POSESIÓN DEMONÍACA Y EXORCISMO


El les preguntó: «¿De qué discutís con ellos?»

Uno de entre la gente le respondió: «Maestro, te he traído a mi hijo que tiene un espíritu mudo y, dondequiera que se apodera de él, le derriba, le hace echar espurnarajos, rechinar de dientes y le deja rígido. He dicho a tus discípulos que lo expulsaran, pero no han podido.»

El les responde: «¡Oh generación incrédula! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo habré de soportaros? ¡Traédmelo!»

Y se lo trajeron. Apenas el espíritu vio a Jesús, agitó violentamente al muchacho y, cayendo en tierra, se revolcaba echando espumarajos.

Entonces él preguntó a su padre: «¿Cuánto tiempo hace que le viene sucediendo esto?» Le dijo: «Desde niño.»

Y muchas veces le ha arrojado al fuego y al agua para acabar con él; pero, si algo puedes, ayúdanos, compadécete de nosotros.»

Jesús le dijo: «¡Qué es eso de si puedes! ¡Todo es posible para quien cree!»

Al instante, gritó el padre del muchacho: «¡Creo, ayuda a mi poca fe!»

Viendo Jesús que se agolpaba la gente, increpó al espíritu inmundo, diciéndole: «Espíritu sordo y mudo, yo te lo mando: sal de él y no entres más en él.»

Y el espíritu salió dando gritos y agitándole con violencia. El muchacho quedó como muerto, hasta el punto de que muchos decían que había muerto.

Pero Jesús, tomándole de la mano, le levantó y él se puso en pie.

Cuando Jesús entró en casa, le preguntaban en privado sus discípulos: «¿Por qué nosotros no pudimos expulsarle?»

Les dijo: «Esta clase con nada puede ser arrojada sino con la ORACIÓN.»


(San Marcos 9, 16-29)






LA POSESIÓN DEMONÍACA

La película "El Exorcista" puso de moda en la década de los 70 unos hechos que no son en absoluto nuevos. Como se demuestra en el pasaje anterior, el mismo Jesucristo expulsó numerosos demonios y concedió a Sus Apóstoles la facultad de expulsarlos invocando Su nombre.




Pues curó a muchos, de suerte que cuantos padecían dolencias se le echaban encima para tocarle.

Y los espíritus inmundos, al verle, se arrojaban a sus pies y gritaban: «Tú eres el Hijo de Dios.»

Pero él les mandaba enérgicamente que no le descubrieran.

Subió al monte y llamó a los que él quiso; y vinieron donde él.

Instituyó Doce, para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar con poder de expulsar los demonios.

(San Marcos 3, 10-15)



Tanto la influencia demoníaca, como la posesión por malos espíritus pueden suceder por varias causas.

Maldiciones de los padres muchas veces desde el vientre de la madre.

Casos de incesto o de abuso sexual en la niñez.

Víctimas de hechizos, brujerías, odios, mal ojo, vudú, etc.

Participación en cultos de satanismo, brujería, espiritismo, magia, yoga, guija, clarividencia, adivinaciones, supersticiones, amuletos, encantaciones, cristales, nueva era, literaturas, cines, exhibiciones impuras, violentas o satánicas, amoralidad, corrupción, problemas familiares difíciles, pertenencia a sectas, ritos satánicos, invocaciones, cartas, espiritismo; pactos satánicos para obtener el máximo placer sexual, dinero, poder, etc.

Debemos diferenciar claramente dos tipos de espíritus. Unos son los demonios propiamente dichos, espíritus malignos que vagan por el mundo tentando a las personas y tratando por todos los medios de condenarlas al infierno. El otro tipo de espíritus son las almas que vagan por el mundo haciendo expiación de sus pecados. Éstos son almas que una vez fueron hombres y mujeres y que se encuentran en proceso de purificación aquí, en la tierra, buscando almas caritativas que recen o hagan sacrificios por ellas. Este tipo de almas aparecen en todas las culturas del mundo, y reciben diferentes nombres, en el mundo occidental se conocen generalmente como fantasmas. Es muy habitual que se aparezcan visiblemente o que dejen intuir sus presencias a sus familiares, incluso hablando con ellos, pidiendo explícitamente oraciones, misas o diversos actos de penitencia que les permitan ganar méritos suficientes para abandonar su miserable situación de almas purgantes y ascender al Edén.

