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Seamos consecuentes desde el punto de vista práctico y espiritual

La Conferencia de Servicios Generales de 1958 votó unánimemente en contra de una propuesta de publicar una edición en rústica del Libro Grande. Ya que creía que todos los AA deberían comprender plenamente por qué se hizo esto, Bill pidió al Grapevine que volviera a publicar algunas partes de una carta que él había escrito a un viejo amigo sobre este asunto tan debatido.

Agosto de 1958

uerido -,

Me resultó muy grato volver a tener noticias tuyas. Los ancianos nos estamos separando cada vez más. Muy a menudo siento nostalgia por los días de antaño, y cartas como la tuya siempre avivan los recuerdos.

Has planteado una vieja pregunta, "¿Por qué no publicamos una edición barata del libro de AA - tal vez una edición en rústica de cincuenta centavos?" Esta pregunta, a su vez, plantea un número considerable de nuevas preguntas, que tienen una significación tanto práctica como espiritual.

Primero, consideremos los antecedentes históricos del asunto del libro barato. En los años siguientes a la primera publicación del Libro Grande en 1939, al precio de $3.50, se discutía seria y acaloradamente sobre la cuestión de un libro de bajo precio o un libro de precio elevado. En esa época, la mayoría de los AA sin duda estaban a favor de una obra que se vendiera por un dólar. Cuando anunciamos el precio de $3.50, hubo una reacción muy fuerte (y, hasta cierto punto, poco razonable): "Bill nos ha fallado," "El precio es demasiado alto para un pobre borracho," "Ya que todo en AA se da gratuitamente, ¿por qué no regalar el libro," "Puesto que AA es no lucrativa, ¿por qué han de tener beneficios los grupos y la Sede de Nueva York?" En cuanto a las regalías para el Dr. Bob y para mí - pues, algunos nos calificaban de aprovechados, e incluso de estafadores.

Según el parecer de muchos miembros, estos eran argumentos contundentes. Un libro de regalo representaría un ejemplo puro de empresa espiritual. Sin embargo, un volumen encuadernado decentemente y con un precio dentro de los márgenes comerciales normales, un volumen que contribuyera a cubrir los gastos de la Sede de AA, se consideraba como un mal bastante espantoso. Por lo tanto, me vi sometido a la crítica más severa de toda mi vida en AA.

No obstante, nuestra historia demuestra que la mayoría a veces idealista de aquellos días estaba gravemente equivocada. Si el libro no hubiera producido ganancias para la Sede ni regalías para el Dr. Bob y para mi, AA habría tomado un rumbo muy distinto y posiblemente desastroso. El Dr. Bob y la Hna. Ignacia no podrían haber cuidado a aquellos 5,000 borrachos en sus esfuerzos pioneros en los hospitales de Akron. Yo habría tenido que dejar de trabajar de plena dedicación hace 15 años. Nuestro libro estaría en manos de una editorial ajena. No habría habido Doce Tradiciones ni Conferencia de Servicios Generales. La Sede, económicamente paralizada, no podría haber propagado el mensaje de AA por todo el mundo. De hecho, es muy posible que hubiéramos tenido que cerrarla.

Todo eso habría sucedido sino hubiéramos podido contar con los ingresos producidos por el Libro Grande para compensar el déficit, a menudo considerable, de las contribuciones de los grupos a la Sede. Por ejemplo, en el período 1945-1950, en el espacio de tres años frenéticos, vi bajar el saldo de nuestro fondo de reserva de $100,000 a $40,000. En una ocasión durante esa época, la Oficina de Servicios Generales y el Grapevine experimentaron un déficit combinado de $3,000 al mes. El dinero proveniente de la venta del libro nos mantenía a flote y nos hacia posible volver a organizar la oficina de servicio y poner en marcha la Conferencia de Servicios Generales de hoy día. Un libro barato de AA habría sido un error práctico y espiritual de grandes proporciones. En vez de llevar el mensaje de AA a multitud de gente, lo habríamos llevado a muy pocos. No cabe la menor duda. Todo aquel que quiera tener un libro en rústica a un precio de 50 centavos, debe reflexionar cuidadosamente sobre este episodio de nuestra historia.

