HEREDITAS MAGAZINE

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PORTADA HEREDITAS Nº 4

 

A�o II, n�m. 4, primavera-verano de 2005.

60 p�g.

Josep Clar�: La eternidad del arte europeo.

En la Avinguda Diagonal de Barcelona, en su tramo norte, y justo enfrente del Palacio de Pedralbes, hay un impresionante Monumento a los Ca�dos que tiene los d�as contados: el Ayuntamiento de Barcelona lo desmantelar� este verano, decisi�n que ya tom� a finales de 2001, y en su lugar construir� una plaza, un "espacio de encuentro", que ya se hab�a proyectado en 2003. Se trata de una obra de 1951, compuesta por un grupo escult�rico semirrodeado por unas columnas dispuestas en una hilera en forma de arco. Este grupo escult�rico representa a un soldado sosteniendo entre sus brazos a otro ca�do en combate. Su autor se llamaba Josep Clar�.

No es �ste el primer agravio que sufre una obra art�stica de Clar�. Ya en junio de 2001, ese mismo grupo escult�rico fue objeto de un "acto inc�vico" (siguiendo la pauta fraseol�gica del Ayuntamiento) de unos cuantos aguerridos independentistas, quienes ataron una cuerda a una de las estatuas y la derribaron. Esto no merecer�a m�s atenci�n ni comentario si no fuera por la pasividad con la que actuaron las autoridades, las mismas que indudablemente actuar�an con contundencia si los sujetos y el objeto fuesen bien distintos. Por ejemplo, si los sujetos hubiesen sido unos "v�ndalos ultras" �nada de "inc�vicos"; en este caso no habr�a eufemismo que valiera� y el objeto, el "vanguardista" monumento a Maci� (un trozo de escalera puesto al rev�s y que parece sacado de alg�n edificio demolido), situado en la Pla�a de Catalunya, en el centro mismo de Barcelona. La verdad, dicho sea de paso, es que ni siquiera Maci�, con serme ideol�gicamente opuesto, se merec�a un atentado visual como ese...; pero tampoco, ni much�simo menos, se lo merece otra de las esculturas m�s emblem�ticas de Clar� que se encuentra asentada justo al lado de ese mismo monumento: la Diosa.

Pero fue mucho antes, en 1996, cuando se produjo un esc�ndalo clamoroso en relaci�n al legado de Clar�: el Ayuntamiento de Barcelona decidi� cerrar su Casa-Museo, situada en el n�mero 27 de la calle Calatrava, en el barrio de Les Tres Torres, y trasladar las obras a Olot, la poblaci�n natal del escultor. El motivo oficial fue que, debido al escaso flujo de visitantes, no era rentable y que, por tanto, no se pod�a seguir manteniendo la Casa-Museo. Fue ciertamente una decisi�n que levant� mucha pol�mica, ya que se trataba de una donaci�n a una instituci�n p�blica �el Ayuntamiento de Barcelona, en este caso� hecha por la hermana del escultor, Carme Clar�, a quien �l mismo nombr� heredera; una donaci�n que qued� claramente reflejada en su testamento.

No hab�a dinero para mantener la Casa-Museo de Clar�...; pero s� lo hubo antes para los Juegos "Ol�mpicos" de 1992, como tambi�n lo hubo el a�o pasado, 2004, para el fiasco del F�rum de les Cultures...; ambos, como es bien sabido, saldados con d�ficits que acabar�n pagando los barceloneses en forma de impuestos o servicios de pago sacados de la manga (como ahora, sin remontarse m�s lejos, las "zonas verdes", que no son jardines ni zonas de bosque o de c�sped para tumbarse o retozarse, sino espacios para aparcar coches pagando donde antes era gratis, y que han empezado a funcionar justo este mes de mayo).

Volviendo al Monumento a los Ca�dos, se dice que con su retirada, Barcelona se deshace del "�ltimo recuerdo franquista". Esto tiene su precedente cercano en la retirada de sendas estatuas de Franco en Madrid y Guadalajara, en el mes de abril pasado, y que pol�ticos, intelectuales y periodistas de todos los colores lo justifican con el argumento de que "en un pa�s democr�tico, no tiene sentido que haya una estatua de un dictador en un sitio p�blico". Curiosamente, son esos personajillos los que, justo al mismo tiempo, rend�an sentido homenaje nada menos que a Santiago Carrillo, con motivo de su cumplea�os feliz... Sin comentarios.

No ser� yo quien defienda a Franco ni al r�gimen franquista; pero no se puede negar que, se quiera o no, Franco forma parte de la Historia de Espa�a, para bien o para mal. S�lo quedar�a por ver si, con ese delirio iconoclasta de eliminar todo recuerdo franquista, acabar�n tambi�n eliminando la ONCE, la Seguridad Social y las vacaciones pagadas, entre otras cosas.

Pero �qui�n fue realmente Josep Clar�?

Valoraci�n de la obra y trayectoria art�stica de Clar�.

Dentro del vasto mundo de la estatuaria catalana de la primera mitad del siglo XX, Clar� destaca como el m�ximo representante �junto con Maillol (1861-1944) y Casanovas (1882-1948)� del clasicismo mediterrane�sta o noucentista (1) (novecentista, en catal�n), estil�sticamente opuesto al modernismo.

Ha habido diversos intentos de establecer una clasificaci�n por �pocas de toda la obra escult�rica de Clar�; pero lo cierto es que despu�s de una primera etapa sometida al influjo del impresionismo modernista (estilo fin de siglo) de Rodin (1840-1917), evolucion� hacia un clasicismo de tipo griego que se reafirm� en su producci�n a partir de 1913, convirti�ndose as� en el inventor del clasicismo mediterr�neo. Como fundador de este estilo, se constituye en la cabeza de toda una escuela, y como escultor espa�ol, inaugur� la renovaci�n del siglo XX.

