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¿Qué es el Tercer Legado?

Julio de 1955

uestro Duodécimo Paso - llevar el mensaje - es el servicio básico que presta la Comunidad de AA; es nuestro principal objetivo y la razón primordial de nuestra existencia. Por lo tanto, AA es más que un conjunto de principios; es una Sociedad de alcohólicos en acción. Tenemos que llevar el mensaje, pues, de no hacerlo, nosotros mismos podemos marchitarnos, y aquellos a quienes no se les ha comunicado la verdad pueden perecer.

De aquí que un servicio de AA es todo aquello que nos ayuda a alcanzar a un compañero alcohólico - y abarca desde el Paso Doce en sí hasta una llamada telefónica que nos cuesta diez centavos o una taza de café, hasta la Sede de Servicios Generales de AA para las actividades nacionales e internacionales. La suma total de todos estos servicios es nuestro Tercer Legado.

Entre los servicios se incluyen los lugares de reunión, los clubs, los hospitales y las oficinas intergrupales; suponen la publicación de folletos y libros y buena publicidad de casi toda clase. Requieren comités, delegados, custodios y Conferencias. Y, no debemos olvidarlo, necesitan contribuciones voluntarias de dinero.

Estos servicios, ya sea que los presten miembros individuales, grupos, áreas, o AA en su totalidad, son absolutamente esenciales para nuestra existencia y crecimiento. No podemos simplificar AA aboliendo tales servicios. Solamente estaríamos buscando complicaciones y confusión.

Con respecto a cualquier servicio determinado, nos hacemos, por lo tanto, una sola pregunta: "¿Se necesita realmente este servicio?" Si es así, tenemos que conservarlo o fracasaremos en nuestra misión hacia aquellos que buscan AA.

Los servicios más vitales, aunque menos comprendidos, que tiene AA son aquellos que nos hacen posible funcionar como una totalidad; a saber, la Oficina de Servicios Generales de AA, la Casa Editorial de AA., Inc., el Grapevine de AA, Inc., y la junta de custodios de AA, cuyo nombre se ha cambiado recientemente al de la Junta de Servicios Generales de Alcohólicos Anónimos. Nuestra unidad a escala mundial y una gran parte de nuestro desarrollo desde los primeros tiempos se deben directamente a este conjunto de actividades vivificadoras que, desde 1938, ha tenido su sede en Nueva York.

Por fin nos dimos cuenta de que AA había llegado a su mayoría de edad; que la Comunidad estaba preparada y capacitada para asumir las responsabilidades que habían sido las nuestras. Había además otra apremiante razón para cambiar. Ya que los ancianos no íbamos a vivir para siempre, los custodios más recién nombrados serían casi desconocidos a los grupos de AA que ahora se extendían por todas partes de la tierra. Sin tener un vínculo directo con AA, los futuros custodios no podrían obrar a solas.

Por esta razón teníamos que formar una Conferencia que representara a nuestros miembros y que pudiera reunirse cada año en Nueva York con nuestros custodios y asumir así la responsabilidad directa de la conservación de la Tradición de AA y de la administración de nuestros principales asuntos de servicio. Si no lo hiciéramos, tendríamos algún día una junta de custodios prácticamente desconocida que, junto con las poco comprendidas operaciones de nuestra Sede de servicio, no podría evitar el fracaso total.

Supongamos que, actuando por su propia cuenta, nuestros futuros custodios cometieran un grave error. Supongamos que, sin tener un vínculo con AA, intentaran obrar por nosotros en una época de grandes trastornos o de crisis. Si no tuvieran la orientación directa de AA como una totalidad, ¿cómo podrían hacerlo? El derrumbamiento de nuestros más importantes servicios seria entonces inevitable. Y si, en tales circunstancias, nuestros servicios mundiales se vinieran abajo, ¿cómo podríamos reconstruirlos?

Finalmente, en 1951, el Dr. Bob, los custodios y yo nos dimos cuenta de que ya no podríamos correr este espantoso riesgo. Tuvimos que forjar un vínculo directo entre nosotros mismos y AA.

