volver

Los servicios hacen funcionar a AA

Noviembre de 1951

n la cocina se prepara el café; en el hospital se desintoxica al alcohólico enfermo; en la Sede general se difunde el mensaje de AA; nuestras cuerdas de salvamento de servicio llegan a las cinco partes del mundo. Todo esto simboliza AA en acción. Porque acción es la palabra mágica de Alcohólicos Anónimos. Así es que cada servicio de AA demuestra diariamente que las llamadas "actividades materiales" pueden conducir a resultados espirituales magníficos.

En años anteriores, todas las reuniones de AA se celebraban en casas particulares. No había comités y nadie ponía un centavo. Ni siquiera teníamos nombre y no se oía hablar de los fundadores. Era así de simple.

No obstante, disfrutábamos de un "servicio" - un servicio muy valioso. Las esposas hacían pasteles y café fuerte para nosotros los borrachos que estábamos apiñados en los salones de estar, todavía aterrorizados de que a fin de cuentas nuestro programa no fuera a funcionar. Estas bondadosas muestras de ánimo por parte de nuestras mujeres nos allanaban el camino y de esta forma aligeraban nuestras dudas. Así, desde el mismo principio, esos servicios amables hacían funcionar a AA.

Con el tiempo, las reuniones se hicieron más grandes. Nuestros salones de estar no tenían cabida suficiente para efectuarías. Tuvimos que trasladarnos a salas más amplias. Rara vez se nos ofrecían gratis los lugares de reunión, así que teníamos que pagar el alquiler. Los propietarios no tenían ni una pizca de interés en las ventajas espirituales de la pobreza colectiva. Por lo tanto, alguien pasaba el sombrero y voluntariamente echábamos dinero. Sabíamos que no nos podíamos reunir ni funcionar como grupo a no ser que lo hiciéramos. Descubrimos a regañadientes que el alquiler era necesario para asegurar la sobriedad - nuestro dividendo espiritual, y la vida misma.

Este proceso de pagar el alquiler también produjo el primer "oficial" de AA. El hombre que escogíamos para pasar el sombrero se convirtió muy pronto en nuestro tesorero. Había que contestar el teléfono, escribir cartas, pedir y distribuir literatura. El ahora bien conocido secretario de grupo hizo su primera aparición. Poco tiempo después, había que conceder entrevistas a la prensa, dirigirse a los clérigos y a los médicos, hacer arreglos con los hospitales, organizar banquetes. Y esto no podía hacerlo cualquiera. Había que elegir a alguien especial para realizar estas tareas. Ese "alguien" llegó a ser el coordinador de servicios del grupo.

Naturalmente, todo esto era bien fastidioso, ya que perturbaba nuestra a veces imperfecta serenidad. Empezaron las riñas, se hicieron pronósticos poco optimistas de nuestro futuro, y todo el mundo ansiaba volver a los salones de estar. Pero no volvimos porque no podíamos. Nos dimos cuenta de que, sin tener comités de servicios, cesaríamos de funcionar y, tal vez, nos desintegraríamos. Efectivamente, tendríamos que organizar los servicios para poder mantener AA sencillo.

Tardamos poco tiempo en descubrir que a los hospitales, no les gustaban los borrachos. Habíamos sido alborotadores molestos que evitaban pagar sus cuentas y que rara vez se recuperaban. No obstante, nos dimos pronta cuenta de que muchos alcohólicos nunca tendrían una oportunidad en AA sino estuvieran hospitalizados. ¿Qué íbamos a hacer?

Primero, optamos por un método casero de reducir la ingestión de alcohol poco a poco. Pero en vez de reducirla, muchos de nuestros nuevos candidatos gradualmente la aumentaban - y acababan volviendo a los bares. Algunos grupos intentaron organizar "hospitales de AA" con médicos a su disposición. Pero esto fue llevar las cosas demasiado lejos; metió directamente a nuestros grupos en negocios importantes. Todas estas primeras tentativas fueron un fracaso. Acabamos por darnos cuenta de que todo grupo de AA debe ser primordialmente una entidad espiritual, y no una empresa comercial. Luego algunos miembros individuales de AA y sus amigos empezaron a establecer casas de descanso y granjas para los borrachos como empresas privadas. Esto funcionó mucho mejor, pero aun no era suficiente.