Para la m�s justa valoraci�n de su obra, es imprescindible tener en cuenta su condici�n cronol�gica, esto es, la de hombre nacido en 1878, expuesto, por tanto, a caer en una de las trampas m�s peligrosas de la escultura a la moda: la frusler�a para la clase alta burguesa o el monumento p�blico grandilocuente. Todas estas amenazas fueron diestramente sorteadas por el estatuario catal�n, cuyas metas pl�sticas eran propias y no sumisas a imposici�n ajena alguna; metas que, sencillamente, difer�an poco de las de Maillol:

"La sublimaci�n de la feminidad desnuda, tema considerado como omnipotente, ya que permit�a conquistar...

"...las armon�as de volumen y de superficie m�s perfectas. Armon�as de vol�menes, de masas, que en s� mismas llevan el objeto de su creaci�n, plasmadas en hermosos cuerpos de mujer.

"La hermosura ideal, como consecuencia de la meta anterior y a la que converg�an los resultados pl�sticos de Clar� y Maillol, aun cuando los c�nones dilectos a uno y otro pod�an diverger.

"El Arte es culto a la Belleza, y ha de ser un arte que una la forma por la forma, esencialmente pl�stico.

Rom� Jori, el que fuera cr�tico, bi�grafo y amigo de Clar�, divide su obra en tres fases diferenciadas:

1.� Fase rom�ntica, caracterizada por la exaltaci�n sentimental (influencia modernista).

2.� Fase cl�sica, por el triunfo definitivo de las formas.

3.� Fase humana, en la que se dedica sencillamente a la expresi�n de la vida.

Por su parte, Carles Capdevila se�ala tambi�n tres etapas en la evoluci�n de Clar�:

1.� etapa: la "tensi�n y el movimiento contenido".

2.� etapa: el "reposo inestable con ansias de movimiento".

3.� etapa: la m�s serena y cl�sica.

Gaya Nu�o, a su vez, destaca que, con el tiempo, el carnoso y s�lido ideal que diera lugar a un prototipo humano femenino �de alguna mujer muy perfecta que encarnase la hermosura ideal� se transform�, y Clar� pas� a ser escultor de nuevas edades femeninas, m�s juveniles, m�s inexpertas, m�s dispares de las de Maillol y m�s pr�ximas a las de Casanovas. En esta evoluci�n, de evidentes dictados biol�gicos, el escultor ha podido perder algo de grandeza; pero, por otro lado, ha adquirido otras indiscutibles cualidades de encanto, y en esta lograda persecuci�n continu� hasta sus �ltimos a�os, con lo que pasaba �antihist�rica, mas l�gicamente� de lo helen�stico a lo puramente cl�sico.

Cualesquiera que fuesen los tipos de clasificaci�n de la escultura de Clar�, no cabe duda alguna de que su obra forma substancialmente un todo monol�tico, absoluto, y que la patente evoluci�n que observamos en la resoluci�n formal de sus esculturas responde no tanto a etapas bien diferenciadas como al desarrollo personal y al dominio de la t�cnica. El mismo Clar� siempre dijo que no hab�a hecho sino una sola escultura, y que �sta a�n estaba por terminar; que toda su vida habr�a estado encaminada a la consecuci�n de esta obra �nica, verdadera, definitiva: el conjunto de toda su creaci�n. Y esta concepci�n monol�tica, firme y hasta fr�a de su trabajo, es la m�s real.

El n�cleo central de la filosof�a art�stica del escultor olotense lo defin�a �l mismo as�: "El verdadero esp�ritu del hombre se encarna en las formas de su cuerpo. Los vestidos son para disfrazarse. Siendo el cuerpo la obra reflejada por el esp�ritu, y siendo el esp�ritu una chispa de Dios, el cuerpo, naturalmente, me interesa mucho m�s que el vestido. El hombre frente a la Naturaleza necesita cubrir el cuerpo para evitar el fr�o. Pero, para presentarse ante Dios, su cuerpo y su alma deben estar desnudos, desnudos como la verdad".

La trayectoria de Clar� es, como pocas, segura, tranquila, consciente e invariable. Pocos artistas, e incluso pocos hombres en general, deben de haber sentido en su vida, en su trabajo y en su destino con tanta clarividencia desde sus primeros a�os de aprendizaje. Y para bien pocos, la vida habr� sido, desde la juventud hasta la muerte, una l�nea recta sin ninguna oscilaci�n, en la cual ni los intereses ni la fama hubiesen supuesto una desviaci�n de la misi�n principal: el descubrimiento de aquello que el artista cree que es su destino.

Si hubi�semos de hacer un paralelo musical (que tanto gustaba al propio Clar�) en la confrontaci�n de las respectivas trayectorias art�sticas de Llimona y Clar�, podr�amos decir que si Llimona se emparenta con Beethoven por su existencia atormentada, por los dolores, por la pasi�n de su arte y tambi�n por su c�lida y abarcadora genialidad, Clar� hace lo propio con Haydn por su trabajo sistem�tico, consciente, ininterrumpido, que acaba construyendo una obra gigante pero estable, continua, sin sobresaltos ni rupturas.

Aportaci�n de Clar� a la Historia del Arte.

Ya hemos visto en el ep�grafe anterior que Clar� evolucion� hacia un clasicismo griego y que, de esta manera, fund� el clasicismo mediterr�neo, renovando as� el estilo escult�rico del siglo XX en Espa�a.

El clasicismo mediterr�neo, encuadrado en el noucentisme, se caracteriza por el equilibrio mediterr�neo, la l�nea cl�sica, el rigor formal, la claridad de concepto y la superioridad de los elementos pl�sticos, y halla en el desnudo femenino, m�s concretamente en el arquetipo ideal de la mujer mediterr�nea-catalana, su tema m�s representativo. En oposici�n al modernismo apasionado de Llimona, de Arnau o de Escaler, Clar� vuelve a la verdad fr�gida y absoluta del cuerpo humano, sin recursos literarios ni de posiciones, de cabellos o de gestos.