Estas fueron las conclusiones que condujeron a la formación de la Conferencia de Servicios Generales de Alcohólicos Anónimos, un organismo compuesto por unos 75 delegados elegidos, representantes de los estados y provincias de los EE.UU. y Canadá. A título de prueba, en 1951, estos delegados empezaron a reunirse en Nueva York con nuestros custodios y los miembros del personal de Servicios Generales.

La Conferencia de Servicios Generales de Alcohólicos Anónimos ha tenido un éxito total. La crónica de sus logros durante ese período de prueba de cuatro años es totalmente convincente.

Por lo tanto, los veteranos de AA estamos ahora plenamente dispuestos a encomendar para siempre a las buenas manos de este cuerpo experimentado y probado de miembros compañeros los principales asuntos de Alcohólicos Anónimos.

Por consiguiente, a partir de la conmemoración de nuestro 20º Aniversario en 1955, el Tercer Legado de Servicio Mundial estará al cargo y al cuidado de todos los miembros de Alcohólicos Anónimos mientras Dios quiera que nuestra Sociedad siga en existencia.

NACE LA CONFERENCIA

Una cosa era decir que debíamos tener una Conferencia de Servicios Generales, y otra muy distinta formular un plan que le hiciera posible nacer y prosperar. Tardamos poco en despachar el asunto de los gastos que la Conferencia podría suponer. Incluso si ascendieran a $20,000 para cada sesión anual, esta cantidad representaría solamente unos quince centavos adicionales por miembro, y muy bien lo compensaría. ¿Quién de entre nosotros no contribuiría con quince centavos para asegurar que AA no se derrumbara en algún día futuro de crisis o de gran necesidad?

Pero, ¿cómo íbamos a eliminar la política desgarradora, con todas sus luchas acostumbradas por el prestigio y la vanagloria? ¿Cuántos delegados habríamos de elegir y de dónde provendrían? Cuando llegaran a Nueva York, ¿cómo podrían relacionarse con la junta de custodios? ¿Cuáles serían sus poderes y deberes reales? Cualquiera que fuese el plan, tendría que ser lo suficientemente acertado y bien razonado como para dar buenos resultados la primera vez que lo probáramos. No podíamos permitir ningún disparate o descuido suficientemente grandes para entrañar un fracaso.

Teniendo en mente estas y otras importantes consideraciones, y con cierto recelo, me puse a trabajar en un bosquejo del plan, con la ayuda de Helen B., del personal de la oficina.

Aunque en algún día futuro la Conferencia pudiera ampliarse para incluir representantes de todo el mundo, nos parecía apropiado que los primeros delegados provinieran solamente de los Estados Unidos y del Canadá. Se podría permitir a cada estado y provincia que enviara a un delegado. Aquellos que tenían grandes poblaciones de AA podrían tener representación adicional. A fin de que la Conferencia tuviera continuidad, los delegados podrían dividirse en paneles. El registro o Panel l, elegido para servir un término dedos años, podría ser invitado para 1951, el primer año. El Panel 2, también elegido para servir un término de dos años, entraría en funciones en 1952. De allí en adelante, un panel sería elegido y otro retirado anualmente. Así conseguiríamos que la Conferencia hiciera la rotación. Se podrían efectuar las elecciones de los miembros de los comités y delegados en los centros de población elevada dentro de cada estado o provincia. O, para evitar los gastos adicionales, estas asambleas de los representantes de los grupos podrían realizarse en las convenciones estatales o provinciales anuales.

Pero, ¿cómo podrían las asambleas de representantes de los grupos elegir a sus miembros de comité y delegados sin tremendas fricciones políticas? Los que conocíamos por experiencia las riñas de los grupos y los jaleos intergrupales, nos estremecíamos ante la perspectiva. Luego nos sobrevino una idea afortunada. Recordamos que los típicos problemas que surgían en las elecciones tenían que ver con la candidatura de esta o aquella persona, ya sea que fuera propuesta en sesión plenaria o por algún comité electoral que sesionaba entre bastidores. Otra causa de disensión se encontraba en las votaciones muy igualadas, en las elecciones acaloradamente reñidas. Estas casi siempre creaban una gran minoría descontenta.

