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La comunicación AA puede superar todas las barreras

Octubre de 1959

adie podría dudar en decir que los AA somos muy afortunados; afortunados por haber sufrido tanto; afortunados por poder conocernos, comprendernos y amarnos unos a otros tan supremamente bien - pero no podemos atribuimos el mérito de tener estas cualidades y virtudes. A decir verdad, la mayoría de nosotros somos bien conscientes de que son dádivas extraordinarias que tienen su verdadera raíz en nuestra afinidad nacida del sufrimiento en común y de la liberación por la gracia de Dios. Por lo tanto, tenemos el privilegio de comunicarnos los unos con los otros de una manera y con una intensidad que rara vez vemos sobrepasar entre nuestros amigos no-alcohólicos en el mundo a nuestro alrededor.

Desde los comienzos de AA, el éxito que hemos tenido con cada nuevo candidato ha dependido directamente de nuestra capacidad para identificarnos con él o ella, por la experiencia, por el lenguaje y especialmente por los sentimientos - estos sentimientos profundos que nos tenemos unos a otros y que no se pueden expresar con palabras. Esto es lo que verdaderamente queremos decir con "un alcohólico que habla con otro."

Hace años, no obstante, nos dimos cuenta de que la afinidad que tenemos por haber sufrido del alcoholismo grave a menudo no era suficiente en sí misma. Para superar todas las barreras, era necesario ampliar y profundizar todos nuestros canales de comunicación.

Por ejemplo, casi todos los miembros pioneros de AA eran lo que hoy llamamos casos de "últimas boqueadas" (o sea, de bajo fondo). La mayoría de los primeros miembros nos habíamos encontrado al borde del abismo. Cuando empezaban a presentarse los casos menos afligidos (los de alto fondo), solían decirnos, "Pero nunca nos han metido en la cárcel, Nunca se nos ha confinado en manicomios. Nunca hicimos esas cosas horribles de las que hablan ustedes. Sin duda, AA no sirve para gente como nosotros."

Durante años los veteranos simplemente no podíamos comunicarnos con esta gente. De alguna forma, íbamos a tener que aumentar el número y la capacidad de nuestras líneas de comunicación con ellos. Si no, nunca podríamos alcanzarlos. Tras mucha experiencia, por fin llegamos a elaborar un medio y un método para hacerlo.

A cada nuevo candidato de alto fondo, le recalcábamos insistentemente el veredicto de eminentes médicos de que "el alcoholismo es una enfermedad mortal y progresiva. Luego, le contábamos lo de las primeras etapas de nuestras carreras de bebedores, en las que nuestros propios casos tampoco parecían ser muy graves. Recordábamos lo convencidos que estábamos de poder controlarnos la "próxima vez" que nos tomáramos un trago; o quizás lo admirable que nos solía parecer la idea de que, en ocasiones, el desenfrenado consumo de alcohol no era sino el pecadillo de un buen hombre muy "macho". O, en la próxima etapa, lo propensos que éramos a echar la culpa de habernos entregado al alcohol a nuestras circunstancias desgraciadas o a la conducta desconcertante de otra gente.

Después de haber establecido este grado de identificación, nos poníamos a regalarles con numerosas historias que servían para demostrar lo insidiosa e irresistiblemente que había progresado nuestra enfermedad; que servían para enseñarles que, años antes de darnos cuenta, ya habíamos sobrepasado el punto del que no podíamos volver atrás por un esfuerzo de nuestra propia voluntad o contando únicamente con nuestros propios recursos. Seguíamos insistiendo en lo acertados que estaban los médicos.

Lenta pero seguramente esta estrategia empezaba a dar los resultados deseados. Gracias al apoyo de la autoridad de la medicina y a una presentación más astuta del problema, los de bajo fondo empezaron a comunicarse con los de alto fondo. Pero no íbamos a tener que seguir para siempre con este proceso lento y pesado y sus escasos resultados. Para nuestro gran regocijo, descubrimos que en cuanto los AA de cualquier localidad recibían en su grupo a los borrachos de alto fondo, el progreso con estos compañeros, aun si fueran muy pocos, resultaba mucho más fácil y rápido. Hoy día, sabemos por qué - un borracho de alto fondo puede hablar con otro de alto fondo como ninguna otra persona pudiera hacerlo. Así que este sector de nuestra Comunidad seguía creciendo constantemente. Es probable que casi la mitad de los miembros actuales de AA se hayan librado de los últimos cinco, diez, o incluso quince años de puro infierno que nosotros los de bajo fondo conocemos tan bien.

Desde que se resolvieron estos primeros problemas elementales de comunicación, AA ha logrado entrar y comunicarse con éxito en todas las áreas de la vida donde se encuentran los alcohólicos.