Estas almas también invaden otros cuerpos. Yo personalmente conozco algún caso en que estas almas han entrado a morar en el cuerpo de otra persona justo después de su muerte. Transmiten sus propios sentimientos a la persona en la que han entrado, sobre todo una sensación de gran tristeza, de ahogo profundo, como si no pudiesen respirar, y un terrible miedo a la oscuridad. Para que salgan basta generalmente con rezar algunas oraciones pidiendo a Dios que los expulse.

Este tipo de fenómenos son tan universales y están tan documentados, que tenemos incluso algunas referencias gráficas. La más conocida son las mundialmente famosas caras de Bélmez. En Roma existe incluso un museo sobre el Purgatorio. La existencia de este fenómeno debe hacernos reflexionar muy seriamente sobre la necesidad de la oración y la penitencia para liberar a nuestros semejantes que se encuentran sufriendo las penas del Purgatorio. Acordarse de estas pobres almas es un acto de caridad que cualquier cristiano mínimamente concienciado debe realizar regularmente a lo largo de su vida. Por otro lado, Jesucristo nos advierte claramente que:


con la medida con que midáis se os medirá.

(San Mateo 7, 2)


Por consiguiente, si no rezas aquí, en el mundo terrenal, para liberar a tus hermanos sufrientes del Purgatorio, no esperes un trato diferente cuanto tú mismo te encuentres en esa situación. Los teólogos están de acuerdo en que el dolor más duro que puede sufrirse en la Tierra es el más suave del Purgatorio, esto puede darte una idea de la situación en la que se encuentran estas almas. La oración y los actos de penitencia son los medios que tenemos para ayudarlas a liberarse. Y los teólogos también están de acuerdo en que son muy pocas las almas que pasan directamente de este mundo al Cielo. Por lo tanto, es casi seguro que tú mismo te encontrarás en esta misma situación algún día y tendrás tanta necesidad de oraciones y sacrificios como tienen ellas ahora. Si no rezas y haces sacrificios por caridad con tus hermanos del Purgatorio que tanto lo necesitan, al menos hazlo por tu propio interés, pues Dios es justo y tratará a cada persona según hayan sido sus obras.



LA INFLUENCIA DEMONÍACA


La influencia demoníaca es un estado mas leve de posesión demoníaca. Aquel que sufre la influencia del demonio, acaba haciendo cosas malignas sin explicación, puede ponerse a blasfemar contra Dios sin saber por que lo hace, puede escuchar voces que le llevan a hacer cosas indeseables, puede oír voces interiores, puede obsesionarse con el sexo, con envidias, con el odio, con el suicidio y terminar matándose o matando a otra u otras personas.

Los demonios tienen una fuerte influencia en la vida de las personas que están infectadas y carecen de la protección de los Sacramentos y la oración. En general hay que sospechar de una influencia demoníaca cuando se suceden las desgracias en cadena. Las personas afectadas pueden verse de la noche a la mañana víctimas de todo tipo de calamidades: enfermedades continuas; robos; incendios de propiedades; estafas; continuos acosos verbales, laborales, sexuales o de otro tipo; despidos del trabajo; agresiones e insultos de los vecinos; una constante y pertinaz envidia de los allegados y conocidos que acaban retirándoles la palabra; habladurías y rumores continuos que hacen la vida imposible a la persona afectada; extrañas visiones demoníacas; miedos sin razón alguna; fallos de aparatos mecánicos o eléctricos; presencia de plagas de insectos u otros animales en el hogar; malos olores en la casa; etc.

En este caso lo que tenemos es un demonio que no ha entrado en la persona, sino que está permanentemente alrededor de ella. En estos tiempos de ateísmo y apostasía resulta extremadamente fácil quedar contaminado por estos espíritus maléficos, ya que al no haber práctica religiosa alguna, los demonios tienen vía libre para actuar sobre las personas, e incluso poseerlas entrando a morar dentro de ellas, pero sobre este punto hablaremos más abajo.