Por lo tanto, ideamos un plan para elegir a los miembros del comité de entre los participantes en las asambleas de área por papeleta escrita en una votación secreta, sin que se propusiera la candidatura de nadie. Luego, se someterían los nombres de los miembros del comité ante el pleno de la asamblea, el cual elegirla de entre los componentes del comité al delegado a la Conferencia en Nueva York. Pero aquí, sin duda, llegamos al asunto más explosivo de todos. ¿Cómo íbamos a reducir las presiones inevitables de las elecciones? Para lograrlo, se dispuso que el delegado tuviera que ser elegido por los dos tercios del total de los votos. Si el delegado obtuviera tal mayoría, nadie podría protestar mucho. Pero si no la obtuviera, si la votación estuviera muy igualada, ¿qué haríamos entonces? Pues, podríamos poner en un sombrero los nombres de los candidatos que llegaran el primero y el segundo en la votación, o de los tres oficiales del comité, o de todos los miembros del comité. Uno se sacaría al azar. El candidato a quien le tocara esta lotería indolora sería elegido. Ya que los que obtuvieran una proporción sustancial de los votos serían buenos candidatos, este método nos garantizaría que contáramos con excelentes delegados.

Pero, al llegar a Nueva York, ¿que harían estos delegados? Creíamos que querrían tener una verdadera autoridad. Por lo tanto, en la carta constitutiva que redactamos para la Conferencia, se dispuso que, a base de una votación de los dos tercios, los delegados pudieran dar directivas categóricas a los custodios. E incluso una simple mayoría de los votos constituiría una enérgica sugerencia. Además, de allí en adelante, como cuestión de tradición, los custodios someterían los nombres de todos los candidatos propuestos para miembros de la junta ante la Conferencia para su aprobación. Así la Conferencia tendría voz efectiva en la selección de los custodios.

Junto con un plan provisional para financiar la Conferencia, pusimos por escrito estas ideas y una detallada exposición de sus aplicaciones en un folleto titulado "El Tercer Legado." Enviamos unos 50,000 ejemplares a los grupos y les pedimos que efectuaran asambleas para elegir a los miembros de comité y a los delegados.

Con la aprobación del Dr. Bob, recorrí el país abogando por el plan del Tercer Legado, hablando ante grandes audiencias AA y observando a las asambleas seleccionar a sus delegados en más dedos docenas de estados y provincias.

¡Qué bien me acuerdo de aquella primera prueba de Boston! Los irlandeses se presentaron en tropel. Para nuestro asombro, los debates eran como una balsa de aceite, aunque tras numerosas votaciones, nadie consiguió la mayoría de los dos tercios necesario para su elección como delegado. Por fin la asamblea hizo un sorteo entre todo el comité y del sombrero salió un excelente delegado. Todo el mundo estaba encantado y feliz; la tensión había desaparecido. Si los irlandeses podían hacerlo sin pelearse, cualquiera lo podría hacer. Allí mismo vimos la primera clara indicación de que AA había empezado a pasar de una política de espíritu partidista a una de un espíritu verdaderamente estadista.

Algo muy parecido ocurrió en todas las demás paradas. Aproximadamente un tercio de los delegados escogidos eran auténticos pioneros. Los demás eran miembros de AA activos que llevaban sobrios de cuatro a ocho años. La gran mayoría fueron elegidos por una votación de los dos tercios, y solo hubo que decidir por sorteo unas pocas elecciones, como había ocurrido en Boston. Y en estos pocos casos, no había ningún rencor ni resentimiento. Fue tremendamente alentador.

