” Con esos antecedentes concluimos que María pertenecía a la tribu de Judá, la familia de David. La historia de la familia de
Jesús presentada por Mateo pone a la par a José y a María, como descendientes
de David, de la tribu de Judá.
Su
vida más temprana. En ningún lugar de la Biblia ni de la Historia encontramos informes de
la vida más temprana de María; sino hasta el momento en que Gabriel es enviado
por Dios para darle la noticia de que ella sería depositaria de la persona de
Jesús, diciéndole: “María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios.
Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre
JESÚS.” (Lucas 1:30, 31).
María no puso “peros”
o excusas a esta “invitación”.
Un valor a
toda prueba. Con esta nueva
situación en su vida, María se estaba exponiendo a una serie de amenazas de
todo lo que le rodeaba. Amenazas que podrían terminar en su muerte de una
manera vergonzosa. Veamos en qué consistían. María dijo al ángel que no conocía
varón cuando le mencionó que de su vientre saldría el Salvador del mundo, “Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? pues no conozco varón.”
(Lucas 1:34). El término “conocer” en esta cita significa “relaciones
sexuales”. La respuesta del ángel a esta “excusa” indica este sentido,
“Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder
del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que
nacerá, será llamado Hijo de Dios.” (Lucas 1:35). En Mateo 1:18 hallamos las
siguientes palabras, “El nacimiento de Jesucristo fue así: Estando desposada
María su madre con José, antes que se juntasen, se halló que había concebido
del Espíritu Santo.” De manera que, no hubo necesidad de relaciones sexuales
para que Jesús viniera a la Tierra; todo fue producto de la acción del Espíritu
Santo en la persona de María la virgen.
A estas alturas, María se encontraba sujeta a dos posibles resultados de
la invitación de Dios y la aceptación de María, uno más severo y uno más leve.
El leve es que José pensó abandonarla al saber que ella estaba embarazada “José
su marido, como era justo, y no quería infamarla, quiso dejarla secretamente.”
(Mateo 1:19). En la cita anterior vimos que José y María estaban casados pero
sin tener relaciones íntimas. José estaba en su derecho de abandonarla bajo
esas circunstancias, pero lo quería hacer en secreto porque no deseaba dejarle
mala fama. Sucede que durante el sueño de José un ángel le dice: “pensando él
en esto, he aquí un ángel del Señor le apareció en sueños y le dijo: José, hijo
de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es
engendrado, del Espíritu Santo es.” (Mateo 1:20). El resultado leve fue
solucionado de manera sencilla, pues José volvió con María, y así vivieron
hasta la muerte de él, ocurrida en un tiempo desconocido.
Veamos ahora el resultado severo al que María se
estaba exponiendo: “el adúltero y la adúltera indefectiblemente serán muertos.”
(Levítico 20:10). Si José pensaba que María le había fallado, ¿qué habría
pensado el resto de la gente de esa población? José pensó en abandonarla
secretamente, pero el resto de la gente, ¿qué habría hecho? Una cosa le
esperaba, sin duda: la muerte y una muerte en público, no en secreto. En caso
de haber llegado a este extremo, sería algo parecido a lo relatado en Juan 8:3:
“Entonces los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en
adulterio; y poniéndola en medio, 4le dijeron: Maestro, esta mujer
ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio. 5Y en la ley nos
mandó Moisés apedrear a tales mujeres.” Imagine por un momento la situación tan
vergonzosa en la que se expuso María con haber aceptado ser la portadora de la
simiente divina y traer a la vida terrenal a Jesús.
El desarrollo de los eventos, a partir de la
aceptación de María. Aparentemente María no consideró el costo de haber aceptado ser la
portadora de Jesús, por las palabras que dijo al ángel: “Entonces María dijo:
He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra.” (Lucas
1:38). Cierto que al principio de esta conversación, María estaba confusa, no
sabía de qué se trataba todo lo que el ángel estaba diciéndole: “Y entrando el
ángel en donde ella estaba, dijo: ¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo;
bendita tú entre las mujeres. 29Mas ella, cuando le vio, se turbó
por sus palabras, y pensaba qué salutación sería esta. 30Entonces el
ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios.
31Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su
nombre JESÚS. 32Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo;
y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; 33y reinará
sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin. 34Entonces
María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? pues no conozco varón. 35Respondiendo
el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo
te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será
llamado Hijo de Dios. 36Y he aquí tu parienta Elisabet,
ella también ha concebido 3 hijo
en su vejez; y este es el sexto mes para ella, la que llamaban estéril; 37porque
nada hay imposible para Dios.” (Lucas
1:28-37). El ángel la calma, diciéndole que su actitud, su porte, su
espiritualidad, su dependencia en Dios, su entrega y su virginidad habían ‘impactado’
a Dios, y habían hecho que se complaciera al grado de considerarla el
instrumento ideal para el plan de la redención, diseñado desde la eternidad. Si
las primeras palabras confundieron a María; las siguientes aumentaron su
desorientación: ‘concebirás’; porque pensó “¿cómo va a ser esto posible?
Cierto, estoy casada pero no hemos consumado la unión.” Las palabras siguientes
terminaron por eliminar toda duda respecto del curso que estaba tomando la
conversación y su propósito: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el
poder del Altísimo te cubrirá con su sombra.” (v. 35). Y con el conocimiento de
que Elisabet también estaba embarazada acabó por
convencerla de la misión que Dios le estaba encomendando: ser el vaso, el
medio, el instrumento para que Jesús naciera, se hiciera carne y habitara entre
nosotros (Juan 1:14 “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros.”)
y, así, cumplir con el plan de Dios para salvar a la humanidad de sus pecados.
¡¡Qué valor el de María!! ¡¡Exponerse a la vergüenza pública y/o a la muerte
por ser encontrada encinta y sin la consumación del contrato matrimonial!! No
en vano el ángel le dijo: “¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita
tú entre las mujeres.” La palabra “Salve” equivale a nuestro saludo más
afectuoso, cariñoso, de mucho ánimo. La combinación “muy favorecida” indica que
de todas las mujeres ella había encontrado gracia o favor, privilegio, ventaja,
preeminencia por causa de su carácter, su personalidad y la buena disposición
para hacer la voluntad de Dios; cualquiera que esta fuera. Y no porque no
hubiera más mujeres con las mismas características, sino porque ella cumplía
todas las perspectivas que tenía el Señor para la misión especial. Y las
palabras de María, “He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu
palabra.” (Lucas 1:38) confirman a Dios que María era digna de ser la portadora
en su vientre de la persona de Jesús. Y la expresión “el Señor está contigo”
indica que ella podía contar con Dios para todo y en todo. De Él dependería que
la amenaza de muerte debida a su embarazo sin el acto matrimonial no tuviera
mayores implicaciones ni riesgos para ella ni para su familia y menos para José.
En este punto Dios tuvo un cuidado especial respecto de José; pues él, justo,
no deseaba incriminarla, de ninguna manera “José su marido, como era justo, y
no quería infamarla, quiso dejarla secretamente” (Mateo 1:19); así que le dice
en sueños, “20Y pensando él en esto, he aquí un ángel del Señor le
apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu
mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es. 21Y
dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo
de sus pecados.” (Mateo 1:20, 21).
Resultados de la acción de una familia. Tanto José como María
han dado el paso definitivo; María dice ““He aquí la sierva del Señor; hágase
conmigo conforme a tu palabra.” (Lucas 1:38); mientras que José acepta lo dicho
por el ángel, “despertando José del sueño, hizo como el ángel del Señor le
había mandado, y recibió a su mujer. 25Pero no la conoció hasta que
dio a luz a su hijo primogénito; y le puso por nombre JESÚS.” (Mateo 1:24, 25).
Ambos están decididos a realizar la voluntad de Dios. Ambos saben lo que esto
significa tanto en lo personal como en lo congregacional.
En lo personal saben que Dios tiene planes especiales para toda la humanidad, y
ellos son los instrumentos para realizarlos. En cuanto a la sociedad de su
tiempo ambos se exponen a la vergüenza pública: él, con la posibilidad de que
todos se burlaran de él, considerándolo un “cornudo”,
y ella porque podría ser apedreada por “adúltera” o “prostituta”.
Sin
embargo, están decididos, y finalmente arriba Jesús al mundo después de ciertas
peripecias para encontrar lugar para el hospedaje durante su viaje a Belén.