Por ejemplo, al principio, pasaron cuatro años antes de que AA llevara la sobriedad permanente tan solo a una mujer alcohólica. Como los del alto fondo, las mujeres también decían que eran diferentes. No obstante, al irse perfeccionando la comunicación, debido principalmente a los esfuerzos de las mismas mujeres, la situación fue cambiando. Hoy día, debe de haber unas treinta mil hermanas nuestras de AA por todas partes del mundo.

Y así se ha seguido desarrollando este proceso de identificación y transmisión. El borracho de los barrios perdidos decía que era diferente. Se oía decir lo mismo aun más estridentemente al mundano (el beodo de la alta sociedad). Lo mismo decían los artistas, los profesionales, los ricos, los pobres, la gente religiosa, los agnósticos, los indios, los esquimales, los soldados veteranos y los presos.

Pero hoy en día, todos ellos hablan de lo mucho que nos parecemos todos los alcohólicos cuando reconocemos que hemos llegado a la hora de la verdad; cuando nos damos cuenta de que, en nuestra Comunidad "de sufrimiento y liberación," realmente es una cuestión de vida o muerte.

Este es nuestro número internacional anual del Grapevine de AA, en el que aparecen noticias y comentarios de nuestros preciados grupos allende los mares, grupos que hoy día nos devuelven el doble de la inspiración que nosotros una vez intentamos darles a ellos. En aquel tiempo, había un verdadero problema de comunicación. ¿Nos sería posible establecer una identificación con nuestros compañeros en países extranjeros por medio de cartas, por medio de nuestra literatura, de la cual teníamos muy pocos títulos traducidos, y mediante los contactos fortuitos que tuvieran con los AA viajeros?

En 1950, no sabíamos la respuesta con seguridad. Así que Lois y yo, según nos dirigíamos aquel año a Europa y a Gran Bretaña para verlo por nosotros mismos, nos preguntábamos: ¿Podría AA verdaderamente superar las formidables barreras de raza, de idioma, de religión y de cultura; las cicatrices de las guerras recientes y de antaño; la soberbia y los prejuicios que nosotros los norteamericanos ya sabíamos que teníamos? ¿Podríamos comunicarnos con los noruegos, los suecos, los daneses y los finlandeses? ¿Y con los holandeses, los alemanes, los franceses, los ingleses, los escoceses y los israelitas? ¿Y con los africanos, los bóers, los australianos, los latinos, los japoneses, los hindúes y los musulmanes, y - no debemos olvidar - los esquimales? ¿Podría AA superar esas barreras que, con mayor vehemencia que nunca, habían dividido y desgarrado el mundo nuestro?

En cuanto desembarcamos en Noruega, supimos que AA podría llegar y llegaría a todas partes. No entendíamos ni una palabra de noruego y había pocos traductores. Para nosotros, tanto los paisajes como las costumbres eran nuevos y extraños. Sin embargo, desde el primer instante había una comunicación maravillosa. Había una increíble sensación de unidad, de estar completamente en casa. Los noruegos eran de los nuestros. Noruega también era nuestro país. Ellos tenían los mismos sentimientos para con nosotros. Esto se podía ver en sus caras; nos llegaron al corazón.

A medida que íbamos viajando de país en país, se iba repitiendo una y otra vez esta magnífica experiencia. En Gran Bretaña, nos aceptaban como británicos. En Irlanda, estábamos en perfecta armonía con los irlandeses. Por todas partes, era lo mismo. Era algo mucho más importante que un cordial encuentro y acuerdo entre personas. No era un mero intercambio interesante de experiencias y esperanzas comunes. Era mucho más: era la comunicación de corazón a corazón con admiración, con alegría y con gratitud eterna. Lois y yo supimos entonces que AA podría dar la vuelta al globo - y así lo ha hecho.

Nunca tendremos necesidad de otra evidencia. Si hay un miembro que todavía lo dude, que escuche la siguiente conmovedora historia que alguien me contó la semana pasada.

La historia trata de un pequeño grupo de habla inglesa en Japón. Para ser más preciso, es la historia dedos miembros del grupo - un par de japoneses que no entienden ni una palabra de inglés. Vale mencionar que los demás miembros - los de habla inglesa - no entienden ni una palabra de japonés. La barrera lingüística es total. Es probable que los dos japoneses sólo hayan leído una traducción de los Doce Pasos, y nada más.

Hace ya algunos meses que los compañeros japoneses vienen asistiendo a las reuniones, sin perderse ninguna. Allí se sientan en el local de reunión, con caras muy risueñas. Se concentran con toda intensidad en lo compartido por cada orador, como si comprendieran y saborearan cada palabra. Estas palabras inglesas, como palabras, todavía no tienen sentido. No obstante, los que hablan y la reunión tienen para ellos un inmenso significado. Todos sabemos por qué. Los que hablan no se están expresando meramente en inglés sino en el lenguaje universal de profunda y duradera hermandad - el lenguaje del corazón.

Los dos japoneses, una vez aislados y solitarios, ya no se sienten solos; pueden ver y sentir y comprender. Y, gracias a Dios, el resto de nosotros vemos, sentimos y comprendemos también.

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