Clar� diviniza el cuerpo por el cuerpo mismo, y con esta religi�n por norma crea una ingente obra escult�rica de cuerpos desnudos que constituyen un claro homenaje al hecho "hombre". Y aporta a la estatuaria del incipiente siglo XX un aire cl�sico de dignidad, al desarrollar el prestigio inmortal y esencialmente pl�stico de este tema del desnudo. Clar� es constructivo, tect�nico; persigue la fuerza de los vol�menes y sus relaciones proporcionales sin perderse en neblinas sentimentales, aunque esto a veces le haga ser demasiado fr�o.

Desde el punto de vista meramente art�stico, una de las cr�ticas que ciertos "artistas" y cr�ticos de arte adscritos al Sistema-Establecido vierten hacia Clar� es la de no haber aportado nada a la Historia del Arte. Ya acabamos de demostrar justamente todo lo contrario, por lo que no vamos a insistir m�s en la cuesti�n. Y adem�s es esa una cr�tica que hacen extensiva a otros artistas contempor�neos de Clar�, tanto de dentro como de fuera de Espa�a: Pradilla, Julio Antonio, Macho, Maillol, Breker, Thorak...., que, tambi�n por razones extra-art�sticas, no figuran o, como mucho, s�lo se les menciona muy de pasada en los manuales pasados por la censura de las democracias liberales (porque, a estas alturas, hace falta ser muy ingenuo para pensar que en las democracias liberales no se practica la censura).

Pero lo que resulta sumamente curioso es el concepto muy sui g�neris de "aportaci�n" que tienen esos mismos "artistas" y cr�ticos. Con decir que uno de ellos es el piojoso T�pies, furibundo enemigo de Clar� y uno de los primeros en defender el cierre de su Casa-Museo, pienso que resulta ocioso a�adir comentario alguno.

Terminemos ahora este art�culo con una reflexi�n a la que nos ha llevado as� la valoraci�n de la obra y de la trayectoria art�sticas de Clar� como su aportaci�n a la Historia del Arte.

Vida y obra de Clar�: un todo indivisible.

Olot, en la comarca volc�nica de La Garrotxa, dentro de la provincia de Gerona, es un pueblo que se enorgullece de tener un paisaje pintoresco, entre el cual destaca la famosa Fageda, un bosque de hayas dotado de una embelesadora belleza que a ning�n artista que se precie dejar�a indiferente; no en vano, fue en Olot donde en la segunda mitad del siglo XIX naci� la c�lebre escuela paisaj�stica, un movimiento conceptualmente influido por la llamada Escuela de Barbizon y cuyos miembros, con Vayreda a la cabeza, encontraban la inspiraci�n pict�rica precisamente, aunque no de forma exclusiva, en los hayedos de la comarca.

Pero Olot se enorgullece tambi�n de ser el pueblo natal de quien ser�a uno de los m�s grandes escultores del Arte europeo, pero sin embargo tan desconocido todav�a por muchos como vilipendiado o silenciado por otros. Fue el 16 de diciembre de 1878 cuando naci� all� Josep Clar� i Ayats, hijo de Joan Clar� i Corominas, alpargatero, y de Ll�cia Ayats i Montsalvatge.

Siendo peque�o, empieza a trabajar con su padre y descubre su vocaci�n de artista. Estamos ante un ni�o t�mido y hura�o al que le gusta mucho dibujar, que se esconde para hacer sus bosquejos y que sue�a con ser pintor. El mismo Vayreda, a quien hemos mencionado antes, visit� la escuela a la que iba el peque�o Josep, vio sus dibujos y le dijo: "Escucha, chico, �sabes que dibujas muy bien?".

A los trece a�os ingresa en la academia de arte regida por el maestro, tambi�n componente de la Escuela de Olot, Josep Berga i Boix, en la propia localidad. Berga lleva a sus alumnos a las monta�as a dibujar y a pintar. No hay m�todo m�s natural y r�pido: dibujar y pintar directamente la naturaleza, bien un paisaje, bien un �rbol, bien una figura humana... Clar� conservar� con su maestro Berga una gran amistad.

No tarda en hac�rsele peque�o el ambiente de Olot al joven Clar�. Sin duda, el Destino fue generoso con �l haciendo que naciera y descubriera sus dotes de artista en un ambiente como el de Olot; pero, as� y todo, Clar� abandona el paisaje como motivo art�stico y se decanta por la figura humana. Entonces, en enero de 1897, marcha a Toulouse (Francia), en donde resid�a su hermano Joan desde hac�a unos meses. En mayo de ese mismo a�o, ingresa en la Escuela de Bellas Artes de la ciudad, hecho que le permitir�a conocer a y contactar con nuevos maestros y compa�eros.

En Toulose, Josep y su hermano trabajan en el taller de un marmolista, en donde enseguida se familiarizan con el oficio de escultor.

Josep comienza ya a obtener, todav�a a escala reducida, los premios que formar�n parte de una vasta colecci�n a lo largo de toda su intensa vida. Ya antes de acabar el mismo a�o de su llegada a Toulouse, obtiene dos premios; en el a�o siguiente, 1898, el I Premio de la Secci�n de Escultura de la Escuela; en 1899, los seis primeros premios; y en 1900, un galard�n m�s importante: el Petit Prix Municipal de Sculpture, por su bajorrelieve Cincinatus recevant les honneurs de l'Empire.

