Ciudad Universitaria, 31 de diciembre de 1999

CONSEJO GENERAL DE HUELGA

BOLETÍN DE PRENSA

I. Nueva maniobra de De la Fuente.

El llamado a realizar un congreso lo antes posible para terminar con la "crisis" por la que atraviesa la UNAM, convocatoria hecha por el Sr. De la Fuente es un paso más para intentar derrotar al CGH e imponer la propuesta institucional. Alertamos a todos los universitarios, esto es una maniobra para conseguir el respaldo que Zedillo pidió a Barnés pero que nunca logró, y que de concretarse por De la Fuente será respaldado por el mismo gobierno, que no dudará en buscar una salida represiva bajo la sombra de que De la Fuente concensó con todos los universitarios una salida y únicamente es el CGH quien se niega a regresar a la "normalidad" universitaria. Esa es la trampa que se oculta tras el llamado a un congreso democrático durante la huelga.

Nosotros decimos, la solución al conflicto debe salir de la mesa de diálgo, no puede ser el resultado de una acción unilateral. Exhortamos a la comisión de De la Fuente para que el próximo mártes 4 de enero se reanude la discusión con el CGH.

II. Nada es demasiado en su intento por derrotar al CGH

¿Con qué clase de bestias nos estamos enfrentando? El gobierno federal redobla la intensidad en su campaña para golpear al movimiento estudiantil, en esta guerra sucia todo es válido para ellos.

El día 28, fue detenido Roberto Espinosa "El roco", según las autoridades "un delincuente traficante de drogas" y, sin embargo, los cargos que se le imputan son "motin agravado", una figura que existe sólo para ejercer la represión política; y "daño al patrimonio nacional", por una acción de la que son responsables prácticamente todos los movimientos estudiantiles desde que fue pintado el mural que se dice "dañado". (No estamos tomando posición sobre la detención de Roberto Espinosa, sólo señalamos el hecho. La posición al respecto la decidirá el CGH en su próxima Asamblea).

El mismo día 28, el autodenominado "Comité de Huelga del CCH Naucalpan" (quienes fueron expulsados del CGH, no por su posición política —como han señalado varios medios—, sino por sus actitudes porriles de agredir física y verbalmente a la comisión de académicos que trataba de consiliar a las partes en la Asamblea de Naucalpan, a padres de familia, trabajadores y académicos durante la consulta del 26 de octubre), reitera su amenaza de entregar el plantel Naucalpan.

El día de ayer jueves 30, en la mañana, un estudiante de la Preparatoria 5, fue asesinado en las instalaciones de Ciudad Universitaria. De acuerdo a la declaración del amigo que lo acompañaba, dos sujetos les robaron sus pertenencias (mochila y patines) y cuando ya se iban con lo robado, uno de ellos se regresó a balacear al estudiante.

El mismo día de ayer por la noche, al salir de su Asamblea, una compañera de la Facultad de Ciencias fue violada y herida en una mano con arma blanca, por un sujeto que acechaba en el estacionamiento de esta facultad y que la persiguió hasta el Instituto de Biología.

¿Qué le importa a estas bestias la vida de un jovencito y la integridad física y psicológica de una joven? Los cuatro hechos anteriores tienen un común denominador: son acciones capitalizadas por la autoridad, en su campaña de aislamiento del CGH. ¿Coincidencias ocurridas en tan poco tiempo? No, no lo creemos. Denunciamos estas acciones como parte de la "guerra de baja intensidad" que sostiene el gobierno y la rectoría contra el movimiento de huelga.

Ustedes, autoridades universitarias, firmaron su “pacto con el diablo”, llegaron a un acuerdo con Zedillo a través de su representante en la UNAM, Juan Ramón De la Fuente. Como resultado de ese “pacto” les prometieron a ustedes que recibirán la tan ansiada terminación de la huelga sin la solución del pliego petitorio de los huelguistas; a cambio, ustedes tienen que confiarle la planeación de la “salida del conflicto” ni más ni menos que al presidente de la república, apoyando, ejecutando a “pie juntillas” la maniobra Zedillo-De la Fuente. Muy bien, pues en este su “pacto” viene incluida en el mismo paquete la represión, e importa poco cuánto escondan sus cabezas como avestruces y declaren que están en contra de la violencia. Ustedes que generaron este conflicto, que teniendo desde el principio la solución en sus manos, se han negado sistemáticamente a resolver cabalmente nuestras seis demandas para así poner fin a la huelga; ustedes se convierten más que en cómplices, en los principales responsables de la represión sobre el movimiento estudiantil.

