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Cómo se desarrollaron los servicios mundiales de AA

Segunda parte

Junio de 1955

abíamos empezado el año 1941 con 2,000 miembros, y terminamos con 8,000. Así es como se midió el gran impacto que produjo el articulo del Saturday Evening Post. Pero esto era solo el principio de incontables miles de súplicas de ayuda enviadas por individuos y grupos en crecimiento de todas partes del mundo que hasta hoy continúan llegando a nuestra Sede de servicios generales.

Este desarrollo fenomenal trajo consigo otro problema muy importante. Ya que ahora nos encontrábamos en primera plana nacional, tuvimos que empezar a tratar con el público en gran escala. La mala voluntad del público podría impedir nuestro crecimiento, e incluso llevarnos a un estancamiento Pero la confianza entusiástica del público podría causar que el número de miembros aumentara hasta unas cifras casi inimaginables. El artículo del Post lo había demostrado. No solo era un gran problema, sino también un problema muy delicado. Las "meteduras de pata" que suscitaran prejuicios podrían costar vidas. Se tenía que formular y poner en efecto una política de relaciones públicas cuidadosamente pensada.

Nuestras relaciones con la medicina y con la religión serian de la mayor importancia. Bajo ningún concepto deberíamos entrar en competencia con ninguna de las dos. Si causáramos la impresión de ser una nueva secta religiosa, estaríamos acabados. Si nos metiéramos en el campo de la medicina, como tal, el resultado seria el mismo. Así que empezamos a recalcar insistentemente el hecho de que AA era una forma de vida que no chocaba con las creencias religiosas de nadie. Explicamos a los médicos la gran necesidad que teníamos de la hospitalización, y expusimos a los siquiatras y a los centros de desintoxicación las ventajas de cooperar con nosotros. Las cuestiones religiosas siempre serían de la incumbencia de los clérigos, y la práctica de la medicina seria siempre asunto de los médicos. Como legos, solo estábamos ofreciendo el eslabón que faltaba en la cadena.

Estas actitudes, que hemos mantenido desde entonces, han producido resultados alentadores. Hoy día contamos con el apoyo incondicional de casi todas las confesiones religiosas. La mayoría de los médicos que realmente comprenden AA nos envían sus pacientes alcohólicos. Los miembros de AA a menudo hablan ante asociaciones religiosas y sociedades médicas. De forma parecida, a menudo se pueden ver en las grandes reuniones abiertas de AA a los hombres de la medicina y de la religión.

Por muy importantes que sean, la medicina y la religión resultaron ser solamente una fracción del campo global de las relaciones públicas.

¿Cuál es la mejor forma de cooperar con la prensa, la radio, el cine y, más recientemente, con la televisión? ¿Qué podríamos hacer por los empresarios que solicitaran ayuda especial? ¿Cuál sería la actitud apropiada para con los campos de la educación, la investigación, y la rehabilitación, privadas y públicas? ¿Cómo responderíamos a las prisiones y hospitales que quisieran tener grupos de AA en sus recintos? ¿Qué diríamos a los AA que se dedicaran a estos campos y se sintieran tentados a aprovecharse del nombre de AA para hacer publicidad o recoger fondos? ¿Qué diríamos o haríamos si AA fuera explotada, difamada o atacada por gente ajena? Tendríamos que encontrar respuestas apropiadas y soluciones viables a todos estos y a muchos más problemas; si no, AA se vería perjudicada.

El encontrar las respuestas apropiadas a todos estos posibles dilemas de las relaciones públicas ha sido un largo proceso. Después de multitud de pruebas y tanteos, a veces marcados por dolorosos errores, surgieron las actitudes y normas que nos darían los mejores resultados. Las más importantes se encuentran hoy en las Tradiciones de AA. El cien por cien de anonimato ante el público, ningún uso del nombre de AA en pro de otras causas por muy dignas que sean, ningún respaldo ni alianza, un solo propósito para Alcohólicos Anónimos, ningún profesionalismo, relaciones públicas basadas en el principio de atracción y no de promoción - estas eran algunas lecciones que aprendimos por la dura experiencia.