Con el tiempo, los médicos vinieron en nuestra ayuda. Expresándose de acuerdo con la conclusión a la que habíamos llegado por la dura experiencia de que la medicina era asunto de los médicos, empezaron a ayudarnos a establecer contactos con los hospitales.

Nuestros primeros intentos de cooperar con los hospitales de las áreas urbanas entrañaban a menudo confusiones perniciosas. Cualquiera apadrinaba a cualquiera, y las cuentas de los hospitales seguían sin pagarse. Algunos engreídos AA les decían a los médicos cómo dirigir los pabellones. Estas descuidadas relaciones, sin pie ni cabeza, con los hospitales no contribuían a mantener AA sencillo en absoluto. Reinaba una confusión general hasta que algunos hospitales les dijeron bruscamente a los grupos metropolitanos de AA que tenían que nombrar a algunos miembros responsables con quienes pudieran tratar regularmente, si no... Nadie, decían los hospitales, podía cooperar con una anarquía.

AA empezó a caer en la cuenta de que el grupo tendría que ejercer su responsabilidad mucho más allá del portal de la sala de reunión de los martes y de los jueves. Si no, la persona que se acercaba a nuestras puertas podría perder su oportunidad, e incluso su vida.

Poco a poco y de muy mala gana, los grupos de las áreas densamente pobladas se dieron cuenta de que tendrían que formar asociaciones, abrir pequeñas oficinas, y pagar los sueldos de algunas secretarias. Se levantaron tremendas protestas. Para muchos miembros, esto significaba una organización destructora, la política, el profesionalismo, grandes gastos, una burocracia dominante y el gobierno. "Créannos," decían, "una oficina central local podría costarles a los miembros de AA metropolitanos cincuenta centavos al mes por cabeza. Y esto podría convertirse en un maldito impuesto - ¿qué pasa con nuestra Tradición de no 'honorarios ni cuotas'?"

Naturalmente, todos estos temores exagerados nunca se materializaron. Ahora tenemos muchas y buenas asociaciones intergrupales, mantenidas voluntariamente. El principiante tiene una mejor oportunidad, y los hospitales están contentos. La oficina de una asociación grande ha apadrinado y hospitalizado a 7,000 alcohólicos.

Un servicio rápido de entrevistas y de contestación telefónica está sembrando las semillas de la recuperación en otros miles. Se publican directorios de reuniones locales, se atiende a nuestras relaciones públicas, se organizan cenas y reuniones regionales. Nos dimos cuenta de que estas tareas no se podían dejar en manos de cualquiera que de pronto le apeteciera celebrar una entrevista o imprimir una serie de boletos y plegables. En pocas palabras, los intergrupos se ocupan de aquellos trabajos de área que ningún grupo o miembro individual podría hacer. Unifican las regiones; hacen funcionar a AA.

En 1937, algunos de nosotros nos dimos cuenta de que AA tenía necesidad de literatura uniforme, Sería necesario publicar un libro. Nuestro programa de palabra podría ser desvirtuado, las disensiones sobre los principios básicos nos podrían destruir, y entonces nuestras relaciones públicas se echarían a perder. No cumpliríamos con nuestra obligación ante el alcohólico que todavía no nos conocía si no pusiéramos por escrito nuestros conocimientos.

Pero no todo el mundo estaba de acuerdo; a muchos esta propuesta les asustaba tremendamente. Se necesitaría una cantidad bastante grande de dinero; habría grandes disputas sobre la paternidad literaria, los derechos de autor, los beneficios, los precios y el contenido del libro. Algunos creían sinceramente que este proyecto, aparentemente peligroso, haría pedazos nuestra pequeña Sociedad. "Evitemos las complicaciones, mantengámoslo sencillo," decían.

