LO QUE HICIMOS4

Realicé la práctica Opción Colombia en Inírida, la capital del departamento del Guainía. Su casco urbano es bastante pequeño, más o menos del tamaño del de Jamundí. Su población está compuesta principalmente por colonos provenientes de diferentes partes del país, en proporción aproximada del 60%. El otro 40% lo integran indígenas de varias etnias que habitan el departamento a nivel rural y de un porcentaje importante de grupos indígenas que han migrado del Vaupés.

La gran mayoría no posee un nivel educativo por encima del bachillerato; los profesionales que viven en Inírida han llegado todos a través de Bogotá para trabajar con el gobierno municipal o departamental. Las únicas vías de comunicación son el río Inírida y las dos aerolíneas, Satena y AeroRepública, que llegan dos o tres veces por semana.

El departamento del Guainía está ubicado en el extremo oriental del país, en los límites con Brasil y Venezuela, rodeado por Vichada, Guaviare y Vaupés. La mayor parte de su territorio es selva y agua. Sus gobernantes consideran el departamento dentro del corpes5 de la orinoquia por conveniencia política y económica, pero en el sentido estrictamente geográfico, sólo los ríos Guaviare, Atabapo e Inírida desembocan en el Orinoco. Los ríos Negro, Isana, Cuyarí y Guainía pertenecen a la amazonia. Todo el territorio está cruzado por infinidad de caños, que desembocan a su vez en los ríos principales.

Los indígenas son la mayoría de su población, con un total aproximado de 24 culturas. Los puinave y los curripaco son las etnias más grandes, pero también los hay guahibos, sikuanis, yerales y otros. Son difíciles de cuantificar por la movilidad de la población. Habitan las riberas de los ríos, distribuidos en pequeñas comunidades de no más de 800 habitantes, muy distantes entre sí. Sólo Inírida, la capital, tiene cerca de 14 mil habitantes, con un porcentaje de población flotante del 25 por ciento.

En el río Inírida predomina la etnia puinave, en el Atabapo y en el Guainía, los curripaco; en el Isana-Cuyarí y en el río Negro estos últimos comparten el territorio con los yeral; el Guaviare está habitado por distintas etnias, principalmente las provenientes del Vichada y el Vaupés. Según el DANE el total de las etnias hacen el 98.8 % de la población, pero, si me apoyo únicamente en mis observaciones, podría decir que la cifra real oscila entre el 70 y el 80 %. Después de todo, el censo no considera la población móvil ni a los colonos desplazados recientemente.

Inírida es el único municipio, los demás son corregimientos y los administra la gobernación. De todos modos, la zona rural que controla la alcaldía es inmensa. Comienza en el Guaviare, llega hasta el Inírida medio e incluye caños afluentes.

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La red

En lo que a mi práctica respecta, apoyé el programa presidencial de la red6 de Solidaridad Social. Mi trabajo consistió en coordinar la mesa departamental de solidaridad y las mesas sectoriales de salud, educación, vivienda y empleo. También hice seguimiento a los proyectos de los siguientes programas:

Al momento de llegar, estas actividades las llevaba a cabo la secretaría de planeación departamental, por encargo del gobernador. Según el reglamento operativo de la red, los integrantes de la gerencia colegiada (el gobernador, los alcaldes de los municipios, representantes de la comunidad, de las ONG, de las entidades ejecutoras, las iglesias y otros organizaciones civiles) eran los encargados de la gestión de cada programa. Pero, como todas esas personas tenían casi todo el tiempo copado de actividades, lo normal era que se delegara en una institución que tuviera una visión general de los problemas del departamento. En la mayoría de los departamentos del país le correspondió a la delegación del PNR, pero en el Guainía ésta no existía. Sólo hasta el mes de marzo del 95 se oficializó el nombramiento del delegado, y nos correspondió, a mi compañera de Opción y a mí, colaborar con la organización de la nueva delegación y hacer las veces de secretaria y mensajero, mientras se nombraban los correspondientes.

De todas maneras, el trabajo de la red es un trabajo interdisciplinario, en el que intervienen todas las instituciones estatales, tanto las secretarías departamentales y municipales como los institutos descentralizados (como el ICBF, la Caja Agraria, etc.); con todos ellos tuvimos que ver. En cada mesa sectorial se sentaban los técnicos de cada institución con representantes de la comunidad (o la comunidad misma), a decidir en qué se utilizaban los recursos en algunos programas y/o cuáles eran las comunidades o las personas beneficiadas. Por ejemplo, en la mesa sectorial de vivienda se reunían un representante de cada barrio del municipio, representantes de las comunidades de los ríos, un representante de la alcaldía, uno de la secretaría departamental de planeación y mínimo uno de la red de Solidaridad. En ocasiones estuvieron presentes representantes de la secretaría de obras públicas, del PNR, la Caja Agraria y del INURBE. Entre todos decidían cuál era el barrio con mayor concentración de pobreza en el casco urbano de Inírida y cuál era la micro-región departamental con más necesidades básicas insatisfechas. Ninguno podía haber sido cubierto por los programas de vivienda rural de gobiernos anteriores.

