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En los últimos siete años AA ha llegado a ser automantenida

Agosto de 1947

unca podré explicarme cómo nos las arreglamos para seguir trabajando en nuestra oficina y en nuestro libro en aquel verano de 1939. Si no hubiera sido por un verdadero acto de sacrificio por parte de Bert T., un AA neoyorquino de los primeros tiempos, estoy seguro de que no habríamos sobrevivido. Bert prestó $1,000 a la difunta Works Publishing Company, cantidad que obtuvo como préstamo poniendo como garantía su propio negocio. A este acto de fe le siguieron otros dos golpes de buena fortuna que apenas nos hicieron posible mantenemos a flote hasta el final del año. En el otoño de 1938 la revista Liberty publicó un artículo acerca de nosotros. Esto provocó una inundación de solicitudes de información y algunos pedidos del Libro de AA. Estos pocos ingresos de ventas sirvieron para mantener en marcha nuestra pequeña Oficina Central. Luego hubo una explosión de artículos en el periódico Plain Dealer de Cleveland. Esto inició allí un crecimiento prodigioso de AA, y suscitó una demanda algo mayor del Libro de AA.

Tampoco nuestros amigos del Rockefeller Center estaban ociosos. Un día de febrero de 1940, Dick Richardson nos informó que el Sr. John D. Rockefeller, Jr. había estado observando nuestro progreso con intenso interés; que le gustaría dar una cena para dar inspiración a sus invitados y para el beneficio de Alcohólicos Anónimos. Esto nos pareció como caído del cielo.

La cena tuvo lugar en marzo de 1940. Los amigos del Sr. R. se presentaron en tropel. En cada mesa había un miembro de AA. El Dr. Harry Emerson Fosdick, que había publicado una reseña fantástica de nuestro libro, habló sobre AA desde el punto de vista espiritual. El Dr. Foster Kennedy, eminente neurólogo, dio a sus oyentes la perspectiva médica. A nosotros los alcohólicos también se nos pidió que habláramos. Al final de la cena, el Sr. Nelson Rockefeller, después de explicar que su padre no había podido asistir por encontrarse enfermo, siguió diciendo que pocas cosas más profundamente conmovedoras o prometedoras habían afectado tanto la vida de su padre como Alcohólicos Anónimos; que le gustaría que sus amigos compartieran con él esta experiencia.

Aunque en la cena de aquella noche se veía representada una inmensa riqueza, apenas si se hizo mención del dinero. Se expresó la esperanza de que AA pudiera convertirse pronto en automantenido. Pero se hizo la sugerencia de que, hasta que no lograra a serlo, puede que se necesitara alguna pequeña ayuda económica. Después de la cena, el Sr. Rockefeller escribió a cada uno de los invitados una carta personal, en la que expresaba sus sentimientos con respecto a AA, cerrándola con la observación que iba a hacernos un pequeño regalo. Adjuntas a las cartas les envió una copia de las charlas dadas en la reunión y un ejemplar del libro Alcohólicos Anónimos. Al recibir la carta del Sr. Rockefeller, muchos de los invitados respondieron con donativos a la Fundación Alcohólica.

Desde aquel entonces, la llamada "lista de invitados a la cena de Rockefeller" ha sido la única fuente de donativos de dinero "ajenos" a la Fundación Alcohólica. Estos donativos como promedio ascendieron a unos $3,000 cada año y se siguieron haciendo durante unos cinco años - desde 1940 hasta 1945. Le Fundación repartió estos ingresos entre el Dr. Bob y yo, para hacemos posible dedicar a AA una parte sustancial de nuestro tiempo en esos años cruciales. Hace poco tiempo, los custodios de la Fundación se vieron en la posibilidad de dirigir cartas a los contribuidores originales participantes en la cena, expresando su agradecimiento y diciéndoles que ya no se necesitaba su ayuda; que la Fundación se estaba manteniendo adecuadamente por medio de las contribuciones de los grupos y por las ventas del libro Alcohólicos Anónimos; que las regalías del libro cubrían las necesidades personales del Dr. Bob y mías.

Por supuesto, lo significante de la cena del Sr. Rockefeller no fue solo el dinero que se reunió. Lo que entonces necesitábamos, tanto como el dinero, era el reconocimiento favorable del público; necesitábamos a alguien que expresara ante el público lo que sentía y pensaba acerca de Alcohólicos Anónimos. Teniendo en cuenta que éramos pocos en aquel entonces, que no nos sentíamos muy seguros de nosotros mismos, que poco tiempo antes la sociedad nos había Conocido como borrachos comunes y corrientes, creo que la sabiduría y el valor del Sr. Rockefeller fueron realmente muy grandes.

El efecto de aquella cena fue instantáneo; todas las agencias de prensa publicaron la noticia. Centenares de alcohólicos y sus familias se apresuraron a comprar el libro. Nuestra pequeña oficina central se vio inundada de súplicas de ayuda. Pronto tuvimos que trasladarla de Nueva Jersey a la Calle Vesey de Nueva York. Ruth Hock cobró su sueldo atrasado y, de allí en adelante, se convirtió en nuestra primera secretaria nacional. Se vendieron suficientes libros para mantener en funcionamiento la oficina. Y así pasó 1940. Alcohólicos Anónimos había hecho su debut nacional.

