México: Fondo Monetario Internacional y Banco Mundial

 

México ha desempeñado un papel importante,según se dice, en la evolución de los organismos financieros más importantes del mundo, desde su nacimiento (hace ya 55 años). Lo ha hecho en momentos de debilidad económica, en que el interés nacional se ha defendido con ideas, y en la prosperidad, cuando la estrategia de desarrollo mexicano impulsó instituciones y mecanismos de utilidad para otros países.

En el decenio de los noventa, como lo fuera en los sesenta, la política del gobierno mexican es nuevamente considerada por los países industriales y los organismos como un modelo de estrategia económica, en su dimensión de ajuste y en sus aspectos de cambio estructural. Con el FMI se cierra el círculo en 1993. Por primera vez en casi dos décadas México no tiene convenio vigente con el organismo, ni tampoco hace uso de sus recursos.

Nuestro país contribuyó notablemente a la política y la práctica de los organismos en su medio siglo de existencia: definió el alcance del Banco Mundial de no sólo orientar su gestión a la reconstrucción sino al problema del desarrollo; planteó el primer Acuerdo de Crédito Contingente (stand by); logró el primer crédito para apoyar la cuenta de capital (1954); obtuvo el primer (en la práctica) Acuerdo de Crédito Ampliado (Extended Fund Facility) para sustentar programas de ajuste "gradual", preservando el crecimiento; aportó las ideas de crear el Comité de Desarrollo y el programa de apoyos financieros "ligados" de bancos comerciales, Banco Mundial y FMI, para lograr una masa crítica de financiamiento para los problemas de deuda; impulsó los paquetes de créditos sectoriales de reconversión basados en estudios y diálogo técnico con el Banco Mundial, y logró la instauración de mecanismos de cooperación internacional.

Otras aportaciones provinieron del uso del ingenio y la habilidad negociadora para defender de la mejor manera los intereses de México en circunstancias difíciles. Ojalá en el futuro no se tenga que desperdiciar tanta creatividad e imaginación en esos menesteres.

El organismo ya no desempeña un papel importante en lo referente a las políticas cambiarias y al dinámico proceso de ajuste de los grandes países industriales ni tampoco en relación con la liquidez internacional, pues no se han asignado derechos especiales de giro desde 1981 y esa liquidez se deriva del sostenido déficit de Estados Unidos. El monto de los recursos con que cuenta el organismo, sus cuotas, no crece con el comercio mundial. Así, el Fondo estaría condenado a ser una institución especializada que apoya a los países en desarrollo.

La relación de México con el Banco Mundial ha sido en el terreno de las tesis del desarrollo económico. Ha evolucionado con ellas. Los montos de financiamiento recibidos, no despreciables, han servido más bien para incursionar en campos nuevos y para ser catalizador del financiamiento complementario. La relación del Banco Mundial con México se inicia con el financiamiento de proyectos de infraestructura y posteriormente con programas sectoriales; más adelante la ayuda se orienta a estrategias de cambio estructural, y finalmente a resolver problemas de deuda. Sin duda el Banco Mundial presionará a México, después de recibir volúmenes masivos de créditos, a una graduación paulatina como deudor. En la década de los ochenta el Banco se convirtió en parte en un Banco de Reconstrucción de las economías de países en desarrollo; en los noventa regresó a sus fallidos orígenes de ser un Banco de Reconstrucción de las economías de Europa del

A futuro, un aspecto valioso de la relación de México con el Banco Mundial será mantener un diálogo activo sobre estudios y temas del desarrollo, que en general ha tenido un efecto positivo. El organismo debe mantener su presencia y otorgar recursos de largo plazo para la reconversión que la economía mexicana requiere para hacer frente a los retos de la competencia en el ámbito de América del Norte.

 

En 1944 la economía mexicana se encontraba en pleno crecimiento debido al auge de las exportaciones propiciado por la segunda guerra mundial. Se celebraba entonces (del 1 al 22 de julio) en Bretton Woods la Conferencia Monetaria y Financiera de las Naciones Unidas, donde surgieron aspectos vitales de la reorganización económica mundial. La delegación mexicana, con una destacada actuación, se integraba por personajes que posteriormente serían actores económicos de importancia como Eduardo Suárez, Daniel Cosío Villegas y Víctor Urquidi.

Se crearon tres comisiones; la primera tenía a su cargo negociar el nuevo Fondo Monetario Internacional y estaba presidida por Harry White; la segunda, que era responsable de conformar el Banco Mundial, se encomendó a J.M. Keynes, y la tercera, denominada "de otros medios de cooperación financiera internacional", correspondió a Eduardo Suárez. Esta comisión examinó, el papel de la plata como instrumento de reserva de los bancos centrales. "Sabíamos -decía Suárez- que la corriente de opinión en el mundo estaba en contra de toda especie de bimetalismo y que nuestra propuesta estaba destinada al fracaso, pero jugando la plata el papel importante que tenía entonces en la economía mexicana, quisimos que hiciera acto de presencia en la Conferencia Monetaria". Se logró que se aprobara que los bancos centrales constituyesen sus reservas internacionales con la proporción de plata que desearan. Así fue que durante muchos años la plata, al igual que el oro, se computaba entre las divisas de México.