De esta manera, nuestra junta de custodios y la oficina de la Sede se convirtieron en el foco alrededor del cual iban tomando forma las Tradiciones de AA. Para 1945 se vio surgir el orden de lo que había sido una maraña caótica de relaciones públicas. Referente a estos asuntos, los líderes de nuestra Sociedad pidieron la experiencia y la orientación de la oficina de Nueva York. Estos esfuerzos han tenido tanto éxito que los miembros de AA, en general, siempre han dado por supuesto nuestro excelente historial de relaciones públicas. Esto era natural porque para ellos estos servicios eran prácticamente invisibles. No obstante, estas inadvertidas actividades de relaciones públicas han contribuido grandemente al increíble crecimiento de AA.

Hasta este punto en nuestra historia de servicio, hemos visto la Fundación, el Libro de AA, la elaboración de literatura en folletos, la contestación masiva a las súplicas de ayuda, las respuestas a los grupos que pedían consejo para solucionar sus problemas, el comienzo de nuestras maravillosas relaciones con el público, todo lo cual ha llegado a integrarse en el cuadro global del creciente servicio a todo el mundo de AA. Por fin, nuestra Sociedad realmente empezó a funcionar como una totalidad.

Sin embargo, el período de 1941 a 1945 trajo consigo aun más acontecimientos significativos. La oficina se trasladó de la calle Vesey al nº 415 de la Avenida Lexington, justo enfrente de la famosa Estación Central. Nuestro nuevo apartado postal fue el 459 del Grand Central Annex de Nueva York. Nos trasladamos debido a la urgente necesidad de servir a los muchos viajeros AA que pasaban por Nueva York. En cuanto nos instalamos allí, nos vimos asediados por visitantes que, por primera vez, empezaron a considerar a Alcohólicos Anónimos como una visión para el mundo entero. Estas personas no eran sino la vanguardia de los miles de AA y sus familiares, amigos, clérigos, médicos y patrones que desde entonces han visitado la Sede de Nueva York.

En 1941 Ruth se fue para casarse, dejando para siempre en nuestra Sociedad las huellas de su devoción. Le reemplazó Bobbie B., quien, por su inmensa laboriosidad, iba a conocer a miles y miles de AA durante los diez años siguientes. Iba a prestar un servicio muy señalado en la emocionante época de la adolescencia de AA, cuando nadie podía saber con certeza si podríamos funcionar o siquiera mantenernos unidos.

El desarrollo de Alcohólicos Anónimos pronto llegó a ser verdaderamente asombroso. Empezamos a progresar a toda marcha, llegando al Canadá, a las posesiones de los EE.UU. y a numerosos países extranjeros. Estos progresos nos presentaron nuevos dilemas para solucionar. Cada nueva cabeza de playa tenia que pasar por su período pionero y de volar a ciegas, como nos había sucedido a nosotros en los Estados Unidos. Nos tropezamos con barreras lingüísticas, así que hubo que traducir cada vez más de nuestra literatura a otros idiomas.

Además, nuestros amigos extranjeros nos presentaron algunas nuevas dudas especiales. Quizás AA no era sino un artilugio yanqui que no serviría para nada en Irlanda, Inglaterra, Holanda, Escandinavia, Australia y el Pacífico. Ya que sus países eran muy diferentes, los alcohólicos también deberían de ser diferentes. ¿Funcionaria AA en sus culturas? - nos preguntaban.

