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La falta de dinero resultó ser una bendición para AA

Junio de 1947

Miles de AA recién llegados preguntan: ¿Qué es exactamente la Fundación Alcohólica, qué lugar ocupa en AA, quién la instituyo, y por qué le enviamos fondos?"

Como los grupos están frecuentemente en contacto con nuestra Sede en Nueva York, la mayoría de los miembros la consideran como una especie de servicio general para todo AA. Por leer el AA Grapevine todos los meses, saben que es nuestra principal revista mensual. Pero de la historia de la Fundación Alcohólica y de su relación con estas funciones vitales y con AA en su totalidad, tienen muy escasos conocimientos.

Repasemos ahora un poco de su historia. En sus primeros años, Alcohólicos Anónimos ni siquiera tenía ese nombre. Anónimos, ciertamente sin nombre, para fines de 1937, no éramos sino tres pequeños grupos de alcohólicos: el primer grupo, Akron, Ohio; el segundo, Nueva York, y unos pocos miembros de Cleveland que llegarían a ser nuestro tercer grupo. Supongo que en las tres ciudades había unos cincuenta miembros en total. Ya había pasado la primera época pionera - el Dr. Bob y yo nos conocimos por primera vez en Akron en la primavera de 1935. Ibamos estando cada vez más convencidos de que teníamos algo para todos aquellos miles de alcohólicos que todavía no sabían de ninguna solución ¿Cómo íbamos a comunicarles las buenas noticias, cómo íbamos a difundirlas? Esa era la pregunta candente.

Tras mucha discusión en una pequeña reunión convocada por el Dr. Bob y yo en Akron en el otoño de 1937, formulamos un plan. Este plan resultó ser acertado en una tercera parte y equivocado en todo lo demás - el conocido proceso de pruebas y tanteos. Ya que la evolución de los primeros grupos había sido un proceso tan lento y difícil, suponíamos que solo los pioneros experimentados podrían iniciar nuevos grupos. Aunque teníamos nuestras dudas, parecía inevitable que unos veinte de nuestros miembros más estables tendrían que dejar a un lado sus asuntos personales e ir a otras ciudades para crear nuevos centros. Por poco que nos gustara la idea, parecía que íbamos a tener que emplear, al menos temporalmente, una escuadra de misioneros de AA. Era obvio también que estos misioneros y sus familias tendrían que comer. Haría falta dinero - y mucho dinero, nos parecía.

Pero eso no era todo. Se creía que necesitábamos hospitales de AA en Akron y Nueva York, por ser consideradas estas ciudades nuestras "mecas" gemelas. Estábamos seguros de que allí se podría colmar de excelentes atenciones médicas y de dinámica espiritualidad a todos los borrachos que descenderían en tropel de todos los rincones del país tan pronto como llegara a sus oídos la palabra mágica "curación." Nosotros los veteranos abrigábamos estos sueños, muy parecidos a las fantasías de muchos recién llegados de hoy día. Providencialmente, ni el sueño del hospital AA ni el de la empresa misionera a gran escala se convirtieron en realidades. Si lo hubieran hecho, AA sin duda habría fracasado. En un instante, nos habríamos convertido en profesionales.

Había un tercer sueño, el de elaborar un libro de experiencia - el que hoy día conocemos como Alcohólicos Anónimos. Estábamos convencidos de que, a menos que pusiéramos por escrito nuestras experiencias de recuperación, nuestros principios y prácticas pronto se verían desvirtuados. Era posible que se nos ridiculizara en la prensa. Además, les debíamos al menos un libro a aquellos alcohólicos que no podían llegar a nuestros hospitales o a quienes, tal vez, nuestros misioneros no alcanzaban enseguida. Como todo el mundo sabe, el libro de AA se convirtió en realidad; los Otros sueños no.

Pero en 1937 parecía indudable que teníamos que disponer de una cantidad considerable de dinero. Tal vez debido a que yo vivía en Nueva York, donde se supone que hay mucho dinero, se me encargó la misión de recoger fondos a fin de que nuestro movimiento sin nombre pudiera tener sus misioneros, sus hospitales y sus libros. ¡Qué simple parecía! ¿No hablamos visto ya (en nuestra orgullos a imaginación) los comienzos de uno de los mayores acontecimientos, sociales, médicos y espirituales de todos los tiempos? ¿No éramos los borrachos todos vendedores? ¿No había sido yo un agente de Bolsa en Wall Street? ¡Qué fácil sería recoger fondos para una causa como la nuestra!