La influencia demoníaca puede empezar por interés en lo oculto, consultas de horóscopo, leída de las manos, predicciones del futuro, tabla de guija, brujería, hechizos, mal de ojo, maldiciones de otras personas, odios, espiritismo, magia, yoga, péndulo, comunicación con espíritus a través de mediums, clarividentes, cartas, adivinaciones, supersticiones, amuletos, encantaciones, cristales, nueva era, literaturas, cines y exhibiciones impuras, violentas o satánicas, etc.

Básicamente, lo que sucede es lo siguiente: uno o varios demonios empiezan a circundar a la víctima, ya sea por un hechizo, ya sea por la práctica del ocultismo. Inmediatamente, el afectado comienza a ser víctima de toda clase de tentaciones pecaminosas, con pensamientos obsesivos e incesantes sobre toda clase de pecados: robos, avaricias, envidias, odios, violaciones, depravaciones sexuales, suicidios, e incluso asesinatos. Los demonios conocen perfectamente a la víctima, saben exactamente cual ha sido y es su vida, y conocen sus puntos débiles. Y es ahí donde atacan con una persistencia digna de mejor causa. San Ignacio de Loyola pone el ejemplo de un castillo que se prepara para un asalto. El enemigo, previamente, estudia las murallas, las almenas, los fosos, y todas las defensas del castillo para lanzar toda la potencia del asalto por el punto más vulnerable. El objetivo de los asaltantes es siempre el mismo: conseguir la condenación de la víctima.

Los demonios no pueden eliminar el libre albedrío de sus víctimas, pero sí pueden someterlas a un continuo acoso de tentaciones para hacerlas caer en los vicios más detestables, en los pecados más repugnantes, y de esta forma arrastralas con ellos al infierno eterno.

En esta lucha, los demonios ponen especial interés en promover el ateísmo o al menos las dudas religiosas en la víctima. Ésta puede encontrarse a sí misma con pensamientos blasfemos, con un deseo incontenible de apartarse de Dios y con un odio casi visceral por todo lo que tenga que ver con la religión. Si esta estrategia funciona y la víctima cae en el ateísmo, entonces el demonio acosador se habrá asegurado su permanencia indefinida a su lado, pues sólo con la oración es posible expulsar a los demonios. Si, por el contrario, la víctima consigue superar este acoso teológico y mantener una cierta práctica religiosa, aunque sea mínima: misa, confesión, etc, entonces tendrá una cierta protección contra este acoso incesante de los espíritus demoníacos, e incluso podría llegar a apartarlos de su lado si pone un poco más de empeño en sus oraciones.

Porque este es el modo de apartar esta peste satánica: la ORACIÓN. Es necesario pedir a Dios la expulsión de los demonios de nuestro alrededor y a continuación orar hasta que se produzca la liberación. En algunos casos basta con unos pocos rosarios, en otros con un hechizo más potente pueden ser necesarios varios días o semanas de oración regular hasta que se produzca la expulsión.

Cuando la liberación se produce, la víctima suele sentir una gran paz interior, siente como si una gran agitación interior cesase de pronto y se encontrase al fin con la PAZ DE CRISTO.

Tenemos documentado en Santa Teresa de Ávila un caso de hechizo este tipo ejercido sobre un fraile por medio de un amuleto:


