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Con respecto al dinero

Noviembre de 1957

qui en los Estados Unidos nos vamos acercando al Día de Acción de Gracias. Todos en la Comunidad de AA, entrados en el espíritu de esta ocasión, nos alegramos, agradecidos por las bendiciones que nuestra Sociedad nos ha dado. También es tradicional en esta época hacer una evaluación de nuestro progreso como Comunidad. Nos fijamos en nuestra Sociedad y preguntamos: "¿Cómo nos encontramos?"

Las Doce Tradiciones son la regla que utilizamos para medir nuestro progreso. "¿Hasta qué punto nos apegamos a las Doce Tradiciones?" es la pregunta primordial de la Semana de Acción de Gracias. Cada año que pasa, vemos cada vez más claramente que la adhesión a nuestros principios tradicionales, adquiridos a duras penas, es la base de nuestra unidad y de nuestra eficacia en llevar el mensaje; que la indiferencia, la falta de comprensión, o la rebeldía contra estos principios podrían llevarnos a unas disensiones globales y, tal vez, a la ruina. Nos damos perfecta cuenta de que la práctica de las Doce Tradiciones es tan esencial para la vida de AA en su totalidad como lo es la práctica de los Doce Pasos para la vida y la sobriedad de cada miembro.

El Grapevine me ha pedido que escriba un articulo acerca de las Tradiciones para este número. Por consiguiente, he escogido como tema aquellas que tratan del asunto, a menudo mal comprendido y a veces poco popular, del dinero. En cuanto a este tema, nuestras Tradiciones hacen dos cortas y sencillas declaraciones. La Séptima Tradición dice: "Todo grupo de AA debe mantener se completamente así mismo, negándose a recibir contribuciones de afuera." La Octava Tradición dice: "AA nunca tendrá carácter profesional, pero nuestros centros de servicio pueden emplear trabajadores especiales."

Estas pocas palabras están repletas de una gran significación. En ellas vemos los resultados de las inmensas controversias y luchas de nuestra época pionera, en la que llegamos a damos cuenta de que AA tendría que formular algunas normas viables y bien fundadas en lo concerniente al dinero para evitar la ineficacia perpetua y la posible ruina. Si hemos tomado alguna cuestión en serio, ha sido la del dinero.

Los debates sobre el dinero en esa época oscilaban alocadamente entre dos opiniones extremas. Los conservadores decían que AA, como tal, no debe utilizar ningún dinero. Las reuniones tendrían lugar exclusivamente en nuestras casas particulares; podríamos diseminar nuestro mensaje únicamente de palabra. No habría publicidad, ni literatura, ni tesoreros, ni comités, ni intergrupos, ni custodios. No habría trabajadores asalariados; y por lo tanto no habría un ejército de burócratas ni ninguna posibilidad de establecer un gobierno. Al negarnos a recoger dinero, estaríamos completamente apartados del mundo de los negocios. Todo se haría espontáneamente, y cada miembro seguiría la voz de su propia conciencia. Los conservadores decían a gritos, "No nos dejes caer en la tentación. Mantengámoslo así de simple."

Al otro extremo estaban los radicales, los promotores. Decían que teníamos que tener vastas sumas de dinero. Teníamos que contratar a agentes de prensa; necesitaríamos grandes obras de literatura. Tendríamos que ser propietarios de cadenas de hospitales; habría necesidad de regimientos de trabajadores asalariados de todo tipo, incluso misioneros pagados para llevar el mensaje a ciudades lejanas y países remotos. En cuanto nos pusiéramos en marcha, tendríamos que celebrar grandes reuniones públicas. Escuadras de miembros en camiones con altavoces atravesarían el país. A medida que se nos unieran mujeres y hombres famosos, ellos gustosamente pregonarían las buenas nuevas desde los tejados. De esta forma, el mensaje de AA, puro y sin desvirtuar, daría la vuelta al mundo tan rápido como lo hizo el famoso protagonista de Julio Verne - ¡en solo ochenta días! Para los promotores, no había sueño que no fuera posible, ni idea demasiado grandiosa. Y, ¿de dónde sacarían el dinero? Del público, por supuesto. Los ricos nos enviarían millones.

Hoy podemos ver que los conservadores habrían hecho que nos pudriéramos por no hacer nada. Por otro lado, los promotores sin duda nos habrían llevado a la ruina por intentar hacerlo todo.

El proceso de separar lo sensato de lo insensato fue largo y doloroso. Estábamos tremendamente confundidos porque nadie tenia el monopolio de la sensatez. Los conservadores, con su prudencia, parecían tener razón cuando decían que grandes cantidades de dinero nos pondrían en peligro. Pero cuando el temor llevaba la ventaja, y ellos insistían en no tener dinero ni ningún tipo de servicio, parecía que estaban soltando puras necedades. Su programa solo podría conducir a una gran confusión y a un progreso a paso de tortuga. Así ocurría también con los promotores. Por su entusiasmo, a veces abogaban por proyectos peligrosos. No obstante, a veces la sabiduría estaba de su parte.

Lentamente, a medida que los martillos de los promotores seguían golpeando los obstinados yunques de los conservadores, se iban forjando nuestras dos Tradiciones respecto al dinero.