¡Qué penoso fue el despertar de estos sueños de dinero! Pronto resultó evidente que la gente adinerada tenía poco interés en los borrachos. En cuanto a nuestro grandiosos planes de agrupar a los alcohólicos en escuadras, pelotones y regimientos - pues, era completamente inverosímil, ¿no es así? Según decía la gente, ya eran suficientemente difíciles de uno en uno. ¿Por qué imponer a cada comunidad norteamericana un regimiento organizado de borrachos? ¿No sería mejor que los donantes pusieran su dinero en algo más constructivo, como la tuberculosis o el cáncer? O, ¿por qué no debían invertir su dinero en la prevención del alcoholismo? Un intento más de rescatar a los borrachos desahuciados no podría tener éxito. Tales fueron las respuestas a nuestra solicitud de dinero.

Entonces, un día, en medio de nuestra desmoralización, ocurrió algo de importancia trascendental. Era otro de los puntos de viraje críticos, de los que hemos visto tantos que ya nadie puede llamarles coincidencias. Yo estaba en la consulta de mi cuñado médico, lamentándome, al estilo típico del alcohólico, de lo poco que éramos apreciados los borrachos, especialmente por la gente adinerada. Por enésima vez estaba explicándole la urgente necesidad que teníamos de dinero. Me estaba escuchando pacientemente y dijo de pronto, "Tengo una idea. Conocía a un hombre que se llamaba Dick Richardson. Estaba asociado de alguna manera con los Rockefeller. Pero eso era hace años. No sé si todavía estará allí. Déjame llamar para averiguarlo." ¡Qué insignificantes parecen a veces los acontecimientos que cambian nuestros destinos! ¿Cómo podríamos haber sabido que una simple llamada telefónica iba a abrir una nueva era para AA, que iba a dar comienzo a la Fundación Alcohólica, al libro Alcohólicos Anónimos y a la Oficina Central de AA.

Dos días después de la llamada de mi cuñado, nos encontrábamos en las oficinas de Rockefeller, hablando con Willard ("Dick") Richardson. Dick, un hombre de lo más encantador, fue el primero de una serie de gente no alcohólica que nos ayudó cuando nos encontramos en situaciones muy difíciles, y sin cuya sabiduría y devoción el movimiento de Alcohólicos Anónimos puede que nunca hubiera existido. Después de escuchar nuestra historia, nuestro nuevo amigo mostró una comprensión inmediata. Pronto convirtió la comprensión en acción. Sugirió que algunos miembros de nuestra hermandad alcohólica se reunieran con él y con algunos amigos suyos.

Poco tiempo después, una tarde de invierno de 1937, tuvo lugar esta reunión en Rockefeller Center. Estuvieron presentes Dick Richardson, A. LeRoy Chipman, conocido desde entonces como "Chip," Albert Scott, Frank Amos, y mi cuñado Leonard Strong. El Dr. Bob y Paul S. vinieron desde Akron. Los antiguos borrachos neoyorquinos sumaban media docena y les acompañaba el Dr. William Silkworth, quien, como el primer médico en favorecer nuestra causa, ya nos había dado un ánimo y una ayuda inapreciables. Naturalmente, los alcohólicos estábamos encantados. Creíamos que nuestros problemas de dinero se habían terminado. Si la solución estaba en el dinero, sin duda habíamos llegado al sitio preciso.

Después de presentarnos, unos a otros, cada alcohólico contó su propia historia, y estas narraciones fueron enérgicamente confirmadas por nuestro apasionado amigo el Dr. Silkworth. Al terminar sus comentarios (¡y con la debida discreción!) sacamos a relucir el asunto del dinero. Ya que nuestros oyentes parecían muy impresionados con nuestras historias de recuperación, nos atrevimos a dilatarnos sobre la urgente necesidad de hospitales, de misioneros y de un libro. También pusimos en claro que para esto haría falta dinero - mucho dinero.

Con esto llegamos a otro punto decisivo en el destino de AA. El presidente de la reunión, Albert Scott (ahora fallecido), un hombre acostumbrado a atender asuntos importantes, y que era de naturaleza profundamente espiritual, dijo en esencia, "Me siento muy conmovido por lo que acabo de oír. Puedo ver que hasta ahora el suyo ha sido un trabajo de inmensa buena voluntad - un alcohólico que ayuda personalmente a otro sólo por el amor de hacerlo. Esta es una hermosa réplica de la cristiandad del siglo primero. Pero, ¿no temen que la incorporación de hospitales y trabajadores asalariados pueda cambiar todo eso? ¿No deberíamos tener mucho cuidado de no hacer nada que nos pudiera llevar a la creación de una clase profesional o acaudalada dentro de sus filas?"