Por eso mismo, señores y señoras autoridades universitarias, deben cuidarse ahora muy bien de lo que dicen y tal vez hasta de lo que piensan, porque parece que para sus “socios en este pacto”, sus deseos son ordenes, ustedes dicen que el diálogo no puede realizarse en un auditorio de CU porque en la situación actual es muy insegura y, de repente, les llueven ejemplos.

III. ¿Hasta cuándo?

¿Cuánto tiempo más se va a tomar Sr. De la Fuente? Hoy cumple 45 días de haber sido designado —por Zedillo, como todos sabemos— como relevo de Barnés en la rectoría; 45 días y no ha dicho ni media palabra sobre la solución a nuestro pliego petitorio; 45 días que se suman a los 211 días de nuestra huelga, previos a su nombramiento ¿cuántos días más pretende acumular sin resolver nuestras demandas?

Nuestras 6 demandas son justas: únicamente exigen que se nos retribuyan los derechos que nos fueron arrebatados y que, en adelante, sea toda la comunidad universitaria la que decida el rumbo de la UNAM y no un puñado de burócratas. Nuestras 6 demandas son mínimas, aunque el movimiento estudiantil ha discutido y señalado gran cantidad de problemas fundamentales que aquejan a nuestra universidad, tan sólo exigimos para levantar la huelga que regresemos al momento anterior a las imposiciones que perpetraron ese puñado de burócratas, para que una vez sin imposiciones, podamos discutir y decidir todos juntos la solución a todos los problemas. Nuestras 6 demandas son factibles, no atentan de ningún modo contra los principios de la Universidad: significan tan solo regresar a la situación en que vivió la Universidad durante más de 30 años, sin menoscabo alguno de su calidad académica. Nuestras 6 demandas son muy fáciles de resolver, una sola tarde bastaría para que se les de solución cabal, abrogando el reglamento general de pagos y eliminando los cobros ilegales, derogando las reformas de 1997 restituyendo así el pase automático y eliminando el límite en la permanencia, anulando todo vínculo de la UNAM con el CENEVAL, desapareciendo de la Universidad el cuerpo de espionaje y represión montado por las autoridades y eliminando todo tipo de actas y sanciones universitarias y extrauniversitarias, recorriendo el calendario escolar tanto tiempo como el que de él se utilizó en la huelga y anulando el gran fraude de las extramuros, y acordando la realización de un Congreso Democrático y Resolutivo pactando con nosotros, antes del levantamiento de la huelga, composición, agenda, tiempos, mecanísmos de elección de delegados y mecanismos de resolutividad. Les tomó tres minutos imponer sus reformas ¿Cuánto tiempo les puede tomar echarlas atrás?.

Nuestras 6 demandas son las condicionantes para el levantamiento de la huelga, la solución cabal de los seis puntos de nuestro pliego petitorio dará como resultado el levantamiento de la huelga y está en sus manos solucionarlas. ¡Háganlo! Les reiteramos la exigencia. Si hay algo de verdad en sus palabras, cuando hablan de la preocupación que sienten por que los universitarios deseamos retornar a la vida académica, ¡Den ya solución cabal a nuestros 6 puntos del pliego petitorio! Entonces la huelga terminaría. Ya no alarguen y compliquen más las cosas.

Ya lleva mes y medio en la rectoría Sr. De la Fuente y aún no ha sido capaz de resolver nuestras justas, mínimas, factibles y sencillas demandas para así terminar ya con el conflicto universitario. ¿Se está usted burlando de nosotros, de todos los universitarios, de toda la población? Su comisión, la que lo representa en Minería, ha puesto por encima del diálogo sus vacaciones de "fin de milenio", pretextando cuestiones absurdas para levantarse de la mesa y no regresar. ¿Quizá hasta después del Día de Reyes? ¿O estarán pensando en ya no regresar?

