Te vine a buscar,
José Guillermo, por la tarde
ahí, cuando el
tiempo va muriendo
y el ritmo de la sangre
aminora su trajín,
-por eso las penas se
hacen largas
cuando el cenit recoge
sus enaguas.
Entré por la espalda
del solar José Guillermo,
patio y traspatio recorridos,
romero seco,
desplumado duraznero
y luengas hojas,
fungiendo de tapiz solemne
al monumento a la vejez
y el abandono.
Tus risas con ropaje
de alegría triste,
tintinearon con verguenza
por los rincones del solar;
tus recuerdos desgranaban
y caminaban
como hormigas, trasportando
su fúnebre festín.
No hay nada fresco, José
Guillermo
Créeme: removí
todos los trastos
salvo cartas comerciales
y, dos o tres fotografías
de inmemorians por primer
aniversario.
Maulló el gato
presintiendo tu ausencia
y cantó el grillo
por la humedad salobre
que de la mar filtraba.
Tu biblioteca perdió
la ingenua claridad
de luna llena y, un polvillo
seco de aluminio,
cubría piadosa
estantería.
José Guillermo:
no encontré en la repisa de abalorios
ni la pluma esmerilada
del ganso que criabas,
ni el lacre ocre que
lacraba tus misivas;
sin pergaminos en blanco
de formato breve,
tintero pleno en tinta
con grumos de vinagre.
Los alacranes se "espiantaban"
en los ángulos obscuros
en extraño pacto
con las ratas.
Tanto tonto todo y, tanto
nada tonto.
La ESTACION que construye
tu medio siglo,
lo hace con vagones del
descarril más generoso
y siempre salen por las
tardes, porque el nocturno
es celestina del hombre
miserable.
Por eso no te encontré
esta tarde José Guillermo
y, me diste pena al recorrer
el caserón de tu existencia.
¿Qué fue
del azor, tu galgo pedigrée, espada sarracena y
(cetrerias?
Tus lanzas rotas y rieles
oxidados, firman en el piso
(tu derrota
y en el astillero, se
cuelgan en macábrico aspaviento,
fémures malditos
de mil sueños concebidos en el alba.
¿Tanto pueden cambiar
las tardes a un Hidalgo Caballero?
Te vine a buscar, José
Guillermo, por la tarde
y hoy me siento más
senecto que el solar que he visitado.
José Guillermo
Vargas Rodríguez