De nuevo recurrimos a mantener una nutrida correspondencia. A veces nos ayudaban algunos miembros norteamericanos que podían hacernos traducciones. Hicimos un esfuerzo para ponernos en contacto y dar información a los AA que iban a viajar al extranjero. De esta forma, hicimos gradualmente algunos progresos. Pero tardamos mucho tiempo en saber con seguridad que AA podría superar todas las barreras geográficas, lingüísticas, raciales y religiosas. No obstante, el mapa de AA hoy indica que nos encontramos en 52 países y posesiones de los Estados Unidos. Esto basta como respuesta. Ahora sabemos que es solo una cuestión de tiempo el que todo alcohólico del mundo tenga la misma oportunidad que nosotros hemos tenido aquí en América de recuperarse y ser feliz. Por lo tanto, prestar servicio a los grupos extranjeros ha llegado a ser una de nuestras actividades principales, aunque, hasta ahora, apenas hemos arañado la superficie del problema. Si la Sede de AA nunca hubiera hecho ninguna otra cosa, este esfuerzo por sí solo compensaría con creces los gastos de mantenerla.

Ya que AA estaba creciendo con tanta rapidez, le Sede también tenía que crecer. Las contribuciones de los grupos y nuestras abultadas ventas de literatura pronto nos exigieron que contratáramos a un contable fijo. Empezaron a aparecer filas de archivos de cartas y fichas. El directorio de los grupos empezó a tener el aspecto de una guía de teléfonos. Contratamos a más alcohólicos para trabajar como empleados de la oficina. A medida que se iban repartiendo los trabajos, empezaron a crearse los diferentes departamentos. Hoy día la oficina tiene muchos departamentos - grupos, relaciones públicas y exteriores, Conferencia de AA y gerencia de la oficina, envíos, embalaje, contabilidad, mecanografía y servicios especiales a las prisiones y hospitales.

Afortunadamente, la oficina no tenía que crecer tan rápido como lo hacia AA. De ser así, nunca hubiéramos podido pagar las cuentas. AA estaba creciendo tanto que no nos era posible hacerles saber a todos los miembros lo que estábamos haciendo. Por consiguiente, muchos grupos no nos ayudaban en absoluto. Contribuían menos de la mitad de los grupos. Experimentábamos déficits continuamente, los cuales, afortunadamente, podíamos compensarlos con dinero producido por la venta del Libro Grande, Alcohólicos Anónimos. Este libro no solo estaba rescatando a los alcohólicos, sino que repetidas veces rescataba también a la Sede.

En el año 1944 se des arrolló otro acontecimiento de inmenso valor. En el barrio de Greenwich Village, probablemente en un ático, unos cuantos AA con propensión literaria o periodística, empezaron a editar una publicación mensual. Le pusieron el nombre de Grapevine. No era ni mucho menos la primera revista o boletín local de AA. Pero desde el principio, era una publicación tan buena que pronto se hizo popular a escala nacional. Después de un tiempo, se convirtió en el reflejo del pensamiento y la acción de AA por todo el país. Era una alfombra mágica en la que todos nosotros podíamos viajar desde un lejano puesto avanzado de AA hasta otro. Llegó a ser un maravilloso medio para intercambiar nuestras ideas y experiencias del momento.

Pero al cabo de un tiempo, los fundadores del Grapevine descubrieron que tenían agarrado un tigre por el rabo. Siempre era divertido recibir y leer los artículos sometidos y prepararlos para publicación. Pero pegar todos esos sellos y enviar miles de ejemplares se convirtió en una tarea imposible.

Así que los del Grapevine acudieron a la Fundación para pedirnos que nos hiciéramos cargo del asunto. Los custodios preguntaron a los grupos si les gustaría hacer del Grapevine su revista nacional. Respondieron entusiásticamente que sí. Inmediatamente, la revista fue constituida en sociedad con el nombre de el AA Grapevine, Inc. Su junta, compuesta de cinco personas, estaba integrada por dos custodios de la Fundación, y los editores de la revista. Se utilizó dinero del fondo de reserva de la Fundación para cubrir el creciente déficit y, naturalmente, se contrató a los trabajadores especiales necesarios. Pero hasta hoy día, los editores y sus sucesores han venido prestando sus servicios como voluntarios y sin remuneración. En diez años, el número de abonados, en todas partes del mundo, ha ascendido a 30,000. De esta manera, nació y ha crecido otro servicio mundial de la Sede.