IV. Nuevo milenio

Durante 256 días hemos sostenido la huelga más larga en la historia de la Universidad, hemos enfrentado tenazmente al sistema neoliberal que pretende pulverizar a la UNAM, convertirla en un manojo de pequeñas escuelas privadas, desaparecerla. Ello no ha sido fácil, hemos debido enfrentarnos a feroces campañas a través de los medios que pretenden deslegitimar a nuestro movimiento; a intimidaciones y represalias de las autoridades universitarias; a atroces y cobardes agresiones a varios compañeros que han sido secuestrados, torturados y, en ocasiones, violados; a arteros y brutales actos represivos durante nuestras manifestaciones pacíficas, orquestados desde el gobierno capitalino coludido con el gobierno federal; hemos sorteado múltiples obstáculos con el único impulso de la justeza de nuestras demandas, con sólo el sustento que nos da el saber que de nuestro éxito depende el futuro de miles de mexicanos a los que el gobierno pretende negarles su derecho a estudiar una carrera universitaria, o incluso el bachillerato. Todos estos días hemos salido a las calles para explicar a nuestro pueblo el porqué de nuestra lucha, el porqué de nuestro movimiento y el porqué de la huelga. Día tras día nuestras brigadas han difundido nuestra voz ante la sociedad y, algunos días, hemos marchado por calles y avenidas, para que nuestra gente nos vea, para que la población sepa que los estudiantes universitarios estamos en lucha por nuestra universidad, para evitar que la destruyan.

Sabemos que nuestra gente está con nosotros, que nos apoya y no nos olvida, que el pueblo nos ve como sus hijos; pero también somos conscientes de la campaña que pretende hacerles olvidarnos, que pretende apoderarse de las mentes de la gente a través de falsas ilusiones. El año 2000 está en puerta, a través de todos los medios, con una impresionante campaña publicitaria se ha difundido la llegada de un nuevo milenio, habrá fiesta, gozo y enajenación; alguna gente olvidará que los universitarios del Consejo General de Huelga estamos en lucha por nuestra universidad, que la hemos defendido por más de ocho meses y que se orquesta una maniobra para derrotarnos; olvidará también, por supuesto, a nuestros hermanos indígenas, olvidará que en Chiapas cada día es mayor la presencia militar y que las comunidades zapatistas están cercadas por el ejército; olvidará que millones de mexicanos viven en la extrema miseria. No hay lugar para los problemas en su celebración, es el nuevo milenio. Gozarán la catarsis artificialmente fabricada por la publicidad, gozarán la llegada de un nuevo milenio.

Serán víctimas de la farsa y al mismo tiempo cómplices de ella. A todos ellos les decimos, con toda intención de aguarles la fiesta, ¡Lástima! El nuevo milenio comenzará hasta el 1º de enero del año 2001, como lo dice la historia, no la televisión.

A N E X O

Algunos argumentos sobre el segundo punto de nuestro pliego petitorio, de acuerdo al orden agendado para el diálogo.

Derogación de las reformas a los Reglamentos Generales de Exámenes e Inscripciones impuestas por el Consejo Universitario en junio de 1997, que implica el respeto al pase automático, la eliminación de los límites de permanencia y el respeto a la elección de carrera.

La ofensiva de Barnés contra los estudiantes de escasos recursos de la UNAM no comenzó con las cuotas. Comenzó con dos puntos clave que dieron lugar a las reformas de 1997 al Reglamento General de Inscripciones y al Reglamento General de Exámenes.

El primero de esos puntos clave fue el relativo al pase automático. Manejado todo el tiempo por las autoridades como una cuestión de privilegio de los estudiantes universitarios, inequitativa para los aspirantes a ingresar a las licenciaturas de la UNAM, provenientes de otras preparatorias, buscando generar con los segundos una presión sobre los primeros que abonara el terreno para que las autoridades lograran arrancarle a los estudiantes un derecho ganado años atrás.

El pase automático fue establecido por el rector Barros Sierra en el año de 1966, tras una lucha estudiantil que lo incluía como una de sus banderas y que acabó con la expulsión del rector anterior — Chávez—. El razonamiento de Barros Sierra era el siguiente: si los alumnos del bachillerato de la UNAM aprobaban todos sus cursos, habiendo sido la propia Universidad quien los había evaluado, no había razón para volver a hacerlo si querían seguir con sus estudios. Por lo demás, esos alumnos ya habían presentado un examen de admisión de la institución para ingresar al bachillerato de la misma.

