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Una tradición nacida de nuestro anonimato

Enero de 1946

En los años venideros, el principio de anonimato se convertirá sin duda en una parte de nuestra Tradición vital. Incluso hoy, nos damos cuenta de su valor práctico. Pero aún más importante, empezamos a percatarnos de que la palabra "anónimo" tiene para nosotros un inmensa significación espiritual. De una manera sutil y a la vez enérgica, nos recuerda que siempre debemos anteponer los principios a las personalidades; que hemos renunciado a la glorificación personal ante el público; que nuestro movimiento no sólo predica sino que de hecho practica una modestia auténticamente humilde. No puede haber la menor duda de que el practicar el anonimato en nuestras relaciones públicas ya ha tenido una profunda influencia beneficiosa tanto en nosotros como en nuestros millones de amigos del mundo exterior. El anonimato constituye ya la piedra angular de nuestra política de relaciones públicas.

La forma en que esta idea se originó y después fue cuajando entre nosotros es una parte interesante de la historia de AA. En los años anteriores a la publicación del libro Alcohólicos Anónimos, no teníamos nombre. Sin nombre, sin forma, con nuestros principios básicos de recuperación todavía sometidos a discusión y a prueba, no éramos sino un grupo de bebedores que andábamos a tientas por lo que esperábamos fuera el camino hacia la liberación. Una vez convencidos de que estábamos en el buen camino, decidimos escribir un libro por medio del cual podríamos contar las buenas nuevas a otros alcohólicos. Según el libro iba tomando forma, grabamos en sus páginas lo esencial de nuestra experiencia. Era el fruto de miles de horas de discusión. Representaba fielmente la voz, el corazón y la conciencia colectiva de aquellos de nosotros que habíamos abierto el camino durante los primeros cuatro años de AA.

A medida que se acercaba el día de la publicación, nos devanábamos los sesos para encontrar un título apropiado para el libro. Debimos de haber considerado al menos doscientos títulos. El idear títulos y someterlos a votación en las reuniones se convirtió en una de nuestras principales actividades. Tras multitud de discusiones y debates tumultuosos, logramos finalmente reducir - las posibilidades a dos. ¿Deberíamos titular nuestro nuevo libro La Salida ["The Way Out"], o deberíamos titularlo Alcohólicos Anónimos? Esa era la alternativa final. Se efectuó una votación de última hora entre los grupos de Akron y de Nueva York. Por un escaso margen, el veredicto fue titular a nuestro libro La Salida. Justo antes de imprimir el libro, alguien intervino sugiriendo la posibilidad de que hubiera otros libros con el mismo título. Uno de nuestros primeros Miembros Solitarios (nuestro querido Fritz M., que en ese entonces vivía en Washington, D.C.) fue a la Biblioteca del Congreso para investigar. Encontró exactamente doce libros ya titulados La Salida. Cuando hicimos circular esta información, nos estremecimos ante la posibilidad de ser la "Decimatercera Salida." Así que Alcohólicos Anónimos pasó a ser la primera preferencia. Así fue como convinimos en un título para nuestro libro de experiencia, un nombre para nuestro movimiento y, como ya estamos empezando a ver, una Tradición de la más alta importancia espiritual. ¡Los caminos de Dios son inescrutables!

En el libro Alcohólicos Anónimos solo aparecen tres referencias al principio del anonimato. El prólogo a nuestra primera edición dice: "Por ser la mayoría de nosotros gente de negocios o profesionales, algunos no podríamos realizar bien nuestro trabajo si se supiera que éramos miembros," y "recomendamos a cada uno de nuestros miembros que, cuando escriba o hable públicamente sobre el alcoholismo, omita su nombre y se presente como 'un miembro de Alcohólicos Anónimos,"'. y luego, "muy seriamente le pedimos también a la prensa que observe esta recomendación, de otra manera nos veríamos gravemente perjudicados."

Desde la publicación de Alcohólicos Anónimos en 1939, se han formado centenares de grupos de AA. Cada uno de ellos hace estas preguntas: "¿Hasta qué punto debemos ser anónimos?" y "A fin de cuentas, ¿para qué sirve este principio de anonimato?" En su mayor parte, cada grupo ha llegado a su propia interpretación. Naturalmente, todavía hay grandes diferencias de opinión entre nosotros. Lo que significa exactamente nuestro anonimato y precisamente hasta qué punto se debe llevar, son cuestiones todavía pendientes.

Aunque ya no tememos como antes al estigma del alcoholismo, hay todavía individuos para quienes su conexión con nosotros es asunto muy delicado. Algunos entran en AA bajo nombres ficticios. Otros nos hacen jurar solemnemente que guardemos en secreto su identidad. Tienen miedo a que su conexión con Alcohólicos Anónimos perjudique sus negocios. Al otro extremo de la escala de opinión, tenemos al individuo que dice que el anonimato es pura niñería. Se siente obligado a gritar a los cuatro vientos que es miembro de AA. Hace notar que, dentro de nuestra Comunidad de AA, hay gente famosa, algunos de renombre nacional. ¿Por qué, nos pregunta, no debemos aprovechar su prestigio personal, tal como lo haría cualquier otra organización?