Los recursos que alimentarían los programas provenían de los fondos de cofinanciación, como son: El de solidaridad y emergencia social (FOSES), el de desarrollo rural integrado (DRI), el de infraestructura vial (FIV), el de infraestructura social (FIS), el de infraestructura urbana (FIU) y la financiera de desarrollo territorial (FINDETER), además de los institutos de reforma urbana (INURBE) y bienestar familiar (ICBF) y las secretarías de educación y salud departamentales y municipales.

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Obstáculos

Para nosotros fue un obstáculo llegar a un departamento donde no había delegación PNR. Las personas encargadas de los programas de la red en planeación departamental sabían muy poco al respecto y esperaban mucho de nosotros. Como fuimos capacitados en Bogotá a velocidades fantásticas, la ventaja que les llevábamos era bien pequeña. Encima teníamos que pedir todo prestado: Computadores, papel, máquinas de escribir, teléfono, etc. Menos mal que en el departamento fueron muy amables y no se quejaron de las incomodidades que les causamos.

Casi todas las decisiones teníamos que consultarlas con el nivel central; las comunicaciones telefónicas son difíciles y las congestiones son pan de cada día por la precariedad del equipo de Telecom local. Tuvimos la suerte de encontrarnos en el aeropuerto personas que conocían la región, de no ser así, hubiéramos llegado sin siquiera saber donde quedaba la gobernación. De todos modos, el departamento nos colaboró con 2 meses de arrendamiento y alimentación.

Otro obstáculo fue la escasa posibilidad de visitar las comunidades indígenas directamente, por la distancia y el consumo descomunal de gasolina que significan los motores fuera de borda. Sólo pude estar con las comunidades en tres ocasiones, de dos días cada una. En el departamento la centralización es muy difícil de evitar, pues hay comunidades a una distancia de 15 días por río y las que están conectadas por aire sólo tienen vuelo cada 15 días, como son las poblaciones de Barrancominas y San Felipe.

En cuanto a los niveles centrales, las regionales de los institutos "descentralizados" están todas en Bogotá o en Villavicencio, lo que complica mucho las vainas. Muchas veces los funcionarios no estaban, después de 40 minutos de insistencia (cuando menos), o no querían responder porque "estaban muy ocupados", lo que tampoco sería de extrañar, pues las regionales atienden toda la orinoquia o la orinoquia y la amazonia juntas.

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Y beneficiamos a...

¿A quién benefició mi trabajo? Creo que principalmente a la presidencia de la república y a la delegación de la red. Se supone que se trataba de beneficiar a la comunidad, pero es difícil que la comunidad tome las decisiones más importantes. Lo normal es que sea alguien ajeno el que sepa cómo se hacen las cosas. Los funcionarios no están acostumbrados a que la gente participe. Si alguien les consulta algo responden lo poco que saben y lo ponen a dar vueltas o a hacer cola para hablar con el gobernador o el alcalde. Sólo unos pocos funcionarios manejan la totalidad de los problemas. En un departamento pobre como el Guainía no hay una oficina de información al público, cuando lo que se necesitaría serían más de cuatro.

La mala atención no se debe sólo a la pereza. Al pedirles que respaldaran la participación comunitaria, el secretario de gobierno departamental y el secretario municipal de planeación (ambos encargados de su entidad local por ausencia del titular) me dijeron casi al unísono en una reunión, que "no se podía ser tan democráticos". Como si fuera poco, el coordinador departamental de corregidores me citó informalmente un refrán de la región: "Ni el mañoco7 es comida ni el indio es gente". Su intención al citármelo fue una manifestación clara de racismo, pues toda la conversación la dedicó a demostrar que los indios eran gente inferior. Que todavía se encuentren altos funcionarios con mentalidades como esa da para preocupar a cualquiera.

No se puede negar que enfrentarse a una cultura diferente implica más de una dificultad. Los indígenas tienen una manera diferente de comportarse, manejan términos en su propia lengua, pero les cuesta entender los del español en un nivel técnico. Ellos lo escuchan a uno, dicen y hacen como si entendieran así no hayan entendido nada. Para ellos la ignorancia es algo supremamente vergonzoso y no es normal que la acepten frente a quien representa una autoridad. Con lo poco que los conocí, me pareció ver que sólo la aceptan frente a personas conocidas, de confianza, que no parezcan "ser doctores". Además hay diferencias en el parentesco, en la manera de celebrar, con el idioma, con los datos... Pero ninguna será suficiente para justificar posiciones dictatoriales, prepotentes y racistas.

