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Sección 2

Seamos amistosos con nuestros amigos los psiquiatras

Julio de 1957

ace años estábamos estableciendo nuestros primeros contactos con los hospitales siquiátricos. Uno de ellos era una institución de Nueva Jersey que había dado el alta condicional a dos alcohólicos que habían encontrado AA y se habían mantenido sobrios durante seis meses. Ambos habían sido considerados como desahuciados. A pesar de los métodos inusitados de AA, estas recuperaciones les causaron mucha impresión a los siquiatras del personal médico del hospital.

En seguida, el muy entusiástico grupo vecino de AA empezó a bombardear el hospital con solicitudes para tener derechos de visita. Querían llevar las buenas nuevas a todos los borrachos allí internados, sin demora alguna. Los médicos no estaban convencidos de que ésta fuera la forma apropiada de proceder.

Eran todavía bastante cautelosos, y tenían suficientes motivos para serlo.

"Bueno," dijo el comité AA, "¿por qué no vienen ustedes, los médicos, a una reunión?" A dos de los siquiatras esto les pareció una buena idea. Dijeron que, la semana siguiente, asistirían a una reunión del grupo de Nueva York.

En aquel entonces, creo que nosotros los neoyorquinos nos reuníamos en un salón del Steinway Hall. Para nuestro gran regocijo, nos habían llegado noticias de la propuesta peregrinación de los doctores de New Jersey. Por fin llegó la noche de nuestra reunión. Pero en el intervalo, se me había ido el santo al cielo. Se me había olvidado lo de la visita de los siquiatras. Justo después de abrir la reunión, el contingente de New Jersey, rebosante de orgullo, entró en la sala y todos se sentaron en la ultima fila. Pero ni siquiera su aparición logró refrescar mi memoria. Yo no tenía la menor razón para sospechar que estaba a punto de pasar por unos de los momentos más embarazosos de mi vida - y de aprender una de las lecciones más importantes.

El primero en hablar contó una buena historia, triste e inspiradora a la vez. Se podía oír el vuelo de una mosca. Era simplemente maravilloso.

Entonces, Jack se puso de pie y empezó a hablar. Nos contó que había tenido una carrera muy prometedora en la industria cinematográfica y que en una época había ganado el módico sueldo de $50,000 al año. Teniendo en cuenta sus muy apreciados talentos, Jack se había imaginado que esto no era sino el mero comienzo. Pero el demonio ron empezaba a trabar su ruina. Los muy preocupados encargados del estudio donde trabajaba le enviaron a un siquiatra. A regañadientes, Jack se sometió a algunos tratamientos. Los resultados fueron nulos y fue a consultar con otros siquiatras. Pero el ego de Jack y sus resentimientos y su forma de beber seguían siendo tan colosales como antes. Acabó por crear su propia desdicha y se encontró finalmente sin trabajo en los estudios - lo cual no fue una sorpresa para nadie. Pero aquí estaba en AA, con unos cuantos meses de sobriedad.

No obstante, se hizo evidente muy pronto que para él los siquiatras eran todavía motivo de enfado. De hecho, les echaba la culpa de su caída. Sabiendo que dos de ellos se encontraban en la sala, le pareció que se le había presentado la oportunidad de su vida. Ahora él podría soltárselas y ellos no tendrían más remedio que quedarse sentados y tragárselas.

Así que Jack se lanzó a atacar a la siquiatría y a todas sus obras. Como orador, era muy impresionante, y tenía un gran talento para hablar con humor sarcástico, lo cual le servía muy bien para sus intenciones. Puso por los suelos a todos sus siquiatras, uno tras otro. Luego arremetió contra toda la profesión, contra sus teorías y contra sus filosofías. Los calificó de "buscadores de gusanos." Y durante toda su charla provocaba estruendosas carcajadas. Aunque los nueve décimos de lo que decía eran fantasías y tonterías, su actuación era la de un artista consumado. Los oyentes se morían de la risa y yo creo que nunca me había reído tanto en mi vida. Por fin, se sentó en medio de un gran aplauso.

Después de la reunión, el contingente de AA de New Jersey se abrió camino para llegar a la plataforma. Tenían aspecto triste y airado, y sin duda alguna lo estaban. Con un débil murmullo, su portavoz presentó a nuestros "distinguidos invitados" - los dos siquiatras.

Sentí como si se me cayera el estómago a los pies. En ese mismo momento, Jack, claramente satisfecho consigo mismo, se acercó y dio un afable palmada en la espalda a uno de los invitados. "Bueno, doctor," le dijo, "¿qué te ha parecido la rociada que te he echado?" Esto fue el colmo. Casi me muero de vergüenza.

Pero los dos siquiatras encajaron el golpe con una sonrisa. Insistieron que había sido una reunión inmensamente útil. A fin de cuentas, dijeron, su profesión bien podía aguantar algunas burlas de vez en cuando. Para ellos, la charla de Jack había sido muy divertida y muy instructiva.

Esta fue una asombrosa demostración de amistad y de comprensión. Bajo circunstancias muy penosas, estos caballeros calumniados habían vuelto la otra mejilla. Hablan respondido a la andanada de Jack con cortesía, afabilidad, buen humor e incluso con gratitud. Fue una lección de paciencia, tolerancia y caridad cristiana que espero no olvidar nunca.

Con toda posible rapidez, me llevé a los dos doctores a un rincón y empecé a ofrecerles mis disculpas. De hecho, les confesé que me sentía muy humillado. Entonces, uno de ellos me miró y me dijo, "No te preocupes, Bill. Como bien sabrás, algunos alcohólicos son más inadaptados que Otros. Entendemos esto perfectamente."

Antes de que pasara un mes, este extraordinario doctor abrió las puertas de su hospital a los visitantes de AA y se empezó a formar un grupo dentro de su recinto. Desde entonces, la profesión siquiátrica ha seguido mostrando su apoyo a los AA. Y me atrevo a decir que lo que ha ocasionado estas afortunadas circunstancias ha sido su comprensión y tolerancia y no la nuestra.

Dos ejemplos más: En 1949, la Asociación Siquiátrica Norteamericana me pidió que leyera una ponencia sobre AA ante su reunión anual. Y aun más, los siquiatras publicaron la ponencia en su revista oficial y permitieron que AA la reprodujera en un folleto para su distribución al público. Esta generosa acción le ha dado a la Comunidad incontables beneficios. Hace poco tiempo, se hizo un sondeo en Los Angeles para conocer la opinión que los siquiatras de esta ciudad y de este condado tenían sobre AA. Me han dicho que no hay problema; el 99% están de nuestra parte.

Naturalmente, en esta corta historia, hay algunas exageraciones. Hoy día, un gran número de miembros de AA ven favorablemente la siquiatría y, sin duda, hay igualmente un gran número de siquiatras que no saben nada de nosotros, o que sólo han visto los fracasos de AA, y todavía están en contra de nosotros. Pero esto no tiene nada que ver. Lo que quiero recalcar es que nosotros los AA debemos tratar siempre de ser amistosos, sean cuales sean las circunstancias.

Y, ¿qué le pasó a mi viejo amigo Jack? Aunque hizo un gran esfuerzo, no logró recuperarse. Hace tres años, murió de alcoholismo.

Tal vez Jack nunca llegó a comprender lo que es la verdadera amistad.

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