La razón de fondo que fue originando la rivalidad entre los estudiantes egresados de las escuelas públicas y particulares que querían ingresar a la UNAM y los del bachillerato de ésta que tenían garantizado su pase a la licenciatura, fue la reducción absoluta primero, y el “ahorcamiento” después, de la matrícula universitaria por parte de las autoridades. Esto provocó que cada nuevo año fuera creciendo por miles el número de estudiantes que querían ingresar pero eran rechazados, y con ello, la rivalidad hacia sus compañeros, ampliamente promovida por las autoridades universitarias para preparar el terreno a la imposición de sus medidas. La “solución” de las autoridades a la situación creada por ellas mismas consistió en quitarle su lugar dentro de la Universidad a quienes ya lo tenían, para ofrecérselo a una parte de quienes lo pedían. Una "solución" absolutamente absurda, tal como si para resolver el desempleo, se implementara una medida consistente en despedir cada año a los trabajadores, para contratar a los desempleados.

Un estudiante que ingresa al bachillerato de la UNAM, ha tenido que presentar un examen de admisión junto con otros casi doscientos mil jóvenes, para quedar entre los treinta mil afortunados que logran entrar. Una vez que este estudiante aprueba todos sus cursos, evaluado por una veintena, o más, de profesores de la UNAM, a través de su desempeño diario en clases, tareas, trabajos, seminarios, laboratorios, exámenes y más exámenes, la UNAM le otorga un documento que certifica que tiene los conocimientos suficientes que lo acreditan como bachiller, es decir que ha acreditado su enseñanza media superior, o lo que es lo mismo "aprobó la prepa".

Si este estudiante quería continuar con una licenciatura en la UNAM, simplemente pasaba a ella automáticamente, así ocurrió desde 1966 hasta 1997, sin que en estos más de 30 años la UNAM se encontrara sumergida en el "caos académico". Muchos de los directores e investigadores que hoy se escandalizan porque los estudiantes luchamos por recuperar el pase automático, seguramente algunos de ustedes también, ejercieron ese derecho siendo estudiantes.

Durante más de 30 años, el único requisito para ingresar a la licenciatura de la UNAM, proveniente de su propio bachillerato, era aprobarlo. Tal como para ingresar al semestre siguiente, basta con haber aprobado el semestre anterior.

Sin embargo, a partir de 1998 —con las reformas de Barnés impuestas en 1997— las autoridades universitarias decidieron que la evaluación que la UNAM hace a sus estudiantes, no tiene ninguna validez, decidieron que con una mano entregarían su certificado de bachillerato a un estudiante, y con la otra mano se lo harían pedazos en la cara.

Hay algunos datos que nos ilustran qué sector social es el que se ve más golpeado por esta pérdida del pase automático. Según datos oficiales de la DGESII sobre aspirantes y asignados a licenciatura en la generación 95-96, tenemos que:

De los hijos de obreros que presentaron examen de admisión, sólo el 4.74% fueron admitidos; de los hijos de campesinos, sólo el 4.84%; en cambio, de entre los hijos de empresarios, ingresaron el 12.09%; de los hijos de funcionarios el 13.94%. ¿Y cómo resultan estos datos en el caso del ingreso a facultad vía el pase automático? De los hijos de obreros que hicieron su trámite para el pase automático (previo a la evaluación final de su bachillerato), el 58% ingresó finalmente a la licenciatura; de los hijos de campesinos, el 53.11%; de los hijos de empresarios, el 55.68%; y de los hijos de funcionarios, el 61.32%. Es decir, que las posibilidades de ingreso a la licenciatura de la UNAM vía el pase automático son bastante parejas para sectores sociales muy distintos. Mientras que vía el examen de admisión, resulta que los sectores sociales más acomodados tienen casi el triple de posibilidades de ingresar que los más amolados.