La Dirección de Asuntos Indígenas del ministerio de gobierno tiene una oficina en el Guainía. Se supone que atiende todos los problemas que se les presenten a las comunidades con las autoridades estatales y cosas por el estilo, pero sólo un antropólogo y un piloto de lancha indígena son los encargados. ¡Sólo una persona para atender como mínimo cuatro culturas en un departamento dos veces más extenso que el Valle! A eso le añadimos colonos que miran a los indígenas como una etnia inferior, que dicen que son perezosos, que parecen animales, que no tienen ninguna ambición y así.

El antropólogo debe explicar aspectos culturales a grupos humanos que no tienen el más mínimo interés en entender, y entre ellos puedo contar a los profesionales. Además, las comunidades tienen un cúmulo de necesidades por resolver; cada una implica que el indigenista se desplace a lugares lejanos y explique lo mismo una y otra vez. A la larga, toma la misma postura de un funcionario de ventanilla en una institución estatal: regaña a la gente, le da largas, manifiesta con el tono de su voz y su actitud la molestia que le provoca que le hagan la misma pregunta por quincuagésima vez. El maltrato al ciudadano es la cultura corporativa del estado y son pocas las entidades que escapan a ella.

Desde el punto de vista andino-industrial, los indígenas no saben hacer nada, son gente muy atrasada. Como no tienen industrialización (máquinas, equipos electrónicos y demás), se les considera atrasados. Un obrero de cualquier empresa los superaría con facilidad en la operación de maquinaria8, la mayoría son indocumentados y analfabetas, y eso los ubica al mismo nivel de los desempleados o de los indigentes. Muy pocos reconocen que muchas de sus habilidades complejas en el manejo del medio natural son tecnología de punta. En la gran mayoría de las comunidades de los ríos Isana-Cuyarí y Guainía-Negro, donde sólo han llegado los mineros y unos pocos representantes del gobierno colombiano, los indígenas se las han ingeniado para sacar todo (agua potable, nutrientes, transporte, remedios, vivienda, etc.) de la selva y de los ríos. Sus actividades generan un nivel ínfimo de contaminación, que cualquier municipio del país envidiaría.

Sin embargo, en el Guaviare y en las comunidades cercanas a Inírida, donde la colonización es cada vez más intensa, los nativos sienten vergüenza de ser lo que son. Rechazan los productos naturales y tradicionales para consumir alimentos producidos en el comercio, con un menor contenido nutricional y a los que no están acostumbrados. El olvido y la vergüenza cultural atacan con fuerza las tradiciones de compartir las cosas en comunidad, minan su profundo respeto a las autoridades ancestrales y al medio ambiente.

Se puede sentir el paso de las diferentes etnias hacia las costumbres que llamaríamos "nuestras". Se vuelve un lugar cultural común el indígena físico con mentalidad mestiza; alguien con rasgos y acento indígena, pero que sólo tiene en común con las comunidades su código genético.

El camino que nosotros seguimos con relación a E.U. tiene el mismo síntoma. También el colombiano siente vergüenza de su cultura. Es muy rara la escuela de inglés sin clientela, son más los que han ido Miami que los que conocen un resguardo indígena. Aquí mismo en Cali, están desapareciendo los letreros en español. Tal parece que a los comerciantes su idioma no les parece muy "in", ni muy "play", ni nada por el estilo. Nos comportamos como una cultura subordinada y los códigos de la dominante son los que predominan. Pero todavía podemos seguir el consejo de Rubén Blades y buscar algo mejor.

No te dejes confundir / busca el fondo y su razón
recuerda se ven las caras / pero nunca el corazón


NOTAS
 
4 Esta sección, esta basada en la respuesta a un formato de retroalimentación a la universidad que nos presentó la Corporación Opción Colombia. Una copia del formato original se encuentra en el apéndice. La corporación esperaba un proyecto en común entre todos los que regresamos de las regiones, pero la idea no cuajó, pues todo el grupo de los "reinsertados" estaba muy disperso y ocupado en sus propios asuntos.  Ý  
 
5 Corporación Financiera para el Desarrollo Regional  Ý 
 
6 En este texto las letras iniciales de las instituciones están todas en minúscula. No se trata de un error ortográfico, lo hice adrede. Las he conocido tan impersonales y tan impersonalizantes que no creo que tratarlas como un nombre propio sea lo más adecuado. No se merecen el honor de tratarlas como nombres propios.  Ý  
 
7 El mañoco, junto con el casabe, es la base de la alimentación de las comunidades indígenas de la región. Consiste en harina de yuca brava a la que le han extraído el jugo venenoso exprimiéndola. A ambos los tuestan en grandes sartenes de barro; cuando se revuelve y queda como harina seca se llama mañoco, cuando la arman y la tuestan en forma de una galleta grande, se llama casabe.  Ý  
 
8 Por lo general se desconoce, o se tiende a olvidar, que el aparataje industrial del país es casi todo elaborado en E.U., Alemania u otra nación industrializada, y que está obsoleto o rezagado frente al que ellas usan.  Ý 
 
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