Asiste m�s tarde a la escuela del maestro Falgui�re, quien lo felicita y lo anima asegur�ndole sus aptitudes. En el concurso del 14 de enero de 1900 gana todos los premios, lo que le otorgar�a el derecho a recibir una pensi�n de 1.800 francos para estudiar tres a�os en Par�s; pero, sin embargo, no se la conceden debido a su nacionalidad espa�ola, a la que, como buen y aut�ntico catal�n, no quiere renunciar, ni siquiera para recoger el importante premio. El desastre espa�ol en las colonias de ultramar de 1898, con todas sus consecuencias pol�tico-sociales, econ�micas y hasta emocionales y art�stico-literarias, no pareci� mermar, en absoluto, el concepto de espa�olidad en un joven Clar� que, aun cuando a la saz�n contaba con veinti�n a�os de edad, pose�a ya convicciones firmes como si fuera un hombre maduro; justo todo lo contrario que la actitud de muchos catalanes de aquella �poca, que hasta 1898 se recreaban en una "espa�olidad" entendida s�lo como un concepto directamente proporcional a la prosperidad y riqueza que los negocios catalanes generaban en las colonias �principalmente en Cuba, Filipinas y Puerto Rico�, pero que a partir de la p�rdida de las mismas, con la crisis econ�mica y aprovechando la pareja crisis de la identidad de Espa�a y del "ser-espa�ol", se identificaron con las reivindicaciones de los movimientos micronacionalistas-segregacionistas que ya empezaban a eclosionar. El mismo Francesc Maci� ejemplificaba este hecho: de ser un militar espa�olista al principio, pas� a liderar un movimiento independentista luego del desastre espa�ol de ultramar.

En este punto, cabe tambi�n hacer otra consideraci�n: algunos bi�grafos aseguran que el viaje de Clar� a Francia obedec�a a un intr�ngulis, que no era otro que el de huir de quintas; sin embargo, el no haber renunciado a la nacionalidad espa�ola no parece respaldar semejante aseveraci�n.

Despu�s de estos a�os de trabajo y de aprendizaje, y no habiendo podido obtener la pensi�n, Clar� decide, pues, ir a Par�s por su propia cuenta, el 12 de noviembre de 1900. Llega a la ciudad del Sena con la misma incertidumbre con la que llegaron tantos otros artistas: sin ninguna seguridad, sin ning�n contrato; un poco por amor al riesgo y a la aventura, por hacerse un nombre y como �nica posibilidad de triunfar definitivamente. Su propio temperamento inquieto hace que tenga prisa por hacer cosas, le mueve a trabajar sin desfallecer, como si el tiempo se fuera a acabar en cada instante...; la misma prisa que lo invadir� durante toda su vida.

En Par�s, junto con su hermano Joan, alquila un peque�o taller (que m�s bien parec�a un cobertizo) en la Rue Falgui�re. Comienza a ganarse la vida haciendo encargos, tanto de pintura como de escultura. Hace retratos al pastel y al �leo, y siente especial inter�s por los impresionistas, principalmente por Monet, C�zanne, Deg�s y Van Gogh. De estos a�os datan numerosas acuarelas, muy poco conocidas y de las cuales no volver� a hablar nunca m�s.

La actitud de Clar�, ya desde sus a�os de juventud, no guarda relaci�n alguna con la actitud bohemia de otros artistas en Par�s. �l no hace sino trabajar y trabajar; es verdaderamente un trabajador infatigable. Si bien ello no le impide, ni mucho menos, tener su tiempo para establecer contactos y relaciones de amistad dentro del mundo de las artes, la m�sica y las letras, en el que se encuentran muchos nombres conocidos. Por ejemplo, es bien seguro que por las tardes coincide con otros artistas espa�oles que en aquel entonces ya deslumbraban o empezaban a deslumbrar: Casas, Rusi�ol, Zuloaga, Utrillo... O cuando se hace miembro de algunas sociedades humor�sticas, que incluso para una de ellas, la denominada Moulin de Sel, dibuja los programas del homenaje a Sage. O tambi�n cuando, junto a su hermano Joan, visita a menudo al escultor Maillol en su taller de Marly-le-Roi.

Pero, con todo, y antes y por encima de todo, su obsesi�n es llegar a su obra definitiva, esa que en vano perseguir� durante toda su vida, como si en realidad la obra ideal no fuese otra que el resumen, en un solo cuerpo, de todos los cuerpos que saldr�n de sus manos.

Es tambi�n conocida la pasi�n que sent�a Clar� por la m�sica, �ntima compa�era de su vida en las horas en que no trabaja el yeso, el bronce o el m�rmol; tanto es as� que a los cincuenta a�os a�n recibir�a clases de piano. Siente cada vez m�s hondo a los grandes maestros, desde Bach hasta Wagner, y asiste a los conciertos. De esta �poca es su obra �xtasis la m�s representativa, en la que un arte apol�neo �la escultura� se funde con un arte dionis�aco �la m�sica�, por decirlo con t�rminos de la filosof�a de Nietzsche, a quien Clar� tambi�n profesaba admiraci�n.

Poco despu�s, trabaja en el taller de Barrias, con quien comienza su contacto profesional. Saliendo de su clase, con los fragmentos modelados, visita a Rodin, a quien hab�a conocido por medio de Maillol y por el que, al principio, siente predilecci�n.

De hecho, Clar�, no consciente a�n de c�mo habr�a de ser su propia personalidad y su propio estilo art�sticos, se deja influenciar en esos a�os por el modernismo. Ya entre 1902 y 1903 obtiene las primeras medallas en el Concurso Internacional de Bellas Artes y en el Concurso de la Escuela Nacional de Bellas Artes de Par�s, gracias a dos obras, dos grupos escult�ricos:  Pedro II de Arag�n muerto por Sim�n de Montfort, de estilo academicista, y Dr�ada. Y en el mismo a�o, entre 1.300 concursantes, gana el segundo premio de un concurso de carteles modernistas.

Con Rodin tiene numerosos contactos y recibe de �l buenas lecciones, que escucha con atenci�n y respeto. Es en estos momentos, empero, cuando Clar� se da cuenta de sus propias diferencias con respecto al Art Nouveau (modernismo franc�s), un estilo que por aquel entonces dominaba el mundo art�stico de Europa. A�os m�s tarde, recordar� as� estos contactos: "En aquella �poca conoc� al gran Rodin, que marcaba la pauta de la escultura en Francia. Vio mis dibujos y le gustaron. Comenz�, no obstante, a darme consejos demasiado abstractos sobre la escultura y el arte. Yo le contest�: �Mire, maestro, usted tiene su personalidad, usted es n�rdico; pero yo estoy adscrito, irrenunciablemente, a la ribera mediterr�nea y a su claridad� ".