"Pues comenzándome a confesar con este que digo, él se aficionó en extremo a mí (...). No fue la afición de éste mala; mas de demasiada afición venía a no ser buena. Tenía entendido de mí que no me determinaría a hacer cosa contra Dios que fuese grave por ninguna cosa, y él también me aseguraba lo mismo, y así era mucha la conversación. Mas mis tratos entonces, con el embebecimiento de Dios que traía, lo que más gusto me daba era tratar cosas de El; y como era tan niña, hacíale confusión ver esto, y con la gran voluntad que me tenía, comenzó a declararme su perdición. Y no era poca, porque había casi siete años que estaba en muy peligroso estado, con afición y trato con una mujer del mismo lugar, y con esto decía misa. Era cosa tan pública, que tenía perdida la honra y la fama, y nadie le osaba hablar contra esto. A mí hízoseme gran lástima, porque le quería mucho (...). Procuré saber e informarme más de personas de su casa. Supe más la perdición, y vi que el pobre no tenía tanta culpa; porque la desventurada de la mujer le tenía puestos hechizos en un idolillo de cobre que le había rogado le trajese por amor de ella al cuello, y éste nadie había sido poderoso de podérsele quitar. Yo no creo es verdad esto de hechizos determinadamente; mas diré esto que yo vi, para aviso de que se guarden los hombres de mujeres que este trato quieren tener (...). Pues como supe esto, comencé a mostrarle más amor. Mi intención buena era, la obra mala, pues por hacer bien, por grande que sea, no había de hacer un pequeño mal. Tratábale muy ordinario de Dios. Esto debía aprovecharle, aunque más creo le hizo al caso el quererme mucho; porque, por hacerme placer, me vino a dar el idolillo, el cual hice echar luego en un río. Quitado éste, comenzó -como quien despierta de un gran sueño- a irse acordando de todo lo que había hecho aquellos años; y espantándose de sí, doliéndose de su perdición, vino a comenzar a aborrecerla. Nuestra Señora le debía ayudar mucho, que era muy devoto de su Concepción, y en aquel día hacía gran fiesta. En fin, dejó del todo de verla y no se hartaba de dar gracias a Dios por haberle dado luz. A cabo de un año en punto desde el primer día que yo le vi, murió. Y había estado muy en servicio de Dios (...). Tengo por cierto está en carrera de salvación. Murió muy bien y muy quitado de aquella ocasión. Parece quiso el Señor que por estos medios se salvase." (Libro de la Vida, capítulo 5).



LA POSESIÓN SATÁNICA


Durante mucho tiempo parecía que las posesiones demoníacas, los exorcismos e incluso los demonios eran un mero producto de trastornos mentales precisados de un remedio psiquiátrico. Sin embargo, los exorcismos siguen siendo tan necesarios como lo eran en los tiempos de Jesucristo. Por poner un ejemplo, el padre Amorth, el exorcista oficial de Roma, afirma haber realizado unos 50.000 exorcismos, y se sabe que el fallecido Papa Juan Pablo II realizó tres exorcismos durante sus 27 años de pontificado.

El sacerdote Gabriele Amorth, uno de los más conocidos exorcistas italianos, declaró en 2003 que dos años antes Juan Pablo II realizó en la plaza de San Pedro un exorcismo para sacar el diablo a una muchacha endemoniada que participaba en una audiencia general.

Según el sacerdote, unos padres llevaron a la plaza a su hija, una joven que caminaba jorobada, ladeada. La muchacha fue colocada en la fila primera, junto a los enfermos.

Nada más aparecer el Papa, la joven comenzó a gritar, como una poseída por el demonio.

Los guardias procedieron a sacarla del lugar y, tras darse cuenta, Juan Pablo II pidió que la llevaran a un lugar tranquilo ya que tras la audiencia quería bendecirla.

Después de la audiencia, según Amorth, el Papa se dirigió a una habitación cercana al Arco de las Campanas, la entrada principal del Vaticano, donde había sido llevada la muchacha y allí en presencia de sus padres y de responsables vaticanos rezó durante media hora junto a la joven.

También se aseguró que en 1982 expulsó al diablo del cuerpo de una mujer italiana, Francesca, que había sido llevada a su apartamento en el Vaticano por el por entonces obispo de Spoleto (centro de Italia), monseñor Alberti.

Ese supuesto exorcismo fue confirmado en 1993 por el ex prefecto de la Casa Pontificia el cardenal Jacques Martin.

Por todo ello es necesario destacar la necesidad del exorcismo cuando uno o varios espíritus malignos entran a morar en alguna persona. Los posesos pueden llevar una vida completamente normal, y en su aspecto externo nada indica que puedan tener en su interior uno o varios espíritus inmundos.

Las manifestaciones de estos demonios suelen ser de dos tipos: por un lado estas personas sufren muchas más tentaciones de las que son habituales en una persona normal, y aunque traten de evitarlas por todos los medios, finalmente acaban sucumbiendo nuevamente ante la tentación, la atracción del pecado es, simplemente, superior a sus fuerzas. La persona influída por estas entidades espirituales puede volverse adicta a cierto tipo de pecados capitales como el asesinato, el robo, la mentira compulsiva, las depravaciones sexuales, las borracheras, el suicidio, las drogas, la prostitución, etc. Son típicos también los acosos de todo tipo: robos, estafas, violaciones, etc. De pronto pareciera como si todos los malvados del mundo acecharan para perjudicar a la persona hechizada. Es como si los demonios los teledirigiesen de alguna manera a fin de conseguir sus perversos propósitos.