Ya en 1945, el mediar y ofrecer sugerencias por correo para resolver los problemas de los grupos había creado una tremenda cantidad de trabajo en las oficinas de la Sede. La mayoría de los ficheros que contenían nuestra correspondencia con los centros metropolitanos de AA habían llegado a tener seis pulgadas de grueso. Aparentemente, todos los participantes en todos los desacuerdos de los grupos de todo el país nos habían escrito durante ese período.

Las ideas básicas de las Tradiciones de Alcohólicos Anónimos se originaron principalmente en esta correspondencia y en nuestra creciente actividad de relaciones públicas. A fines de 1945, un buen amigo AA sugirió que toda esta experiencia acumulada podía codificarse en un conjunto de principios generales - unos principios enunciados de una forma clara y simple que pudieran ofrecer soluciones comprobadas a todos los problemas que los AA habíamos tenido en nuestra experiencia de vivir y trabajar juntos y al relacionar nuestra Sociedad con el mundo exterior. Si estuviéramos suficientemente seguros de cuál era nuestra posición con respecto a tales asuntos como los requisitos para hacerse miembro, la autonomía de los grupos, la unicidad de nuestro propósito, el no respaldo a empresas ajenas, el profesionalismo, la controversia pública y los diversos aspectos del anonimato, entonces se podría formular ese código de principios. Por supuesto, este código tradicional nunca podría convertirse en reglamentos o leyes. Pero podría servir como una guía segura para nuestros custodios, el personal de la Sede y, especialmente, para los grupos de AA con graves dolores de crecimiento. Por estar en el centro de los acontecimientos, nosotros los de la Sede tendríamos que hacer el trabajo. Con la ayuda de mis asistentes, me puse a trabajar. Como resultado de este trabajo, las Doce Tradiciones de Alcohólicos Anónimos se publicaron por primera vez en la llamada 'forma larga" en el Grapevine de abril de 1946. Más tarde, escribí algunos artículos explicando en detalle las Tradiciones. Estos aparecieron en números posteriores del Grapevine.

Mientras tanto, en la Fundación, habíamos tomado otra importante decisión que fue incorporada inmediatamente en estas Tradiciones. En 1945, dirigimos una carta al Sr. Rockefeller y a los invitados a la cena de 1940, indicándoles que ya no necesitábamos su ayuda económica. Las regalías del libro servirían para mantenernos al Dr. Bob y a mí; las contribuciones de los grupos cubrirían los gastos de la Oficina General. Desde aquel día en que nos declaramos en favor del automantenimiento, la Sede de AA se ha negado firmemente a aceptar contribuciones de fuentes ajenas.

La primera acogida de las Tradiciones fue interesante y divertida. La reacción fue variada, por no decir algo peor. Unicamente los grupos con graves dificultades se las tomaron en serio. En algunas partes hubo una reacción violenta, especialmente en aquellos grupos que tenían largas listas de reglas y reglamentos, "protectores". Había mucha apatía e indiferencia. Algunos de nuestros miembros "intelectuales" protestaron a gritos, diciendo que las Tradiciones solo reflejaban mis propias esperanzas y temores sobre Alcohólicos Anónimos.

Por esta razón, empecé a viajar y hablar mucho acerca de las nuevas Tradiciones. Al principio la gente me escuchaba cortésmente, aunque debo confesar que algunos se dormían durante mis primeras arengas. Pero pasado un tiempo, me llegaron cartas que expresaban sentimientos tales como éste: "Bill, nos encantaría que vinieses a hablarnos. Cuéntanos dónde solías esconder tus botellas y todo lo de tu grande y luminosa experiencia espiritual. Pero por amor de Dios no nos hables más acerca de esas malditas Tradiciones."

Pero con el tiempo todo cambió. Solo cinco años más tarde, varios miles de miembros de AA, reunidos en la Convención de Cleveland de 1950, declararon que las Tradiciones de AA, ya entonces expresadas en la forma abreviada que hoy conocemos, constituían la plataforma sobre la cual nuestra Comunidad podría funcionar mejor y mantenerse unida para siempre. Se dieron cuenta de que nuestras Tradiciones resultarían tan necesarias para nuestra Sociedad como lo eran los Doce Pasos para la vida de cada miembro. Según la opinión de la Convención de Cleveland, las Tradiciones eran la clave de la unidad, del funcionamiento e incluso de la supervivencia de todos nosotros.