Otra consecuencia esperada es un incremento en los índices de deserción, pues el Consejo Universitario resolvió también que en adelante la elección de carrera para los egresados del bachillerato de la UNAM quedaría garantizada exclusivamente para quienes lo terminaran en tres años con más de nueve de promedio. Una ínfima parte de los estudiantes cumple este requisito. Los alumnos con más de 7 de promedio que terminaran su bachillerato en a lo más 4 años, podrían conservar el pase a facultad pero sin garantía de respeto a su elección de carrera. Asignarle a un estudiante una carrera que no eligió y que en la mayoría de los casos ni siquiera se relaciona con la que solicitó, es una manera indirecta de correrlo. Además, los que tardaran más de 4 años, perderían su lugar en la UNAM, teniendo que hacer examen de admisión para recuperarlo. Y eso, si tenían más de 7 de promedio. Pues en caso contrario, aún habiendo aprobado íntegramente su bachillerato, serían dados de baja de la Universidad.

El discurso del exrector durante la imposición de esta reforma, machacó insistentemente en la idea de “una Universidad para los mejores”. Llegó a plantear públicamente que la UNAM había avanzado en su excelencia al establecer mecanismos más rigurosos de selección de los aspirantes a ingresar en ella. El papel de la Universidad Nacional no es, para las autoridades, el de hacer mejores a la mayor cantidad de jóvenes posible. No. Se trata de escoger a un núcleo reducido de la sociedad, el de los mejores, y a ésos impartirles educación. Los demás que se pudran. No es problema de la Universidad, piensa, razonando como director de un pequeño colegio particular, y no como el rector de la universidad pública más importante de América Latina.

Los datos publicados por la propia UNAM refutan los falsos argumentos de las autoridades: La Coordinación de Apoyo a Cuerpos Colegiados—dependencia de la rectoría de la UNAM, publicó en 1994 (según Pérez Rocha, en el diario Reforma del 25 de octubre de 1999), los resultados de análisis de la eficiencia terminal en las licenciaturas, según el bachillerato del que proceden los estudiantes. En el área de Ciencias Biológicas y de la Salud, quienes logran una mayor eficiencia terminal son los estudiantes que provienen del CCH (54%), les siguen los que provienen de la Escuela Nacional Preparatoria (ENP) (51%), y los que logran un resultado más bajo (46%) son los que ingresan por el concurso de selección. En el área de Ciencias Sociales los egresados del CCH alcanzan el 51.3% , seguidos de los egresados de la ENP con un 51.1% y nuevamente el resultado más bajo, para los que ingresan a través del concurso de selección con un 39%. En el área de Humanidades y Artes, los egresados del CCH logran un 33.6%, los de la ENP el 32.5% y los que ingresan por el concurso de selección solamente alcanzan el 28%. Solamente en el área de Ciencias Físico-Matemáticas e Ingeniería, los alumnos que ingresan por el concurso de selección están por arriba con un 27%, mientras que los egresados del CCH logran un 23% y los de la ENP alcanzan un 22.5%.

Según Pérez Rocha, "no es exagerado concluir que los estudiantes que provienen de los bachilleratos de la UNAM y que han ingresado mediante el pase reglamentado, son, en general, mejores estudiantes que los que ingresan por el concurso de selección. Esto es, el pase reglamentado no es culpable de los bajos niveles de eficiencia de la UNAM, y restringir el ingreso de los estudiantes de los bachilleratos de la UNAM, para aceptar más alumnos por el concurso de selección, no necesariamente va a mejorar dichos niveles, incluso puede empeorarlos".

Queda claro pues, que no son los criterios académicos los que mueven a las autoridades a emprender estas reformas. Éstas, como tantas otras, no eran en realidad ideas propias del exrector Barnés. Se trataba de refritos de normas dictadas por organismos internacionales como el Banco Mundial y la OCDE para países como el nuestro, y que el gobierno simplemente acata y trata de imponernos. Hay cantidad de citas de documentos de estos organismos que resultan verdaderamente reveladoras. Mencionaremos aquí sólo uno para darnos una idea de hasta qué punto ha habido una pérdida de soberanía e independencia de nuestro país en la definición hasta de su propia educación, y de autonomía de nuestra universidad en la decisión de lo que quiere de sí misma.