La propuesta más importante y visionaria de México se presentó en la segunda comisión. El documento que presentó Keynes tenía como propósito crear un Banco Mundial de Reconstrucción que se abocara a la tarea de otorgar crédito a los países europeos devastados por la guerra. El 12 de julio, en la propuesta presentada por nuestro país, planteaba, a grandes rasgos, la solidaridad hacía las economías devastadas, la posesión de divisas y su uso para el desarrollo latinoamericano a través de importaciones estratégicas de Europa. Keynes aceptaba con admiración que de todas las propuestas,la mexicana era la más centrada.

De 44 países asistentes la mitad era en desarrollo. Entre éstos, 20 eran de América Latina . Por ello se logró negociar una importante presencia de en el Directorio de los organismos, se contó con dos representantes, de 12. En el caso del Fondo, el primer Director por México fue Rodrigo Gómez.

En sus primeros años, buena parte del esfuerzo del Fondo se orientó al mantenimiento de la paridad convenida, a la eliminación de las restricciones cambiarias; había gran dificultad para cumplir estoscompromisos por los reajustes producidos en la economía mundial de la posguerra. La mayor parte de los miembros, incluso las grandes economías europeas, no pudieron asumirlos. En noviembre de 1946, México y Estados Unidos fueron los primeros países en admitir su cumplimiento.

La economía nacional fue arrastrada por las desgracias económicas mundiales. Los problemas de balanza de pagos hicieron necesario efectuar giros en 1947. Al siguiente año se solicitó un nuevo apoyo que fue negado, por ir en contra de un estatuto. La única salida fue imponer libre flotación; el Fondo exigía el retorno a la paridad.

En 1949 México anunció su intención de establecer una nueva paridad y solicitó la posibilidad de utilizar recursos del Fondo para fortalecer sus reservas. El Directorio negaba esa posibilidad, al menos por un año. Meses después, se estableció la nueva paridad de 8.50 pesos por dólar sin hacer uso de ningún giro, situación que se daría hasta 1954. Este tipo de acciones y actitudes derivaron en doctrinas de condicionalidad para el uso de los recursos. El documento realizado planteó cuatro condiciones para que un miembro pueda girar: confirmar que la paridad es apropiada, que el desequilibrio de balanza de pagos sea temporal, que los recursos girados no tengan propósitos de reconstrucción o desarrollo y que el país miembro esté realizando los pasos necesarios para cumplir sus obligaciones conforme a los artículos del Acuerdo del FMI, especialmente convertibilidad de la moneda, eliminación de restricciones sobre pagos corrientes. Con ello se imponía la tesis de que el FMI fuese el guardián del uso de recursos; esta etapa crucial en el establecimiento del principio de condicionalidad sería la base para que los países acreedores (Estados Unidos, entonces) permitieran girar sobre sus monedas.

En 1954 México primero devalúa y después consulta con FMI. Tenía déficit en la balanza de pagos y había perdido muchas. Se trataba de una depreciación preventiva. El Fondo cuestionó el supuesto de desequilibrio de la balanza de pagos, ya que la cuenta comercial mejoraba por el repunte de los precios del café y del algodón. Consideraba que en realidad se trataba de un problema de salidas de capital, lo cual no era motivo para autorizar el giro de recursos del Fondo. También se puso en tela de juicio el monto de la depreciación -de 8.50 a 12.50 pesos-; el representante de Estados Unidos advirtió sobre el peligro de devaluaciones competitivas y se reservó el derecho de adoptar medidas compensatorias.

La devaluación mexicana fue ejemplar y pasarían casi 22 años para que México moviera nuevamente su tipo de cambio.

El decenio de los sesenta las principales economías europeas y la japonesa estaban ya plenamente rehabilitadas. En 1969 se aprobó la primera enmienda al Convenio Constitutivo del organismo para crear la nueva moneda internacional, los derechos especiales de giro o DEG.

México no fue la excepción; la década de los sesenta fue la del desarrollo estabilizador, en la que se lograron tasas de crecimiento muy altas.

En 1963 México efectuó su primera emisión de bonos en los mercados internacionales. A partir de ese momento mantendría abierta la llave del crédito externo.

Nuestro país adquiría reconocimiento mundial y se convirtió en el modelo de políticas a seguir para los países en desarrollo. El caso a esgrimir por los monetaristas, frente a los estructuralistas, sobre la mejor manera de corregir los desequilibrios de las naciones del Cono Sur. Al peso mexicano se le considera moneda "dura" y se coloca entre las monedas que se cotizan para efectuar conversiones en los usos de los DEG.

Después de que la economía mexicana giró contra el Fondo en 1947, 1954, 1959 y 1961, de 1965 a 1969 fueron otros países los que giraron en pesos hasta por el equivalente de cerca de 100 millones de dólares, monto en que México era acreedor del FMI. Inclusive existe algún caso en que Estados Unidos efectuó un giro en moneda mexicana. Eran tiempos mejores.

En 1971 Estados Unidos decidió suspender la convertibilidad del dólar, provocando la muerte del talón oro-dólar que había prevalecido en la posguerra. El Sistema Monetario Internacional se tambaleaba.

En 1973-1974 la cuadruplicación de los precios del provocaron una repentina crisis de balanza de pagos de magnitud global sin precedente.