Mientras muchos artistas, como Picasso, que con su talento y su genialidad pod�an haber pasado a la Historia del Arte con letras de oro (si bien, oficialmente, hubieran pasado pr�cticamente desapercibidos como tantos otros, entre ellos el propio Clar�), caen en la trampa de los incipientes movimientos "art�sticos" calificados como "de vanguardia", el cubismo y el dada�smo, Clar�, por el contrario, se mantiene totalmente aislado de ellos: no quiere saber absolutamente nada. Ya hemos dicho antes que fue un hombre de convicciones m�s bien precoces, que sabe por lo menos qu� es lo que quiere y lo que no quiere. Si bien su personalidad ya empieza a sobresalir, acude ahora a la Escuela de Bellas Artes del Quai Malaquais. �l mismo confiesa: "Nada ni nadie podr� influir en mi arte".

Su vida es met�dica; trabaja mucho, dibuja m�s; visita el Museo del Louvre con frecuencia; ser� profesor de Escultura en el Centre International des Arts, en Montparnasse; lee a los cl�sicos y a Taine, Faur� y Nietzsche.

Tambi�n con Maillol tuvo muchos contactos, posiblemente mucho m�s intensos que con Rodin.

En 1902 conoce a la danzarina Isadora Duncan, quien, con su t�cnica de movimientos naturales y espont�neos, de clara inspiraci�n cl�sica-hel�nica, revolucion� el arte de la danza. A partir del a�o siguiente, esta amistad influir� poderosamente en su obra. Durante una larga temporada, Clar� se siente cautivado por la danza, por los movimientos de Duncan, hasta el punto de abandonar sus trabajos, olvidar su escultura y dejarse obsesionar por aquel cuerpo en movimiento que para �l acabar� siendo la materializaci�n del cuerpo ideal. Duncan baila s�lo para �l, y, un d�a tras otro, Clar� toma notas y apuntes de aquella diosa del movimiento, como si se encontrase cara a cara con el principio ol�mpico que habr�a de inspirar toda su obra: la belleza del cuerpo humano. En 1913 dir� de la bailarina: "Cuando ella aparec�a, ten�amos todos la sensaci�n de que Dios �es decir, la certeza, la simplicidad, la grandeza y la armon�a� se hac�a presente. Ella despertaba o recreaba todos los fervores de ideal y de arte; los sue�os m�s bellos y las visiones m�s elevadas nac�an y se desarrollaban por la magia de sus gestos. Nunca se ha conocido oraci�n m�s ardiente, victoria m�s irresistible, virgen m�s pura, gracias m�s juveniles, furia m�s tr�gica, serenidad m�s luminosa, que ella: Isadora".

En 1905 muere su hermano Joan, y entonces alquila un nuevo y modesto taller en la Rue Vercingetorix. Tres a�os m�s tarde, se instalar� en el m�s conocido de la Rue Malakoff.

La fama de Clar� empieza a despuntar, y en 1907, despu�s de dos a�os trabajando en su escultura de yeso Tormento, recibe el encargo de realizar los relieves para el Casino de Montecarlo.

Viaja por Italia: G�nova, Florencia y Roma. La escultura antigua, de la �poca cl�sica romana, nada le dice todav�a; pero s� se siente muy impresionado por el Renacimiento, sobre todo por Miguel �ngel. De esta influencia son sus obras: El Ritmo, Enigma, Voluntad, los bustos para el Centre d'Estudis Catalans, y tambi�n, m�s tarde, Diosa, en m�rmol, y Serenidad. Clar� ha visto claro ahora cu�l ha de ser su estilo en el arte de la estatuaria.

Desde ahora, su vida ser� pr�cticamente una sucesi�n ininterrumpida de trabajos, encargos y premios que har�n de �l uno de nuestros escultores m�s conocidos fuera de nuestras fronteras.

En 1908 presenta en el Sal�n de la Soci�t� National des Beaux Arts, de Par�s, una de sus obras m�s conocidas, Crep�sculo, en yeso, y desde entonces expondr� regularmente.

En 1909 presenta Enigma, a la vez que acaba, entre otras, la primera versi�n de su Juventud y recibe el nombramiento de soci�taire del antes mencionado Sal�n de la Soci�t� National des Beaux Arts.

En 1910 obtiene la Medalla de Oro en la Exposici�n de Bruselas; expone cuarenta obras en Par�s, algunas de las cuales le ser�n adquiridas por el Gobierno franc�s para ser expuestas en el Museo del Luxemburgo; y obtiene la primera medalla en la Exposici�n Nacional de Bellas Artes de Madrid al presentar la marm�rea Diosa, quiz� su obra m�s bella, plena y caracter�stica.

En estos momentos, Clar� es ya plenamente consciente de su trayectoria. A su amigo Rom� Jori le resume toda la filosof�a de su arte: "Busco ahora la sencillez, la simplicidad. La escultura es forma, nada m�s que forma. A la forma lo sacrifico todo. Pero para esto he tenido que luchar mucho por llegar a hacer una revoluci�n en m� mismo". Es, ciertamente, el triunfo de la voluntad. Pero, adem�s, resume magistralmente su intencionalidad: "Una obra para poder hundirte en ella toda la vida. Convertir toda la vida en una obra". El mismo prop�sito vitalista que tambi�n se hiciera el por entonces ya c�lebre poeta italiano Gabrielle D'Annunzio en el terreno de la literatura, si bien por un camino distinto.