Un año más tarde, la revista Saturday Evening Post encargó a Jack Alexander que redactara un artículo acerca de nosotros. Bajo el ímpetu de la cena del Sr. Rockefeller y los artículos del Plain Dealer de Cleveland, el número de miembros había ascendido a toda prisa a unos 2,000. Nuestros miembros de Cleveland habían acabado de demostrar que incluso un pequeño grupo, si las circunstancias lo exigían, podía absorber rápidamente y con éxito una gran cantidad de recién llegados. Habían refutado el mito de que AA siempre debía crecer lentamente. Desde el área de Akron-Cleveland, habíamos empezado a extendernos hacia otros lugares - Chicago y Detroit en el Medio Oeste. En el Este, Philadelphia ya estaba ardiendo. Se podía ver las primeras llamas en Washington y Baltimore. Más al Oeste, Houston, San Francisco y Los Angeles estaban prendiendo la chispa. Continuaba el crecimiento en Akron y Nueva York. Nos sentíamos particularmente orgullosos de la ciudad de Little Rock, Arkansas, que había brotado sin contacto personal con AA, sólo por medio de libros y cartas de la Oficina Central. Little Rock fue el primero de los grupos llamados "por correo" que hoy en día se encuentran en todas partes del mundo. Aun entonces, habíamos empezado a mantener correspondencia con muchos alcohólicos aislados que más tarde iban a formar grupos.

A pesar de este progreso, nos sentíamos preocupados por la próxima aparición del articulo del Saturday Evening Post. Aunque nuestra experiencia de Cleveland nos había dado la seguridad de que nuestros pocos grupos establecidos podrían sobrevivir el impacto de una gran publicidad, ¿qué íbamos a hacer con los miles de ardientes peticiones que ahora empantanarían nuestra pequeña oficina de Nueva York, que entonces sólo contaba con Ruth Hock, una mecanógrafa, y yo? ¿Cómo podrían tres personas responder a los miles de desesperadas solicitudes que esperábamos recibir? El artículo del Post tendría como resultado más ventas del libro, pero no suficientes para hacer frente a esta emergencia. Necesitábamos más oficinistas - y pronto - si no, tendríamos que resignarnos a echar en la papelera cantidad de peticiones desgarradoras.

Nos dimos cuenta de que, por primera vez, debíamos pedir la ayuda de los grupos de AA. La Fundación Alcohólica seguía sin tener dinero, aparte de los $3,000 al año del "fondo de la cena," que nos ayudaba a mantenernos a note al Dr. Bob y a mí. Además, algunos de los acreedores e inversores del Works Publishing (compañía editorial de AA) estaban volviendo a ponerse nerviosos. Dos de los miembros alcohólicos de nuestra Fundación viajaron para visitar los grupos de AA y explicarles la necesidad. Presentaron a sus oyentes las siguientes ideas: que el mantenimiento de nuestra Oficina Central era una clara responsabilidad de los grupos de AA; que responder a las solicitudes escritas era un complemento necesario de nuestro trabajo de Paso Doce; que nosotros los AA deberíamos pagar de nuestro bolsillo estos gastos de oficina y dejar de depender de la caridad ajena o de unas ventas insuficientes del libro. Los dos custodios también sugirieron que la Fundación Alcohólica se convirtiera en el depositario de los fondos de los grupos; que la Fundación destinaría lodo el dinero proveniente de los grupos para cubrir los gastos de la Oficina Central exclusivamente; que cada mes la Oficina Central pasaría a la Fundación la cuenta de los gastos de operación de la oficina directamente relacionados con AA; que todas las contribuciones de los grupos deberían ser completamente voluntarias; que cada grupo de AA recibiría los mismos servicios de la oficina de Nueva York, ya fuera que contribuyera o no. Se calculó que si cada grupo enviara a la Fundación una cantidad igual a un dólar por miembro y por año, con el tiempo este dinero podría mantener nuestra oficina, sin ninguna otra ayuda. Según estas disposiciones, la oficina pediría contribuciones a los grupos dos veces al año y, al mismo tiempo, les sometería un estado de gastos del período anterior.

Nuestros dos custodios, Horace C. y Bert T., no volvieron con las manos vacías. Ahora que tenían una clara comprensión de la situación, la mayoría de los grupos empezaron a contribuir a la Fundación Alcohólica para los gastos de la Oficina Central, y han seguido haciéndolo desde entonces. Con esta práctica, la Tradición de automantenimiento de AA tuvo un sólido y seguro comienzo. De esta manera respondimos a lo ocasionado por el artículo del Saturday Evening Post por el que miles de AA hoy se sienten tan agradecidos.

