Unión Europea y Acuerdo de Libre Comercio de las Américas

 

¿No corre Europa el riesgo de deshacerse si se amplía hasta las fronteras de su continente? ¿Cómo abrirla a la globalización sin diluir su de por sí dispersa identidad?. Hasta hace poco tiempo, los esfuerzos de Europa se concentraban esencialmente en establecer la Unión Económica y Monetaria, en el futuro tendrán que ensanchar las perspectivas, si no quedará reducida a un mercado. La coordinación de las políticas económicas deberá incrementarse considerablemente y esta coherencia económica debe estar al servicio de la solidaridad social. Además, las estructuras políticas y sociales tienen que ser reformadas, principalmente el Parlamento europeo.

La ampliación europea debe ser vista como una bendición para el viejo continente. Desde el punto de vista político, permitirá consolidar de forma definitiva la paz y la democracia en todo el continente. Desde el punto de vista económico, los efectos de la ampliación serán positivos, la recuperación de los nuevos países miembros, (gracias a los fondos regionales de la unión) constituirá un factor de crecimiento adicional. A todos los niveles, este nuevo conjunto, tendrá más influencia en el mundo. Las premisas son concentrarse aún más sobre las cuestiones que le preocupan a la población de la manera más directa, como el crecimiento y el empleo, la seguridad alimenticia, la protección del medio ambiente, el desarrollo del modelo social europeo, la lucha contra los estupefacientes, la política de inmigración.

Los progresos realizados en Europa durante los últimos años han sido muy importantes: la creación del euro, el establecimiento de una política de defensa común, la instauración progresiva de un espacio de libertad, de seguridad y de justicia.

 

En América han existido procesos similares en finalidad pero diferentes en la práctica y en el término. El ALCA busca simplemente liberar el comercio y no la integración económica y mucho menos social de los países asociados. Se trata de un proceso de negociaciones comerciales, que involucra a 34 naciones del continente americano y que busca instaurar una zona de libre comercio e inversión a partir de 2005. La meta de la integración es aumentar el nivel de vida, para ello es necesario contar con un desarrollo semejante en todos los países.

Así pues, la liberalización comercial es un tópico en la economía desde hace muchos años. Durante la década de los 80 -cuando América Latina cambiaba de modelos de desarrollo-, resurgió con fuerza. Europa persistía en su plan de integración. En 1992 se consolidaba su mercado común, en el que existía libertad de movimiento de factores productivos e instrumentos para garantizarlo. La producción europea se protegió del comercio proveniente de terceros países. Aumentó la inversión productiva en esa región y países como Brasil y Argentina comenzaron gestiones para asegurarse un mercado propio: el Mercosur. Así nacieron otros acuerdos de integración económica: el Mercado Común Centroamericano era relanzado, el TLC, ALADI... sin embargo la iniciativa más ambiciosa fue la del presidente norteamericano George Bush para la creación de un Acuerdo de Libre Comercio de las Américas.

La propuesta tiene muchos frentes de interés, especialmente para países como nosotros que tienen una gran concentración de comercio con la potencia del norte. Sin embargo, las diferencias entre el ALCA y el plan de Unión Europea son notables.

Los miembros de la Unión Europea constataron que las zonas más pobres se quedaban al margen de los beneficios de la integración, mientras las regiones más ricas crecían y concentraban las ganancias. Por esta razón han hecho de la convergencia económica uno de los objetivos de la integración. Se crearon instituciones, planes y fondos que procuran las condiciones para que dicha convergencia tuviera lugar, para reestructurar los sectores que lo necesitan, al tiempo que intentan paliar los efectos negativos de la integración. Las economías más atrasadas se han visto especialmente beneficiadas con estos planes y crecen a un ritmo superior que el resto de los miembros.

Es preciso ir organizando un sistema de estabilización, un sistema económico y democrático en América Latina que pueda otorgar niveles significativos de bienestar. La doctrina de la CEPAL informaba que esto es posible a través de las alianzas; ya han comenzado a nivel regional, la Unión Europea lo demostró rompiendo esquemas y quemando paradigmas que parecían imposibles. En el América Latina parecería ser más fácil, la historia ha durado menos, no sufrimos guerras y existen profundos lazos culturales, idiomáticos y económicos. En contraparte, habitamos en el subdesarrollo y apenas se están consolidando las relaciones comerciales.

La intensificación y profundización de las relaciones entre la Unión Europea y América Latina han puesto en marcha el proceso de liberalización comercial que llevará a una asociación y al establecimiento de una zona de libre comercio. Las relaciones entre las dos regiones apenas inicia y sin embargo han evolucionado. Hasta comienzos de la década de los noventa, dicha relación consistió principalmente en prestaciones por parte de la Unión Europea, de asistencia financiera y tecnológica para el desarrollo, en la concreción de acuerdos de cooperación comercial no preferenciales (Argentina, Brasil, Uruguay), de convenios económicos y de cooperación (México, Comunidad Andina) y en las preferencias otorgadas a través del Sistema Generalizado de Preferencias (SGP).
A partir de la década de los noventa, la relación entre los países de la región y la Unión Europea ha ido profundizándose.

