AQUÍ MI TIERRA


No busquemos razón a los amores:
uno ama su lugar, su lar, su hoguera.
Y cuando la distancia nos separa,
un hálito invisible nos acerca.

El Salvador desciende su secreto
hasta el dormido gris de las arenas,
o lo empina en un verde de ofensivas
aristas, a la luz de la palmera.
Que todo está en la palma de su mano,
en su embrujada condición pequeña:
el liquidambar -líquido ámbar- alto
en montañas de fina transparencia,
y una corte de almíbares del trópico
llenos de nombres y rumor de abejas.

Toda su orografía es mi sustancia.
Sus ríos cruzan, tibios, por mis venas,
y el aire que lo arropa es el mismo aire
que en la voz se hace sílaba o poema.

Aquí la Mar Pacífica, extendía
su ala de olas azules, y las vértebras
del mundo se elevaban sobre el mundo
dando textura y contextura a América.

Yo soy de este lugar. Le pertenezco
y es necesario que él me pertenezca,
desde el Izalco de rugientes brumas
hasta La Unión de la bahía tersa;
desde la capital ardida en prisas
hasta la placidez de las aldeas,
desde el bramido de sus terremotos
hasta el moreno paso de sus hembras.

 

POESÍAPOESÍA

POETRY

 

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