Entre los dos extremos, hay un sinfín de matices de opinión. Algunos grupos, en particular los nuevos, se comportan como sociedades secretas. No quieren que ni siquiera sus amigos sepan de sus actividades. Ni pensarían jamás en tener presentes en sus reuniones a los clérigos, los médicos, ni a sus mismas esposas. En cuanto a invitar a los reporteros - ¡Dios nos libre! Otros grupos creen que sus comunidades deben estar bien enteradas sobre AA. Aunque no publican sus nombres personales, aprovechan toda oportunidad de anunciar las actividades de su grupo. A veces, celebran reuniones públicas o semipúblicas, donde los AA se presentan por su nombre en la plataforma. A menudo, se invita a médicos, clérigos y funcionarios públicos a hablar en estas reuniones. Algunos miembros han dejado de guardar completamente su anonimato. Sus nombres, sus fotos y crónicas de sus actividades han aparecido en la prensa. A veces, como miembros de AA, han publicado artículos acerca de su pertenencia a AA, en los que incluyen sus nombres completos.

Pues, aunque está bien claro que la mayoría de nosotros reconocemos la importancia del anonimato, las formas en que practicamos el principio varían mucho.

Naturalmente, debe ser el privilegio, e incluso el derecho, de cada individuo o grupo adoptar la actitud respecto al anonimato que más le convenga. No obstante, para hacer esto de una manera inteligente, debemos estar convencidos de que es un buen principio para casi todos nosotros; de hecho, debemos darnos cuenta de que la futura seguridad y eficacia de Alcohólicos Anónimos puede depender de la preservación de este principio. Entonces, cada individuo tendrá que decidir dónde trazar el límite - hasta qué punto debe llevar el principio en sus propios asuntos, hasta qué punto puede abandonar su propio anonimato sin perjudicar a Alcohólicos Anónimos en su totalidad.

La pregunta crucial es: ¿Dónde debemos fijar el punto en que las personalidades desaparecen y empieza el anonimato?

En realidad, muy pocos de nosotros somos anónimos en nuestros contactos diarios. Hemos dejado de guardar nuestro anonimato a este nivel porque creemos que nuestros amigos y colegas deben saber de Alcohólicos Anónimos y de lo que AA ha hecho por nosotros. También queremos librarnos del temor a admitir que somos alcohólicos. Aunque pedimos sinceramente a los reporteros que no revelen nuestra identidad, a menudo hablamos en reuniones semipúblicas utilizando nuestro nombre completo. Queremos convencer a nuestros auditorios de que nuestro alcoholismo es una enfermedad de la cual ya no tememos discutir ante nadie. Hasta aquí todo va bien. Pero si nos arriesgamos a sobrepasar este límite, sin duda perderemos el principio del anonimato para siempre. Si cada AA se sintiese libre de publicar su propio nombre, foto o historia, prontamente nos lanzaríamos a una orgía inmensa de publicidad personal, a la que, obviamente, no se podría poner ningún limite. ¿No es éste el punto en que, para ejercer la mayor atracción posible, debemos trazar la línea?

Si se me propusiera resumir una Tradición de anonimato, me imagino que lo haría así:

1. Debe ser el privilegio de cada miembro individual de AA abrigarse con tanto anonimato personal como desee. Sus compañeros de AA deben respetar sus deseos y ayudarle a guardar su anonimato en el grado que le parezca apropiado.

2. Inversamente, el miembro individual de AA debe respetar los sentimientos de su grupo en cuanto al anonimato. Si su grupo quiere ser más anónimo que él, él debe complacerles a sus compañeros hasta que no cambien de opinión.

3. Con muy pocas excepciones, la Tradición de AA a nivel nacional debe ser que ningún miembro de Alcohólicos Anónimos nunca se considere libre de publicar (en conexión con sus actividades de AA) su nombre o foto en ningún medio de comunicación público. Esto, no obstante, no debe impedirle emplear su nombre en otras actividades públicas, siempre que no revele su conexión con AA.

4. Si, por alguna razón extraordinaria, para el bien de AA como una totalidad, le parece conveniente a un miembro abandonar su anonimato, no debe hacerlo hasta que no consulte con los miembros veteranos de su grupo. Si planea presentarse como miembro de AA ante el público en general a escala nacional, el asunto debe ser remitido primero a nuestra Oficina Central (GSO).

Ni por un momento considero estas declaraciones como reglas o reglamentos; son meras sugerencias de lo que parece constituir una Tradición sensata para el futuro. A fin de cuentas, cada miembro individual tendrá que examinar su propia conciencia.

Si hemos de desarrollar una clara Tradición respecto al anonimato, lo haremos únicamente por nuestro característico proceso de tanteos y pruebas, tras largas discusiones y por criterio colectivo y consentimiento común.

Para fomentar más amplias discusiones sobre la cuestión, en un próximo futuro me gustaría publicar en esta revista un resumen de nuestras experiencias con el anonimato. No dudo que, con el tiempo, acertaremos con las soluciones apropiadas.

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