Me di perfecta cuenta de que yo no era el autor de las Tradiciones. Yo sólo había reflejado los principios ya forjados y martillados en el yunque de la experiencia de miles de grupos de AA. Claro estaba también que la Sede general de AA, sus custodios y su personal habían hecho posible forjar estos principios vitales. Si no hubiera existido una Sede de AA para enfocar y aclarar nuestros problemas, nunca se habrían podido redactar las Doce Tradiciones de Alcohólicos Anónimos.

Por ese entonces, AA se había ganado aun más el favor del mundo de la medicina. Dos de las grandes asociaciones médicas de América hicieron algo sin precedentes. En el año 1944, la Asociación Médica del estado de Nueva York me invitó a leer una ponencia ante su reunión anual. Después de mi comunicación, tres de los muchos médicos allí presentes se pusieron de pie para dar a AA su más decidido respaldo. Estos eran: el Dr. Harry Tiebout, primer amigo de AA de la profesión de la siquiatría; el Dr. Kirby Collier, también siquiatra y, desde hacía mucho tiempo, favorecedor de AA; y el Dr. Foster Kennedy, neurólogo de renombre mundial. Luego, la Asociación Médica fue aun más lejos. Nos permitió publicar mi ponencia y las recomendaciones de los tres médicos en forma de folleto. Desde ese entonces, se han distribuido ejemplares de este folleto en grandes cantidades por todas partes del mundo, lo cual ha servido para asegurar a los médicos del mundo entero que AA está bien fundada desde el punto de vista de la medicina.

En 1949, la Asociación Siquiátrica Americana hizo exactamente lo mismo. Leí una comunicación ante su reunión anual celebrada en Montreal. La ponencia apareció publicada en el American Journal of Psychiatry y se nos permitió reproduciría en forma de folleto con el titulo de "La Sociedad de Alcohólicos Anónimos." Esta muestra de aprobación contribuyó enormemente a reforzar nuestra reputación entre los profesionales de la siquiatría. Estas ponencias médicas han sido de gran beneficio para los grupos de AA de otros países, ahorrándoles los años de esfuerzo que nosotros en los Estados Unidos tuvimos que dedicar para convencer a los médicos del valor de AA.

Mientras estamos tratando el tema de la medicina, nos valdría indicar el papel que la Sede ha desempeñado en la esfera de la hospitalización.

Como ya sabemos todos, muchos hospitales han estado poco dispuestos a permitirnos ingresar para tratamientos de corta duración que normalmente necesitamos, a conceder a nuestros padrinos los derechos necesarios de visita, y a cooperar con nuestras asociaciones intergrupales.

Durante los años cuarenta, dos hospitales respondieron gustosamente a todas estas necesidades urgentes y nos depararon un ejemplo excelente de la cooperación posible entre AA y la medicina. En el Hospital Santo Tomás de Akron, el Dr. Bob, la maravillosa Hna. Ignacia y los miembros del cuadro médico dirigieron un pabellón para alcohólicos en el que, antes de que se muriera el Dr. Bob en 1950, se había atendido a más de 5,000 alcohólicos. En la ciudad de Nueva York, el Hospital Knickerbocker tenía un pabellón reservado para los alcohólicos, bajo la supervisión de nuestro primer amigo de la medicina, el Dr. William Duncan Silkworth, que contaba con la ayuda de una enfermera pelirroja, miembro de AA, conocida como Teddy.

Para 1954, 10,000 alcohólicos enviados al Hospital Knickerbocker por el Intergrupo de Nueva York habían pasado por este pabellón, la mayoría de ellos de camino a la libertad. En estos dos hospitales, y por medio de los trabajos de estos pioneros, se lograban elaborar las mejores técnicas para armonizar los esfuerzos de la medicina y de AA.