En 1911 se presenta a la VI Exposici�n Internacional de Arte, de Barcelona, en la cual tiene reservada una sala que comparte con el pintor paisajista Mir, y tiene un gran �xito de p�blico. Todos dan por seguro que ganar� el Premio de Honor; pero el jurado no se lo concede, y, para m�s escarnio, a la hora de cobrar los otros premios y las obras adquiridas, se le hace saber que no hay bastante dinero (�no nos recuerda a algo esto?) y que debe renunciar a la mitad de sus honorarios (como podemos ver, ya en vida sufri� tambi�n agravios, y eso a pesar de su fama). Esto no hace sino acrecentar su popularidad ya conseguida en su patria chica, Catalu�a, a la que siempre tuvo en su coraz�n. El p�blico visita la Exposici�n y deja flores y tarjetas a los pies de sus esculturas como se�al de homenaje, ya que es �l quien realmente merece el primer premio, y la prensa critica airadamente el desafortunado fallo del jurado. Posteriormente, el 2 de junio del mismo a�o, se organiza en su honor una cena-homenaje a la que asisten conocidos dibujantes, pintores, escultores, arquitectos, m�sicos y literatos catalanes; entre otros, Utrillo, Canals, Puig i Cadafalch, Corominas, Granados, Maragall, D'Ors, Vayreda (a quien ya conoci� en su infancia), Llimona, Folch i Torres, Ventosa i Calvell y un largo etc�tera. Clar� siente que su satisfacci�n se le desborda. Eugeni D'Ors le dedica unas palabras emocionadas, el modernista Llimona pronuncia otras alabando su obra...; pero es Joan Maragall quien pronuncia este brindis, una c�lebre y bell�sima oda dedicada a Clar� que m�s tarde se grabar�a, en un catal�n anterior a la normalizaci�n de Pompeu Fabra, en uno de los dos bloques de m�rmol de Carrara que se pod�an ver presidiendo el jard�n de la Casa-Museo de Clar� y que el propio escultor ten�a preparados para hacer salir de ellos sendas figuras humanas (lo traduzco literalmente, aunque se pierda un poco la rima): "Amigos: Es hora de que, bebida en mano,/ le hagamos ofrenda y le restablezcamos alabanza/ a este nuestro espabilado hermano/ que nos es vuelto de aquella dulce Francia./ Cuando �l parti� con el rayo de sol en la frente,/ todav�a dorm�an en la oscuridad extra�a/ de duro macizo, las formas que ahora son,/ su sue�o de piedra en el flanco de la monta�a./ Y �l les fue una a una destapando la oscuridad,/ limpi� de limo con manos fuertes y amorosas/ la piedra, todo a su alrededor;/ y ellas aparecieron de ensue�o/ con la sonrisa que, de all� donde nacen llevan,/ tienen, las cosas, de sentirse hermosas./ Son hermanas de aquellas inmortales/ hijas de nuestro mar en la otra banda;/ mas de aquel tiempo no oyeron las se�ales/ y perdieron entonces la dulce tanda./ Y ahora, a la voz de nuestro evocador,/ se han alzado a la luz, y se las encuentra/ con aquella misma serenidad/ del genio antiguo, pero con una ternura nueva./ �l las ha tra�do como ejemplo aqu�/ del posible sol de un noble revivir./ Con ellas parecen habernos venido a decir:/ -�Catalu�a: Par�cetelas morir!-./ Hermano: Has sido profeta de tu pueblo".

Desgraciadamente, muchos a�os m�s tarde, en 1996, un sobrino del propio poeta, cuyo nombre no quiero ni escribir y del que s�lo dir� que es el actual presidente de la Generalitat de Catalu�a, se encargar� de hacer todo lo contrario de lo que cantara su t�o en el �ltimo verso, cuando, siendo entonces alcalde de Barcelona, decidi� cerrar la Casa-Museo de Clar�. Verdaderamente, a un poeta de la talla de Joan Maragall no le era digno tener parentesco sangu�neo con un tartufo como ese.

En 1912 gana la Medalla de Oro en la Exposici�n Internacional de Amsterdam, participa en la Exposici�n de Arte en Roma y presenta El Ritmo en el Sal�n de Par�s.

En 1913 exhibe en Barcelona y en Berl�n sus extraordinarios dibujos de Isadora Duncan.

Estalla la Gran Guerra en 1914, y Clar� contin�a trabajando en su taller de Par�s. En abril de ese a�o expone Tormento. M�s tarde, y en contraste con esta �ltima obra, modela Serenidad, con la que concurrir� en 1920 a la Exposici�n Nacional de Bellas Artes. La prensa catalana comenta el hecho de que el escultor trabaje en medio del ir y venir de los obuses, lo que en el fondo evidencia la tenacidad de un artista inamovible. Al concluir la guerra, en 1918, recibe la medalla de la Legi�n de Honor.

Lo volvemos a decir, pero con otras palabras: su vida no es otra cosa que una continua dedicaci�n al trabajo con una constancia digna de los artesanos de la Edad Media, aunque con una prisa prol�fica muy propia de los tiempos modernos. De 1918 a 1928 el escultor trabajar� sin descanso, como si el trabajo fuese para �l no una simple mercanc�a por la que recibir dinero a cambio, sino una necesidad fisiol�gica como lo pueda ser el comer o el dormir; como si su labor no lo agotara, sino, antes bien, que fuese su misma vida. En este trabajo constante, la sensibilidad lo desborda y hasta su vida privada queda supeditada a la realizaci�n de aquello que fan�ticamente cree que es su deber; tanto es as� que no contrajo matrimonio, como si fuera un sacerdote que ha de dedicar cada instante de su vida a rendir culto a la Naturaleza a trav�s de la religi�n del Arte.

En la primavera de 1924 marcha, junto a Casas, a los Estados Unidos, invitado por el Gobierno, para hacer una r�plica de Serenidad, que se habr�a de alzar en el Meridian Park de Washington.

A su regreso, en 1925, es nombrado acad�mico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, de Madrid, cubriendo de esta manera la vacante que hab�a dejado Bellver. La solemnidad de su ingreso tiene lugar el 13 de diciembre, y regala a la Academia su obra Voluntad.

En 1929, una variante de Diosa, tambi�n en m�rmol, pasa a decorar la Plaza de Catalu�a, en Barcelona, protagonizando un esc�ndalo, ya que ciertos sectores imbuidos de rancio puritanismo la consideraban "inmoral". Meses m�s tarde, participa en la famosa Exposici�n Internacional de Barcelona y obtiene la Medalla de Honor por su obra en m�rmol Reposo.