La inmensa afluencia de nuevos miembros sentó rápidamente la base para la formación de centenares de nuevos grupos de AA, y muy pronto estos grupos empezaron a pedir consejos a la Oficina Central acerca de sus dolores de crecimiento, presentando así a nuestra Sede de servicio tanto problemas de grupo como solicitudes particulares de información. Entonces la oficina empezó a publicar una lista de todos los grupos de AA, y facilitó a los AA que viajaban por el país listas de posibles candidatos en las ciudades donde no había ningún grupo. Forasteros que nunca habíamos visto empezaron a visitarnos, y así se inició lo que hoy es una enorme red de contactos personales entre el personal de nuestra Oficina Central de Servicio de Nueva York y los grupos de AA de todas partes del mundo.

El 1941 fue un gran año para la creciente Comunidad de AA. Marcó el comienzo del importante cambio de actitud que habría de venir. Nuestra Oficina Central consiguió el sólido respaldo de los grupos; empezamos a abandonar la idea de ayuda caritativa de fuentes ajenas, sustituyéndola por el automantenimiento. Por último y no por ello menos importante, nuestra Fundación Alcohólica realmente comenzó a funcionar. Ya vinculados a la Oficina Central de AA por ser responsables de los fondos de los grupos que se gastaban allí, y a Works Publishing (el libro Alcohólicos Anónimos) por encontrarse entre los propietarios de la empresa, los custodios de nuestra Fundación Alcohólica, sin darse cuenta, se habían convertido en los guardianes de Alcohólicos Anónimos - tanto del dinero como de la Tradición. Alcohólicos Anónimos había llegado a ser una institución nacional.

Desde entonces, tranquila y eficazmente, la evolución de nuestra Fundación ha continuado. Hace unos cuantos años, los custodios hicieron que se efectuara una revisión de las cuentas de la Fundación Alcohólica y de Works Publishing desde sus comienzos. Se estableció un buen sistema de contabilidad y se inició la costumbre de revisar las cuentas regularmente.

Alrededor del año 1942, se hizo evidente que la Fundación debía ser el único propietario de Works Publishing, acaparando las acciones de los restantes inversionistas de Works. Para hacer esto, se necesitaban varios miles de dólares y, por supuesto, el dinero proveniente de los grupos no podía utilizarse para este propósito.

Así que los custodios, encabezados en esta ocasión por nuestro viejo amigo Chip, acudieron de nuevo al Sr. Rockefeller y su "lista de invitados." Gustosamente, estos donantes originales hicieron a la Fundación el préstamo necesario para convertirse en propietarios exclusivos de nuestro Libro de AA (Works Publishing, Inc.). Mientras tanto, Works Publishing, al encontrarse liberado en parte de mantener la Oficina Central, se vio en la posibilidad de cancelar las cuentas con sus acreedores. Más tarde, cuando los custodios propusieron pagar las deudas de la Fundación con los ingresos del Libro de AA, algunos de los prestamistas solo aceptaron un pago parcial - y otros se negaron a aceptarlo. Por fin, estábamos libres de deudas. Este acontecimiento señaló el fin de nuestras dificultades financieras.

En años recientes, el desarrollo de AA ha sido fenomenal. Casi todo el mundo en Norteamérica sabe de AA. Parece que el resto del mundo pronto tendrá conocimiento de AA a medida que los miembros de AA viajen a otros países y la literatura se traduzca a otras lenguas. Hoy día, nuestra Sede de servicios generales cuenta con doce trabajadores. Debido a nuestro prodigioso crecimiento y la introducción de AA en cada vez más países extranjeros, pronto necesitaremos veinte. Nuestro secretario general de AA, conocido por miles de personas como "Bobbie," ahora sirve a AA mundial. Tres de los primeros custodios, cuya aportación a AA es incalculable, siguen siendo miembros de la junta de la Fundación Alcohólica. En las reuniones trimestrales, se ven nuevas caras, cada uno tan deseoso de servir como los del grupo original. El AA Grapevine, nuestra revista nacional mensual, que hace tres años hizo su primera aparición, está integrándose cómodamente entre los servicios de nuestra Sede general, y ya casi ha logrado cubrir sus propios gastos. Gracias a los ingresos de Works Publishing, la Fundación ha acumulado una reserva económica prudente para el futuro. Esta reserva ahora representa una cantidad algo superior al gasto anual de la Sede, el cual sigue siendo no mucho más que la muy módica cifra de $1 por miembro de AA por año. Hace dos años, los custodios asignaron a mi esposa y a mi una cantidad de dinero, sacada de los ingresos provenientes de la venta del Libro de AA, que nos hizo posible terminar de pagar la hipoteca de nuestra casa y hacer algunas mejoras necesarias. La Fundación concedió también al Dr. Bob y a mí sendas regalías del 10% del libro Alcohólicos Anónimos, nuestros únicos ingresos de fuentes de AA. Ambos nos encontramos económicamente desahogados y nos sentimos profundamente agradecidos.

Este relato de la administración de Alcohólicos Anónimos durante su infancia nos trae hasta el presente - el año l947 - con un futuro que nos promete la continuación del crecimiento y de los servicios de AA.

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