Debido a que la hospitalización apropiada era, y sigue siendo, una de las principales preocupaciones de AA, la Sede de Nueva York ha comunicado a los grupos de todo el mundo un detallado relato de estas primeras experiencias en los hospitales, así como de su evolución y ramificaciones posteriores - lo cual constituye otro servicio vital.

Mientras tanto, se seguía levantando una gran oleada de aprobación pública. No hubo nadie que contribuyera más a esto que nuestros amigos de la prensa, la radio y, en fechas más recientes, la televisión. Desde hacía ya mucho tiempo, la Sede había contratado los servicios de diversas agencias de recortes de prensa. Artículos publicados en revistas y una avalancha incesante de reportajes de la prensa nos seguían llegando para llenar nuestros álbumes de recortes. Algunos escritores se dirigían a nosotros pidiéndonos que revisáramos sus manuscritos; ayudábamos a miembros a participar de forma anónima en programas de radio y de televisión. Hollywood expresaba el deseo de hacer películas acerca de AA. Tomar las disposiciones apropiadas para nuestras relaciones públicas se iba convirtiendo cada vez más en uno de los trabajos principales de la Oficina de Nueva York. Cuántas vidas se salvaron por estos esfuerzos, cuántos años de sufrimiento se les ahorraron a miles de alcohólicos y sus familias - solo Dios lo sabe.

Por esta época hizo su aparición una grave amenaza a nuestro prolongado bienestar. En multitud de lugares, y normalmente con las mejores intenciones, los miembros empezaron a romper su anonimato. Algunos querían hacer uso del nombre de AA para hacer publicidad para causas ajenas o para ayudarlas. Otros miembros simplemente querían que sus nombres y fotos se publicaran en la prensa. Creían que sería de auténtica ayuda para AA si aparecieran fotografiados con el gobernador. (En días anteriores yo también había sido culpable de esto.) Pero acabamos dándonos cuenta del pésimo riesgo que supondría para AA si se diera rienda suelta a todos nuestros promotores al nivel público. Ya lo estaban haciendo veintenas de ellos.

Por ello, nosotros los de la Sede nos pusimos a trabajar. Escribimos reconvenciones, desde luego muy amables, a todos los que lo habían hecho. Cada dos años, enviamos cartas a casi todos los periódicos y emisoras de radio, para explicarles por qué los AA no deben romper su anonimato ante el público. Además, agregamos, AA no solicitaba fondos de fuentes ajenas. Pagábamos nuestras propias cuentas.

En pocos años, logramos que las rupturas de anonimato se redujeran a un puñado; de esta manera, la Sede había prestado otro importante servicio.

Para mantener todas estas cuerdas de salvamento que se iban siempre alargando, la oficina se vela en la obligación de seguir desarrollándose. En 1950, nos trasladamos a la calle 44 Este, nº 141, todavía muy cerca de la Estación Gran Central. Hoy día, cuenta con el servicio de un gerente de media jornada, Henry G., a quien se ha dado el apodo de "¡Ahora mismo!", y un excelente personal compuesto de cinco servidores, Helen, Lib, Marian, Eve y Ann, ya conocidas por miles de miembros por haber hablado ante numerosas reuniones regionales, a menudo a petición de los organizadores. El cuadro administrativo se compone de doce personas no-alcohólicas, con el ánimo constante de Grace y Dennis, que se ocupan de trabajos rutinarios como, por ejemplo, la contabilidad, la clasificación de documentos y la mecanografía. Nuestra muy animada recepcionista, Dolores, reina sobre el salón de entrada. Allí los visitantes ven colgados de la pared los mapas regionales que indican el alcance mundial de nuestra Comunidad. En una mesa, se encuentra colocada una escultura de la "Victoria Alada," símbolo del renombrado Premio Lasker, otorgado a AA en 1951 por la Asociación Americana de Salud Pública.