En 1930 viaja a Grecia, invitado por el Gobierno de ese pa�s. All� recibe toda clase de homenajes y es tratado como un gran visitante. Los peri�dicos de las milenarias Atenas y Delfos le daban la bienvenida calific�ndolo de megalos ispanos gliptes ("gran escultor espa�ol").

En 1932 decide instalarse definitivamente en Barcelona. Como �l mismo escribe en sus cuadernos de notas, en Par�s, a pesar de su aislamiento y de su independencia, ha conocido tambi�n el premio; no ha tenido ning�n marchante ni cr�ticos corruptos a su servicio, y la lucha de un extranjero sin ayuda de nadie en la llamada capital del arte ha sido dura. Esto demuestra que el genuino Arte, con may�scula, se expresa suficientemente por s� mismo y no necesita de nada m�s, y que el tiempo acaba poniendo a los genios en el lugar que les corresponde; justo todo lo contrario que el arte llamado "de vanguardia" �los "ismos", que por aquella �poca ya hab�an comenzado su carrera, impulsada por enfermizas mentes neur�ticas y esquizoides�, que necesita de todo un complejo entramado de marchantes, cr�ticos, propaganda y mercadotecnia para que pueda ser "entendido".

Esta decisi�n de volver a Catalu�a es quiz� debida a que, llegado al punto m�ximo de su fama, siente la necesidad de acudir a la llamada tel�rica, tan caracter�stica de una raza como la mediterr�nea. Al pregunt�rsele qu� es lo que m�s le gusta de la Ciudad Condal, responde: "El ambiente, este conjunto de sol, cielo y mar... y una cosa de un valor, de un m�rito imponderable: las mujeres que se ven por la calle. Beldades muy griegas, muy mediterr�neas, que dan a la ciudad un ambiente pl�stico. Para m�, no hay otra beldad superior a esta. Ni otro ritual ni m�s elevada religi�n. Yo llenar�a hasta los templos de estatuas con las cuales se cantase un himno de gloria a esta suprema beldad".

La verdad es que la Barcelona que conoci� Clar� poco tiene que ver con la actual. Si nuestro escultor levantara la cabeza, se le volver�a a caer por la repugnancia que le producir�a ver una ciudad cosmopolita y bastarda donde muchas de las mujeres catalanas que quedan lucen lastimosos cuerpos anor�xicos, sin curvas, esclavos de la moda, de las "tendencias" y de la publicidad; por no hablar de las muchas mujeres "latinas" y magreb�es con horribles proporciones corporales que se mueven por la urbe. Mejor, pues, que el gran maestro siga descansando en paz en la morada de los Dioses, en el Olimpo; por lo menos por el momento...

En 1934 muere Llimona, y Clar� ocupa su taller, en el n�mero 410 de la Avenida Diagonal (una zona urbana donde abundan edificios de estilo modernista), antes de trasladarse al que ser� su taller definitivo, el lugar de su muerte y ulterior museo, situado en el barrio de Les Tres Torres. Cabe resaltar, como hechos interesantes, la realizaci�n del Apolo de 2'35 metros de altura que hizo por encargo del violonchelista Casals, y la inauguraci�n el 14 de julio de 1936 del Monumento a los Voluntarios Catalanes, con la asistencia de las primeras autoridades.

S�lo cuatro d�as despu�s de la inauguraci�n de esta �ltima obra, estalla la Guerra Civil en Espa�a. Clar� se retira entonces a su pueblo natal, Olot, y, como ya hiciera en Par�s durante la Primera Guerra Mundial, contin�a trabajando impasible y como ajeno a la contienda, volviendo incluso a practicar la pintura (y es que se podr�a decir que cuando se es un artista de verdad, es casi imposible pasar una estancia de m�s de un d�a en Olot sin sentir la irresistible tentaci�n de plasmar los hayedos cercanos que m�gicamente envuelven a la capital de La Garrotxa). Posiblemente, el gran "error" de Clar� que le reprochar�an y no le perdonar�an jam�s sus paisanos catalanes del bando "republicano", fue que, al contrario que otros muchos artistas e intelectuales, no se exili�, sino que, indolente e indiferente, permaneci� en su tierra. Y no s�lo eso, sino que encima cometer�a la "afrenta" de trabajar con total naturalidad para la "dictadura franquista".

En 1942, ahora en plena Segunda Guerra Mundial, participa de forma destacada en la Exposici�n de Arte Espa�ol en Berl�n y en Venecia (otro "pecado" que tampoco le perdonar�an los predicadores de la "libertad", "la igualdad", la "tolerancia", los "derechos humanos" y otros ingredientes que no pueden faltar en la exigua masa cerebral de todo aquel que se precie de "bienpensante" y de "pol�ticamente correcto": participar en una exposici�n organizada por la Alemania nacionalsocialista y por la Italia fascista.).

En 1946 da un viraje radical a su inspiraci�n habitual al modelar San Benito, en yeso lacado, para el monasterio de Montserrat.

En 1951 realiza en yeso el Monumento a los Ca�dos, cuyo inminente destino hemos comentado al principio. En esta obra plasma la m�stica de la camarader�a m�s all� de la muerte, y nos recuerda bastante Kameraden, de Arno Breker.

En 1956 recibe la Medalla de Oro de la Ciudad.

Su vida, desde unos a�os atr�s, es aparentemente mon�tona. Su car�cter se va amargando, y en sus cuadernos personales se encuentra, cada vez m�s, una notable preocupaci�n por el dinero, por la falta de encargos de los poderes p�blicos, por el aumento de los impuestos, por la incultura de las autoridades y, principalmente, por su estado de salud (su coraz�n ya hac�a un tiempo que empezaba a resentirse) y por la proximidad de la Negra Parca. Cuando lo nombran presidente del jurado en los concursos, piensa que lo hacen para evitar que participe en ellos y se lleve los premios, y se enfurece entonces contra los organizadores y otros escultores a quienes cree malintencionados. Se preocupar� incluso de encontrar el lugar de su tumba en el cementerio del sudoeste de Barcelona, y hasta llegar� a modelar el relieve que actualmente cubre su sepultura.

