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La prensa, la radio y la televisión

Octubre de 1957

ra el verano de 1939. Unos pocos meses antes, nuestra Comunidad alcohólica, con unos cientos de miembros, había publicado un libro al que pusimos el título Alcohólicos Anónimos. Pero la publicación no había tenido secuela alguna. Nuestros libros, cinco mil de ellos, se encontraban amontonados en el almacén del impresor, la Imprenta Cornwall, y no pudimos vender ni un ejemplar.

El tan esperado artículo del Reader's Digest - que podría haber informado al público sobre nosotros y nuestro nuevo libro se publicó. Llenos de pánico, nos apresuramos a abordar a los editores de una revista nacional tras otra, suplicando ayuda. Pero todo esto fue en vano. Works Publishing, la pequeña compañía que habíamos constituido para lanzar el libro, estaba en quiebra, como lo estábamos todos los demás. No sabíamos a quién recurrir.

Pero la Providencia estaba velando por nosotros. En el momento en que tocamos nuestro punto más bajo, Fulton Oursler, en aquel entonces redactor jefe de la revista Liberty, tuvo una entrevista con un escritor independiente de nombre Morris Markey. De boca de Charlie Towns, dueño del hospital del que yo había sido tan asiduo cliente, el Sr. Markey había oído una impresionante recomendación de AA, la cual estaba repitiendo al Sr. Oursler, uno de los hombres más perspicaces que yo haya conocido. Fulton Oursler se dio cuenta inmediatamente de nuestras posibilidades. El dijo: "Morris, te voy a asignar este trabajo. Escríbenos esta historia y la publicaremos en septiembre."

Tales fueron las palabras del primer amigo de AA en el campo de la prensa. Estas palabras iban a rescatar nuestro libro de la bancarrota y significaban además que el público iba a tener su primera visión de Alcohólicos Anónimos.

Conforme con lo prometido, el artículo de Morris Markey, "Los alcohólicos y Dios," apareció en la revista Liberty. Los resultados fueron inmediatos y electrizantes. Más de 800 súplicas urgentes de ayuda llegaron a las oficinas de Liberty. Paciente y detalladamente, contestamos cada una, adjuntando a cada respuesta un formulario de pedido para el libro. Al poco tiempo, nos empezaron a llegar los pedidos y, gracias a más cartas enviadas por nuestra pequeña oficina de la calle Vesey y a la ayuda de los miembros viajeros de AA, se empezaron a establecer nuevos grupos.

Otros pregoneros de noticias no tardaron en seguir el ejemplo del Sr. Oursler. Un mes más tarde, el redactor jefe del Cleveland Plain Dealer, un hombre de mucho espíritu cívico, encargó al periodista Elrick B. Davis hacer un reportaje acerca de AA sin escatimar ningún esfuerzo. Día tras día aparecieron en primera plana del Plain Dealer artículos acerca de AA en general y, en particular, acerca de AA en Cleveland.

Junto con estos artículos, se publicaron exhortaciones editoriales que decían en efecto: "AA es bueno y funciona. Vengan y aprovéchenlo." De nuevo el diluvio. El pequeño grupo de Cleveland se vio inundado. Afortunadamente, logró sobrevivir y, pasados unos cuantos meses, el número de miembros del grupo había ascendido a centenares. A principios del año 1939, Alcohólicos Anónimos tenía menos de cien miembros, a fines del año tenía más de ochocientos.

En febrero de 1940, tuvimos otro fuerte empuje, en esta ocasión como consecuencia de la famosa cena del Sr. Rockefeller, en la que nos presentó a sus amigos y puso AA ante los ojos del mundo. Otra vez, la prensa hizo un trabajo espectacular; esta vez, muchos periódicos, incluyendo los diarios sensacionalistas, publicaron buenos comentarios acerca de nosotros, y las grandes agencias telenoticieras llevaron las crónicas a todas partes del mundo. En doce meses, el número de miembros de AA pasó de ochocientos a más de dos mil.

En la primavera de 1941, se volvió a representar el mismo drama, pero a una escala mucho mayor. El Sr. Curtis Bok, propietario del Saturday Evening Post, al haber visto los trabajos de AA en Philadelphia, recomendó a la redacción que le encargara a Jack Alexander hacer un reportaje acerca de AA que aparecería como crónica principal. Cuando se publicó el artículo de Jack, nos inundó una catarata de solicitudes de ayuda. Dos años más tarde, AA tenía diez mil miembros.

En el corto período de cuatro años, este pequeño grupo de amigos, contando nuestra historia al público norteamericano, había contribuido a centuplicar el número de nuestros miembros, había convertido a AA en una institución nacional, y había sentado las bases sobre las cuales nuestra Sociedad ha ido creciendo tan robustamente desde entonces.

Hoy en día, nuestros amigos de la prensa, la radio y la televisión forman una legión. En nuestra Sede hemos contratado a un servicio de recortes de prensa. Cada semana los recortes que nos envían sirven para contarnos de forma gráfica la historia de todo lo que han hecho y dicho estos amigos. Ellos inyectan en nuestras arterias mundiales una corriente sin fin y siempre creciente de sangre vivificadora.

Aunque la comunicación verbal y el contacto personal nos han traído muchos principiantes, no debemos olvidar nunca que la mayoría de nosotros debemos nuestra primera oportunidad de recuperación a nuestros amigos de los medios de comunicación - leímos, o escuchamos, o vimos algo. Gracias a ellos, AA tiene ahora más de 200,000 miembros activos.

A veces oímos a algunos miembros quejarse de la prensa, como si nos estuviera explotando, para tener sus historias y realizar sus ganancias. Dicen, "Bueno, estos escritores se ganan bien la vida contando sus historias y las casas editoras disfrutan de sus beneficios. No es nada de extrañar. No hacen sino su trabajo normal."