Estas fueron palabras de gran envergadura para Alcohólicos Anónimos. Nosotros los alcohólicos reconocimos su alía significación. Decepcionados al ver que nuestra esperanza de obtener una ayuda monetaria sustancial parecía irse esfumando, confesamos, no obstante, que a menudo habíamos tenido dudas parecidas. Pero insistimos, ¿qué vamos a hacer? Nos ha costado tres años formar tres grupos. Sabemos que tenemos una nueva vida para ofrecer a los miles que cada año mueren o se vuelven locos. ¿Es necesario que las buenas noticias esperen hasta que se pasen solo de palabra? Y así ¿no van a acabar totalmente desvirtuadas? Finalmente, nuestros amigos se expresaron de acuerdo en que había que hacer algo. Pero continuaron insistiendo en que nuestro movimiento nunca debería ser profesionalizado. Esto dio el tono de la relación que hemos tenido desde entonces con estas hombres de buena voluntad. Con razón, nunca han obtenido grandes sumas de dinero para nosotros. Pero cada uno ha dado de sí mismo a nuestra causa, generosa y constantemente; pocos AA se darán cuenta de cuánto nos han aportado.

Al ver claramente que ahora debíamos difundir más rápidamente el mensaje de recuperación, sugirieron que experimentáramos cautelosamente con una pequeña casa de descanso en Akron. Podría estar dirigida por el Dr. Bob, quien, al fin y al cabo, era médico. Con lo cual, en 1938, Frank Amos, haciendo uso de su propio tiempo y con los gastos pagados por sus asociados, fue a Akron para investigar el asunto. Volvió muy entusiasmado. Era de la opinión de que se debían invertir $30,000 en un centro para alcohólicos. Nuestro amigo Dick Richardson enseñó el informe de Frank al Sr. John D. Rockefeller, Jr., quien inmediatamente manifestó un vivo interés. Pero el Sr. Rockefeller también expresó su preocupación por nuestra posible profesionalización. No obstante, nos dio una cantidad de dinero que resultó ser aproximadamente la sexta parte de lo que Frank había sugerido. Su donativo nos llegó en la primavera de 1938 y sirvió para ayudarnos al Dr. Bob y a mí a pasar aquel año sumamente difícil. Sin ese dinero, no podríamos haber continuado con nuestros trabajos. No obstante, desde el punto de vista económico, nuestro incipiente movimiento de alcohólicos se encontró en la necesidad de arreglárselas por su cuenta - precisamente donde debía encontrarse, por muy difícil que pareciera en aquella época. Seguíamos sin tener trabajadores a sueldo, ni hospital, ni libro.

Estos fueron los acontecimientos que nos condujeron a la formación de la Fundación Alcohólica. La necesidad de un libro en el que se describieran nuestras experiencias de recuperación parecía cada vez más grande. Si se publicara este libro, podría suscitar una gran afluencia de solicitudes de información por parte de los alcohólicos y sus familias. Miles, tal vez. Estas solicitudes tendrían que ser procesadas por medio de algún tipo de oficina central. Eso era muy evidente.

Para estos fines más sensatos, nuestros amigos sugirieron la formación de una fundación a la cual los donantes pudieran hacer contribuciones libres de impuestos. Nosotros los alcohólicos tuvimos con ellos discusiones sin fin sobre este nuevo proyecto, acaparando muchas horas de sus jornadas de trabajo. Frank Amos y un amigo abogado, John E.F. Wood, dedicaron mucho esfuerzo a redactar el acuerdo fiduciario original de la Fundación. El abogado nunca había visto nada parecido. Nosotros insistimos en que la nueva fundación tuviera dos clases de custodios - alcohólicos y no-alcohólicos. Pero desde el punto de vista legal, ¿qué era un alcohólico? preguntó él; y si un alcohólico había dejado de beber, ¿seguía siendo un alcohólico? Entonces, ¿por qué dos clases de custodios? Nunca se ha oído hablar de una cosa semejante, dijo nuestro abogado. Le explicamos que queríamos tener con nosotros a nuestros amigos. Además, imagínese que todos los alcohólicos nos emborracháramos a la vez, ¿quién se quedaría con el dinero entonces? Después de superar muchos obstáculos parecidos, finalmente se inauguró la Fundación Alcohólica. Estaba compuesta de cuatro custodios no-alcohólicos y tres alcohólicos. Tenía derecho a nombrar a sus sucesores. Según su carta constitutiva, podía hacer todo lo que se pudiera imaginar. Así que lo tenía todo - ¡menos dinero!

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