Debemos tener en cuenta que los demonios tienen siempre una aspiración máxima a la que han consagrado su existencia: conseguir la condenación del mayor número posible de almas. Y para esto es necesario inducir al hombre al pecado, viciarlo hasta que quede hundido en el fango hasta el cuello y ya no pueda abandonar su vicio. Finalmente sólo resta aguardar a su muerte para arrastrarlo al infierno. Los demonios pueden también provocar la muerte de algunas de estas personas que ya decidieron con toda su voluntad consagrar su vida al mal. No debemos olvidar que los hombres estamos en este mundo para ser probados. Estos pocos años de vida en la Tierra son para hacer una elección entre el bien y el mal. Cuando esta opción por el pecado está hecha y es ya irreversible, la muerte no tarda en llegar. Es una providencia de Dios retirar a los pecadores de este mundo antes de tiempo, para evitar que sigan cometiendo pecados y aumentando la gravedad de sus tormentos futuros en el infierno, que será proporcional al mal que hayan cometido en la vida terrena.

La segunda evidencia no siempre se produce, y suele consistir en fenómenos extraños, como puertas que se cierran súbitamente, luces que se encienden y apagan sin que nadie pulse el interruptor, apariciones de sombras fantasmales, voces interiores que incitan a actos malvados, cambios repentinos e inexplicables de personalidad, estados de profunda tristeza y melancolía sin razón aparente, la avería de electrodomésticos y otros aparatos mecánicos de forma continuada e inexplicable, y, en casos más extremos, levitaciones, locuciones en lenguas extrañas, aparición de extrañas enfermedades somáticas y mentales, e incluso la muerte.



Y con esto no quiero decir que no existan las enfermedades mentales. Existen, por supuesto, y de hecho, antes de realizar un exorcismo suele exigirse un examen psiquiátrico. No debemos caer en reduccionismos. Ni todos los males son producto de los demonios, ni todos son producto de enfermedades mentales. Lo que suele suceder en ocasiones es que algunos casos de posesión demoníaca pueden parecer enfermedades mentales. Esto suele darse con algunos sujetos que aparentemente sufren una esquizofrenia, pero que finalmente, tras el exorcismo, se desvela que su mal se debía a que estaban infestados por varios espíritus malignos, lo que les da ese característico comportamiento descoordinado e inconexo.



Aunque a muchos pueda parecerles increíble, me consta que esto sucede en la realidad. De hecho, la mayor parte de los lectores de este texto habrán sido testigos de acciones dramáticas provocadas por los demonios que poseen a ciertas personas. A traves de la televisión y la prensa es posible enterarse de ciertos casos especialmente espantosos que suceden sin que haya una razón aparente. Casos como asesinatos dentro de las familias. Hijos que matan a sus padres. Padres que asesinan a sus hijos. Hermanos que asesinan a sus hermanos, incluso dentro de las Iglesias, y las catedrales, etc. En estos últimos casos, los demonios se complacen, además, en profanar sangrientamente un lugar santo como es la casa de Dios. Lo más característico de todo esto, es que, tras los asesinatos, el homicida dice no acordarse de nada, o que oía ciertas voces interiores que lo incitaban a asesinar, o que tenía ciertas visiones terribles de las que debía defenderse, etc. Existen también demonios de tristeza y suicidio, que incitan constantemente a las personas a las que poseen a atentar contra sus propias vidas. Estas personas suelen ser en su mayoría ateas o indiferentes religiosas, y por consiguiente presa fácil para los diablos. Unas ORACIONES, sí, unas pocas oraciones podrían acabar con toda esta devastación.



Resistid al diablo, y él huirá de vosotros.
(Santiago 4, 7)



Repito, cuando se sospeche que alguien cercano o uno mismo pueda tener una influencia maligna, un demonio o espíritu perverso, lo que debe hacerse siempre es REZAR. Mi experiencia concreta me indica que unos pocos rosarios pidiendo a Dios que nos libere de estas malas influencias suelen ser suficientes para que desaparezcan estos espíritus malignos del entorno.

El mismo Jesucristo nos confirma este punto:

Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.

Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.

¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra?

¿O si le pide un pescado, le dará una serpiente?

Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?
(San Mateo 7, 7-11)


El rosario es un arma extremadamente potente contra el maligno, y nadie debería tener miedo de recurrir a él en caso de infestación demoníaca. En casos más graves, puede recurrirse al ayuno a pan y agua para pedir a Dios el fin de estas presencias malignas. También puede rezarse una oración de liberación, y si ello es posible, debe contactarse con alguno de los escasos exorcistas que quedan en activo.

Debo resaltar especialmente que a no ser un sacerdote debidamente preparado y autorizado por su obispo nunca debe intentarse realizar un exorcismo. En ningún caso un profano debe intentar hablar o dirigir directamente cualquier tipo de comunicación con los demonios o espíritus malignos que puedan habitar en una persona. La Biblia nos advierte explícitamente contra esta posibilidad:

Algunos exorcistas judíos ambulantes intentaron también invocar el nombre del Señor Jesús sobre los que tenían espíritus malos, y decían:

«Os conjuro por Jesús a quien predica Pablo.»

Eran siete hijos de un tal Esceva, sumo sacerdote judío, los que hacían esto.

Pero el espíritu malo les respondió: «A Jesús le conozco y sé quién es Pablo; pero vosotros, ¿quiénes sois?»

Y arrojándose sobre ellos el hombre poseído del mal espíritu, dominó a unos y otros y pudo con ellos de forma que tuvieron que huir de aquella casa desnudos y cubiertos de heridas.

(Hechos de los Apóstoles 19, 13-16)

El exorcismo es una ciencia peligrosa para aquellos que no están debidamente formados y existen ejemplos contrastados de que no deben tomarse a la ligera. Por poner un caso que en su momento fue muy conocido, mencionaremos el exorcismo fallido del Albaicín. El forense encargado del caso describe en el libro publicado posteriormente todos los detalles del suceso. El resultado final de este exorcismo realizado por un curandero sin la más mínima formación fue el de la muerte de la poseída y el encarcelamiento de los exorcizadores aficionados, un resultado nefasto pero que sin duda respondía a los planes del espíritu inmundo y mentiroso que poseía a la endemoniada. Rezar pidiendo a Dios y a los santos, especialmente a San Miguel, el arcángel que tras el Juicio Final arrojará definitivamente al demonio al infierno, es lo máximo que la Iglesia autoriza a sus fieles. Tratar de entrar en comunicación con los espíritus y los demonios es un medio seguro para quedar contaminado por ellos. El exorcismo supone la comunicación con uno o varios seres de la esfera espiritual y, como se explica más abajo, estas actividades espiritistas son un medio perfecto para que espíritus demoníacos tomen posesión de estos incautos.



Y una vez que se ha producido la liberación, la mejor arma para no volver a quedar infestado es mantener una vida santa. El cumplimiento escrupuloso de los Mandamientos actúa como una barrera contra los espíritus perversos. La Comunión durante la misa es lo más opuesto que existe a una posesión demoníaca. El Cuerpo y la Sangre de Cristo actúa como un escudo protector contra toda esta clase de engendros salidos del abismo. Repito otra vez, es imprescindible la ORACIÓN, porque la incredulidad y el ateísmo, en estos casos, puede resultar incluso mortal.



Esto lo saben también los diablos. Los demonios saben que una de sus mejores armas para arrebatar almas hacia el infierno es hacer que la gente los ignore. Cuanto más desprevenidos estén los hombes y mujeres sobre la existencia de estos seres infernales, tantas más facilidades tendrán a la hora de apoderarse de sus almas.



Una prueba que corrobora esta realidad fueron los innumerables incidentes que se sucedieron durante el rodaje de la película "El Exorcista". Los incidentes que lo acompañaron permitieron que su fama horripilante subiese aún más, dejando tenue la línea entre lo ficticio y la realidad.



Esta película está basada en un exorcismo real ocurrido en 1949, a un chico de 14 años en la población de Mount Rainier, en el estado de Maryland, EE.UU., un suburbio de Washington.



Este chico comenzó a manifestar síntomas de posesión demoníaca cuando intentó comunicarse a través de una tabla ouija con una tía suya fallecida.



A partir de ahí, el chico comenzó a manifestar una personalidad nefasta, actuando violentamente, y profiriendo toda clase de blasfemias y palabrotas; también según algunos relatos, ocurrieron algunos cortes de sangre en su cuerpo donde aparecían las palabras, infierno y odio.