En el mismo piso se sitúan las oficinas de la redacción del Grapevine. Aquí, los voluntarios encargados de preparar todos los materiales para publicación se reúnen con la editora gerente de plena dedicación, Louise, y su asistente Sarah, para procurar que la revista salga de la imprenta cada mes al tiempo previsto. En otro barrio de la ciudad, más al sur, donde se alquila espacio a precio más barato, Kitty y sus ayudantes disponen de un amplio piso donde responden a los 30,000 abonados del Grapevine y a sus necesidades - así como a sus quejas.

A unas tres manzanas de la oficina central, tenemos otro piso bastante espacioso donde está alojado nuestro departamento de envíos y expedición. Seis muchachos muy atareados se dedican completamente a este trabajo. El año pasado, enviaron por correo unos 40,000 libros, centenares de miles de folletos, muchos de ellos recién diseñados y publicados, y unas 30,000 cartas y boletines. Además, mimeografiaron una gran cantidad de materiales. Al igual que nuestras otras tres oficinas, ésta cuenta con el mejor y más moderno equipo - y lo necesita.

En la sala de embalaje, a lo largo de una pared, hay estantes que llegan hasta el techo donde se encuentra en cajas una tonelada de los viejos ficheros de la Sede, algunos que datan de nuestros primeros días en la calle Vesey. Tenemos allí guardada toda la historia mundial de AA, esperando a que alguien la desentierre. De hecho, acabamos de empezar este trabajo de dos años. Tengo ahora dos asistentes incansables, Ed y Nell, que trabajan en una pequeña oficina improvisada, situada en un rincón de la sala muy cerca de los ficheros, documentándose para un libro de historia de Alcohólicos Anónimos. Espero que llegue el día en que yo pueda escribirlo. En cualquier caso, ahora podemos estar seguros de que nunca se desvirtuará la historia de AA. Esto constituye nuestro más reciente servicio vital.

Desde el punto de vista económico, dada la variedad de servicios que ahora podemos prestar, puede que les parezca a algunos que hemos montado un gran negocio. Pero al considerar el tamaño y alcance actuales de AA, se ve que esto no es cierto. Por ejemplo, en 1940, teníamos un empleado a sueldo por cada mil miembros de AA; en 1947, un empleado a sueldo por cada 3,000 miembros. Hoy día, cada trabajador asalariado de la Sede sirve a 6,000 miembros de AA. Por consiguiente, parece indudable que nunca nos veremos cargados con una costosa burocracia de servicio.

Les presento otra ilustración de lo pequeñas que son, física y económicamente, las operaciones mundiales de nuestra Sede. Un amigo mío, miembro de AA, es propietario de una estación de servicio y reparaciones y una pequeña agencia de automóviles en un pueblo suburbano. La instalación tiene cien pies de largo y cincuenta de ancho, casi el mismo espacio que tenemos en la Sede. La sala de muestras solo tiene cabida parados coches. Los mecánicos hacen las reparaciones al aire libre detrás del edificio y, al frente, hay cuatro surtidores de 1gasolina. Esto difícilmente se puede describir como un gran negocio.

No obstante, mi amigo me dice que anualmente sus ingresos provenientes de la venta de automóviles, gasolina y aceite y de las reparaciones, y los gastos supuestos por todo esto son superiores a los ingresos y gastos combinados de la Sede mundial de AA, el Grapevine de AA, la Editorial de AA y la Oficina de Servicios Generales.

Por lo tanto, nuestra Sede tampoco puede describirse como un gran negocio. La empresa de mi amigo sirve a una comunidad pequeña; la Sede de AA sirve a 150,000 miembros y casi 6,000 grupos. Y estos servicios, silos mantenemos bien, seguirán significando la diferencia entre la enfermedad y la salud, e incluso entre la muerte y la vida, para incontables alcohólicos y familiares de alcohólicos que todavía no han encontrado AA. Así que dejemos de hablar de los grandes gastos y los grandes negocios en lo referente a la Sede de Nueva York.

