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Servir es vivir

Junio de 1951

uestra primera Conferencia de Servicios Generales de Alcohólicos Anónimos tuvo lugar en la ciudad de Nueva York en abril de 1951. Estaba compuesta por 37 delegados de los EE.UU. y Canadá, más los miembros del personal de la Sede de servicio general de AA y los custodios. El único propósito de nuestra Conferencia era servir a AA por todo el mundo.

Esta poco emocionante declaración tiene una profunda significación para todos los que estaban allí. Llegarnos a creer que el futuro de AA se había asegurado. Llegamos a estar convencidos de que AA seguiría existiendo mientras Dios nos necesitara.

¿Por qué se sintieron tan conmovidos todos los que fueron testigos de esta Conferencia? Creo que por dos razones: Se oyó hablar por primera vez a la conciencia de grupo de Alcohólicos Anónimos en su totalidad. Y nos dimos cuenta, más claramente que nunca, de lo peligroso que podría llegar a ser "la fe sin obras." De esta manera, la conciencia colectiva de AA sintió por primera vez la llamada al servicio.

Para hacer esto más claro, consideremos por un momento el miembro individual de AA. La fe por sí sola no lo salva. El tiene que actuar, tiene que hacer algo. Tiene que llevar su mensaje a otros, practicar los principios de AA en todos sus asuntos. Si no lo hace así, recae, se marchita y muere. Consideremos ahora un grupo de AA. ¿Es posible que la pura fe, la mera creencia en unos principios correctos y unas tradiciones sanas, hagan que el grupo tenga éxito? Ni mucho menos. Cada grupo de AA, como tal, también tiene que funcionar, tiene que hacer algo. Tiene que servir para su fin asignado o, si no, también se marchita y se desintegra.

Nuestros delegados de la Conferencia tenían la posibilidad de aplicar este principio a AA en su totalidad. Los delegados podían ver más allá del miembro individual y su grupo particular. En un instante, asimilaron la simple realidad de que AA en su totalidad tenía que seguir funcionando o, si no, sufriría el típico castigo de la fe sin obras; o sea, la desintegración. Ya no podíamos contentarnos con la cómoda ilusión de que si cada grupo de AA se cuidara de sus propios asuntos, Dios nos premiaría por nuestra cortedad de vista, dedicándose a cuidar de la totalidad de AA - incluyendo nuestra Sede, las relaciones públicas de AA, y el bienestar de los millones que todavía no sabían de AA. Los delegados se dieron cuenta de que tal actitud significaría la fe sin obras y sin responsabilidad, y nunca podría ser así. Claro que siempre habría mucho trabajo que hacer, mucha gente tendría que asumir mucha responsabilidad. Cada miembro tendría que dar un poco a la totalidad de AA.

Nuestra Comunidad, llegada ahora a su mayoría de edad, tendría que empezar a cuidar de sus propios servicios vitales; estos servicios no se podrían dejar irreflexiva y completamente en las manos de nuestra aislada, desconocida y desamparada junta de custodios. Los trabajos de nuestra Fundación y de la Sede de AA tendrían que ser bien comprendidos y directamente respaldados por la totalidad de AA. A los delegados les parecía que nada podría ser más obvio. Por lo tanto, la próxima vez que ustedes se encuentren con su miembro local de la Conferencia, es muy posible que le oigan expresarse en términos muy parecidos a los siguientes:

"Gracias por haberme enviado a Nueva York. Acabo de pasar tres días en la Sede mundial de AA. Nuestros custodios y el personal de la Oficina General y del Grapevine hicieron todo lo posible para que nosotros pudiéramos tener un a visión de su pasado, presente y futuro. Lo que vimos y sentimos nos dejó maravillados.

"De repente tuvimos un sentido de lo que es la totalidad de AA. Vimos una Comunidad de unidad incomparable, que nunca ve ponerse el sol, una sociedad mundial cuatro mil veces más grande que un solo grupo de AA.

"Luego, nos dimos cuenta de que esta maravilla nunca habría sido posible si no fuera por el servicio dedicado de unas pocas personas, aquellos trabajadores de la Sede cuyas labores durante más de una década nos habían hecho posible hacer esa gran cosecha en campos lejanos y recoger a 120,000 compañeros al amparo de nuestro redil para tener allí el respeto afectuoso del mundo entero. Y todo esto lo habían hecho nuestros invisibles servidores de la Fundación porque el Dr. Bob y Bill les habían pedido que lo hicieran.

"Pero ahora nos dicen a los delegados, 'Pronto van a tener que echarnos una mano. Estos son los brazos de servicio de AA, éstas son nuestras Tradiciones. Vengan y ayúdenos a administrarlos; los tiempos han cambiado, los ancianos somos mortales. Este es su Legado de Servicio. Les rogamos que lo acepten y que lo cuiden bien."'

En los anales de AA, siempre guardaremos el precioso recuerdo de la escena de la Conferencia de aquel domingo por la tarde cuando nos reunimos por última vez. Porque en esa reunión histórica, todos pudimos oír la voz de Alcohólicos Anónimos. Y estas son las palabras que oímos: "Servir a AA es vivir. Aceptamos gustosamente nuestro Tercer Legado. Que lo cuidemos bien y lo utilicemos sabiamente."

En esa hora magnífica, la antorcha del Servicio pasó de las manos de nosotros los ancianos a las de ustedes, los jóvenes; pasó a todas las generaciones futuras de esos hijos de la noche que, Dios mediante, verán desaparecer la oscuridad dentro de la Sociedad de Alcohólicos Anónimos durante los años resplandecientes que el destino, sin duda, tiene reservados para nosotros.

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