En 1972 se intentó emprender un proceso para reformar el sistema financiero internacional, se quiso poner en marcha un ilusorio sistema de "paridades fijas pero ajustables" para tratar de ordenar la anarquía prevaleciente en los tipos de cambio y acordar reglas para la liquidez en el sistema financiero internacional, tratando inútilmente de revivir los DEG. Lo que dio vida al Fondo fue su función fortalecida para proveer financiamiento y hacer frente a situaciones de balanzas de pagos, es decir, para actuar como banco de corto y mediano plazos, utilizando los recursos de países superavitarios para apoyar a los deficitarios.

Así como México había logrado 30 años antes que el Banco Mundial fuera de Reconstrucción y Desarrollo, el gobierno mexicano propuso la creación de un Comité de Desarrollo o de Transferencia de Recursos hacia naciones en desarrollo, que funcionaría como cuerpo de alto nivel de ministros de Finanzas y Economía para discutir los temas relacionados con la deuda, materias primas y comercio. Esta iniciativa prosperó en 1973. Ese Comité sigue operando satisfactoriamente en paralelo con el Comité Interino. A iniciativa de México, asimismo, se crearon importantes grupos de trabajo para examinar temas como el del acceso de los países en desarrollo a los mercados de capitales de largo plazo, el cual presidió la representación mexicana.

En las reuniones técnicas también destacó México al apoyar el valor de las reservas metálicas mexicanas, en este caso el oro.

El gobierno de Echeverría pretendía suplir el modelo de desarrollo estabilizador. El cambio de enfoque coincidió con la elección de Mac Namara como presidente del Banco Mundial en 1968. Este le dio una nueva orientación al organismo y enarboló el ataque a la pobreza com primicía . En una visita a México, incorporó temas de política poblacional, distribución del ingreso y pobreza rural. En una reunión entre Mac Namara y Echeverría en 1971, se acordó que el Banco Mundial apoyara programas de desarrollo rural integral. El tema del desarrollo urbano comenzó a recibir atención central. La despedida al modelo de desarrollo estabilizador significó el inicio deuna cadena de crisis financieras. Se manejó en este país una estrategia realizada para una economía cerrada: las importaciones se desbordaron, el tipo de cambio se sobrevaluó y se registraron fugas de capital. En septiembre de 1976 irrumpió la primera crisis financiera; México abandonó el sistema de paridades que había mantenido desde 1949 y nuevamente puso a flotar su moneda. No era aceptable el tradicional ajuste de la demanda prescrito por los stand by de 12 meses, que con frecuencia el FMI impuso a los pequeños países en desarrollo que tocaron sus puertas. Se aceptó el principio del gradualismo en el ajuste económico y el mantenimiento del crecimiento. Se planteaba un programa económico de mediano plazo (1977-1979) en que ya se hablaba de un ajuste estructural, de oferta, incluyendo medidas de apertura de la economía y no sólo fiscales y monetarias. El apoyo sería de alrededor de 840 millones de DEG (casi 1 000 millones de dólares).

La reunión convocada el 20 de agosto de 1982 en Nueva York para anunciar la necesidad de diferir por 90 días los pagos de capital de la deuda pública mexicana hizo explotar la crisis de la deuda externa. La actividad fundamental del FMI y del BIRF en la década de los ochenta se centró en encarar el problema de la deuda de los países en desarrollo y salvaguardar en medida importante el sistema bancario de Occidente.

Durante 1981 y principios de 1982 se produjo en nuestro país un desequilibrio fiscal de gran magnitud y un uso desmedido de la deuda para financiarlo. La incertidumbre y las salidas de capital finalmente condujeron en febrero de 1982 a una devaluación del tipo de cambio.

En la Asamblea Anual del FMI celebrada en Toronto en septiembre de 1982, el tema principal fue la deuda mexicana. Mientras ahí se celebraban negociaciones con el Fondo, en México el director del Banco de México, adoptaba medidas en sentido estrictamente contrario al conducente a unas negociaciones satisfactorias: se determinaba la baja de las tasas de interés, se imponían controles cambiarios y había ausencia de medidas fiscales.

En la circunstancia crítica que vivía el país de virtual falta de divisas para importar incluso bienes esenciales, el secretario Silva Herzog logró una carta de intención para un Convenio de Crédito Ampliado por 4 500 millones de dólares para el período enero de 1983 a diciembre de 1985. En estas negociaciones se estableció por primera vez el financiamiento del FMI condicionado al compromiso del préstamo de bancos comerciales por 5000 millones de dólares. A lo largo de la década, las negociaciones de México (que marcaron el camino para otros países en desarrollo) tuvieron un carácter claramente evolutivo. En cada paso se fue avanzando con gran dificultad sobre la etapa anterior, . La negociación de la deuda tuvo, pues : el detonador, agosto- diciembre de 1982; la primera etapa, 1982-1983; la segunda, 1984-1985; la tercera, 1986-1987, y la final, 1988-1990.

La primera negociación todavía se dio sobre la base de que se confrontaba una crisis de liquidez temporal que podría resolverse con una restructuración limitada de parte del principal.

En la segunda, se restructuró toda la deuda pública;

La tercera fue influida por recaída de la economía, agravada por el terremoto de septiembre de ese año. México se vio precisado a solicitar nuevamente una postergación de pagos de capital. El gobierno solicitó un giro de emergencia en el FMI con base en programas de apoyo a países que tienen efectos negativos en su balanza de pagos a causa de catástrofes naturales. El apoyo de enero de 1986 fue por 290 millones de DEG.