Al principio hicimos algunas concesiones a los radicales. Admitimos que, a pesar de que, como totalidad, seguiríamos sin estar organizados, no obstante, tendríamos que crear comités o juntas de servicios para que AA pudiera funcionar y llevar nuestro mensaje; y, al nivel regional e internacional, de vez en cuando tendríamos que emplear a algunos trabajadores asalariados. Esto iba a costar dinero, pero no mucho, y nunca lo suficiente para presentar grandes problemas o tentaciones futuras.

No obstante, esta clara necesidad nos planteaba la cuestión del profesionalismo. En los primeros días existía un temor bastante generalizado y justificado de que AA se viera cargada con una clase de trabajadores de Paso Doce asalariados - gente que querría tener sueldos u honorarios por llevar el mensaje de AA de persona a persona y cara-a-cara. No tardamos mucho en darnos cuenta de que tal eventualidad aniquilaría el espíritu de nuestra misión. No se podía vender el Paso Doce por dinero.

Este gran temor al profesionalismo incluso nos complicaba el asunto de contratar a un portero o cocinero AA. Y nos ocasionó doble molestia cuando finalmente tuvimos que contratar a algunos miembros de AA para trabajar como secretarios de área o internacionales. Durante algún tiempo, arrastraban el horrible estigma del profesionalismo. Decíamos que estaban ganando dinero a expensas de AA. Lo crean o no, muchos miembros temerosos y rectos solían evitar su compañía. Incluso los comités y las juntas a los que servían, a menudo los consideraban como una especie de mal herético pero necesario. En su caso, estábamos "mezclando lo material y lo espiritual" Para mantener a estos "casi profesionales" en la apropiada "condición espiritual" añadimos a la mezcla la menor cantidad de dinero posible; es decir, les pagábamos el sueldo más bajo que pudieran aceptar para hacer el trabajo.

Sin embargo, hasta cierto punto los radicales se habían salido con la suya. AA tenía que tener algunos trabajadores a sueldo, aunque sólo fuera unos pocos. Al final, nos dimos cuenta de que a esta gente se le pagaba principalmente por hacer posible un trabajo de Paso Doce bueno y eficaz. Hoy no se les considera en absoluto como profesionales y tratamos de pagarles bien. Figuran entre los AA más dedicados que conocemos. Por consiguiente, la Octava Tradición dice: "Alcohólicos Anónimos nunca tendrá carácter profesional, pero nuestros centros de servicio pueden emplear trabajadores especiales."

Pero los conservadores también salieron victoriosos cuando finalmente tomamos la decisión de construir un dique contra la afluencia de contribuciones procedentes del mundo exterior. Empezamos a rehusar todos los regalos de esta índole, grandes y pequeños. Nuestros centros de servicio nunca se enriquecerían con las contribuciones de los miembros de AA. Pero nuestros amigos bien intencionados, por sus regalos y legados, podrían dotarnos de vastas cantidades de dinero.

En cuanto empezáramos a aceptar donativos de este tipo, no habría fin. Aunque fácilmente podíamos sufragar nuestros muy módicos gastos de servicio, empezaríamos a aceptar grandes cantidades de donaciones caritativas. Aun peor, las ricas juntas de servicio de AA se lanzarían a una variedad de empresas arriesgadas e innecesarias. Sin duda veríamos surgir una vasta burocracia asalariada, y los más espantosos temores de los conservadores se harían realidad. En lo concerniente a los regalos y donativos, se habían expresado con suma sabiduría. Así que formulamos nuestra Séptima Tradición: "Todo grupo de A.A. debe mantenerse completamente a si mismo, negándose a recibir contribuciones de afuera."

Poco tiempo después de redactar esta Tradición, en un momento en que teníamos una necesidad urgente de dinero, los custodios de AA rehusaron un legado de $1 0,000. Era una época en que las contribuciones de los grupos de AA no alcanzaban a mantener, por un considerable margen, su propia Sede mundial.

No obstante, nuestros custodios no tardaron en taponar esa primera fisura que amenazaba aparecer en nuestro recién construido dique contra la tentación de aceptar dinero de fuentes ajenas. De allí en adelante, AA costearía sus propios servicios o no los tendría. Esta decisión todavía me conmueve. Fue uno de los puntos decisivos de nuestra historia.

Para terminar: Nuestra manera de vida espiritual está asegurada para las futuras generaciones si, como Sociedad, no caemos en la tentación de aceptar dinero de fuentes ajenas. Pero esto nos deja con una responsabilidad - que todo miembro debe comprender. No podemos ser tacaños cuando el tesorero de nuestro grupo pasa el sombrero. Nuestros grupos, nuestras áreas, y AA en su totalidad no funcionarán a menos que dispongamos de servicios adecuados y se paguen los gastos que entrañen.

El hacer frente a la tentación de aceptar grandes regalos y vencerla no es sino comportarnos con prudencia. Pero al ser generosos cuando se pasa el sombrero, damos una muestra de nuestra gratitud por nuestras bendiciones y una evidencia de que estamos deseosos de compartir lo que hemos encontrado con todos aquellos que todavía sufren.

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