Algunos sacerdotes fueron llamados para exorcizar al demonio que lo poseía, pero no obtuvieron éxito hasta transcurrido un mes.



Este es el fondo histórico por detrás de la ficción que narra la película, y en ello podemos ver como las prácticas espiritistas abren las puertas a los demonios para que puedan poseer a las personas.



En este tipo de hechos habría que incluir algunas películas aparentemente inofensivas, como las mundialmente famosas "Harry Potter", o "El Señor de los Anillos" en las que se hace apología de ciertas prácticas ocultistas.



Hace ya algunos milenios que Dios, a través de la Biblia, nos advierte que no nos contaminemos con prácticas ocultistas:



No ha de haber en ti nadie que haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego, que practique adivinación, astrología, hechicería o magia, ningún encantador ni consultor de espectros o adivinos, ni evocador de muertos. Porque todo el que hace estas cosas es una abominación para Yahveh tu Dios y por causa de estas abominaciones desaloja Yahveh tu Dios a esas naciones delante de ti.

(Deuteronomio 18, 10-12)



Toda práctica espiritista, aunque sea aparentemente inofensiva, es peligrosa, pues abre una puerta por la que pueden entrar entidades demoníacas en aquellos que las practican.



Cuando el director John Boorman se negó a dirigir la película "El Exorcista" por considerar que la historia era demasiado cruel, no estaba exagerando. El impacto de las imágenes de las escenas en las salas de cine de la época - 1973 - fue tan fuerte que muchas personas lo pasaban mal y no pocas dejaban el cine incluso antes de acabar la película.



La filmación fue interrumpida innumerables veces debido a varios accidentes misteriosos. El primer gran incidente que envolvió la primera pelicula de la saga fue un incendio en el estudio de grabación durante un fin de semana, cuando no había nadie cerca. El director Friedkin pidió al padre Berminghan que exorcizase el estudio, pero el padre se negó.



Durante los veintiún meses de filmaciones murieron nueve personas ligadas directamente a la película y muchas otras que estaban ligadas indirectamente, como parientes de los actores y asistentes de la productora. En una de las escenas en que Ellen Burstyn es arrastradas para atrás por su hija posesa demoníaca, Burstyn batió violentamente la cadera contra una cama hiriéndose de verdad.



En la segunda película de la serie, el director John Boorman contrajo un raro virus que obligó a la suspensión de las filmaciones durante cinco semanas.



En "El Exorcista, el inicio" hubo otra muerte: la del director John Frankenheimer, que abandonó el proyecto un mes antes de morir.



¿Qué podemos decir sobre todos estos incidentes? ¿que fue coincidencia? ¿una maldición? ¿un fraude para ganar publicidad? Creo que nadie puede dar una respuesta satistfactoria a estas cuestiones, pero en mi opinión demuestran dos cosas: por un lado el poder que el demonio y sus espíritus malignos tienen sobre aquellas personas pecadoras que olvidan el cuidado de sus almas y rechazan acogerse bajo la benefactora luz de Dios. Ciertamente, aquellos que viven en pecado ya pertenecen al diablo, que sólo está esperando el momento de ponerles las garras encima y arrastrarlos para siempre al infierno. Y por otro lado, demuestra que a los demonios no les gusta la publicidad. Satanás vive mejor en la incredulidad de las gentes, y trata de acallar cualquier mensaje que alerte sobre su existencia, sobre el infierno, y sobre los exorcismos.



No hay duda, la indiferencia religiosa, el ateísmo y la apostasía están entre las mejores armas del maligno.


Oración a San Miguel Arcángel

San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla. Sé nuestro amparo y defensa ante la perversidad y asechanzas del enemigo. Repréndale Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la celestial milicia, arroja al infierno a Satanás y a todos los espíritus malignos que andan dispersos por el mundo para la perdición de los hombres. Amén.

(El Papa Juan Pablo II ha pedido urgentemente que se rece esta oración diariamente, debido a la guerra contra la vida humana.)


Sed sobrios y estad alerta: porque vuestro enemigo, el demonio, como un león rugiente, está alrededor buscando a quien devorar.

I San Pedro 5, 8-9








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