El gobierno de De la Madrid planteó que se requería un enfoque más radical al problema de la deuda y que era indispensable retomar el crecimiento. Estas ideas fueron recogidas por el gobierno estadounidense, que dio a conocer el Plan Baker en la reunión anual del FMI y el Banco Mundial de octubre de 1985. En él se acepta la necesidad de solucionar de manera integral la crisis de la deuda, que es preciso que los países crezcan para poder pagar y se destaca la importancia de aumentar los créditos de organismos como el Banco Mundial y el BID. La brutal transferencia de recursos reales al exterior (en México 6% del PIB) condena a los países al estancamiento.

En febrero de 1986 el precio del crudo mexicano cayó 50% . En las negociaciones celebradas en esa primera mitad del año por parte de funcionarios mexicanos, que a nivel técnico visitan Washington para dialogar con el FMI y con el Banco Mundial, se enfrenta claramente el nuevo problema. La deuda propició la unión o reencuentro de los organismos de Bretton Woods, anteriormente distanciados: uno era un banco de proyectos que examinaba sectores y el otro un "policía" de políticas de demanda agregada y cambiarias, que ajustaba cuentas cuando se pedía dinero para saldar déficit externos severos.

El avance de las negociaciones se tornó muy difícil: los bancos comerciales daban créditos si había un programa con el FMI centrado en los aspectos fiscales y monetarios; éste apoyaba si había acuerdo con el Banco Mundial sobre cuestiones de cambio estructural, es decir, políticas para los programas de inversión pública, reducción del proteccionismo en la economía y fomento de las exportaciones. Ante ello, los miembros del grupo de trabajo técnico mexicano recomendaron, incluso, la moratoria. En marzo fue necesario diferir nuevamente el pago del principal de la deuda.

En un discurso pronunciado en Hermosillo, el presidente De la Madrid insinuó la posibilidad de tomar medidas más drásticas ante la incomprensión de los acreedores: "los muertos no pagan sus deudas".

En junio de 1986 México presentó una nueva carta de intención para un programa de tipo stand by 1986-1987, derivada del Programa de Aliento y Crecimiento presentado el Secretario de Hacienda.

Un grupo técnico visitó el FMI, el Banco Mundial y el Tesoro estadounidense. Consideraron insuficiente el programa de ajuste; pero decidieron sobre el terreno utilizar "la bala de plata". Ello significaba que las autoridades mexicanas estaban dispuestas a detener todos los pagos del servicio y a remplazarlos por depósitos en pesos en los bancos mexicanos. Fue un elemento fuerte de negociación y se reinició el avance en los diversos frentes con todos los organismos.

Así, en septiembre de 1986 se llegó a un nuevo acuerdo con el Fondo sobre un crédito contingente (stand by) con vigencia de noviembre de 1986 a abril de 1988, que significaría desembolsos por 1 700 millones de dólares, en tanto que el Banco Mundial se comprometió a desembolsar 2 300 millones de dólares. Todo ello estaba condicionado a que la banca comercial otorgara más de 6 000 millones. En esta negociación se presentaron algunos elementos innovadores

Se insistía en que no era posible recuperar el crecimiento y, por ende, lograr una solución definitiva del problema de la deuda sin reducir la transferencia neta de recursos; la economía mexicana era exportadora neta de capital para pagar deuda. A principios de 1988 se efectuó un primer canje sobre bases voluntarias de una deuda de 3 600 millones de dólares con descuento promedio de 30%, garantizada por bonos cupón cero del gobierno estadounidense. Los propios mecanismos de swaps de deuda que se operaron con el sector privado también sirvieron para aplicar descuentos de deuda. Las negociaciones de la deuda deberían incluir, entonces, operaciones de reducción del saldo y del servicio de la misma.

Así, en la negociación que culminó a mediados de 1990 se estableció un menú de opciones para los bancos:

intercambio de deuda por bonos nuevos con descuento de 35%; intercambio de deuda por bonos nuevos con el mismo valor, pero con tasa de interés fija de 6.25%, o concesión de créditos nuevos.

La negociación contenía dos avances: la captura del descuento del mercado y la reducción de la transferencia neta de recursos. Se estableció un nuevo Acuerdo de Crédito Ampliado con el FMI por alrededor de 3 700 millones de DEG que regiría de mayo de 1989 a mayo de 1992 y que se ampliaría por un año. Este fue el último al que se llegaría con ese organismo. El Banco Mundial se comprometió a otorgar un monto de créditos. Todo se refería a la necesidad de reducir la transferencia neta de recursos. Estos acuerdos finalmente significaron una reducción de la transferencia neta a niveles no superiores a 2%.

Vale la pena subrayar que México influyó de manera determinante en la teoría y práctica de estos convenios con el FMI. Se lograron cambios significativos en la forma de definir los déficit fiscales, adoptando medidas que eliminaban el componente inflacionario del pago de intereses; se establecieron fórmulas para aislar el efecto de choques externos derivados de bajas (o alzas) extraordinarias en el precio del petróleo, se le dio una ponderación a la recuperación del crecimiento y se disminuyó el papel que tenía el uso del tipo de cambio como remedio "omnipresente" de ajuste, convenciendo, en ocasiones, al FMI y a las autoridades estadounidenses de que la devaluación no era el mecanismo de solución.