Sin embargo, la mayoría de nosotros nos damos cuenta de que tales aseveraciones son solo una verdad a medias.

Casi todos los escritores y redactores que conocemos han ido mucho más allá del mero ejercicio de su oficio o de su deseo natural de contar una historia conmovedora.

Hace años pedimos a toda la gente de los medios de comunicación que respetaran el anonimato de nuestros miembros. Y esto fue pedirles mucho, porque la gran mayoría de los periodistas no podían imaginar hacer sus trabajos sin poder publicar nombres completos o fotos. Pero cuando les explicamos el porqué de nuestro anonimato - que no nos atrevemos a permitir que 'los grandes personajes" florezcan entre nosotros - en seguida se dieron cuenta de la situación; y desde entonces, han hecho todo lo posible para adaptarse a nuestras necesidades, a pesar de verse frecuentemente tentados a publicar los nombres de nuestros miembros de fama nacional. En unas cuantas ocasiones, tales miembros han roto su anonimato deliberadamente; pero en estos casos la prensa rara vez ha tenido la culpa. De hecho, los redactores a menudo han refrenado a algunos AA, exageradamente ansiosos, que querían que el público supiera que eran miembros de la Comunidad.

En su perseverante entusiasmo por AA, muchos de nuestros amigos han ido aún más lejos. Se han comprometido personalmente a nuestra causa. Por ejemplo, Jack Alexander llegó a ser un custodio de AA y nos ayudó mucho a resolver nuestros problemas de literatura, y nunca perdió una oportunidad de apoyarnos, de viva voz o por escrito.

Menos conocida es la relación que teníamos con Fulton Oursler. El suyo era un ilustre ejemplo de dedicación personal a Alcohólicos Anónimos.

En 1944, se decidió que AA debería tener una revista mensual. En estas fechas, Fulton ya tenía un conocimiento intimo de las operaciones de AA. Una persona bien conocida suya había logrado una extraordinaria recuperación. En cuanto se enteró de nuestro proyecto de publicar una revista, Fulton se ofreció como voluntario para ayudarnos y, aunque nunca fue alcohólico, llegó a ser miembro de la junta editorial del Grapevine, y uno de sus fundadores. Pagaba algunos de los gastos de la organización de su propio bolsillo, nos aconsejaba, revisaba los manuscritos, y escribió un articulo para uno de los primeros números de la revista al que puso el titulo "Los alcohólicos son gente encantadora" [Título correcto: Charming is the Word for Alcoholics]. Más tarde, este título era motivo de broma entre nosotros. Sonriendo, él nos decía que debería haber sido "Algunos alcohólicos son gente encantadora."

En años posteriores, llegué a conocer muy bien a mi amigo Fulton. Nunca he visto un hombre más atareado. No importa a qué hora se fuera a acostar, a no ser que tuviera una pulmonía, no había nada que le impidiera estar en su despacho a las cinco de la mariana, donde se quedaba escribiendo hasta las once. Pero a esta hora no había hecho más que empezar su día; sus incontables amigos y actividades le mantenían ocupado hasta bien entrada la tarde, y yo era quien a veces le tenía levantado hasta la medianoche.

AA se encontraba entonces en las tormentas de su adolescencia. Nuestra Sede acababa de tomar forma y de hacerse cargo de sus responsabilidades. Necesitábamos consejos, especialmente en cuanto a las relaciones públicas, y Fulton era la persona a quien yo acudía frecuentemente. En esta época Fulton fue nombrado uno de los redactores jefes de Reader's Digest, y la ayuda que nos prestaba pronto se veía reflejada en el gran número de artículos que empezaron a publicar acerca de nosotros.

Entonces llegó el momento en que queríamos que Fulton sirviera como custodio de AA. Ya que yo sabia lo cargado que él estaba de trabajo, vacilé mucho en pedírselo. Pero no tenía por qué haberme sentido así, porque tan pronto como se lo pedí, se le iluminó la cara y dijo, "Claro que sí. ¿Cuándo empiezo?" Fulton no podía asistir a todas nuestras reuniones, pero siempre estaba a nuestra disposición. Recuerdo que una vez le interrumpí en mitad de sus horas de trabajo para pedirle que nos ayudara a salir de un apuro en el que nos encontrábamos con un productor cinematográfico de Hollywood. Inmediatamente dejó lo que estaba haciendo y descolgó el teléfono. En menos de una hora, me llamó para decirme que todo estaba resuello, y que no teníamos que preocuparnos más.

Unos meses antes de su muerte, pasamos una tarde juntos. Entonces fue cuando me dijo lo que AA había significado para él. Después de describir su juventud como una época de orgulloso agnosticismo y sofisticación que le había llevado a un callejón sin salida, pasó a contarme cómo le había afectado el ejemplo de AA; cómo había llegado finalmente a unirse a una iglesia de su propia elección; y cómo estas dos influencias le habían inspirado a escribir una historia bíblica, titulada "llie Greatest Stoiy Ever Told". Me comentó que él había hecho por AA sólo una pequelia parte de lo que AA había hecho por él, un no-alcohólico.

Estas y otras muchas experiencias con los hombres y mujeres de la prensa, la radio y la televisión nos muestran claramente lo que ha significado su dedicación. Casi en todas las ciudades donde hoy día crece AA, vemos a nuestros amigos de los medios de comunicación seguir las huellas de Jack Alexander y Fulton Oursler.

Estemos eternamente agradecidos por todos estos mensajeros de buena voluntad. Y que siempre seamos merecedores de su amistad.

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