La primera Conferencia se fijó para el mes de abril de 1951. Llegaron los delegados. Inspeccionaron la Sede, desde el sótano hasta el ático, conocieron al personal de servicio, chocaron la mano con los custodios. Esa tarde, les ofrecimos una sesión informativa, con el nombre de "¿Qué piensa usted?" Contestamos decenas de preguntas de toda clase. Los delegados empezaron a tranquilizarse y sentirse como en casa. Nos sentimos muy alentados al ver aumentar tan rápidamente su comprensión y confianza. Todos y cada uno de nosotros teníamos la impresión de que algo muy importante estaba ocurriendo. Una tras otra, se iban efectuando las agotadoras sesiones de la Conferencia. Los delegados examinaron con lupa nuestras finanzas. Después de escuchar los informes de la junta de custodios y de todos los servicios, hubo un acalorado y cordial debate sobre muchos asuntos de la política de AA. Los custodios sometieron varios graves problemas que se les habían presentado para la consideración de la Conferencia.

Como teníamos la impresión de que todos se estaban comportando de una manera demasiado cortés, pusimos a su disposición algo que llamamos la "Caja de Quejas." En ella solo se metieron preguntas excelentes; y, lo creas o no, nadie estaba molesto por nada.

Así lo pasamos, sesión tras sesión, mañana, tarde y noche. Los delegados se pusieron a analizar algunas cuestiones espinosas, acerca de las cuales nosotros los de la Sede teníamos dudas, y a veces nos dieron consejos contrarios a nuestras propias conclusiones. En casi todo caso, no dimos cuenta que ellos tenían razón. Allí mismo, como nunca se había hecho hasta entonces, demostraron lo acertado que era la Segunda Tradición de AA. La conciencia de grupo podía actuar sin peligro como nuestra única autoridad y la guía segura de Alcohólicos Anónimos.

Nadie de los allí presentes olvidará jamás la última sesión de aquella primera Conferencia. Sabíamos que lo imposible se había hecho realidad, que teníamos el centro de AA resguardado de todo futuro derrumbamiento, que Alcohólicos Anónimos quedaría para siempre amparada de cualquier tormenta que los años venideros nos pudieran traer.

Y los delegados, al volver a sus casas, tenían esa misma convicción.

Algunos, que se dieron cuenta de la necesidad que teníamos de fondos y de una más amplia circulación de literatura, dieron un énfasis ligeramente exagerado a estos asuntos; otros se sentían un poco descorazonados, al ver que sus compañeros no compartían su fervor. Olvidaban que ellos mismos habían sido testigos presenciales de la Conferencia, mientras que sus hermanos alcohólicos no lo habían sido. No obstante, tanto aquí como en casa, dejaban una impresión mucho mayor de la que se suponían. Empezó a profundizarse el interés de multitud de grupos de AA, y este interés ha seguido aumentando durante las cuatro Conferencias siguientes.

En medio de estos acontecimientos emocionantes, la Conferencia decidió que el nombre de la Fundación Alcohólica debía cambiarse por el de la Junta de Servicios Generales de Alcohólicos Anónimos, y así se hizo. La palabra "Fundación" significa caridad, paternalismo y, tal vez, grandes cantidades de dinero. AA no quería tener nada que ver con estas cosas; de allí en adelante, asumiríamos plena responsabilidad y cubriríamos todos nuestros gastos nosotros mismos.

Al ver crecer todo esto, llegué a convencerme completamente de que Alcohólicos Anónimos estaba por fin a salvo - inclusive de mí mismo.

Los últimos doce años de mi vida, los he dedicado casi completamente a la estructuración de nuestra Sede. Allí está mi corazón, y siempre lo estará. La Sede de AA me parece a mí así de importante. Por lo tanto, cuando llegue la hora, en Saint Louis, de entregar a ustedes esta última gran parte de la herencia de AA, me sentiré un poco triste por verme obligado de dejar de ser su factótum. Pero me alegraré del hecho de que Alcohólicos Anónimos haya llegado a su madurez y, mediante su gran Conferencia pueda coger de la mano a su destino.

Entonces, mis queridos amigos, ya han leído la última cuenta que les he rendido de los servicios mundiales de Alcohólicos Anónimos.

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