En el documento Exámenes de las políticas nacionales de educación: México, Educación Superior, de la OCDE 1997, se establece: "...Chocó a muchos observadores el hecho de que los alumnos de los bachilleratos, si terminan sus estudios y obtienen calificaciones suficientes, son dispensados de cualquier examen para la admisión en la universidad. Es lo que se llama pase automático o pase reglamentado...". Para más adelante "recomendar": "...(se deberá) implantar para todos los candidatos a ingresar a la educación superior un procedimiento de admisión selectiva, basado en un examen y en los resultados obtenidos en el bachillerato; controlar el flujo de ingreso en las diversas ramas en función de la calidad de los candidatos y de la apreciación de las salidas profesionales; incitar a las instituciones a agruparse para organizar la admisión....". ¿Alguien pensaba que la abolición del pase automático fue una medida decidida realmente desde la UNAM? ¿Alguien pensaba que los organismos del capital transnacional no tienen que ver con lo que ha venido ocurriendo en nuestra universidad? Puntos tan concretos como éste –lo mismo que las cuotas y los demás planes en marcha– fueron en realidad ordenados por tales organismos. Las autoridades universitarias se encargaron simplemente del "camuflaje" de las "recomendaciones" acatadas, presentándolas como medidas "necesarias" dictadas por la "equidad", la "academia" y todas esas historias. Ese mismo documento de la OCDE ordena, dos hojas más adelante: "...(se deberá) encarar un aumento a la contribución de los estudiantes al costo de sus estudios...". ¿Tendrá esto que ver con la imposición de cuotas por las autoridades?

Pero las medidas aprobadas por el Consejo Universitario en junio de 1997 incluyeron otra cuestión clave, tanto o más grave que la anterior, y que se aplicaría tanto a los estudiantes de bachillerato como a los de licenciatura. Se trata del límite de permanencia en la Universidad. Hasta antes de ese momento, todo estudiante podía inscribirse como alumno regular en sus materias (dos veces como máximo en cada una de ellas) por un tiempo a lo más en un 50% adicional a la duración de su carrera.. Y luego podía seguir aprobando sus cursos en exámenes extraordinarios al ritmo que sus propias condiciones se lo permitieran, no habiendo un tiempo límite a este respecto. En junio de 97 Barnés establece que sólo tendrían 2 años más, al término de los cuales serían dados de baja de la UNAM si no hubieran terminado íntegramente sus estudios (100% de créditos, exámenes de idiomas y servicio social).

¿Qué consecuencias tendrían estas medidas impuestas por Barnés hace apenas 2 años? Veamos. De acuerdo con el libro “Las generaciones cambian”, de los economistas José Blanco y José Rangel, editado por la UNAM en 1996 (libro que, si no lo han hecho, les recomendamos leer), resulta que los datos de la propia UNAM muestran que sólo el 19.1% de los estudiantes universitarios termina apenas el 90% o más, de sus estudios en el tiempo de duración de sus carreras. Y el 37.6 % lo hace en un tiempo igual a 1.5 veces la duración de sus carreras. Este porcentaje aumenta al 43.9% en un tiempo igual al doble de la duración de sus carreras . De modo que un 56.1% de los estudiantes que ingresan no han podido llegar al 90% de sus créditos al cabo de un tiempo igual al doble de la duración de sus carreras. ¿Cuántos no logran terminar íntegramente sus estudios en ese mismo plazo, si consideramos además que en la fase final de las carreras el avance es mucho más lento (pues una buena parte de los estudiantes ha debido adquirir en esos momentos un conjunto de obligaciones que no tenía al principio de sus estudios)? Un porcentaje significativamente mayor. Pues bien: todos ellos serán dados de baja año con año, a partir de que le llegue su límite a las generaciones que corren a partir del 98. Podríamos considerar conservadoramente que casi las dos terceras partes de los alumnos que ingresan a la Universidad, dos de cada tres, serán dados de baja al cabo de 8 años.

Es cierto que de cualquier manera hay un índice significativo de alumnos que abandonan definitivamente sus estudios antes de llegar ese plazo ( la deserción). Pero si tomamos como referencia los datos publicados por ANUIES sobre las universidades públicas del área metropolitana, resulta que el porcentaje global de egresados es del orden del 57%. De modo que con las medidas impuestas por Barnés en 1997, se impedirá que termine sus estudios una proporción adicional de estudiantes que oscila entre las dos terceras y las tres cuartas partes de los que sí podrán hacerlo en los tiempos establecidos. Este amplio porcentaje de jóvenes que anteriormente sí podían concluir sus estudios, serán simplemente dados de baja cuando les llegue la hora, independientemente de que ya llevaran suficientemente avanzada su carrera.