Así como en los años sesenta y setenta la principal prescripción de los programas del FMI era el ajuste de demanda fiscal y monetaria, en los ochenta lo fue el ajuste estructural. Según el nuevo modelo, el buen comportamiento económico incluiría aspectos como los siguientes: "reducirás el tamaño del sector público; eliminarás el proteccionismo y realizarás la apertura comercial de la economía; recibirás y promoverás la inversión extranjera; no subsidiarás, y aumentarás las tasas reales de interés". La supervisión de estas políticas estaría a cargo del Banco Mundial.

A partir de 1985 el gobierno de México por propia determinación intensificó su estrategia de cambio estructural. Aquí desempeñó un papel muy importante la nueva relación con el Banco Mundial. El organismo dejó de abocarse a evaluar y prestar para proyectos o aun para sectores. En sus programas de crédito comenzó a manejar un nuevo tipo de condicionalidad: el cumplimiento de ciertos requisitos para realizar cambios de fondo en la economía y reconvertir sectores completos. El gobierno se anticipó y rebasó en mucho las expectativas de los organismos. En 1986 se negociaba con el Banco Mundial un tibio programa de fomento de las exportaciones con algún elemento moderado de apertura comercial. A partir de 1985 se inició un programa muy intenso de desmantelamiento de controles y reducción de aranceles. Después se emprendió un programa igualmente intenso de privatización de empresas públicas. Así, en apoyo de la política comercial del gobierno de México, el Banco Mundial otorgó dos importantes créditos: se negoció una serie de financiamientos y otros con reconversión de empresas públicas y su privatización en los sectores de fertilizantes y acero. Se elaboraron estudios sobre el sector agropecuario y en el sector financiero. Fortalecimiento y capitalización a los bancos de desarrollo. Se revisaron los programas de inversión pública . Así, se cancelaron muchos proyectos, incluso algunos negociados con el BIRF, que no se habían desembolsado y representaban el pago de jugosas comisiones.

Reformas al FMI

En los últimos años, el FMI ha estado sujeto a críticas crecientes y al escrutinio de muchos actores distintos, entre ellos el abanico de organizaciones de la sociedad civil preocupadas por los efectos negativos de las políticas de ajuste estructural impulsadas por el FMI .

La reacción del FMI ante el clamor por reformas ha sido defensiva, insistiendo en que tiene un papel que cumplir en los países más pobres. Después de mucho tiempo el FMI sufrió fatiga de su misión, inmiscuyéndose entonces cada vez en más temas. La economía mundial se ha transformado muchísimo desde los días en que fue creado el Fondo, y que la arquitectura financiera mundial requiere una profunda revisión. El FMI fue creado para monitorear el desenvolvimiento de la economía mundial y para corregir desequilibrios en la balanza externa de pagos cuando fuese necesario, mediante préstamos de corto plazo y con pocos condicionamientos. Debería retomar ahora su misión original, facilitando crédito tanto a los países ricos como pobres que enfrenten problemas circunstanciales con su balanza de pagos. Las condiciones de esos préstamos deberían ser escasas, referidas estrictamente a problemas macroeconómicos centrales y la amortización al FMI. Los créditos a más largo plazo para el desarrollo de los países más pobres deberían quedar a cargo de agencias especializadas que tengan esa misión.

La misión constante del Fondo, de plena vigencia en un mundo cada vez más interdependiente, abarca los siguientes propósitos: impulsar la cooperación monetaria internacional, la estabilidad cambiaria y los regímenes de cambios ordenados; fomentar el crecimiento equilibrado del comercio internacional y con ello contribuir a alcanzar y mantener altos niveles de ocupación y prosperidad;

alentar la supresión de las restricciones cambiarias que dificultan la expansión del comercio mundial, así como el ajuste de la balanza de pagos, e "infundir confianza" a los países miembros mediante asistencia financiera destinada a corregir los desequilibrios de balanza de pagos sin tener que recurrir a medidas perniciosas para la prosperidad nacional o internacional.

Para comprender la dinámica de los cambios de las funciones del Fondo es preciso no perder de vista los citados propósitos ni las transformaciones de la economía mundial

La simetría entre las economías del norte, el crecimiento de las desigualdades entre países, la movilidad extrema de capital y trabajo, la reintegración de las antiguas economías de planificación... esos cambios han afectado radicalmente la labor del Fondo. El FMI no sólo ha reaccionado a los cambios de la estructura de la economía mundial, sino también a las lecciones de política económica surgidas en el período posbélico. Enseguida se refieren cuatro de esas lecciones.

Las restricciones a los movimientos de capital -por más que estén permitidas por el Convenio Constitutivo- por lo general no son recomendables como instrumento de política. Las políticas macroeconómicas deben estar respaldadas por estrategias estructurales. Se ha aprendido la importancia en el crecimiento sostenible de las políticas sociales y ambientales eficaces en función de los costos y el buen gobierno. Cualesquiera que sean los méritos de la estabilidad del tipo de cambio para una estrategia de desarrollo, la experiencia ha mostrado de manera reiterada cuán exigentes son los requisitos para mantener un sistema de tipos de cambio vinculados, especialmente ante los veloces y cada vez más voluminosos mercados internacionales de capital. Otras distorsiones se refieren a la divergencia entre las necesidades internas y externas que debe satisfacer la política; la cooperación insuficiente en materia de política, y la imposibilidad de realizar reajustes ordenados cuando surgen presiones irresistibles. Esas son deficiencias de la política, pero también reflejan dificultades reales del funcionamiento de un sistema de tipo de cambio fijo que no deben perderse de vista cuando se pretende alcanzar una estabilidad cambiaria razonable.