La junta fideicomisaria de AA, nuestra Junta de Servicios Generales, tiene ahora un fondo de reserva que se ha venido acumulando a lo largo de los años gracias a los ingresos producidos por el libro. Este fondo tiene un saldo que representa los gastos de operaciones de nuestra Sede durante un año. Lo consideramos como nuestra mayor protección contra los tiempos duros y contra la posibilidad de una disminución sustancial de las contribuciones de los grupos. Incluso en los buenos tiempos, las contribuciones de los grupos a menudo han sido inferiores - y a veces muy inferiores - a lo necesario para sufragar los gastos de la Sede. Si en realidad pudiéramos recoger una contribución de todo miembro recuperado, el gasto anual por miembro solo sería de un dólar. De hecho, le pedimos a cada miembro que contribuyera con $2.00 y recibimos, como promedio, muchos menos. La oficina de AA experimentó un déficit de $15,000 en 1957, y el Grapevine, un déficit de $l0,000. Visto que ésta es una situación en que nos encontramos con frecuencia en los buenos tiempos, ¿qué nos podría pasar en los malos tiempos?

En los tiempos difíciles, los miembros y grupos de AA sin duda se las arreglarán para cuidar de si mismos. Pero en tales circunstancias, ¿hasta qué punto podrían cuidar de la Sede general? Por no habernos visto nunca en tal situación, nadie puede saberlo. Ni siquiera podemos hacer una suposición bien fundada. Solo sabemos que nuestra Sede sigue experimentando déficits. También sabemos que un tercio de los grupos de AA, que representan unos 50,000 miembros, no envían nada a la Sede, ni siquiera en las épocas de prosperidad. Por lo tanto, no tenemos ningún motivo de creer en Santa Claus. Por esta razón hemos insistido en robustecer nuestro fondo de reserva. Es nuestra principal protección contra el debilitamiento o el colapso de los servicios generales de AA; esos servicios que han diseminado las buenas nuevas por todo el mundo y que debemos mantener en plena potencia sean cuales sean las circunstancias.

Hay quienes creen que un libro de cincuenta centavos tendría poco impacto en las ventas de nuestra edición de $4.50. Pero, ¿es así? En la Sede hemos encontrado muchos competentes trabajadores de servicio voluntarios. Uno de ellos es el vicepresidente de una casa editorial muy importante. Conoce bien el mercado de libros, dentro y fuera de AA. Recalca el hecho de que libros de AA ultrabaratos, especialmente las ediciones en rústica, perjudicaría seriamente nuestras ventas e ingresos actuales. Por lo tanto, ¿no sería prudente preguntarnos a nosotros mismos: "Podemos permitimos el lujo de tener esos libros baratos ahora"?

Se ha expresado alguna esperanza de que el volumen de ventas de los libros de cincuenta centavos en el mercado público sería tan enorme que, a fin de cuentas, no perderíamos mucho dinero. Pero ésta es una de esas situaciones en las que no se puede hacer una previsión segura. Como AA no puede meterse en la distribución a las tiendas o los kioscos de periódicos, tendríamos que dejar que una editorial ajena nos hiciera el trabajo. Tal editorial sería la única proveedora. Incluso si esa casa editorial vendiera un millón de ejemplares al año, la participación de AA Publishing, Inc., en concepto de regalías y beneficios, no superaría los $ 10,000. Por supuesto, puede ser que este cálculo sea demasiado optimista. Un sondeo preliminar entre las casas editoriales indica que un volumen de ventas tan alto es bastante dudoso. El sentido común también sugiere lo mismo.