Pues, tuvimos algunas disputas violentas sobre la elaboración y la distribución de aquel libro de AA. De hecho, tuvieron que pasar cinco años hasta que se apaciguaran los ánimos. Cualquier AA que se imagina que los ancianos que elaboraron el Libro lo hicieron meditando serenamente y envueltos en hábitos blancos, más vale que lo olvide. La inspiración que ahora los lectores dicen encontrar en el texto, debe haber llegado allí únicamente por la gracia de Dios.

Pero fíjense en lo que ha pasado. Doscientos mil Libros de AA se distribuyeron en este año de 1951, difundiendo silenciosamente nuestro mensaje por todo el mundo e iluminando el sendero del progreso a casi cualquier principiante. Sin duda, ese Libro es la espina dorsal de nuestra unidad y nos ha simplificado nuestro trabajo de una manera increíble. Aunque su preparación fue, en parte, un proceso muy "material," aquellos dolores de parto de su creación contribuyeron a dar forma a nuestra Sociedad y a hacer que funcione. El resultado espiritual, en términos de sobriedad, felicidad, y de fe es imposible de calcular.

Este conjunto de servicios de la Sede le hace posible a AA funcionar como un todo. Guardan nuestra Tradición; distribuyen nuestras publicaciones principales. Vigilan nuestras relaciones con el público en general y así nos relacionan apropiadamente con el mundo exterior. Sirven para mediar nuestras dificultades; guían nuestra política. Por lo tanto, estos indispensables servicios son las principales cuerdas de salvamento de AA para los millones que todavía no nos conocen.

Este centro mundial de servicio constituye la parte principal de nuestro recién anunciado Tercer Legado. Y bajo los términos de este Legado de Servicio, la Conferencia de Servicios Generales, un organismo representativo compuesto por delegados estatales y provinciales, asumió el pasado abril el control y la orientación de los asuntos principales de AA.

Este acontecimiento marcó la transferencia a ustedes - los miembros de Alcohólicos Anónimos - de la responsabilidad de nuestros servicios mundiales que anteriormente recaía en el Dr. Bob, en nuestros amigos y en mí mismo. Sostengan y cuiden bien estos servicios; las vidas y el destino de millones de personas, y la supervivencia misma de AA, puede depender de cómo cumplan ustedes con esta recién asumida obligación.

Hagamos respetables nuestros servicios; concedámosles una importancia igual a la de los Doce Pasos de recuperación y los Doce Principios de la Tradición de AA. Olvidemos nuestro temor a estar excesivamente organizados; recordemos que AA, como una totalidad, no puede estar organizada, pero debemos organizar y sostener nuestros servicios de manera que AA pueda funcionar. Olvidemos nuestros primeros temores de profesionalismo, de acumulación de riqueza y de gobierno. La experiencia, fortalecida ahora por nuestras Tradiciones, ya nos ha convencido de que es poco probable que nos veamos asediados por cualquiera de estos males.

Sobre todo, cambiemos nuestras viejas actitudes hacia el dinero. Colectivamente, los miembros de AA tienen unos enormes ingresos debido a su sobriedad; representa una bonanza de quinientos millones de dólares cada año. ¿No podemos volver a invertir sabia, agradecida y humildemente, una pequeña fracción de esta vasta cantidad en los servicios vitales que hacen funcionar a AA? Creo que podemos y creo que lo haremos. Porque hemos visto en nuestras propias vidas que la sobriedad produce dinero, y hemos visto en nuestros servicios de AA que un poco de dinero produce dividendos espirituales incalculables. Volvamos a considerar este asunto desde el principio hasta el final.

Nos hemos recuperado por medio de nuestros Doce Pasos, nos hemos unificado por medio de nuestras Tradiciones, y por medio de nuestro Tercer Legado - Servicio - llevaremos el mensaje de AA en todas las épocas venideras. De esto, me siento felizmente seguro.

volver

Hosted by www.Geocities.ws

1