El �ltimo premio que recibe es el de la Fundaci�n Joan March de Arte en 1958. Muere el 4 de noviembre de ese a�o. Un pensamiento escrito por el propio Clar� un mes antes de su muerte se encuentra grabado en el otro bloque de m�rmol que presid�a el jard�n de la Casa-Museo, junto al estanque:

"Tot s'abandona!...

Aix� jo tamb� deixo el meu somni,

la meva il�lusi� amorosa

vers el bo i la bellesa.

El meu art inquiet i ser�,

haur� estat sobre tot,

un cant fervor�s, sincer i humil,

davant l'obra divina del Creador."

("�Todo se abandona!...

As� yo tambi�n dejo mi sue�o,

mi ilusi�n amorosa

hacia el [en busca del] bien y la belleza.

Mi arte inquieto y sereno,

habr� sido sobre todo,

un canto fervoroso, sincero y humilde,

ante la obra divina del Creador.")

Su hermana Carme, a quien nombr� heredera universal al morir, compart�a con �l su amor por el Arte, y gracias a ella fue posible que la Casa-Museo fuese una realidad a partir de 1969 (el a�o de su inauguraci�n oficial), que Barcelona tuviera el orgullo de poseer un peque�o templo lleno de s�xeos cuerpos humanos y de otras obras de arte para que lo pudieran mirar y admirar sus visitantes.

Su �bito significa el fin de una escuela de grandes maestros de la estatuaria catalana mediterr�nea. Nadie podr� discutir nunca el hecho de que la vocaci�n art�stica de nuestro escultor fuese la m�s clara y sincera, la m�s incondicionalmente seguida y servida de los artistas catalanes de su tiempo.

Nada mejor que un fragmento del Cant espiritual de Joan Maragall podr�a servir de colof�n a la biograf�a de un gran artista que persigui� f�rvidamente, durante toda su vida, un elevado ideal de Perfecci�n y de Belleza en el cuerpo humano, concebido �ste como la m�s alta representaci�n de la creaci�n divina:

"I quan vingui aquella hora de temen�a

en que s'acluquin aquests ulls humans

obriu-me, Senyor, uns altres de m�s grans

per contemplar la vostra fa� immensa.

Sia'm la mort una major naixen�a!"

("Y cuando venga aquella hora de temor

en que se cierren estos ojos humanos

abridme, Se�or, otros m�s grandes

para contemplar vuestra faz inmensa.

�S�ame la muerte un mayor nacimiento!").

A modo de reflexi�n.

En el Arte se reflejan las fuerzas m�s profundas del alma racial. El Arte europeo es intemporal, por cuanto coincide plenamente con la esencia misma del modo de ser del homo europaeus; es, por ello, eterno. Por esta raz�n, el Arte viene repiti�ndose �eso es un t�pico, pero tambi�n una verdad�; es ilimitado, no tiene fronteras en el tiempo �el tiempo no es una l�nea recta con principio y fin, como sostiene la mentalidad sem�tica-hebraica que nutri� a la teolog�a judeo-cristiana, sino una esfera en la que pasado, presente y futuro se encuentran en un mismo punto�, y, al no tenerlas, artistas escultores como Clar� buscaron en la estatuaria griega cl�sica un modelo para su creaci�n, la cual estar�a orientada eminentemente hacia la Belleza.

Justamente en esto radica la verdadera revoluci�n, pues no debemos olvidar que el t�rmino "revoluci�n" deriva etimol�gicamente del lat�n re-volvere, es decir, "volver otra vez", "tornar a los or�genes". Y en Arte no hay m�s revoluci�n que aquella que se encamina hacia la conquista de la Belleza, al retorno a lo Natural.

Clar� nos ha demostrado, de manera tajante, que la Belleza es adem�s inmutable, que est� por encima de las circunstancias condicionantes. �Qu� queda actualmente de aquella Grecia ario-pel�sgica y cl�sica, forjadora de una gran cultura? Nada; absolutamente nada, salvo unas ruinas que sirven de escenario para que se hagan fotos los turistas que las visitan con la misma frivolidad con la que van a la playa, y poca cosa m�s. Sin embargo, m�s de dos mil a�os despu�s, el ideal de Belleza que persiguieron los antiguos helenos es capaz de inspirar a muchos artistas contempor�neos, porque, como hemos dicho ya anteriormente, el Arte europeo es intemporal, eterno, puesto que es la expresi�n de una determinada contextura vital, de una identidad que permanece siempre invariable.

Es por todo ello por lo que Taine (1828-1893), uno de los autores muy le�dos por Clar�, sosten�a que la historia de un Pueblo no es algo voluble y casual, sino que viene claramente determinada por unas constantes fijas, que son: la psique racial, el suelo y la geograf�a.

Adolfo Cuadrado

Notas.

1.El noucentisme (novecentismo, en catal�n) fue un movimiento cultural, literario y art�stico exclusivamente catal�n, originado al fin del primer decenio del siglo XX (hacia 1911), como reacci�n contra el modernismo imperante de la �poca. Su inteligencia ordenadora fue Eugeni D'Ors, X�nius (1882-1954), quien en una serie de art�culos aparecidos en 1906 en La Veu de Catalunya, trat� de imponer un ideal de sobriedad y clasicismo.

Bibliograf�a.

"Jos� Clar�." J. A. Gaya Nu�o. Barcelona, 1948.

"Un siglo de escultura catalana." J. M. Infiesta. Edicions de Nou Art Thor.

"Clar�." J. M. Infiesta. Edicions de Nou Art Thor. Colecci�n "Gent Nostra", n�mero 5.

"El Noucentisme." Ediciones del Museu d'Art Modern de Catalunya, Barcelona.

 

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