Así, los cuatro cambios de la estructura de la economía mundial y las cuatro lecciones de política económica explican la adaptación de las operaciones del Fondo en materia de financiamiento y en su papel de vigilante, en particular del sistema cambiario.

Existe una concentración de las operaciones financieras del FMI en los países en desarrollo y en las economías en transición. Ninguna de las principales naciones industriales ha obtenido préstamos del la institución desde fines de los setenta.

Las necesidades de los países en desarrollo ha conducido a adoptar nuevos servicios que funcionan junto a los acuerdos de derecho de giro tradicionales de doce meses que debían rembolsarse dentro de los 3 a 5 años posteriores. Los acuerdos ampliados se instituyeron en 1974; financian programas económicos a mediano plazo, generalmente tres años, y tienen que rembolsarse dentro de los cuatro y medio a diez años posteriores. El servicio financiero de ajuste estructural (SAE) y el servicio financiero reforzado de ajuste estructural (SRAE), creados en 1986 y 1987, adjudican préstamos en condiciones favorables a los países de ingresos bajos para el apoyo de programas de ajuste a mediano plazo orientados al crecimiento. Es esencial dotar al organismo de los medios necesarios para financiar la balanza de pagos de las economías sin profundizar sus problemas de deuda. El cometido del FMI es solucionar, no empeorar, los problemas monetarios y de balanza de pagos.

Por eso tras seis o siete años de buenos resultados, todas las economías que integran el FMI acordaron recientemente ampliar y prorrogar el SRAE con los aportes de un grupo numeroso y heterogéneo de miembros, la mitad países en desarrollo. Hace un año se instituyó el servicio de transformación sistémica (STS) para fortalecer la gestión del Fondo en la mudanza de las antiguas economías de planificación centralizada, en particular en su tránsito hacia el comercio multilateral basado en el mercado. El STS ha financiado programas en Rusia y otras economías en transición, preparando así el terreno para programas respaldados por acuerdos de derechos de giro o servicios a mediano plazo.

Las adaptaciones han rendido buenos resultados. Sin ellas el organismo no habría podido cumplir el papel que desempeñó en la crisis de la deuda ni sido de utilidad en Africa ni contribuido al ajuste orientado al crecimiento en el mundo, sobre todo en las economías en desarrollo, durante la reciente recesión de las naciones industriales. En el futuro el Fondo seguirá atendiendo las necesidades monetarias y de balanza de pagos de los países miembros y adaptando sus instrumentos a las condiciones que se presenten a fin de emplear a cabalidad todos sus recursos .

El Convenio Constitutivo prevé otra clase de contribución del Fondo al aprovisionamiento de reservas internacionales de sus países miembros: la asignación de derechos especiales de giro (DEG). Este mecanismo ha adquirido mayor importancia por la evidente insuficiencia de reservas de muchas naciones en desarrollo y en transición. Gran número de esas economías está en proceso de implantar sólidos programas de política económica respaldados por el Fondo, pero sólo podrán elevar sus reservas a niveles adecuados con base en préstamos caros en el mercado. Las asignaciones de DEG reducirían al mínimo esas dificultades e impedirían que la compresión de las importaciones tenga efectos perjudiciales en la economía mundial en momentos en que la recuperación sigue frágil. Asimismo, la asignación de DEG hará posible encarar una serie de aspectos: Abordar los problemas de equidad: 36 países nunca han recibido una asignación porque se adhirieron al Fondo después de la última asignación, en 1981. Alentar aún más los esfuerzos de los países que han emprendido el ajuste. Impulsar la recuperación en momentos en que los riesgos de inflación se encuentran en el nivel más bajo de los últimos 30 años. Convertir los DEG, con el tiempo, en el principal activo de reserva del sistema.

Después del derrumbe del sistema de paridades fijas pero ajustables se instauró un nuevo mecanismo orientado a lograr la estabilidad cambiaria. El Convenio Constitutivo asignó al FMI la responsabilidad de ejercer una "firme supervisión" de las políticas cambiarias de los países miembros así como de las que incidieran en los tipos de cambio. Se incluyen la convergencia de las tasas de inflación en niveles bajos, el ajuste fiscal y las políticas estructurales que promueven el buen funcionamiento de los mercados, tanto de trabajo como los demás. La supervisión que se realiza mediante las consultas regulares con cada miembro, así como el estudio de los problemas de política en un marco mundial -de manera destacada los análisis de las perspectivas de la economía mundial y la evolución de los mercados financieros-, constituyen el principal mecanismo del Fondo para promover la estabilidad cambiaria, paralelamente con su activa contribución para coordinar las políticas de los principales países industriales. La cooperación en el campo de la política económica y la convergencia de los resultados económicos son esenciales en todos los casos para una estabilidad cambiaria sostenida, y la supervisión del FMI es el instrumento de que se dispone para inducir el cumplimiento en escala mundial de las condiciones necesarias. En este campo existe un aspecto importante que interesa tanto a los que proponen las bandas de flotación como a los agnósticos: lograr un alto grado de convergencia económica y un sistema fuerte para coordinar la política económica de los principales países. Así, se debe trabajar en el cumplimiento de esas condiciones y dejar que el FMI realice su contribución; ello hará posible construir el marco necesario para avanzar hacia una mayor estabilidad cambiaria.