Cuando abrimos la oficina de la calle Vesey, nos bastaba con una contribución anual de un dólar por miembro para hacerlo todo. Pero en aquel entonces, un dólar era un dólar. Hoy día, un dólar vale cincuenta centavos. Si pudiéramos contar con que todos los miembros actuales de AA contribuyeran con un dólar, cada uno, anualmente, tendríamos fondos adecuados para administrar nuestra Sede, aun teniendo en cuenta el valor diluido del dólar. Y podríamos cubrir además todos los gastos de la Conferencia de Servicios Generales. No obstante, tenemos que seguir pidiendo a nuestros grupos contribuidores que contribuyan con dos dólares por miembro cada año por una sola y desconcertante razón: solamente la mitad de los grupos de AA participan en el mantenimiento de su Sede. De hecho, las contribuciones voluntarias de los grupos han sufragado el total de los gastos de la oficina en solamente cinco de los últimos quince años. La Sede se ha visto obligada a compensar los diez déficits, utilizando una parte de su reserva de "dinero del libro." Nos hemos desarrollado con tanta rapidez que la mayoría de tos miembros han perdido contacto con su Sede, y no tienen una clara idea de lo que es y lo que hace. Por lo tanto, tengo la profunda esperanza de que el panorama que les he pintado, más los magníficos trabajos que ahora están haciendo los delegados y los miembros de los comités de la Conferencia, sea lo suficientemente gráfico como para despertar en los no-contribuyentes un persistente deseo de ayudar. Para decir verdad, estoy convencido de que lo hará.

Hasta 1951 nuestra Sede se veía constantemente amenazada por un peligro aun más serio. Mientras nuestra existencia siguiera así amenazada, y no resolviéramos el problema que se nos presentó, correríamos el riesgo de que nuestra estructura de servicios mundiales acabara derrumbándose.

El peligro era éste: Durante nuestra infancia y adolescencia, la junta de custodios, todos sus miembros componentes amigos del Dr., Bob y míos, había sido completamente responsable de la dirección de los servicios de AA - servicios a los cuales se debía la mitad por lo menos del crecimiento de AA y, en gran parte, su unidad. Ya en el año 1945, algunos de nosotros éramos de la opinión de que nuestra junta de custodios, prácticamente desconocida, debía estar firmemente vinculada a la Comunidad. Muy contados miembros de AA sabían siquiera quiénes eran sus custodios. La Sede tenía su principal vinculo con el movimiento por mediación del Dr. Bob y mía, y nosotros éramos mortales. La junta de custodios había llegado a ser una isla aislada en medio de una Comunidad que se extendía sobre 52 países. Por consiguiente, empezamos a discutir sobre la conveniencia de tener algún tipo de junta asesora compuesta de miembros de AA. O, tal vez necesitábamos una Conferencia compuesta de un mayor número de representantes elegidos por AA; gente que podría efectuar una inspección anual de la Sede, un organismo ante el cual los custodios llegarían a ser responsables, una conciencia que podría guiar la totalidad de nuestros esfuerzos a escala mundial.

Pero los reparos que se ponían a hacerlo eran insistentes y, durante unos cuantos años, no pasó nada. Tal empresa, decían los que estaban en contra, sería cara. Y peor aun, al efectuar la elección de los delegados, era posible que AA se encontrara enmarañada en desgarradoras actividades políticas. Estas objeciones tenían mucho mérito. Por lo tanto, el proyecto se dejó pendiente hasta 1948. Pero para esas fechas, las contribuciones de los grupos ni se aproximaban a mantener las crecientes operaciones de la oficina. El Grapevine estaba perdiendo unos $1,000 mensualmente, y entre las contribuciones para sufragar los gastos de la oficina y los gastos mismos hubo un espantoso déficit mensual de dos mil dólares.

Entonces, el Dr. Bob se puso enfermo, mortalmente enfermo. Finalmente, en 1950, aguijoneados por la despiadada lógica de la situación, los custodios autorizaron al Dr. Bob y a mí a formular el plan de que trata este librillo: un plan de la Conferencia de Servicios Generales de AA, un plan mediante el cual podríamos asumir plena y permanente responsabilidad de la dirección de nuestros asuntos más vitales.

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