Muchos opinan que el proyecto ALCA ofrecerá ganancias comerciales inequitativas a favor de los países más grandes, particularmente Estados Unidos, en razón de grandes asimetrías: no sólo se trata de el país más rico del mundo y más grande de América, sino que su nivel de industrialización, productividad y competitividad hacen prever que las fuerzas del mercado serán atrayentes hacia el norte. Lamentablemente, no se vislumbran planes de cohesión, fondos para el desarrollo, financiamiento de infraestructuras o reconversión productiva. Y es que los Estados Unidos no están interesados en desarrollar al continente, los planes radican en quitar aranceles. La esperanza el libre movimiento de factores de la producción, tampoco está bien cimentada, ya que no se propone la libertad de movimiento de los trabajadores. Parece lejano el día en que desde Canadá hasta Argentina se cuente con una sola moneda y así poner fin a la incertidumbre, reducir transacciones y evitar los efectos tequila, samba o tango.

La integración americana pretende dar énfasis en la competitividad empresarial y la facilidad para comerciar, pero ha pospuesto el nivel y la calidad de vida de los ciudadanos de las naciones involucradas. Si bien es pronto para emitir un juicio definitivo sobre los resultados políticos, económicos y sociales del reciente proceso de formación de nuevos bloques, lo cierto es que el incremento del desempleo amenaza a las sociedades de los países involucrados.

Los temores al ALCA adquieren un tono confuso cuando se observan economías totalmente asimétricas. Es cierto que la integración favoreció a las naciones más atrasadas de Europa, como España, Gracia, Irlanda o Portugal, pero no se logró exclusivamente con el libre comercio, como se pretende hacer en el continente.

De este modo, las relaciones comerciales entre la Unión Europea y los países emergentes de ALCA se enmarcan en un contexto de desequilibrio cuantitativo y cualitativo. Al déficit comercial experimentado desde 1994 por los países de la asociación, se agrega un patrón de comercio predominantemente intersectorial, que refleja la existencia de ventajas comparativas de la región basadas en la dotación de recursos naturales.

La única interrogante que gravita en el horizonte es que este renovado interés europeo por América Latina, que descansa principalmente en factores económicos, no se manifiesta de igual forma respecto de todos los países latinoamericanos, existiendo significativas diferencias entre los países con mayor atractivo comercial y de inversión, caso especialmente de Mercosur, México y Chile, y aquellos otros con menor atractivo económico, que corren el peligro de irse quedando descolgados en la atención e interés de la Unión Europea, configurándose, una América Latina de dos velocidades en las relaciones con la Unión Europea. Evitar que esto llegue a ser una realidad constituye sin lugar a dudas uno de los retos claves que de cara a los próximos años tiene la Unión Europea respecto de América Latina.

Queda claro entonces que México no puede sustraerse al proceso de globalización económica, ni permanecer indiferente ante los nuevos polos de desarrollo económico e integración comercial. Sin embargo, existe una tradición política derivada de la experiencia histórica que le dicta la necesidad de diversificar sus relaciones económicas, comerciales y políticas; no únicamente con la intención de propiciar el desarrollo económico nacional, sino también de buscar mayor equilibrio en sus relaciones internacionales, fundamentalmente con Estados Unidos. En definitiva, el reto de México es diversificar sus relaciones comerciales y económicas como una forma de garantizar el desarrollo y la independencia nacional, pero, al mismo tiempo, hacer compatible dicha incorporación con sus urgentes necesidades sociales. Una buena alternativa es la creación del área de libre comercio con América Latina.

La importancia del esfuerzo de integración europea no ha pasado inadvertida para México: ha participado tanto en los esfuerzos de integración latinoamericana como en la de América del Norte. Además, ha sido puente entre los países de la Cuenca del Pacífico y del Atlántico. Sin embargo, recientemente, asumió, como compromiso y base para sus relaciones futuras, un acuerdo comercial con el norte del continente americano; con ello, ha surgido una nueva manera de plantear las relaciones con otros países y, sobre todo, con otros bloques.

Es interesante es saber hasta qué punto cada estado podrá incorporarse a este proceso sin desproteger a un importante porcentaje de sus ciudadanos. Actualmente existe la incertidumbre sobre la corrección el rumbo que toma la globalización. Así se detendrán las guerras entre bloques y naciones, pero se puede abrir el espacio idóneo para la proliferación de múltiples e interminables guerras civiles.

Es claro que el plan de la Unión Europea tiene contenidos políticos mucho más profundos que el ALCA y que responde a visiones distintas de la economía y la sociedad. Esto no significa que países como el nuestro deban dar la espalda a dichas propuestas -unir el mercado latinoamericano es una gran oportunidad- pero debemos tener claras sus limitaciones y luchar por arrancar en los acuerdos las conveniencias que las desigualdades imponen.

 


Hosted by www.Geocities.ws

1