Tanto José como María mostraron un valor inusual; y gracias a ellos nace Jesús,
quien, después de 30 años de vida terrenal, ofrece su vida por los pecados de
todos; y según el relato bíblico María también aprovechó esa salvación, y lo
declara por medio de un canto, que todo el mundo conoce como “El Magnificat”, que está inscrito en Lucas 1:46-55 “Entonces
María dijo: Engrandece mi alma al Señor; y mi espíritu se regocija en Dios mi
Salvador.” A pesar de todos los acontecimientos en la vida de José y María, uno
cosa hacía María, “guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.”
(Lucas 1:19. 51). Tal vez ni María ni José se imaginaron lo trascendental de su
buena voluntad para someterse al plan de Dios para salvar a la humanidad de sus
pecados. Estuvieron dispuestos a todo con tal de agradar a Dios. Inclusive la
Biblia sugiere que María aceptó a Cristo como su salvador, porque la vemos formando parte del grupo de
discípulos que se congregó en al aposento alto antes de la venida del Espíritu
Santo (Hechos 1:14) y después de la ascensión de Cristo al cielo. Gracias a
María podemos gozar de la salvación realizada por Jesucristo hace cerca de 2
mil años; no porque ella haya realizado alguna acción salvadora sino porque
trajo a Jesús a la Tierra.
Como
conclusión diremos que María es mencionada por la Biblia en 17 diversas
situaciones, cuando menos:
1. Jacob engendró a José,
marido de María, (Mateo 1:16)
2. Estando desposada María
su madre con José (Mateo 1:18)
3. Y al entrar en la
casa, vieron al niño con su madre María, (Mateo 2:11)
4. Entonces él se
levantó, y tomó al niño y a su madre, y vino a tierra de Israel. (Mateo
2:21)
5. ¿No se llama su madre María,
y sus hermanos, Jacobo, José, Simón y Judas? (Mateo 13:55)
6. Entonces María
dijo: He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra. Y el
ángel se fue de su presencia. (Lucas 1:38)
7. En aquellos días,
levantándose María, fue de prisa a la montaña, a una ciudad de Judá (Lucas 1:39)
8. Entonces María
dijo: Engrandece mi alma al Señor. (Lucas 1:46)
9. Y se quedó María
con ella como tres meses; después se volvió a su casa. (Lucas 1:56)
10. Todos éstos
perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María
la madre de Jesús, y con sus hermanos. (Hechos 1:14)
11. Mientras él aún
hablaba a la gente, he aquí su madre y sus hermanos estaban afuera, y le
querían hablar. (Mateo 12:46 )
12. Y José y su madre
estaban maravillados de todo lo que se decía de él. 34Y los bendijo
Simeón, y dijo a su madre María: He aquí, éste está puesto para caída y
para levantamiento de muchos en Israel, y para señal que será contradicha (Lucas 2:33, 34)
13. Cuando le vieron, se
sorprendieron; y le dijo su madre: Hijo, ¿por qué nos has hecho así? He
aquí, tu padre y yo te hemos buscado con angustia (Lucas 2:48)
14. Su madre dijo
a los que servían: Haced todo lo que os dijere. (Juan 2:5)
15. Cuando vio Jesús a su
madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre:
Mujer, he ahí tu hijo. (Juan 19:26, 27)
16. José subió de
Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la
ciudad de David, que se llama Belén, por cuanto era de la casa y familia de
David; 5para ser empadronado con María su mujer, desposada
con él, la cual estaba encinta. (Lucas 2:5-7)
17. Levántate y toma al
niño y a su madre, y huye a Egipto, y permanece allá hasta que yo te
diga; porque acontecerá que Herodes buscará al niño para matarlo. (Mateo 2:13)
Ella
cumplió con lo que Dios exige o requiere de cada una de sus criaturas: “Y
amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus
fuerzas” (Deuteronomio 6:5).
¿Qué tan dispuesto o
dispuesta está para imitarla, no como mujer sino como ser humano? ¿Qué tan
dispuesto o dispuesta está para respetarla y amarla como debe ser amada y
respetada? ¿Qué tan dispuesto o dispuesta está para darle el lugar que le
corresponde y merece tanto en la Historia como en la Biblia?
María fue valiente,
respetuosa, obediente a Dios, segura de sí misma, de buena voluntad,
agradecida, sujeta a su marido, amorosa, entregada a su misión, seguidora de
Dios, fiel a su decisión de hacer la voluntad de Dios.
Piense en ello y Dios le bendiga.
Raúl
Martínez