Desde hace tiempo hay un amplio consenso en torno de las desventajas de las restricciones de la cuenta de capital. Muchos países han liberado con éxito sus controles y las recomendaciones del Fondo se han concentrado en mayor medida en las ventajas de la liberación de la cuenta de capital. La desregulación de los sectores financieros, el enorme desarrollo del sistema financiero internacional y la importancia mayor de las corrientes de capital en la economía mundial es el pan de cda día. Por tanto, vale la pena explorar si se debe promover una liberación más amplia. Las ventajas de la mayor libertad de los movimientos de capital posiblemente traerán consigo una propagación más rápida de la crisis, que será necesario afrontar de inmediato. Es preciso reforzar la estructura interna del Fondo en este sentido.

Cualquier propuesta de reforma del FMI que no contemple en su temario medidas serias para hacerlo más transparente, democrático y responsable frente la sociedad ante la que tiene que rendir cuentas, estaría incompleta. Aun cuando el Fondo está haciendo pública cada vez más información, todavía quedan grandes lagunas. Por ejemplo, los anteproyectos de los préstamos deberían estar a disposición del público, brindándole así a la sociedad civil la oportunidad de ventilar sus preocupaciones sobre los programas de crédito del FMI. La responsabilidad social dentro del FMI implicaría mecanismos de revisión independientes y un sistema de trámite de quejas al que pudieran recurrir los afectados por las políticas y programas del Fondo. De hecho, el FMI accedió recientemente al establecimiento de una oficina de evaluación independiente, pero esos son planes que todavía se encuentran en su etapa inicial. El Fondo también tendría que estatuir una oficina de defensoría para que la gente afectada pueda entablar pleito contra programas de crédito defectuosos en países específicos.

En el futuro, el FMI tendrá que ser mucho más democrático y revisar completamente su estructura colonial de poder y toma de decisiones. El sistema actual de ‘un dólar-un voto’ convierte al FMI en agente de los gobiernos más ricos, especialmente de Estados Unidos que ejerce poder de veto en las decisiones más importantes. El FMI nunca llegará a ser una institución mundial de utilidad para los países más pobres si su estructura de gobierno no los representa.

Si el FMI no se adapta al nuevo clima político y responde positivamente a los reclamos de reforma sustantiva, los ciudadanos y funcionarios gubernamentales tendrán que empezar a prestarle mayor atención a propuestas alternativas de gobierno económico mundial. A manera de ejemplo, un mecanismo de arbitraje y paralización de la deuda podría posiblemente sustituir al FMI en la eventualidad de crisis en la balanza externa de pagos. Lo que se precisa es un sistema basado en reglas, que sopese de manera equitativa la importancia de satisfacer las necesidades humanas y brindar servicios públicos, por una parte, y por otra, cumplir con las obligaciones frente a los acreedores. Hoy en día el FMI no llena esos requisitos.

 

 

Fechas

3 de mayo: El FMI prorroga por cuatro años el programa de financiamiento compensatorio correspondiente a "excesos" de costo de importación de cereales.

6 y 7 de octubre: El Comité Provisional acuerda que aproximadamente 2 700 millones de DEG de rembolsos del Fondo Fiduciario con los que se contaría en 1985-1991 se utilicen para ofrecer crédito en condiciones concesionarias a países miembros de bajo ingreso.

2 de diciembre: El Director-Gerente del FMI y el Presidente del Banco Mundial expresan el amplio apoyo de sus instituciones al plan de Estados Unidos referente a la deuda.

1986

1 de enero: El FMI revisa las ponderaciones de las monedas de la canasta de DEG.

27 de marzo: El FMI establece el servicio financiero de ajuste estructural (SAE) para brindar asistencia de balanza de pagos en condiciones concesionarias a los países en desarrollo de bajo ingreso.

9 y 10 de abril: El Comité Provisional respalda el sistema de flotación cambiaria, pero hace un llamado para que los países miembros coordinen mejor su política económica.

1987

22 de febrero: Se reúnen los ministros de Hacienda de los seis países con mayores economías. En el Acuerdo del Louvre, el Director-Gerente del FMI y los ministros declaran estar de acuerdo en que se intensifique la política de coordinación mediante el examen periódico de las proyecciones y los objetivos económicos a mediano plazo, así como de la situación económica imperante.

10 de junio: En la reunión cumbre de Venecia las autoridades de los siete principales países industriales respaldan el entendimiento al que llegaron sus ministros de Hacienda de reforzar, con ayuda del FMI, la supervisión de sus economías por medio de indicadores económicos.

29 de diciembre: El FMI establece el servicio financiero reforzado de ajuste estructural (SRAE) para brindar recursos a los países de bajo ingreso que inicien estrictos programas macroeconómicos y estructurales trianuales para mejorar la balanza de pagos y fomentar el crecimiento económico.