Se trata, expresamente, de una medida para sacar la Universidad a los estudiantes que avanzan en sus estudios más lentamentee acuerdo a los límites de tiempo arbitrariamente establecidos por las autoridades. ¿Puede alguien dudar que hay una evidente correlación entre estos estudiantes y los que tienen que trabajar, o que tienen que dejar de estudiar por temporadas, o que han debido independizarse de sus familias, etc? ¿Qué actitud debemos tomar ante estos compañeros que sólo pueden llevar una o dos materias por semestre, pero que mantienen un esfuerzo tenaz por seguir adelante y se resisten a dejarse hundir en el abismo al que los empuja su situación social? ¿Castigarlos dándolos de baja o impulsarlos para que salgan adelante? Quienes hemos convivido con ellos sabemos que es falso que su permanencia le quite el lugar a nadie, como dijeron una y otra vez las autoridades, ya que al rebasar los seis años de permanencia (en las carreras de cuatro años) pierden todo derecho a ser alumnos inscritos.

¿Resultan objetivos unos límites de duración de las carreras que sólo son cumplidos por menos de un 20% del total de los estudiantes, de los estudiantes de carne y hueso de este país nuestro? ¿Se trata de estudiantes flojos y fósiles, como han sido insistentemente caracterizados por la rectoría? Veamos las conclusiones a las que llega José Blanco después del estudio antes citado:

“...no debe considerarse como una eficiencia terminal bajísima, pues representa lo que la sociedad en su conjunto puede hacer. No se trata de generaciones de retrasados mentales, ni de tontos ni de flojos, son el resultado de un conjunto de factores: de qué familias provienen, qué clase de educación recibieron en primaria, secundaria y bachillerato; este país y esta sociedad dan para esto” (Revista Proceso Nº 1058).

(Esto dijo como investigador José Blanco. Unos meses después, en que hubo que definirse ante la resistencia estudiantil contra estas medidas, el investigador hizo honor a su trayectoria de autoridad, saliendo a la servil defensa del exrector, aún contra los propios resultados de su investigación. Cosas del poder en nuestra universidad).

Y la misma medida se aplicará para el bachillerato a partir de la generación 98.

Entonces como con las cuotas, las autoridades impusieron a la mala estas medidas: oferta a los estudiantes del momento de que a ellos no se les aplicarían estos límites si permitían que les fuesen impuestos a los que venían detrás de ellos; diez días de plazo para que los consejos técnicos resolvieran; cambio de sede de última hora del Consejo Universitario; vísperas de vacaciones intersemestrales; guaruras que arremetieron contra los estudiantes que protestaron; campaña en la prensa, radio y tv contra el movimiento; sanciones ante el Tribunal Universitario, etc. Entonces como ahora hubo resistencia de estudiantes y maestros, pero no logró extenderse a toda la Universidad; de modo que rectoría pudo imponerse... temporalmente.

Una de las más importantes demandas de nuestro movimiento se refiere a la derogación de estas reformas, la "sobrevivencia académica" en la UNAM del sector pobre de los estudiantes, depende de que con esta huelga logremos echar atrás estas imposiciones, si no, las puertas de la Universidad más importante de América Latina se cerrarán para las futuras generaciones de los hijos de los trabajadores que son quienes fundamentalmente la sostienen.

Por eso, es absolutamente inaceptable, para el movimiento estudiantil, la pretensión de las autoridades de enviar estas imposiciones en pie al Congreso Democrático y Resolutivo. No nos oponemos a que estos temas sean abordados por toda la comunidad, pero no sobre la base de las imposiciones. Que para acordarlas, no lo olviden, el Consejo Universitario, no consultó sino a las propias autoridades.

Tampoco aceptaremos la "suspensión" de las reformas, que trasladaría este conflicto para más adelante, cuando la correlación de fuerzas sea favorable a las autoridades.

Exigimos la derogación de las reformas a los Reglamentos Generales de Exámenes e Inscripciones impuestas por el Consejo Universitario en junio de 1997, que implica el respeto al pase automático, la eliminación de los límites de permanencia y el respeto a la elección de carrera.

Comisión de Prensa y Propaganda
CGH - UNAM

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