El mercado principal de libros baratos está dominado por los antiguos éxitos de librería, las novelas policiacas, las novelas eróticas, de ciencia ficción y similares. Un inmenso interés público hace posible mantener un alto nivel de ventas. Ya hace casi 20 años que el libro de AA está en venta en las librerías. Alcohólicos Anónimos y su Libro Grande han tenido una gran publicidad en los medios de comunicación y siguen teniéndola. No obstante, nuestras ventas al público solo han constituido una parte insignificante del total. No han llegado ni a un promedio de 1,500 ejemplares al año. Entonces, ¿Cómo podemos tener la menor seguridad de que si vendemos el libro de AA en las tiendas y los kioscos de periódicos, la ventas van a saltar de pronto de 1,500 a un millón de libros, o a cien mil, o incluso a diez mil libros? No parece que nadie pueda predecir con certeza la salida que tendría un libro de texto especializado como el nuestro si lo pusiéramos en venta a precio barato al lado de novelas policíacas y de ciencia ficción en las tiendas de las ciudades. Si no lográramos tener un gran volumen de ventas, habríamos fracasado principalmente en nuestro objetivo espiritual de llevar el mensaje de AA. Comparado con la enorme publicidad que ya tiene AA, el impacto que tendría un libro barato no seria muy grande.

Ahora preguntémonos si hay una verdadera escasez de libros o materiales de lectura dentro de AA, y además si nuestros miembros más pobres se encuentran realmente privados de tener su libro de AA porque aún no disponemos de una edición de cincuenta centavos. Y también si nuestra excelente literatura en folletos no puede satisfacer las necesidades de esos recién llegados, si no hubiera otro remedio. Sabemos que ya se han distribuido 350,000 libros de AA y que cada año a los miembros de AA les llegan medio millón de buenos folletos. ¿Quién conoce a un miembro a quien no se le haya dado un libro, que no pueda tomar prestado un libro, o que no pueda comprar uno a plazos en su grupo, o encontrar el Libro Grande en la biblioteca local? Casi nadie tiene que verse privado de leer este libro si está dispuesto a hacer el menor esfuerzo para conseguir un ejemplar. Hay sin duda algunas excepciones, pero nos estamos ocupando de ellas; ya enviamos ejemplares de regalo del Libro Grande a las prisiones y a los grupos en instituciones.

Puede que haya ciertas ventajas espirituales en tener libros baratos, pero sin duda alguna también habría claras desventajas espirituales.

Se nos plantea la pregunta de quién se encuentra en las mejores condiciones de pagar por un determinado servicio - en este caso un programa de regalar los libros. ¿Los miembros individuales, los grupos de AA, o AA en su totalidad? Obviamente, la riqueza y los ingresos combinados de los miembros individuales de AA son la verdadera reserva y fuente de dinero. Los ingresos combinados de todos los alcohólicos que se han recuperado en AA llegan fácilmente a un billón de dólares al año. Comparado con esto, el dinero que llega a las tesorerías de nuestros 7,000 grupos de AA es una minucia. Comparadas con el dinero que llega a las tesorerías locales, las contribuciones a la Sede de AA son como una gota de agua en el mar. Nuestra tesorería internacional y fondo de reserva ni siquiera contiene un dólar por cada alcohólico que se ha recuperado en AA. Ni tampoco estos alcohólicos son quienes abastecen este fondo de reserva; los compradores del libro son los que lo hacen. Es probable que la mitad de los alcohólicos que se han recuperado en AA nunca hayan enviado, directa o indirectamente, un centavo a la Sede. Tal vez para algunos los estados de cuenta de nuestra Sede representen un gran capital. Pero este dinero solo representa la mínima fracción de la riqueza total y de los ingresos potenciales de los miembros de Alcohólicos Anónimos. La Sede de AA - o AA en su totalidad - es relativamente más pobre que una rata. ¿Debe la Sede, la parte más pobre de AA, ponerse ahora a financiar la parte más rica - los AA individuales - con un libro de cincuenta centavos?

¿Tendría esto sentido - desde el punto de vista práctico o espiritual?

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