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El Dr. A. Weise Hammer

Mayo de 1957

ste sencillo relato del fallecimiento de uno de los más destacados cirujanos de América aviva recuerdos que siempre brillarán en los anales de Alcohólicos Anónimos. El Dr. A. Wiese Hammer era uno de los mejores amigos que AA haya tenido jamas.

Algunos de los miembros pioneros de Philadelphia han redactado una detallada historia del Dr. Hammer y de sus obras bienhechoras. A continuación aparece condensada esta historia.

Era el mes de febrero de 1940. Jim, un compañero AA, nativo de Nueva York, recién trasladado a Philadelphia, estaba tratando de convencer al propietario de una librería local de que pusiera en venta el libro Alcohólicos Anónimos. El gerente de la librería no podía ver por qué. Sus clientes no podrían tener interés alguno en el libro Alcohólicos Anónimos. Y a él personalmente, no le importaba en absoluto.

Una dama que por casualidad había oído el diálogo intervino en el asunto. Dijo que ella había enviado un ejemplar de Alcohólicos Anónimos a su sobrino alcohólico que vivía en Los Angeles. Para el gran asombro de la familia, el muchacho problema logró su sobriedad inmediatamente y ahora llevaba tres meses sobrio. Esto era una cosa inaudita. No obstante, la historia no impresionó al gerente de la librería.

Pero al enterarse de que Jim estaba intentando establecer un grupo de AA en Philadelphia, Helen Hammer se sintió totalmente encantada. Sin demora, llevó a Jim y a uno de sus nuevos candidatos a ver a su marido que era cirujano.

El Dr. Hammer trabajaba con brío en todo lo que hacía. Este hombre apasionado, de cara rojiza, rebosaba de entusiasmo las veinticuatro horas del día. Tenía una alegría de vivir contagiosa que comunicaba a casi todos los que le conocían. Al oír a Jim contar su historia de AA, en seguida se puso a obrar en pro de nuestra Sociedad. Estas obras, como veremos, no se limitaron a los confines de Philadelphia. En una época en que AA tenía una gran necesidad de un amistoso respaldo, el Dr. Hammer intercedió por nosotros a nivel nacional.

He aquí lo que hizo el doctor: nos abrió las puertas de su casa a todos los miembros de AA; le procuró su primera sala de reunión al grupo de Philadelphia; nos presentó al Dr. Stouffer, en aquel entonces jefe de siquiatría del Hospital General de Philadelphia, hombre que llegaría a ser otro gran amigo nuestro; procuró que en ese hospital se nos concedieran privilegios de visita y atenciones médicas; consiguió que los AA hablaran ante la sociedad médica del condado. Acompañado por su esposa, Helen, asistía durante años a casi todas las reuniones de AA que se efectuaban en esa ciudad; ofrecía tratamiento médico y quirúrgico gratis a todo AA que lo deseara; viajaba a otras ciudades para dar charlas sobre AA y sufragaba los gastos de viaje de los AA que le acompañaban; propuso comprar el primer local de club del grupo de Philadelphia (propuesta que el grupo tuvo que rechazar); consiguió que su amigo, el juez Curtis Bok, propietario del Saturday Evening Post, se interesara en AA; y le con venció de que asignara a Jack Alexander la redacción del famoso artículo de 1941 que convirtió a nuestra Sociedad en una institución nacional.

Esta no es sino una pequeña lista de las buenas obras del Dr. Hammer en pro de nuestra Sociedad. Hay sin duda centenares de otros gestos benévolos que nunca llegarán a ser conocidos, salvo para los enfermos a quienes él mostraba su extraordinaria bondad.

Me resulta imposible hablar del Dr. Hammer sin mencionar nuestros gratos recuerdos del Dr. Dudley Saul, otro eminente médico de Philadelphia, quien siempre rivalizaba con el Dr. Hammer en las buenas obras que hacía por los borrachos.

Para nuestro gran asombro - y siempre en gran beneficio nuestro - estos magníficos caballeros se entregaban a una feroz competencia para ingeniar nuevas formas de sernos útiles a los AA. Aquí tenemos una bella historia que les contaré algún día. ¿Cómo podría haber sobrevivido AA su infancia, sin haber contado con amigos como estos médicos de Philadelphia que trabajaban mano a mano con los Dres. Tiebout y Silkworth de Nueva York?

A Helen Hammer, le envío las condolencias y la gratitud más profundas de AA. A menudo me pregunto cuáles serán sus recuerdos de nuestros días pioneros.

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