1988

20 de enero: El Director-Gerente señala los métodos para mejorar la política de asistencia del FMI al ajuste económico: reformas estructurales en los países muy endeudados, el establecimiento de márgenes adecuados de seguridad en los programas de ajuste para hacer frente al problema de un entorno externo inestable, y la instauración de un mecanismo de financiamiento para contingencias.

14 y 15 de abril: El Comité Provisional acuerda varias medidas para reforzar la asistencia del FMI a los países miembros.

23 de agosto: El Directorio Ejecutivo establece el servicio de financiamiento compensatorio y para contingencias en beneficio de los países miembros que sufren la caída de sus ingresos de exportación por circunstancias ajenas a su control, con el fin de ayudarlos a mantener sus programas de ajuste frente a perturbaciones externas.

1989

Abril: El Comité Provisional solicita al Directorio Ejecutivo que considere propuestas de alivio de la carga de la deuda de los países en desarrollo.

23 de mayo: El Directorio Ejecutivo adopta los lineamientos para hacer frente al problema de la deuda de los países en desarrollo.

26 a 28 de septiembre: Los gobernadores del FMI y el Banco Mundial que representan a 152 países acuerdan apremiar la finalización de la novena revisión general de las cuotas.

1990

7 y 8 de mayo: El Comité Provisional se pronuncia en favor de que las cuotas aumenten 50%. Además, recomienda que el Directorio Ejecutivo proponga una enmienda del Convenio Constitutivo por la que se disponga la suspensión del derecho de voto y de otros derechos propios de calidad de miembro a los países que no cumplan sus obligaciones financieras ante el FMI.

1991

5 de octubre: La otrora URSS firma con el FMI un acuerdo de suministro de asistencia técnica, a la espera de su solicitud de ingreso como miembro de pleno derecho.

1992

27 y 28 de abril: El Comité Provisional expresa su beneplácito ante el ingreso de ex repúblicas soviéticas al Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.

29 de mayo: Suiza se convierte en miembro del FMI.

5 de julio: El Director-Gerente y el Primer Ministro interino de Rusia llegan a un acuerdo que abre el camino para que el Fondo brinde su respaldo financiero al programa de reforma de ese país.

6 a 8 de julio: El Grupo de los Siete insta a los estados de la otrora Unión Soviética, recién independizados, a poner en marcha estrictas medidas de reforma macroeconómica en un entorno de mutua colaboración con el FMI.

5 de agosto: El FMI aprueba la celebración de un acuerdo de DEG por 1 000 millones de dólares en favor de Rusia.

1993

16 de abril: El Directorio Ejecutivo aprueba la creación del Servicio para la Transformación Sistémica (STS), orientado a países con dificultades de balanza de pagos como secuela de la transformación de sus economías planificadas en economías de mercado.

13 de mayo: La República de Kirguizistán se convierte en el primer país miembro del FMI en acogerse al STS.

28 a 30 de septiembre: La labor de las reuniones anuales se centra en el análisis de medidas encaminadas a colaborar con la reforma de las antiguas economías de planificación centralizada. Se hace referencia a la creación de un servicio financiero que suceda al SRAE, cuyo plazo -según lo previsto- no tardará en expirar, y se hace hincapié en la necesidad de que culmine la Ronda de Uruguay del GATT.

1994

23 de febrero: El Directorio Ejecutivo pone en marcha operaciones enmarcadas en un SRAE renovado y ampliado.

Marzo a mayo: El FMI aprueba la celebración de acuerdos en favor de 13 países de la zona del franco.

6 de junio: El FMI anuncia la creación de tres cargos de subdirectores gerentes. Se trata del primer cambio en la gerencia desde 1949.

 

Puntos oscuros del FMI en la crisis de México (1994)

Los ministros de Finanzas reunidos en Washington para los encuentros anuales del Banco Mundial y el FMI evaluaron las condiciones económicas de los países miembros. La investigación es el primer paso hacia la creación de una "unidad de evaluación" independiente para monitorear el trabajo del FMI, propuesta en años anteriores por los directores ejecutivos de Gran Bretaña, Holanda y Suiza del Fondo.

Entre tantas investigaciones, hubo una de carácter reservado sobre la crisis monetaria mexicana, la primera de este tipo en los 50 años de historia del organismo (a los funcionarios del gobierno mexicano se los acusó de no permitir el acceso del personal del FMI a los datos y no seguir sus recomendaciones).

El informe se centró en la evaluación de las condiciones económicas de México, realizado en febrero de 1994. La evaluación no predijo la crisis del peso, a pesar de las claras indicaciones -en especial el creciente déficit contable y los problemas que México estaba teniendo para el pago de sus deudas- de que la economía se encaminaba a una situación de conflicto. La evaluación fue firmada por Edward Williams, encargado de la misión del FMI a México, y su jefe, Claudio Loser, director de trabajo en el hemisferio occidental del FMI y ex encargado de misión en México. Fuentes que pertenecen al personal del FMI sostienen que la evaluación original contenía advertencias sobre la situación de México, pero el gobierno persuadió a los autores para que las retiraran y dieran a México un certificado de salud limpio.

Algunos observadores afirman que el problema básico radica en las ideologías y asesoramientos del FMI y el Banco Mundial.

 

 


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